La joven se rió. No se llamaba Pequeña Muuu. Señalándose a sí misma, ululó. Paloma. ¡Qué curioso! El nombre de ese pájaro era igual en ambas lenguas. Paloma. Algo más añadió, pero no lo lograste ni reproducir en tu cabeza. Paloma y Vara. Muuuu y Pequeña Muuuu.
Estuvisteis un rato mirándoos intensamente, sin decir nada. Cuando ella pareció que iba a hablar... se escuchó un ruido fuera. Se asustó y salió de l cabaña. Manana . Te susurró como despedida.
Poco rato después, el extraño Tío se la otra puerta, y la cazadora o guerrera, se presentaron ante tí. También venía gente de la nueva aldea. De entre todos, salió Paloma con aire pesarosa. ¿Qué pasaba? Con voz sería, impersonal, habló cuando se lo ordenaron los mayores. Manana Rascruce. Apende en Rascruce.
Toda la comitiva repitió esa palabra más veces. "Rascruce". ¿Te sonaba? Se marcharon y te volvieron a cerrar, hasta el día siguiente.
En la mañana temprano, vinieron por tí. Una pareja de la aldea, sin Tíos, con cara de pocos amigos. Habían estado entre el grupo del día anterior. Ni se presentaron, solo te indicaron que les siguieras. Paloma estaba con ellos. Comenzaba otra fatigosa caminata por Lo Llano Raso. El Tío de la primera aldea volvió con su vaca, su angarilla y su acompañante a su poblado.
Así pasaste tres días más. Viajando de día, encerrado de noche. Fue muy duro, pero lo sobrellevaste. En cada aldea, tus vigilantes se pasaban el mensaje y se daban el relevo en llevaros a ti y a Paloma, que hacía de intérprete. ¿Esto era un Rascruce? ¿O Rascruce era el destino?
En el último día, notaste que volvía a haber encinas, aunque dispersas. ¿Ya se terminaba Lo Llano Raso? ¡Ojalá! De hecho, no había pasado ni medio día, cuando múltiples columnas de humo asomaron en la lejanía, como si hubiese un grupo de aldeas muy juntas... a una muy grande. Intrigado, miraste a Paloma, quién te había seguido visitando a escondidas. Ella no estaba llevando el duro viaje tan bien. Tenía fiebres. Aun así, notó que la mirabas y asintió con la cabeza: Sí, Rascruce. Por lo que le habías entendido en vuestras charlas, era una gran aldea... el Horcajo de los Otros... pero siempre habitado... y en él estaban construyendo la Montaña. Aunque no la veías aún.
Motivo: Supervivencia
Dificultad: 0
Habilidad: 0+7
Tirada: 2 9 10
Total: 9 +7 = 16 Éxito
Todo parecía muy extraño, las formas de los Otros me desconcertaban, llevaba ya varios días de pueblo a pueblo y encerrado en una caseta y mi mente empezaba a provocarme un pesimismo que tan solo Paloma mitigaba en sus visitas furtivas. La comunicación no era perfecta y aunque se esforzaba en entender mis dudas y aclararlas de la mejor manera posible, las dudas seguían estando ahí. Mas allá de eso en algunos momentos nuestra compañía se hacía muy agradable, se le notaba a gusto con mi presencia y su presencia me llenaba de una tranquilidad y una alegría tal que cuando la comitiva paraba y me encerraban, el tiempo que transcurría hasta que ella llegaba se me hacía eterno, verla aparecer en la penumbra de la puerta me producía una sensación de alegría interna que nunca había sentido antes.
En mi pueblo todo se resolvería mucho mas rápido, los zajoriles resolverían rápido y para bien o para mal no habría penitencia.
Al tercer día llegamos a un pueblo grande, supuestamente Rascruce, algo que corroboró Paloma. Me dí cuenta que Paloma no se encontraba bien y que el viaje le estaba pasando factura y era posible que tuviese fiebre. Me acordé de las bayas y las plantas que había tomado para curar mis dolores y las fiebres y desde mi posición he buscado las plantas para poder obtener algo para ayudarla a mitigar las fiebres.
