Cuando Ojos y Masdedos aparecieron yo estaba nerviosa, muy nerviosa... Mi mirada tenía cierto brillo de temor pero no por lo sucedido en la montaña sino por lo que había escuchado abajo...
- Están... Están aquí... Los lobos... Alcaudón... Nos encontrarán... Nos cazarán...
En vez del cielo nos había respondido la tierra, y el temblor había desprendido peñascos sobre nuestros pasos, hacia la batalla.
El aullido me estremeció con violencia, despertando de nuevo mi instinto de huida. Tomé a Grau de la mano para, agachándome un instante, cargarla en pecho.
— No podemos escondernos de los Lobos sin la lluvia; deberíamos correr —pese a no tener obstáculos sobre llano al menos les llevábamos ventaja. — Tienen que perdernos el rastro de algún modo.
- No... A venido por nosotros... -
Fué aterrador, era cómo escuchar a la bestia que quería comerles, ese maldito aún estaba con vida, y eso era lo peor, por que no siguieron Vara, por qué tuvieron que seguir adelante con esos malditos.
- Esto va de... Dioses. -
La ira seguía aumentando, no solo esos malditos se comieron el jabalí, ahora está Alcaudón para (y cito) joderlos bien jodidos, maldijo por lo bajo otra vez y trato de calmarse.
- La lluvia ayudará, no perdamos el tiempo -
Dió una rápida caricia a Pardo, y luego los miró a todos.
- Tenemos que seguir, ir con Vara y alejarnos de todo esto. -
Con las últimas luces de la tarde, bajasteis la ladera del cerro de las Rocas Cantoras, alejándoos a toda velocidad de Anchavega del Piedras hacia Amanecer. Los gritos del combate y de los heridos cada vez los escuchabais más lejanos. El desprendimiento parecía haber sido distracción suficiente para huir. Aunque parecía que espíritus y Dioses sí querían sangre.
Corristeis por el monte de encinas hasta agotaros. Luego seguisteis al paso más ligero que pudisteis, el de Grau-Verde.
Llegó la oscuridad, pero no os detuvisteis hasta bien entrada la noche. El miedo os superaba y empujaba. Aunque todo estuvo en calma, sentíais la muerte rondandoos. Cuando el sueño fue mayor que el pánico, dormisteis encaramados a unas encinas. No era cómodo, pero era lo más seguro. No encendisteis ningún fuego, por si acaso. Pasasteis frío.
Un estrella fugaz cruzó el firmamento antes de que durmieseis. ¿Qué pedir?
Lejos del hogar, en mitad de la nada. Perseguidos por vuestra propia familia. Habiendo alimentado el conflicto entre vuestro pueblo y los Otros. Y la ira de Dioses y espíritus. ¿Qué destino os esperaba a todos? Lo imaginabais tan negro como aquella noche nublada, tan negro como las calcinadas Ubres del Agua. ¿Habría algo que pudieseis hacer para remediarlo? ¿Qué desearle a aquella estrella?
Fin de la escena.
Podéis seguir con alguna conversación, si queréis.