Partida Rol por web

Redrick avanzó hasta el ventanal y observó la situación desde allí. No iba exponerse a que aquellas extrañas plantas que habían cobrado vida por arte de magia, le atraparan como al resto. Desde allí localizó su objetivo y le apunto con el dedo.

- ¡Debilior quem vellus! - Alzó la voz y entonces un rayo con un fulgor azulado, surgió de la punta de su dedo, impactando directamente contra uno de los gnolls, que enseguida pareció debilitarse.

Crodos, como venía siendo costumbre en aquella gesta, reaccionó tarde. Todavía estaba pensando en otra nueva arenga cuando Krath-Tk, la osa acorazada e incluso el enano viejo entraron al templo rápidamente. Seguro que hasta Glÿnmaer, con su entusiasmo, ya estaba arriesgando su vida en el interior del templo.

Le dio una palmada de apremio a Akta en una hombrera y se dirigió hacia donde estaba Redrick lanzando sortilegios.

— ¡Ah, vamos, mis nobles Akta y Lerissa! ¡Nuestros compañeros necesitan auxilio ahí dentro! ¡Por Seyran, por Seyran...! — voceaba de camino, agitando su espada en el aire.

Tocaba otra vez moverse y empezar el combate, aunque aquel oso o lo que fuera ya lo había hecho antes que nadie, así que antes incluso de que Crodos, ya sabía lo que me tocaba. Con gesto de resignación, seguí a Crodos lo más cerca que pude, desenvainando y lanzándome una vez más para acabar con aquellos Gnolls. Crodos lo hacía porque creía en ello; yo simplemente por tedio y algo llamado lealtad, porque una vez te acostumbras a alguien cuesta pensar en que podría dejar de estar a tu lado.

Había pasado demasiado junto a Crodos y Akta como para cambiar ahora de compañía.

-Voy, voy, no seas pesado. Ve abriendo camino, Crodos, y deja ya de sermonearnos -le dije, marchando hacia la ventana que había abierta -. Pero ven por esta, que es la que está abierta, no me seas.

Al ver como se complicaban las cosas, no me lo pensé dos veces y corrí al interior del edicifio al ver como Crodos iba como un loco poseso y Lerissa detrás. No iba a dejar que esas cosas les hiriesen, aunque más les valdría llevarme de vuelta de una pieza junto a Mitil si querían seguir viviendo.

Me colé por la ventana y vi como las plantas crecían por el lugar.  ¿Pero qué...? - ¿Ahora nos tocaba también pegarnos con la naturaleza? ¿Qué había hecho el druida? Pero milagrosamente no quedé atrapada por aquellas plantas y miré a nuestros enemigos. - ¡Vamos! ¡Son pocos y cobardes! - Exclamé alzando mi espadón sobre mi cabeza y dispuesta a cargar sobre cualquiera de ellos...

Questin, armado con la espada larga que siempre blandía a dos manos cual espadón, avanzó tras Lerissa dispuesto a masacrar a aquellas viles criaturas. El mediano, nada más entrar en la zona del templo, se vio sorprendido al igual que la tiefling por aquellas ramas rebeldes y quedó atrapado entre éstas sin poder avanzar mucho más allá de la ventana que había quedado libre.

- ¿Pero qué...? - Exclamó sorprendido. - ¡Aaaah!

Crodos avanzó decidido hacia el interior del templo. Por fortuna pudo evitar ser atrapado por aquel ramaje rebelde, pero eso no quiso decir que pudiera llegar muy lejos. Tenía ya de por si la movilidad reducida por la armadura pesada que le cubría todo el cuerpo, pero caminar a través de aquella maleza se hacía muy difícil. Akta le siguió los pasos, aunque tenía el mismo problema de movilidad que el paladín y no logró avanzar demasiado. Sin duda aquel conjuro les estaba jugando una mala pasada.

Questn Himmble le siguió, pero nada más entrar por la puerta, fue agarrado e inmovilizado casi de inmediato por las plantas. Lerissa le siguió los pasos a Himmble, pero fue con tanto énfasis hacia la ventana, que no calculó bien y chocó contra el marco de la ventana cayendo al suelo. Acto seguido acabó enredada entre las zarzas.

El gnoll sarnoso seguía luchando por liberarse de la maleza, pero mermado físicamente por el conjuro lanzado por Redrick, no logró liberarse. Quienes si continuaron pudiendo avanzar sin dificultad, fueron el enano y su osa, que por fortuna no acabaron atrapados entre las ramas.

El menudo druida tartó de zafarse de aquella maraña sin éxito. Visiblemente frustrado por ello, se tuvo que limitar a ordenar a su fiel osa que hiciese su trabajo.

-¡Querida! ¡Libranos de aquella pobre bestia corrupta!

Y como si la palabra del malhumorado enano fuese Ley, la Osa se levantó sobre sus patas traseras y acometió un brutal ataque haciendo uso de zarpas y dientes.

El gnoll que lucía una armadura completa, trató de nuevo de zafarse de la maleza que se afanaba en inmovilizarlo, pero le fue completamente imposible soltarse. 

- ¡Huaaaj jiaa, jiaaa! - Gritó a plena voz.

Aleteando por encima del desastroso campo de batalla, miro a mi alrededor el pequeño caos formado mientras me pregunto si la mayoría tienen más ganas de hacer de jardineros que de matarse los unos a los otros. Tampoco es que me parezca mal, pero significa que me va a tocar a mí ocuparme de todo, como siempre.

