Toradiche Nem se sobresaltó al principio, pero al ver que la muchacha reaccionaba y pedía agua, asintió y se apresuró en busca de lo demandado. Por un momento, Glÿnmaer se quedó a solas y fue cuando el pixi nocturno aprovechó para llevar a cabo su simple, pero efectivo plan.
Glÿnmaer se abalanzo sobre la mesa y tras echar un vistazo muy general al pergamino sobre el cual habían dibujado un precioso mapa, con algunas indicaciones, lo enrolló y se lo guardó bajo el brazo antes de menear sus alas para salir volando de aquella casa y regresar, quizás, junto a Payne, pero no sin antes agarrar el pergamino que el viejo acababa de consultar.
Estoy convencido de que ese viejo podría haberme dado mucha más información interesante, pero es peligroso tentar a la suerte durante demasiado tiempo. Quizá fuera un poderoso hechicero y encontrase la forma de vengarse de mí si descubría el engaño y me encontraba todavía en su casa. Definitivamente, lo más prudente ha sido poner tierra de por medio.
Además, si más adelante necesitamos de sus conocimientos, siempre puedo invitar a la sádica del látigo a hacerle una visita para que nos cuente más cosas. Lo importante es que ya tengo un mapa con el que empezar a negociar con posibles aliados. Y quién sabe si algo más.
Batiendo enérgicamente mis alas me encaramo a una rama de un árbol y allí, entre el follaje, desenrollo el otro pergamino que he cogido. Con un poco de suerte será la historia completa del culto al Ojo Elemental (o como se llame) en la región. Hace tiempo que no disfruto de una lectura amena y por el momento no tengo prisa por seguir recorriendo la aldea.
Cuando Glÿnmaer desenrolló aquel pergamino, se dio cuenta de que su lectura era bastante más complicada de lo que creía que podría resultarle en un primer momento. Lo cierto era que parecía un pergamino mágico. Estaba escrito en un idioma desconocido para él y tenía unos símbolos y runas extrañas inscritas. Posiblemente se tratara de un simple pergamino con algún conjuro inscrito, aunque él, de buenas a primeras, no podía saberlo.
Pongo el pergamino del derecho y del revés pero soy incapaz de entender nada de lo que está escrito en él y eso me apena. No por no poder leerlo, sino porque ahora ese infeliz y depravado anciano tendrá que sufrir. Es una pena que la gente elija siempre el camino difícil para hacer las cosas...
Con un suspiro resignado, alzo el vuelo nuevamente en busca de la joven del látigo. Ella será mi instrumento para descifrar los secretos que el viejo Toradiche se empeña en ocultarme. Y eso que solo intento salvarnos a todos de las desintegración, no quiero ni pensar en cómo conspiraría contra mí el universo si solo buscara mi propio interés.