Partida Rol por web

Dejo que mis compañeros se adelanten y me quedo un poco rezagado para hacer uso de mi varita para detectar objetos mágicos. Las chucherías que han quedado abandonadas parecen objetos de lo más vulgares pero quizá me lleve una sorpresa y el anillo con la piedra preciosa sí lo sea.

Los cinco extraños compañeros prosiguieron su viaje hacia las ruinas del antiguo Templo del Mal. No tardaron en llegar hasta allí y nada más ver la estructura que se erigía frente a ellos entendieron lo apropiado que era ese nombre debido a su abominable aspecto. No hace falta decirlo en voz alta para que todos, salvo quizás Xaod con su perturbada visión de la realidad, ven bastante obvio que se encuentran en un lugar maldito.

Un enorme edificio de color carbón grisáceo, con cortafuertes arqueados y un obsceno diseño era el mudo testimonio de la parte más oscura de su propia historia. Cada superficie de la estructura abunda en caras lascivas y formas retorcidas de demonios y monstruosidades imposibles de imaginar. Las enormes puertas principales están coronadas de bestias con alas y formas desagradables que hielen el alma de los observadores.

Los alrededores son igual de terroríficos. Ensortijada vegetación llena de oscuras espinas, se enreda entre los escombros de lo que fue la muralla. Las sombras bailan entre los ennegrecidos árboles, cuyas ramas dan zarpazos al aire como moribundos condenados al infierno y el viento ulula como un grito desesperado y desgarrador.

Pese a que el grupo se encuentra lejos todavía de la fortaleza, aprecia luz artificial que sale al exterior a través de las ventanas del templo, por debajo de su techo abovedado. Parece que algún tipo de hoguera o antorcha ilumina el interior de aquella monstruosa construcción. 

El camino hasta el arruinado templo discurre sin pena ni gloria pero, una vez que llegamos hasta el destartalado edificio, no puedo evitar lamentar que el viaje haya sido tan corto. Este no parece un sitio en el que nadie querría quedarse mucho tiempo. Ni siquiera un fata como yo, acostumbrado a los rincones más tenebrosos del Bosque Nudoso.

Todo parece amenazante aquí y no me sorprendería si las estatuas siniestras resultasen ser gárgolas o algo peor. Antes de acercarme demasiado, aguzo el oído y presto atención a las inmediaciones con la secreta esperanza de que no haya nada y todo sea fruto de mi vívida imaginación.

—Himmble, ¿por qué no vas a echar un vistazo a las ruinas de esa garita? Seguramente no haya nada pero, con un poco de suerte, podrás estrenar tu espada nueva con alguna rata gorda o algún perro famélico que ande por aquí. Tranquilo que yo te cubro las espaldas.

Questin asintió con la cabeza y sigilosamente y casi arrastrándose por el suelo se dirigió a aquella entrada. Incluso para Krath-Tk y Glÿnmaer fue difícil seguirle la pista, estaba claro que aquel mediano era un experto en sigilo. El mediano estuvo investigando hasta llegar junto al muro y acto seguido se dio media vuelta y regresó junto al grupo.

- Hay cuatro hombres perro... - Dijo entonces Himmble al regresar junto a sus nuevos amigos. - Van armados. Hacen guardia en la entrada.

El camino sinuoso terminaba en lo que parecía ser una muralla entrada en años y olvidada por los dioses, las enredaderas espinosas abarcaba casi su totalidad o lo que quedaba de esta, los árboles que la bordeaban proyectaban un juego de sombras que en conjunto con la espeluznante edificación que apreciaban sus ojos, parecían las mismísimas almas condenadas del infierno.