Apunto con mis garritas invisibles al gnoll sarnoso. Juraría que a ese hombre-perro ya estuve a punto de matarlo la última vez pero mis amigos tenían tanta prisa por que saliéramos de aquí que no pude terminar lo que había empezado.

Krath-Tk logró liberarse de la presa a la que la vegetación le mantenía anclado, gracias a una demostración de fuerza brutal. Había tardado unos cuantos segundos en poder deshacerse del ramaje y las zarzas, pero una vez que lo logró, estaba libre para seguir causando el caos y la muerte por doquier.

Quienes también quedaron liberados de la vegetación fueron los dos gnolls que habían quedado inmovilizados por la misma y por contra, el único que había evitado ser agarrado, no pudo seguir avanzando, pues las ramas y las lianas acabaron por enrollarse a sus extremidades y su torso, imposibilitando su movimiento.

Por su parte Glÿnmaer, o eso supusieron todos, lanzó un rayo que se materializó de la nada y que voló directamente hacia el gnoll con sarna en el rostro. La mala fortuna quiso no obstante que, pese a que aquella criatura perruna estaba más preocupado en liberarse de la vegetación que en otra cosa, pudiera esquivar el rayó mágico.

- ¡Acabad con ellos! - Exclamó Redrick desde la ventana. 

Acababa de sacar la ballesta y cargar un virote en la misma, pero lo cierto era que no tenía ángulo de tiro. Malgastar uno de sus conjuros con aquellos gnolls, que ya de por si parecían sentenciados, tampoco era algo que le pareciera útil, por lo tanto decidió simplemente esperar a que se despejara la zona para poder disparar desde la posición donde se encontraba. Al fin y al cabo, no le hacía mucha gracia que aquella maleza rebelde decidiera apresarle como le había pasado a casi todo el mundo que se había atrevido a entrar en el templo.

- ¡Malnacidos! - Gritó Questin. - ¡Soltadme! ¡Ya, ahora! 

El mediano trataba de zafarse de la molesta vegetación que se enroscaba alrededor de su pequeño cuerpecito. Parecía estar terriblemente molesto con la situación. Se movía a un lado y a otro tratando de encontrar el hueco por el que escurrirse, pero cada vez que liberaba una extremidad, una nueva zarza se enroscaba a su cuerpo haciendo inútiles sus esfuerzos.

- ¡Rura o como te llames! - Le gritó al enano. - ¡Haz que pare, maldito! ¡Haz que pare!

El glorioso asalto que había visualizado Crodos estaba siendo en la práctica un desastre. Primero Lerissa hubo de recordarle dónde estaba la entrada, pues a pesar de su inspección minuciosa casi se dirigió hacia donde no era, y luego, las malévolas plantas que habían atrapado a sus compañeros. Con Crodos no habían podido aún, pues la gracia de sus movimientos era demasiado para esas toscas enredaderas, pero sí ralentizaban su avance.

Había que usar el intelecto. Ya que no podía avanzar y ajusticiarlos cuerpo a cuerpo como era debido, sacaría su ballesta y los ajusticiaría a distancia.

El paladín dejó caer su fiel acero de su diestra y tiró de las correas de cuero que fijaban el escudo a su brazo izquierdo. El pesado escudo de metal cayó, chocando ruidosamente con los toneles y cajas allí apiladas.

Entonces se descolgó la ballesta pesada y la empuñó con ambas manos, presto para cargarla y perforar los cuerpos impíos y peludos de aquellas malvadas criaturas con sus virotes.

— ¡Pagaréis por la muerte del noble Xaod y por esta vegetal afrenta! — juró a plena voz.

Que las prisas eran un asco era algo que ya sabía, pero que fue dolorosamente cierto en cuanto me estampé contra el muro a causa de un estúpido resbalón. Si desde luego lo que pretendía era tener una buena entrada, podía irme olvidándome de eso. Todavía medio grogui, entré a través de la ventana, cayendo sobre una maraña de plantas enredaderas que comenzaron a extenderse por todo mi cuerpo.

-¡¡Pero qué demonios... !!

Entonces miré a mi alrededor y vi que la mayoría de nosotros estábamos igual, atrapados por aquellas plantas. Rápidamente intenté zafarme de ellas, sin conseguirlo, porque por cada rama que me arrancaba otra nueva crecía y ocupaba su lugar.

-¿De dónde porras viene todo esto? ¡Quitadme estas lechugas de encima!

Pero lo cierto era que no iba a ser nada sencillo salir de allí. Mi idea de quedarnos a comer y tomárnoslo con calma me parecía ahora mucho mejor que aquello. Maldito fuese Crodos y sus ganas de acabar con el mal.

Mientras Crodos se preparaba para disparar su ballesta contra aquellas criaturas peludas, Lerissa trataba en vano de zafarse de aquellas molestas enredaderas. Lo mismo le pasó al gnoll de la cara llena de sarna, quien continuó inmovilizado por la maleza.

Quise moverme pero sentí como aquellas cosas crecían y se aferraban a mi armadura. Al igual que mis otros compañeros, no podía moverme. Bufé de rabia viendo a Crodos tener que soltar sus armas y usar la ballesta. No me apetecía hacer lo mismo. Era pésima con ella...

Así que opté por lanzar el arma espiritual, con suerte llegaría a nuestros enemigos. La plegaria funcionó y el arma no tardó en aparecer. Mi mano señaló a uno de los gnolls más cercanos y dejé que ella misma hiciese el resto.