Coronar las cumbres de las montañas me llenó de desconcierto y desorientación. El extenso y verde prado en el que nos adentramos estaba rodeado de montañas, como si nos encontrásemos en lo más profundo de un valle. Un valle en la cima de Montaña. Era algo inaudito, algo que nunca antes había visto. ¿Cómo era aquello posible?
Todavía estaba intentando encontrarle sentido a lo que veían mis ojos cuando, por fortuna, la aguda vista de Cazadora detectó el refugio del que Cañaveral nos habló antes de separarnos. Eso me alivió en gran medida, pues demostraba que íbamos por el camino correcto. Me fijé entonces en que Vara parecía más cansado que el resto, y recordé que aún hacía poco tiempo que había cosido su herida.
—Vamos. Cuando estemos en el chozo le echaré un vistazo a tu herida, a ver cómo está cicatrizando.
Nos pusimos en marcha, fatigados y sintiendo el frío de la cada vez más cercana noche calarnos hasta los huesos. De repente, cuando íbamos por la mitad del camino, Rayos se detuvo. Estaba boquiabierto, como en trance por una estupefacción que lo superaba.
—¡Amigo! ¿Te encuentras bien? —le pregunté, acercándome a él y tomando su rostro entre mis dos manos—. ¿Qué te pasa?
¿Acaso había visto un espíritu maligno?
Aquel camino no tenía sentido... Era como si primero subieran pero estuvieran bajo, como si al bajar subieran y terminaran en un claro al que parecía que habían descendido cuando en realidad habían subido... Era demasiado extraño aunque hermoso y relajante... ¿Qué tipo de paisajes habían creado en aquel lugar los espíritus?
No dejé de concentrarme en el camino, en buscar algún punto que nos sirviera de guía para encontrar aquello que buscábamos y al fin, tras mucho buscar di con aquel lugar del que nos habían hablado.
- Vamos, ya queda poco... En cuanto lleguemos podremos descansar...
Les indiqué el camino para comenzar a seguirlo yo también sin perder de vista a mis acompañantes, pues estábamos cansados, aunque unos más que otros...
Entonces Rayos se detuvo de golpe y por su expresión intuí que algo no iba bien... Acerqué mi mano al arco y me preparé por si debía sacarlo mientras esperaba a Ojos, él era quien más podría saber qué le sucedía a Rayos.
Normalmente cuando termino de subir una ladera, una cuesta o algo similar me siento bien, una recompensa de mi cuerpo por esforzarse, o quizás es sólo porque cuanto más arriba estás sobre la tierra más puro es el aire. Aquella vez, con el atardecer tapando con un manto dorado el paisaje, estaba preparándome mentalmente para esa sensación, para hacer del chozo que nos esperaría un refugio cómodo y para descansar…
No para encontrarnos en un valle. ¿Un valle a medio camino de las cimas? ¿Era posible? Mis poernas se sentían como si hubieran escalado demasiado para ver un valle. La confusión fue general, pues además no parecimos encontrar a primera vista el chozo en un valle tan extenso.
Una observación más detallada no nos aclaró gran cosa, y encima comenzaba a refrescar. Al menos encontramos el chozo pero antes de siquiera poder hacer un plan para encontrar leña Rayos frenó, y todos nos dimos cuenta a la vez de que algo no iba bien. Parecía tan espantado que no podía reaccionar.
Me acerqué a sacudirle, pero como Ojos le tomó del rostro no vi necesario agitarlo más y empecé a buscar en el entorno la posible razón de su estupor.
Después de un viaje cansado, de ir entre árboles,.subiendo y bajando, el día fué pasando, y el ocaso se fue acercando, al menos hasta llegar a un prado, uno que le parecía familiar, pero no podía recordarlo, no caía en la cuenta de que era, al menos hasta que su cerebro fue sacudido por el afluente de recuerdos y memorias, que le paralizaron, dejándole estupefacto, sorprendido y bastante... Cómo decirlo... ¿Felíz?
Después de un momento, su cara de idiota desapareció y comienza a manifestar una sonrisa, una que muestra algunas lágrimas que resplandecen con la luz del moribundo sol en el cielo que adquiere un rosa pálido mientras el sol desaparece en el horizonte.