El edificio central con sus formas y figuras sacadas de las pesadillas más retorcidas, no causaban desagrado o temor en el insectoide por el contrario, le excitaba, era como entrar y pisar la misma tierra maldita por la que alguna vez su dios deambuló, la maldad y la violencia en ese templo era casi palpable. Krath-Tk no tenía cómo comprobarlo pero, estaba casi que seguro que Bane lo había conducido hasta aquel templo con el fin de derramar la sangre del paladín en un altar sacrílego, la sola idea lo extasiaba al punto que se quedó absorto imaginándose la escena donde mancillaba y profanaba el cuerpo del seguidor de Trom. La llegada del mediano lo saca de sus cavilaciones dejando en su rostro una media sonrisa tras aquella agradable premonición.

- atraigámoslos hacia afuera, los emboscamos y los matamos -

La estructura de la entrada por aquella garita les daba la ventaja y era idónea para emboscar a los guardias, tan solo necesitaban atraerlos… se queda mirando al mago y al paladín y les dice, - sir Xaod, hay enemigos de la corona cerca - dijo con un tono burlesco mientras hacía una venia ante Redrick - se encuentran cruzando aquella garita y no creo que ud quiera exponer ante tal peligro a la baronesa Astrid - colocando una de sus patas en su pecho continúa - este humilde caballero junto con su escudero y en compañía con el conde, le ayudaremos a eliminarlos, tan solo necesita atraerlos hacia afuera -.

—Cuatro perros no son nada para unos valientes como vosotros. Vamos, sacadlos de ahí y dadles una buena tunda para que aprendan quién manda aquí.

Esta no parece la clase de situación en la que el bueno de Glyn tenga que mancharse las manos. Mal vamos si siendo ahora cinco también tengo yo que ocuparme de estas pequeñeces.

- Yo me encargo... - Dijo sin dejar de mirar a aquellos seres que el propio mediano había denominado como "hombres perro".

Sin esperar un solo instante más y avanzando de forma tremendamente sigilosa, pasando totalmente desapercibido para los guardianes del templo, llegó hasta la zona de la edificación donde se hallaban charlando en su extraño idioma. Questin se colocó espalda contra la pared y cuando menos se lo esperaban aquellas criaturas, salió de su escondite lanzando un espadazo contra uno de ellos seccionándole una pierna por la mitad y éste cayó al suelo gritando de forma horrible.

- ¿Quién quiere ser el siguiente? ¡Perros inmundos! - Exclamó totalmente enloquecido y cubierto de sangre de gnoll.

El mediano, lleno de confianza tras haber acabado fácilmente con uno de aquellos seres, se acercó al siguiente y le atravesó con su espada desde su estómago hacia su espalda matándole en el acto y sin demasiada dificultad. El gnoll gruñó dolorido antes de perder la consciencia debido al trauma y a la pérdida de sangre y finalmente dejar de respirar.

- ¡Os mataré a todos, perros sarnosos! - Gritó el mediano dispuesto a cumplir sus amenazas y totalmente cubierto de sangre.

Redrick sonrió ante la escena que estaba teniendo lugar. Era impresionante ver a aquel pequeño ser cargándose a aquellas hienas enormes. La facilidad con la que clavaba su espada y desgarraba por dentro a todo enemigo que se cruzara en su camino, era desde luego asombroso.

- Creo que puede él solito. - Comentó. - Dejen que vaya haciendo. - Asintió con la cabeza. - Es un tipo duro. Pequeño, pero duro.

Los dos gnolls dudaron un instante si atacar a ese pequeño asesino o simplemente huir, pero finalmente se decidieron por tratar de matar al asesino de sus compañeros. No obstante, no lo hicieron en silencio y empezaron a gritar en su aullante idioma en busca de refuerzos. Fuera como fuera, sus ataques sobre el mediano fueron del todo infructuosos y el pequeño Questin logró detener sus hachazos sin demasiada dicifultad.

Xaod fue el siguiente en actuar y lo hizo cargando contra uno de los gnolls que trataban de acabar con Himmble, pero en el último momento trastabilló y el poderoso mandoble golpeó contra el muro de piedra que se encontraba cerca del lugar del combate. 

