Esta partida está en revisión. Si el director no da señales de vida o es aprobada por un cuervo será borrada en 11 días
¡Reencuentro inesperado! ¡Llegasteis a pensar que no os volveríais a ver, y no habíais pasado separados ni media luna! ¡Los Libres reunidos!
Vara estaba muy bien, le veíais limpio y lozano. Vara no os veia igual a vosotros: sucios y cansados por el viaje a Rascruce, atacados por fiebres. Como él cuando llegó. Vara se sorprendió de ver allí también a Grau-Verde y a uno de los hijos del Trajinante. El resto le presentasteis como "Dos", vuestro guía por Lo Llano Raso. Vara os presentó a la joven que había entrado con él, "Paloma". La otra palabra, en la lengua de los Otros, seguía sin ser capaz de pronunciarla bien. Paloma era... ¿qué era Paloma para Vara?
Entendía perfectamente a Dos, así que cuando mostró su incomodidad ante las preguntas me acerqué hasta él con calma.
- ¿Vienes? Quizás un baño nos ayude a descansar y reponer fuerzas...
Mientras esperaba por su respuesta la entrada al lugar mostró una presencia que me sorprendió... Me alegraba que se encontrase bien y parecía sano y en buena compañía, así que lo saludé con un cabeceo pues tampoco tenía ganas ni humor para mucho más, necesitaba volver a encontrarme conmigo misma...
- Me alegra que te encuentres sano y a salvo.
Un silencio incómodo se cernió sobre nosotros mientras degustábamos la ansiada comida. Dos estaba molesto por algo, aunque yo no acertaba a comprender por qué. Quizá considerase que nuestras preguntas estaban siendo impertinentes, o tal vez se me estuviese escapando algo. Lo cierto era que todos estábamos hambrientos, agotados y débiles por la dura travesía hasta llegar a aquel lugar. Después de descansar, tendríamos la cabeza lo bastante clara como para pensar qué hacer a continuación. Cuando decidimos seguir aquel camino, hacía ya tantos días, pensaba que quizá encontraríamos la manera de hacer justicia, de encontrar alguna fuerza que nos permitiese regresar a Horcajo con la cabeza bien alta. Ahora me preguntaba si eso tendría algún sentido, si cualquier cosa lo tendría más allá de la mera supervivencia, de cuidarnos los unos a los otros como siempre lo habíamos hecho.
Algunos de mis compañeros ya terminaban sus ágapes y se disponían a asearse y refrescarse, cuando alguien se unió a nosotros en la cabaña: una bella joven de los Otros, acompañada por…
No podía creerlo.
—¡Vara! —exclamé, levantándome para saludar a nuestro hermano, al que creíamos perdido. Quería abrazarlo, pero me contuve; las últimas palabras que nos habíamos dicho, las que habían separado nuestros caminos, habían sido de desacuerdo. Aquella discusión no podía parecerme más insignificante en ese momento, pero no sabía cómo se sentiría Vara al respecto, si estaría molesto o disgustado con nosotros. Por ello, decidí dejarle su espacio, aunque sí que estreché su brazo con mi mano en señal de afecto—. No sabíamos si volveríamos a verte. El camino hasta aquí ha sido tan cruel que no contábamos con que lo hubieses logrado…
Sonreí. A pesar de lo ocurrido, me alegraba de ver que mi amigo se encontraba bien.
Rayos miraba a Ojos y al resto con cierta indiferencia mientras veía al hijo del mercader algo molesto por algo que estaba fuera de su comprensión, sin embargo la oferta de Cazadora podía amainar el mal estar del sujeto.
También miró a Masdedos y su amigo, antes de pronunciar se.
- Un baño nos calmará, necesario para ponernos en orden-
Iba a continuar pero apareció Vara en compañía de una fémina que llamaba la atención, no por lo atractiva, si no por la cercanía que mostraba sutilmente a primera vista.
-¡Vara!
Manifestó ante la sorpresa, se lo veía acicalado y limpio, por algún motivo, contento, eso le hizo sonreír, más escuchó lo que dijo Ojos y no podía retrucar nada en esta situación.
No tenía mucha idea de cómo lidiar con el cambio de humor de Dos, lo que ha cortado buena parte de nuestra comunicación con la situación y con la propia Grau, de quien ya deberíamos aprender que cuando se pone nerviosa algo no va bien.
Mi cabeza no estaba para esas cosas todavía: estaba deseando hundirme en el río el tiempo suficiente para que el agua hirviera hasta llevarse toda esa sensación de ahogo que me había quedado en el cuerpo por la febrícula. Empezaba a sólo desear un tiempo de paz en el que poder detenerme a pensar en mi destino, mi futuro y en la revelación de mi supuesto origen, sin importar si era de nuevo en un encierro mientras fuera mínimamente cómodo.
Algo de nuevo inesperado ocurrió, esta vez buenas nuevas.
— ¡¿Eres tú?! —exclamé con las fuerzas que me quedaban, pero la culpa de no haber seguido mi instinto y partir con él me mantuvo en mi lugar. A pesar de eso, sonreía con auténtico alivio de verle tan bien. ¿También había hallado ayuda por su camino? Era bueno saberlo, parecía haberle ido muy bien. “Paloma” la llama. — ¿Cómo llegaste aquí? Cuéntanos.
Una buena alegría al menos hacía que mi cuerpo no se sintiera tan pesado.