Motivo: Plantas
Dificultad: 0
Habilidad: 2+6
Tirada: 3 4 5
Total: 4 +2 +6 = 12 Éxito
Motivo: Buscar
Dificultad: 0
Habilidad: 3+4
Tirada: 2 6 8
Total: 6 +3 +4 = 13 Éxito
Afectado por las fiebres de tu inesperada ¿amiga? decidiste buscar un remedio para ella en un alto en el camino que hicisteis antes de llegar a Rascruce. Sabías lo que querías buscar, pero las plantas y sus frutos eran tan parecidos unos a otros... ¿serían los correctos? Pensabas que sí. ¡Qué fácil hacían Ojos y Masdedos que pareciese recoger hojas y flores! Paloma te agradeció el gesto, aunque a tus "guías" no les hizo mucha gracia que perdieras tanto tiempo: tenían ganas de llegar a Rascruce y volver a su pueblo.
Continuó la marcha por el confín de Lo Llano Raso, ya salpicado de encinas y monte. Aquella dura estepa se acababa. Cada vez estabais más cerca de las columnas de humo que delataban la ubicación del gran poblado... hasta que, desde lo alto de un pequeño otero, lo viste. Te impresionó.
En el fondo de un estrecho pero alargado valle plano, cerrado por dos barrancos de laderas blancas por ser de yeso, se extendía un grandísimo poblado en el que cabañas y campos se entremezclaban siguiendo la vega del delgado río. Allí había más gente que en Horcajo, mucha más. Todos trabajaban como hormigas, de nuevo. Sólo Rascruce debía ser tan grande como todo vuestro pueblo junto. Los Otros eran muchos más que vosotros... y eso que no habías contado todas las aldeas y poblados por los que habías pasado. Más los que tenía que haber en otras direcciones. ¿Tantísimos eran los Otros? ¿Tan provechoso era su modo de vida, y tan débil el vuestro? ¿Esto es lo que Tío Centeno había querido transmitir a vuestro pueblo siempre? ¿Estos eran los frutos de sembrar, y no solo el asqueroso e insípido trigo?
Descendisteis hasta el valle por un camino bien marcado en la ladera de yeso. Debía ser muy transitado. Tenía las marcas de muchas angarillas, como si aquel extraño invento del Tío de Paloma fuese común entre los Otros. Pobre su ganado, menuda carga. En eso sí que no eran mejores que vosotros.
Como en todas las ocasiones anteriores, una comitiva salió a vuestro encuentro. Por supuesto, era mucho más numerosa, y muchísimos curiosos se le sumaron. Te sorprendió ver que la mayoría de los Otros estaban delgados y sucios, y apenas adornados. Mal vestidos. En los otros poblados por los que ya habías pasado no habías notado esto, sólo que su apariencia era distinta a la tuya. Tus guías se dieron la vuelta, visiblemente aliviados, y sólo Paloma y tú os adentrasteis en Rascruce.
El enorme poblado te pareció un desorden igual que causaba una riada o un desprendimiento en la montaña. Campos, huertas, casas y corrales se entremezclaban, y había mucha mierda de animal y de persona por todos lados. Olía mal. A humo, a descomposición y a sudor. Hasta que cruzaste el río por un bien construido paso de piedra y madera, una pasadera ancha y sólida. Puente, te dijo Paloma ante tu extrañeza. Así se llamaba aquello. La joven ya leía tus gestos y tu rostro.
Al cruzar la gran pasadera llamada "puente", el poblado pareció transformarse. Las cabañas estaban más apretadas. Eran más grandes y más limpias. Y la gente vestía mejor. También estaban menos flacos. Eran como los Otros de Paloma, de los otros poblados. Parecía que una mitad de Rascruce se había bañado y bebido en el río, y la otra no. ¿Cómo podía ser aquello?
En aquellas cabañas había talleres. Todo el arte y los utensilios de los Otros estaban como expuestos al paso. Aquello era fascinante. Parecía una Feria como la de Horcajo. Pero que no se montaba y desmontaba. Los objetos captaron toda tu atención, y no te diste cuenta que la comitiva se paró al pié de una gran cabaña. Bueno, una cabaña hecha por varias cabañas, mejor dicho. Era como un poblado dentro del poblado.
