Ese era el día.
Las fechas para el inicio del curso estaban cerca, y aún no había recibido el mensaje con los requerimientos para volver a la Academia de su municipio donde les enseñaban los diferentes conceptos básicos.
Cada día, se miraba el correo y había una ligera decepción porque no había nada de lo que esperaban, y vivir en ese pequeño lugar entre los mundanos donde tenían que aparentar ser normales era algo que les superaba en esos momentos en los que parecía que el mundo de verdad, el mundo al que pertenecían, se olvidaban de ellos.
Ese día comenzaba como todo, salvo que era el último día para recibir esa carta, y el correo estaba vacía de nuevo.
La decepción y nerviosismo recorrían la familia mientras que todos se preguntaban lo mismo, ¿podrían haberla dejado fuera? ¿Habría alguna clase de malentendido? Estaban planteándose hasta ir a quejarse a la Academia cuando unos golpes sonaron en la puerta principal.
Un anciano de porte noble estaba ante el umbral de la puerta y, sin esperar invitación alguna, entró en la casa en cuanto la puerta se abrió.
-Perdónenme este atrevimiento -dijo mientras parecía sacudirse algo del abrigo- pero no me gusta este barrio, son muy valientes por mantener el tipo en este... lugar -y paseó esa mirada por toda la casa- Mi nombre es Nikola Drobemberg y estoy aquí por el mismo motivo que su hija no ha recibido la carta de su Academia, ¿les importa que me siente?
Se sentó en un sofá y se quitó los guantes mientras sacaba una pipa de marfil- Veamos, hemos recibido el informe de las notas de Brona y, por ese motivo, he venido aquí. Sus calificaciones y carácter son justo lo que buscamos en mi Casa, y por eso he venido a reclutarla. Oh, si, por cierto, vengo de la Ciudad de Shanz-Lomritr -dijo tranquilamente, pero ese nombre trajo una conmoción a la casa.
Shanz-Lomritr era conocida como la Capital del Verdadero Mundo. En realidad era una ciudad-academia, como muchas otras, donde las casas ejercían sus influencias para con el gobierno y sus asuntos, aunque todas estaban pendientes para luchar contra los nagas y el regreso del "maligno" como se conocía al demonio que hizo que tuvieran que esconderse. Esa era la mejor academia que había, y por eso era algo tan importante. Brona podría llegar a ser una persona influyente gracias a esa posibilidad.
Brona estaba como toda niña de 12 estaba... tirada en la cama mirando al techo escuchando música.
Ese año era un año muy guay, ¡tenía 12 años! Ya era una chica mayor, por el suelo se acumulaban revistas juveniles con historias de amor de verano, horóscopos, trucos para hacer que los chicos se fijasen en ella y en algún lugar de la habitación se encontraba el colgante de ositos con un brillante de plástico que regalaba alguna de esas revistas.
Quizá por el volumen de la música no había escuchado la puerta y era ajena a la conversación que se mantenía a apenas unos metros hasta que su madre abrió la puerta justo en el momento en que ella usaba una revista enrollada como micrófono y le ponía sentimiento a la canción.
-¡Mamáa!- se exasperó tirándose bocaabajo sobre la cama y abrazándose a su almohada soltando el improvisado micrófono que cayó sobre una pila de cuadernos que se amontonaban de forma descuidada sobre el escritorio, muriéndose de vergüenza. ¿Cómo tenía que explicar que ya no era una niña? ¡Necesitaba intimidad y no una madre cotilla que le preguntase por qué cambiaba su poster de Disney por One Direction o Demi Lovato!
Su madre había dicho algo de que tenía visita. ¡PF! Visita. Como si alguien fuese ir hasta el culo del mundo para visitarla a ella, siempre era Brona quien iba a casa de sus amigas, siempre era Brona la que tenía que trasladarse hasta donde habían quedado (con supervisión paterna) porque vivía lejos y su barrio era "normalito".
Se escurrió a desgana desde la cama, con el pelo enmarañado y una enorme camiseta de publicidad del supermercado y las pálidas mejillas aun coloreadas por el rubor como si alguien le hubiese aplaudido la cara.
-Hula- dijo poniendo morritos y haciéndose la remolona en la entrada al salóncomedor.
-Hola, pequeña -dijo el anciano mientras se quitaba la pipa de la boca y esbozaba una grandísima sonrisa- me han hablado mucho de ti, tanto tus profesores de la Academia como compañeras de clase, y quería hacerte unas preguntas, ¿te importaría sentarte?
Mientras esperaba a que se sentara, sacó una libreta del bolsillo y la abrió, apoyándola en las piernas, pero sin sacar nada para escribir.
-Bien, pequeña, te han admitido en Shanz-Lomritr, ¿sabes qué es y lo que significa?
-¿No más colas en el baño?- dijo con un tono que iba entre la duda y la esperanza. Ya era bastante duro tener una familia numerosa en la que la organización se imponía-¿mis hermanas van a venir también?- se sintió culpable y asustada al mismo tiempo. Adoraba a sus hermanas más o menos todo lo que se podía adorar a dos personas iguales que tú pero también sentía la necesidad de ser especial para alguien, alguien que no necesitase una camiseta con iniciales para disferenciarla... pero eso implicaba separarla de aquellas personas que la volvían un ser completo.
La vida de unas trillizas era complicada.
Cuando escuchó la primera pregunta de la niña, el hombre canoso soltó una risa divertida y amable, pues de todas las cosas que podrían preguntarle, esa era la que menos se esperaba, pero la verdad es que era algo complicado ser una parte de tres, queriendo destacar entre ellas y depender de ellas a la vez.
-Bueno, creo que sí vendrán, pero puede que no estéis todo el día juntas, te explico -y entonces se dispuso a explicarle la situación- Shanz-Lomritr es una Ciudad-Academia, y en ella hay embajadas de las diferentes casas. Una en concreto se ha fijado en ti, a la cual yo represento, y en tus hermanas no se si se habrán fijado otras o no, el caso es que aunque vayan, puede que solo os veáis en alguna clase o en el día libre de la semana -esbozó una sonrisa amable- ¿tienes alguna pregunta?
-Eh...- miró a su madre y después hacia el pasillo donde dos rostros igual de rosados y con grandes ojos azules que asomaban bajo flequillos observaban-¿Qué casa? - su madre parecía bastante orgullosa de aquella visita y Brona, como casi todos los niños de la comunidad mágica no tenían una dependencia tan absoluta del apego familiar como los otros niños no mágicos.
-¿Tengo que irme ya?
-¿Irte ya? -dijo el hombre con una sonrisa- no, para nada, solo vengo a explicarte la situación, a responder tus dudas y demás, hasta dentro de dos meses no tendrás que irte, tranquila.
En ese momento, la chica pudo ver que en la libreta de bolsillo que había dejado encima de sus piernas, una de las hojas se "pasaba" y pudo percatarse de que estaban apareciendo letras a gran velocidad, como si alguien estuviera escribiendo en ella,
-Yo soy Nikola Drobemberg, y vengo en representación de la casa Drakkanor en dicha academia. Hay varias de tus aptitudes y cosas de tu forma de ser que han puesto la mirada de esta casa en ti, y otras muchas casas, seamos realistas, pero como la primera casa y la casa del Emperador, tenemos la potestad de elegir nosotros en lugar de que los estudiantes aspiren a una de las casas interesadas, aunque claro, siempre tienes la opción de esperar y ver si alguna otra casa se presenta aquí.