- Reconozco este lugar... Si -
Recordaba vividamente el lugar, mirando en todas direcciones, el frío se alejaba, calentado por bellos recuerdos de su familia en este lugar, alejándose de Ojos un poco.
- Este, es el prado viejo del valle viejo, las pasturas eran siempre verdes incluso si el verano era una agonía, Pasando Tornavacas...
Se quedó un segundo procesando lo que dijo.
- ¡Pasamos Tornavacas!
Volteó a ver todo lo que habían dejado detrás, con cara de asombro, no se lo podía creer, toma a Ojos de los hombros y sonríe.
- Este lugar es famoso por ser inaccesible, solo pocos lo an logrando, y estuve aquí de niño con mi familia, este sitio era objetivo de apuestas y votos... Ya dejamos atrás lo salvaje y lo prohibido, chicos, ¡estamos a salvo!
Luego mira en dirección al chozo, soltando a su amigo, dando unos pasos y mirando en todas direcciones.
- Se lo que nos espera y por dónde hay que ir, pero primero tenemos que refugiarnos y descansar, luego les contaré que hay más allá de este valle -
Sus ánimos estaban renovados, hizo que vara se apoyará en él mientras comenzaba a caminar más rápido para llegar al refugio, aún que tenía ganas de correr.
Todos yasabeis qué lugar es. Es conocido. Pero sólo Rayos ha estado aquí.
La descripción;
Aquel lugar era el Prado Viejo del Valle Viejo. Era parte de Verano. Habíais salido de Lo Salvaje y de Lo Prohibido. Habíais salido dejado atrás Invierno. Vivos. Lo habíais conseguido. Acababais de cruzar el puerto de Tornavacas.
El puerto de Tornavacas era ese terrible escalón entre valle. Era lo que, entre otros muchos motivos, hacía dar la vuelta a las reses de vuestro pueblo. Además de ser uno de los lugares donde Uro Padre perdió y mató a muchos de vuestros antepasados en su caza de la Vaca Madre.
Pero aquel prado era seguro... y deseado. Siempre estaba verde, incluso en los peores veranos. Todos en Horcajo lo conocían, aunque muy pocos habían estado. Era una recompensa para las familias más volcadas con la comunidad cuando se cruzaba de Invierno a Verano. Era un elemento trocado, y objeto de apuestas y votos, en la Feria de Horcajo. Pero sólo unos pocos tenían el derecho de estar allí... y de los cinco que estábais ahora, sólo tú habías sido el privilegiado. Aunque de niño.
Las palabras de mi amigo Rayos me tranquilizaron y me llenaron de ilusión. ¡Realmente lo habíamos conseguido, habíamos dejado atrás las peligrosas tierras de Lo Prohibido y Lo Salvaje! La emoción fue tal que a punto estuve de derramar algunas lágrimas. Me sentía tan conmovido y, sobre todo, tan orgulloso de mis compañeros por lo que habíamos logrado juntos, que no podía dejar de sonreír como si me hubiese vuelto idiota. Habíamos llegado más lejos que lo que la mayoría de nuestra gente se aventura jamás, ¡y más lejos que llegaríamos! Nada nos detendría hasta que estuviésemos en Atardecer.
Pero lo primero era lo primero, y ahora teníamos que refugiarnos del frío de la noche y descansar. La única preocupación que tenía mientras nos dirigíamos al chozo de piedra negra era que Alcaudón nos pisara los talones. Cada vez estaba más convencido de que los dioses estaban de nuestro lado, pero no cabía desdeñar la resolución de un hombre que había sufrido una herida en su orgullo mayor que la que había recibido su cuerpo.
Respiré aliviada al comprobar que aquella conducta se debía a un recuerdo agradable, uno que además nos confirmaba que estábamos cerca, que habíamos pasado quizás la parte más peligrosa e incierta pero también... Miré hacia el horizonte, hacia lo desconocido, al lugar al que nos dirigíamos ahora, a nuestro nuevo hogar... Volví a suspirar y miré hacia atrás, en dirección a donde lo habíamos dejado todo, allá en donde todo había comenzado y finalizado...