El camino seguía y se volvía empinado... subía la ladera de yeso por el extremo opuesto del valle. Se acababa Rascruce. Arriba del barranco, notaste mucha actividad de gentes. Te pareció ver que movían grandes piedras. Se te abrieron los ojos como platos. ¿Aquella era la montaña que estaban construyendo los Otros? No tenía nada que ver con una montaña de verdad, tú venías de ellas... pero sí parecía que querían que se elevase sobre Lo Llano que rodeaba a Rascruce. ¿Cómo se lo tomarían los dioses?
Antes de que pudieses preguntar nada a Paloma sobre la Montaña o la gran cabaña, una extraña y numerosa comitiva salió de dentro. Hombres y mujeres adornados con lujo, mezclados con otros con apenas un sayo, que se abrieron en abanico . Nunca habías visto unos trajes así, con tantas plumas y pieles. Era fastuoso.
La comitiva dejó un espacio y abrió un pasillo para ceder el centro a un orondo señor transportado en una gran tabla por varios hombres fortísimos. Debían ser los seis Otros más fuertes del mundo, pues el de arriba estaba bien gordo.
Su ropa era impresionante, parecía una pila de telas y pieles de todos los tipos y colores. Y se adornaba con joyas y amuletos maravillosos. Pero lo que más inspiraba ¿fascinación? ¿miedo? ¿devoción? era su cabeza. El hombre transportado tapaba su rostro y cabeza con una máscara pintada como una calavera humana y estaba profusamente emplumada. ¿O era una calavera humana de verdad, como los otros que llevaban pellejos de lobos y linces? Sentiste un escalofrío. Te recordó a tía Mora, mitad mujer y mitad espíritu. ¿Acaso aquel hombre era el gran Tío de todos los Otros? ¿Era un espíritu? ¿Un enviado de los Dioses? ¿Por eso construía una Montaña?
Recordaste una conversación que tuviste con Paloma, una respuesta que te había parecido confusa:
Le habías preguntado por la Montaña de Los Otros. Montaña no ser montaña... Paloma asintió, la conocía. Berr. ¿Ese era su nombre? Gran Padre decir. Nos hacer. Tu rostro de extrañeza le hizo ver que no sabías quién o qué era ese título. Gran Padre es jefe familia. Familias. Pueblos. Hizo un gesto como abarcando todo. ¿Un jefe de sus jefes? Eso no lo teníais vosotros. ¿O un gran zajoril como Tía Mora?, Padre todos padres... pero no padre-padre Hizo un gesto de follar con una sonrisa picarona. Cuando intentaste preguntarle si era como un Tío, como un zajoril, ella negó con la cabeza. No Tío. No guerrero. No Tardu. Más. Sí ser padre, Gran Padre. Gran Padre decir, nos hacer... Y decir Berr, Montaña.
Estas fotos que has puesto de las construcciones, las has sacado de internet sin relación alguna o hay alguna reconstrucción en la zona que se pueda visitar? En mi tierra no queda ningún vestigio del paleolítico ni del calcolítico, al ser un terreno ácido toda construcción que no sea de piedra no ha llegado hasta nuestros tiempos. Las primeras edificaciones recuperadas son del siglo VIII ac. en piedra.
No son un lugar concreto, son de varios lugares de España... hay muy pocos yacimientos reconstruidos en Castilla y León. Principalmente del yacimiento reconstruido de La Draga, en Banyoles (Cataluña).
Esto no era Horcajo, de hecho no se parecía a nada de lo que podía haber soñado nunca, ni tan siquiera con el viaje que había hecho con Ojos había intuido esto. Todo era tan diferente. Los poblados que habíamos visitado preciamente parecían agradables, pero esto... esto parecía salvaje, daba miedo. Una sensación extraña recorrió todo mi cuerpo, quise comentarlo con Paloma y hacerle algunas preguntas, pero no me atreví y al final no me dió tiempo. Todo se precipitaba a tal velocidad que ni tiempo para fortarme los ojos tuve. Estaban avisados y una comitiva nos salió al paso, era como si los jefes del poblado o sus zajoriles se vistiesen con extrañas y pomposar ropas para mostrar su diferencia con el resto del pueblo. ¿Acaso eran Dioses?