- ¡Por Torm! - Murmuró avergonzado de que un hombre sin adiestramiento militar por muy noble que fuera su linaje, resultara ser más efectivo en el combate, que un experimentado caballero como él.

El regordete mediano había salido más habilidoso de lo que pudo haber esperado, como prueba de ellos yacían dos gnoll muertos a sus pies, por otro lado el paladín de Trom hacía alardes de su edad tropezando y casi cayendo de bruces contra el suelo.

Pese a a que aquellos perros parecían ser débiles, aquellos aullidos muy seguramente traerían problemas muy pronto así que debían matar a los dos restantes lo más rápido posible. Cargando desde donde se encontraba llega rápidamente hasta donde el gnoll que podía ver, clavándole dos de sus cuatro garras arrebatándole la vida de golpe.

Questin al que parecían empezar a faltar las fuerzas, lanzó un ataque que desgarró su brazo, pero en esta ocasión no acabó con su vida. Era evidente que el efecto sorpresa jugaba en su favor y una vez perdido, su forma de combatir eficacia. 

- ¡Aaaargh! - Gritó frustrado y acto seguido lanzó un segundo ataque, aunque esta vez falló en su acometida.

- ¡Hiajah! - Alzó la voz el gnoll emitiendo un rugido. 

Acto seguido lanzó un hachazo contra el pequeño, pero peligroso mediano. El golpe falló con estrépito. 

- ¡Muere engendro! - Exclamó el paladín de Torm justo antes de cortar la garganta de aquel infeliz. 

El combate había finalizado y los gnolls ya no podrían seguir gritando. Si habían logrado dar la alarma o no, pronto lo sabrían, aunque por el momento todo parecía tranquilo.

- ¡Buen trabajo conde Nurn. - Le dijo mirando con orgullo al mediano. - En cuanto a usted, mi buen caballero, es evidente de donde procede su fama. - Asintió. - ¿Seguimos?

Aguantando las ganas de reír le contesta - sigamos avanzando, seguro vendrán refuerzos pero con su increíble destreza en batalla, no serán problema alguno -

Aprovecho que mis compañeros tienen prisa por seguir adelante para registrar a los hombres-hiena que han quedado despedazados en el camino sin que nadie me dispute los hallazgos.

Lo más probable es que no tengan nada digno de mi atención pero quién sabe, tampoco el halfling parecía ser gran cosa y está demostrando que es el mejor fichaje de mi grupo de escoltas.

—Ahora os alcanzo —les digo a los demás, aventándolos con las dos manos como quien espanta palomas.

Tras aquel combate que más que un combate fue una masacre, el grupo accedió al interior del complejo del templo guiados por un firme y determinado Xaod, que no dejó opción a réplica tras la confirmación del caballero negro y al que siguió sin dudarlo el pequeño pero matón Questin Himmble. No obstante, Glÿnmaer se detuvo para registrar a los caídos mientras el resto avanzaba.

El grupo se dirigía hacia la entrada principal a través del patio interior en el que abundaban las malas hierbas que les llegaban casi a la altura de las rodillas, salvo en una zona pisoteada que creaba un sendero hacia el edificio y algunos desechos tirados em los laterales del camino, que hacían de aquel lugar algo similar a un estercolero. Todo ello contrastaba con las majestuosas puertas de bronce de casi cinco metros de alto, que presidían la entrada al recinto. No obstante, aunque dichas puertas y las paredes sobre las que estaban erigidas, mostraban runas aunque borradas y deterioradas por el paso del tiempo. Las puertas se encontraban entreabiertas y una larga cadena oxidada y medio rota que antes debió servir para cerrarlas, reposaba en el suelo junto a las mismas.

Fue cuando estaban a mitad de camino entre el muro exterior y la edificación, cuando comenzaron a escuchar unos profundos ladridos, que sin duda alguna no podían ser de perros de raza pequeña sino como mínimo, de grandes mastines. Dichos ladridos procedían de la parte trasera del edificio y venían acompañados de ruido de carrera. Aquellos perros iban directamente hacia ellos.