¿Cuánto tiempo había pasado realmente? Todo se sentía tan lejano y cercano a la vez... Y aún así, aún así sentía que el peligro no había pasado... Era una cazadora cazada y mi perseguidor era bueno, muy bueno y yo... Apreté ligeramente los puños y miré mi mano... ¿Qué había hecho? Le había arrebatado todo cuanto era...
Dejé atrás todas aquellas cavilaciones y me dispuse a acompañar y ayudar al resto en el camino hacia el chozo de piedra y para ello fui recogiendo elementos que nos permitiesen hacer una buena hoguera que nos calentase...
Y el estupor se transformó lentamente en una felicidad tan radiante como los últimos rayos de sol entre las cimas, deslumbrando en las sombras.
La mención de que habíamos cruzado el puerto de Tornavacas me hizo estremecer de los pies a la cabeza sin relación alguna con el frío. Un lugar inalcanzable para la mayoría, y ahora entendía por qué. Pero lo más importante: estábamos más cerca de Verano.
Me empecé a reír, creciendo desde mi centro un hormigueo poderoso que me hacía cosquillas. Me dejé caer un momento sobre el pasto, ya refrescado por las sombras pero yo me sentía inmune al frío en ese momento. La choza ya no se me antojaba tan confortable como estar en ese valle. Pero oscurecía sin tregua y necesitábamos un fuego a pesar de todo.
Me levanté casi a desgana y seguí el camino hacia la choza, pero caminaba más apartada por si encontraba algo de sequedad que pudiera prender para una hoguera.
El camino había sido maravilloso y aunque el ascenso había sido duro, nada podía cambiar el estado de felicidad que sentía. El dolor de la herida se empezaba a sentir de nuevo y el aspecto de cansancio que reflejaba mi rostro se mostraba por fuera aunque no tenía relación con la que llevaba por dentro. Fue por esto que llegado al nuevo valle en la montaña, mis compañeros se fijasen en mi aspecto y despues de unos momentos de duda, sorpresa o revelaciones varias, decidiesen ayudarme a caminar hasta el chozo.
Me alegraba saber que ya nos encontrábamos en Verano y que mis compañeros se alegraron de llegar al chozo y aunque algunas dudas se mostraron en los rostros de alguno de ellos, un lugar en donde descansar nos vendría bien a todos.
Alivio. Estabais fuera de Lo Salvaje y Lo Prohibido. Vivos. Las Montañas os separaban de Horcajo, y la inmensidad de Verano se abriría pronto ante vosotros. ¡Qué razón tenía el viejo Tío Centeno! ¡Aquella senda secreta era más corta! Y los Dioses os sonreían, pues habíais evitado a lobos, Alcaudones y Zamparrones. Buenos, los Dioses o Madre Tierra o los duendes o quién fuese.
Entre todos le disteis un rápido repaso al chozo y encendisteis una hoguera. Comisteis las raciones de viaje mientras observabais las llamas bailar. ¿Y mañana? ¿Deberíais seguir o descansar unos días?
Cuando por fin nos acomodamos en el interior del chozo y hubimos dispuesto la chimenea, me tomé un tiempo para examinar la herida de Vara, para comprobar que su incomodidad no se debiera a que le hubiesen saltado los puntos o a que el corte se estuviese infectando. Limpié la herida con agua y después la cubrí con vendajes nuevos, tratando de hacer que se sintiese lo mejor posible para que descansase bien aquella noche.
Estaba de buen humor. Tanto, que mientras cenábamos alrededor de la lumbre, empecé a cantar. Cerré los ojos, y el mundo que me rodeaba desapareció. Vaciando mi mente, me llené de aire, dejando que bajase hasta mi estómago, separando las costillas, y levanté el paladar, como bostezando. Poco a poco, elevé el sonido en una columna vertical hacia la zona que quedaba detrás de mi nariz y la frente, como Cañaveral me había enseñado a hacer, hasta que sentí como si mi cabeza vibrase de un modo casi imperceptible. Mi voz sonaba fina y aflautada, como el viento, o como el canto de un pájaro, aunque la conecté con el estómago para otorgarle matices.