Paloma trató de explicarme, pero no entendí mucho, tan solo que su jefe se hacía llamar Gran Padre aunque no era su padre, pero si le obedecían todos. ¿Acaso tenía visiones? ¿serían como las de los lobos? ¿sacrificarían a humanos?
Sentí algo de peligro al pensar eso pero al momento me vino la sensación de madre tierra y como gota de agua que va al mar, me dejé llevar.
¿que era la montaña?
Gran Padre, transportado sobre los hombros de los seis fornidos, hizo un gesto con la mano sin llegar a decir palabra. Inmediatamente, uno de los Otros vestidos de forma lujosa habló en su lengua. Obviamente no entendiste nada. Pero el resto sí. Asistieron con gesto solemne, y le contestaron. Había sido una pregunta. Tras ésta, vinieron muchas más. Otros mujeres y hombres del abanico las pronunciaban. Siempre hablaban los bien vestidos. Ni Gran Padre, ni los del sayo. No le daban tiempo a Paloma a traducirte.
Así pasó un rato que se os llegó a hacer largo, pues no comprendías nada, y además estabais muy cansados por el viaje y la fiebre. Hasta que la comitiva se disolvió y entró de nuevo en la gran casa. Entonces Paloma ya sí pudo hablar contigo.
Ser invitado Rascruce. Aquí aprender tú. La joven señaló a una choza cercana. Allí comida y bebida. Y dormir. Lavar en río. No beber en río. Visiblemente cansada y más relajada pese a las fiebres, aunque no especialmente alegre o contenta, Paloma entró en la cabaña. Y tú con ella. No tardaron en llegar dos Otros con mantas y cuencos de comida y bebida. Eran de los que vestían sin lujo. Y trabajaban como hormigas. La comida era... bueno, comida. Otra vez gachas de caldo, no de leche, y frutas secas.
Parecia que tu viaje sin rumbo llegaba a un destino. ¿Era Rascruce el lugar adecuado que tu Madre Tierra quería para ti? ¿Se quedaría Paloma contigo?
Despues de varios días de viaje por tierras inhóspitas hasta la llegada a Rascruce, por fin se nos permitía quedar allí y aprender sus costumbres. Era esto lo que decía Tio Centeno.
El cansancio no me permitía darme cuenta de lo que ocurria en los pueblos y en Rascruce, de hecho no solo era el cansancio, el tener que vivir recluido varios días me impedía entender nada de su forma de vida. A simple vista, parecía muy organizada pero triste, es probable que su forma de vivir y lo de trabajar en la tierra les permita alimentar a mas gente que a nosotros, pero también he comprobado que la calidad de la comida no era la misma. Todos comerían así? Parecía que si y que los animales también tenían que comer peor que los nuestros pues su imagen no era la mas sana que había visto.
Ahora mismo no lograba entender la magnitud de lo visto ni el punto de vista de los Otros al respecto, lo que si era cierto era que esta forma de vida les permitia vivir en comunidades enormes, algo imposible para nosotros pues acabaríamos muriéndonos de hambre. ¿Sería posible vivir con un estilo de vida intermedio? ¿sería realmente eso a lo que se redería Tio Centeno?
Quien era ese hombre? Por que ese hombre preguntaba y el resto respondía? En nuestras familias son los zajoriles los que dicen y nosotros preguntamos. ¿por que son tan diferentes? ¿Cual es la función de Gran Padre? Dice y ellos hacen. ¿por que?
Pensando en esto me di cuenta que entraba gente a la cabaña con comida y me acordé que Paloma tenía fiebres, recordé las bayas y las plantas que me había dado Ojos y le comenté a Paloma que les tradujese mi explicación de las mismas para que pudiesen traer algunas para que pudiese tomar y mitigar los efectos de la fiebre.