La canción no tenía una letra que perteneciese a ningún idioma concreto: era tan solo un conjunto de sílabas, vocales y consonantes que expresaban el lenguaje de mi alma. Sin abrir los ojos en ningún momento, sintiendo cada uno de los sonidos que producía y dejándome llenar por ellos, seguí cantando, imaginándome que era una estrella cálida y resplandeciente que viajaba por el cielo oscuro y eterno de la noche, buscando otras estrellas. No quería abandonar tan pronto mi mundo, así que, cuando entoné las últimas notas, todavía continué con los ojos cerrados unos segundos. Allí estaba a salvo, completo, feliz.
Cuando por fin abrí los ojos, me sentía renovado, sereno, calmo como las aguas calmas de un estanque en invierno.
—Creo que mañana deberíamos continuar —declaré con voz profunda y tranquila—. Por mucho que me tiente pasar varios días descansando en este lugar tan hermoso, no quiero arriesgarme a que nos den alcance. No ahora que estamos tan cerca. Solo nos queda el último esfuerzo.
Comencé a preparar algo para comer mientras Ojos y Masdedos se ocupaban de las heridas de Vara.
- ¿Cómo está?
Pregunté mientras continuaba cocinando esperando obtener una respuesta positiva pues se le veía mucho más recuperado y eso debía ser bueno...
La curiosidad fue a más cuando Ojos comenzó a cantar y simplemente cerré los ojos y me dejé arrastrar por aquella dulce melodía que me alegró y relajó el alma haciendo que esbozara una cálida sonrisa hasta que sus palabras me sacaron de la ensoñación.
- Si todos están en condiciones de seguir y están de acuerdo, no veo por qué no...
Concuerdo, pero esto sigue, después de este Valle, hay otro todavía más grande, en dónde está el "Río de las Piedras" qué es un brazo del Río... Mmmmm, creo que era el Río Duru, si seguimos el Río de las Piedras, pasaremos por las "Ubres de agua" y llegaremos a Verano, no recuerdo si estaba a un día y medio dos días de aquí.
Estaba seguro de las locaciones pero no tanto del tiempo que tomaría, se rascaba la cabeza en una expresión de confusión.
A lo mejor tardemos menos, ya que podemos movernos más rápido... Por cierto ¿Cómo fue su experiencia con los espíritus?
Le preguntó a Vara y a Ojos.
Perdón la demora, semana de finales, se me complicó para varias partidas.
Todos asentisteis a las palabras de Rayos. Las "Ubres de Agua" era una montaña solitaria con decenas de manantiales y prados siempreverdes a sus pies. Era el "Horcajo" del lado de Verano. Allí era donde, después de cruzar con las reses tras la Feria, las familias de despedían hasta final de verano. Y donde, ya de regreso a Invierno, todas os reuniais para atravesar de nuevo las Montañas hacia Horcajo. "El Río de las Piedras" también era conocido por todos.
Por la explicación de Rayos, comprendisteis que gracias al atajo le habíais ganado mínimo tres días al resto en la "carrera" hasta Ubres de Agua. Aquella era vuestra ventaja.
Después de examinar la herida de Vara, pude comprobar que estaba en buen estado a pesar de lo reciente que era. Los bordes estaban enrojecidos, pero las puntadas que le había dado resistían, gracias a lo cual ya no sangraba. Le iba a dejar una buena cicatriz para recordarla, eso seguro, pero podía estar convencido de que saldría de aquello.
—Está bien. Ha tenido suerte —le respondí a Cazadora mientras limpiaba la zona de sudor y polvo.
Luego, ya sentados y descansando, Rayos nos contó a todos lo que íbamos a encontrarnos más adelante en el camino. Abrí los ojos con sorpresa cuando nos dijo que las tierras de Verano ya se encontraban muy cerca, a un par de días de viaje. ¡Habíamos adelantado mucho! Cuando nos preguntó a Vara y a mí por nuestra experiencia con los espíritus, me lo quedé mirando un poco extrañado.