Le explicaste a Paloma que explicase lo de sus hierbas y... los Otros te señalaron un cuenco que contenía una especie de tisana o sopa, que tenía hierbas cocidas flotando en ella. Paloma te sonrió con ternura mientras hundía un pequeño cazo en ella. Ser para calor ... de... llano... Le costó encontrar las palabras, pero se le notaba ya la práctica de estos días. Calor de llano. Las fiebres... ¿sería aquello una dolencia común en los viajeros por Lo Llano Raso?
Comisteis, bebisteis y dormisteis. Una larga siesta. Al despertar, no tardó en llegar un emplumado, que habló con Paloma. Cuando de marchó, ella se volvió a tí sonriente. Radiante. Tú aprender aquí... ¡Y yo! ¡Y yo! Hoy descanso. De súbito, Paloma se abrazó a tí. Y te dió un tímido beso. O no tan tímido.
Íbamos a aprender en Rascruce!!! Nos habían permitido quedarnos. A Paloma se la veía radiante, daba la impresión que le hiciese mas ilusión a ella que a mi. Su beso me pilló desprevenido aunque había aceptado su abrazo de buen grado, no me lo esperaba, fue un beso tímido, como robado, pero pese a eso en mi interior lo había deseado. Lo había deseado desde el primer día en su poblado cuando la vi con las otras lavando en el río, cuando vino furtivamente a la choza a hablar conmigo, cada vez que me traía comida y noticias de las decisiones de su gente, durante el viaje a Rascruce y ahora mismo en la choza, pero no notaba a Madre tierra en mí.
Había sido un niño tímido mimado por mi madre, siempre entre adultos, nunca o casi nunca jugando con los demás niños y cuando así sucedía acababa saliendo mal parado. Las jóvenes de mi pueblo trataban de evitarme acercándose a chicos mas desenvueltos y capaces que yo y no tenía grandes oportunidades de conversar con ellas, hasta que sucedió lo de Encina Sangrante y aun así nada parecía haber cambiado sustancialmente.
Había visto a Uro montar Vacas y había visto a parejas montarse durante las fiestas de Horcajo hasta había visto a mis padres. La vida tiene un objetivo y aquel beso me abría las puertas a verme como un adulto pleno, me vi volviendo con ella a Horcajo y vi como mi madre salía a recibirme a la carrera entre lloros mientras mi padre se acercaba lentamente con cara de orgullo, pero no estaba seguro de que eso fuese lo que quisiera en ese momento, necesitaba la guía de Madre Tierra, esa sensación que me diría si el camino era el correcto, pero había perdido esa guía desde que puse un pié en lo llano raso.
Deseaba su contacto, deseaba poseerla, deseaba sacar toda esa energía que encerrada mi joven cuerpo, pero a la vez tenia infinitud de dudas. Ella parecía muy segura de si mismo, pero yo no me quería atar, no aun, mi viaje no acababa en Rascruce y no estaba seguro si ella me quisiese acompañar en mi viaje. No quería hacerle daño, había sido mis ojos, mis oidos, mi boca, mi sustento y mi alegría durante mi cautiverio, se me hacía eterno el tiempo entre que desaparecía y volvía a aparecer por la choza y muchas veces se me pasaba por la cabeza si algún día dejaría de venir a alegrarme, informarme y alimentarme y que sería un emplumado el que me sacase de allí para finalizar mi camino o para decirme que ella se volvía y que yo continuaba en otra dirección, sufría en silencio y cada día que la volvía a ver se iluminaba mi rostro y la sensación que experimentaba era maravillosa, pero aun así no podía identificar si era por ella o por la situación que estaba viviendo y en la que ella era solo la mano que me ayudaba a no sucumbir.
El beso lo sentí fresco, lo suficientemente fresco como para contrarestar el calor del poblado, lo correspondí tímidamente al principio hasta que posé mi mano derecha en su cintura y la izquierda se adentró lentamente en su melena hasta posarse en su cuello, bajo su oreja derecha y sentir mis dedos posarse en la parte posterior de su suave cabeza y de su fina nuca mientras la besaba.