—¿Te refieres al viaje espiritual? —le pregunté, solo para estar seguro, pues ya lo habíamos contado antes—. Pues como todos los viajes espirituales. Se ven cosas que los sentidos normales no pueden ver, colores que uno no puede ni imaginarse. Ves y oyes el alma de todas las cosas y los seres que te rodean. También nos mostró a Mar, en las costas de Atardecer. Vimos unos barcos enormes. No sabía que el hombre pudiese hacer eso. —Medité durante unos instantes—. También me hizo recordar una cosa. Aunque ahora vayamos a Atardecer, ese no es nuestro destino final. El destino del hombre no es otro que la vida. Igual que las gotas de agua, cuyo viaje jamás termina, pues van del mar al cielo, del cielo a la lluvia, de la lluvia a los ríos, o a nosotros cuando la bebemos… Nosotros seguiremos caminando mientras respiremos.
Escuché atentamente a todos. Las curas me aliviaron los ya escasos dolores de la herida y la ilusión era mi motivación. Ilusión por sentirme parte de algo mas, de tener unos amigos en los que confiar y compartir, que me apreciaban y los apreciaba y hasta podría decir que los amaba, a todos, cada uno con sus inquietudes, con su forma de ser, con sus problemas o miedos, pero todos ya parte me mi propio ser. Una comunión como la de las gotas de agua que viajan juntas en el viaje de la vida.
Terminé de escuchar a Ojos y no tuve nada mas que añadir, tan solo alcancé a musitar.
- Era como estar en el regazo de madre tierra, sentir la vida fluir y sentirte parte de ese fluir.
Era ya momento de descansar, el dia siguiente sería otro largo dia.
- Yo también opino que mañana deberíamos continuar, ya me encuentro bastante bien gracias a vuestros cuidados y debemos descansar para recuperar fuerzas para mañana. ¿Como hacemos las guardias?
Continuar. Estaba decidido. La noche fue avanzando, y vuestros cuerpos fueron cayendo poco a poco presa del cansancio. Acurrucados unos con otros dormisteis en aquel viejo chozo. No hubo pesadillas ni visiones extrañas... ¿quizás por no estar ya en Lo Prohibido? Sea como fuere, descansasteis.
Recuperais 2 puntos de vida.
Fin de la escena.
Me levanté muy temprano, tan solo una tenue claridad parecía aparecer por el horizonte. Me encontraba bien, muy bien a decir verdad, la herida aun no había curado pero no importaba, pues sentía una vitalidad inmensa como nunca había sentido y una felicidad y alegria que no tenia una razón de ser, simplemente adoraba estar vivo.
Nunca me lo había planteado, toda la vida luchabamos por salir adelante, colaborar con la comunidad para poder sobrevivir año tras año, mover el rebaño en busca de pastos, adorar a los dioses para que nos ayuden con nuestras penurias y sean benévolos, los pactos que hacemos en Horcajo me parecen hoy frívolos e incluso irreales, no tienen una motivación mayor que la de perpetuar unas rutinas que impeden avanzar a la comunidad, ahora soy consciente de eso. Las gotas de agua no se perpetúan, mutan, cambian, evolucionan y vuelven a su propio seno para volver a iniciar el ciclo un camino de vida hasta una nueva vida y por azar aquí nos encontrábamos un grupo de amigos en ese camino.
Me levanté cuidadosamente para no despertar a mis compañeros. Traté de calmar a Pardo para que su alegría por verme levantado no les despertase tampoco. Acaricié su lomo y le ayudé con mi mano para dirigirlo junto conmigo al exterior del chozo. Jugué un momento con él y cuando calmó su estado de excitación inicial me dirigí a una piedra que sobresalia del terreno y me senté sobre ella, Pardo se me acercó y se sentó justo a mi lado, le abracé y me respondió con un lametón en la cara que me dejó la mejilla algo húmeda y el rocio de la mañana hizo que con el tiempo la mejilla se fuese enfriando.
Ambos nos quedamos mirando hacia el horizonte, en el cual la tenue luz inicial comenzaba a incrementar su intensidad anticipando la llegada del dios Sol, volví a sentir como madre tierra envolvía todo mi cuerpo y una sensación de felicidad y paz llenaba mi pecho.