- Los conozco. A quien no reconozco es a Annaith. Aún tras la muerte de su padre y capitán de la nave, era capaz de sonreír... sin conocerme confió en mí para conseguir traer el cuerpo de su padre de regreso a la U.S.S. Nautilus y ahora... - Negué con la cabeza y miré al pequeño que tenía entre mis brazos. Algún día sería igual que ellos. - Y luego los malos los romulanos. - Me lamenté para mí. Arqueé una ceja y la miré con gesto de sorpresa. - ¿También pensaste que era yo? - Sentí como si me hubiese dado una patada en el corazón, pero no dije nada más. Ya era bastante doloroso aquel ataque de sinceridad por su parte, el cual no terminó ahí.
- Sí, ya se... pero ese caracter que tanto resta me ha traído hasta aquí. Soy el primer oficial romulano que pisa la USS Enterprise. Precisamente mi cabezonería y mi genio, han salvado las vidas los hombres que han estado bajo mi mando... hasta ahora. - Dije dolido recordando lo ocurrido en las lanzaderas. - En cuanto a Cira, es fácil... con no tenerla delante no pasará nada. - Añadí más calmado a pesar del dolor que sentía por las palabras de Connor. - Y sí, supongo que soy un gilipollas... - Dije con resignación al escuchar lo que significaba. De haber sido más listo, me hubiese comportado como uno de aquellos cínicos del mando de la Enterprise y no me hubiese molestado ni dolido pensar que Lena había muerto en aquella lanzadera que voló en mil pedazos. Seguramente estaría mejor que ahora... - Y una mierda. Buscan a quien meterle su mierda y da igual lo que haga... su blanco sigo siendo yo.
Miré al pequeño cuando Lena habló de él. - Desde que le tuve en brazos, cuidarle es en lo único que pienso... como haría contigo. - Confesé a Lena a pesar del dolor que me había causado con sus palabras previas, centrando mi vista en ella. Y es que cada vez tenía más claro cuanto la amaba. - Y ha sido quien me ha mantenido tranquilo en tu ausencia. Supongo que de alguna manera, nos necesitamos el uno al otro. - Indiqué a la doctora para luego volver a mirar al pequeño que estaba en mis brazos.
- Lo se, doctora Connor. Pero es con Lena con quien he consultado esto... - La susurré ante su respuesta con respecto a la adopción del pequeño, sin dejar de mirar sus labios, los cuales brillaban bajo la luz de los focos del despacho y se me antojaban cada vez más. Pero sus siguientes palabras hicieron olvidarme de todo lo previo, de todo el dolor. No había mejor calmante para mí que ella y Lena lo sabía.
Lo de la doctora Connor y Lena seguía siendo un juego para mí, a pesar de que ambas fuesen la misma persona, a pesar de que la amase igualmente, para mí existía unas sutiles diferencias entre las dos que no debía olvidar jamás. Entre ellas que Lena era más emocional ante mis ojos que Connor y esa era la que estaba delante de mí en aquel momento. Su mirada me hizo sucumbir sin remedio y sentí como la deseaba más que nunca... hasta que la voz de la capitana se escuchó por la insignia de Connor. Maldije a aquella mujer en silencio, viendo que aquel momento se había quebrado por completo.
Sentí el que me pareció un frío beso en los labios en comparación con el que esperaba recibir previo a la llamada de aquella vieja chocha. - Todo lo estropea... todo. - Pensé para mí mientras agarraba con firmeza la mano de Lena y la traía hacia mí, abrazándome a ella con cuidado de no perjudicar a T'Kev, quien seguía en mis brazos. - Un sencillo abrazo, puede sanar más de lo que piensas si viene de la persona indicada. - Susurré a Connor mientras pegaba mi rostro al suyo. - Aunque prefiera el tratamiento intensivo, este funcionará durante un rato... - Me separé de ella y besé sus labios con un sencillo y dulce beso antes de dejarala ir.
- Espero no tener que preocuparme por tanta llamada por parte de la capitana... ni tener que ponerme celoso. - Bromeé lo que pude con aquel asunto. - Si no estoy aquí, estaré en mi cabina... si consigo una cuna para este ladronzuelo. - Miré a T'Kev, que se volvía a quedar dormido en mis brazos antes de volver a mirar a Lena y verla salir de allí de nuevo, para volver a encontrarse con aquella loca mujer que parecía no ser capaz de vivir sin ella.
Lena acogió el abrazo con alivio, el romulano tenía los sentimientos tan a flor de piel que había temido un nuevo ataque de ira o resentimiento tal vez hacia su persona por no decirle o hacer lo que esperaba, lo lamentaba por él pero es que ella estaba entre dos aguas y tenía que ser coherente con sus actos, Connor se debía a la Flota y a pesar de deseos, que no eran otros que estar con Vrako... Tenía deberes que cumplir, por ello no debía de retrasar el requerimiento de la capitana por mucho que prefiriese permanecer con el teniente... Además se okis problemas y estaba un poco harta de ir arreglando desaguisados que luego no tenían arreglo.
- En realidad después de todo lo que he visto yo ya no pongo la mano en el fuego por nadie, pero no soy el tipo de Cira ni ella es el mío... En cuanto termine te veo...- a Lena le hubiera gustado decir algo más pero estaba cansada y ese cansancio se reflejó en su rostro y en el suspiro que se le escapó.- para la cuna pídala en enfermería o bien a Perkins o a cualquiera de mis subalternos.
Me tomé unos segundos antes de salir del despacho de Connor con T'Kev en mis brazos. La charla con la doctora, aquellos pequeños besos y el abrazo, me hicieron relajarme bastante. Aunque aún deseaba matar a aquella mujer, que parecía no ser capaz de vivir sin Lena, con mis propias manos. Caminé siguiendo la estela del aroma del perfume de Connor, tratando así de mantenerla a mi lado unos segundos más a pesar de que ya había salido de la enfermería.
T'Kev se había vuelto a dormir en mis brazos, seguramente al sentirme más calmado y tener aquella charla sin gritos con Lena. Tenía las emociones a flor de piel, todas ellas. En aquel momento era el hombre más vulnerable del mundo y eso me hacía sentirme extraño y débil. Debía buscar refugio y la enfermería, con tanto herido y profesinal moviéndose por allí, ya no lo era. Sólo me quedaba mi cabina.
Miré Perkins y esperé a que estuviese desocupado para hablar con él. Mientras, pedí a la replicadora un par de pañales para los vulcanianos, tal y como me recomendó aquella alférez, puesto que tarde o temprano me harían falta. T'Kev acababa de comer y aún tardaría un rato en llorar por más comida, así que el biberón se lo sacaría más tarde en la cantina. Pero necesitaba aquella cuna y... algo más que sólo Perkins podría facilitarme o al menos orientarme.
- Doctor Perkins, solo será un momento... Me marcho a mi cabina, aquí no soy de utilidad y llevándome al pequeño conmigo se que les quitaré trabajo... y ya nos ha quedado claro que él me necesita a mí y parece que yo le necesito a él. - Era una bonita manera de decir que aquel pequeño me calmaba y que de alguna manera me estaba cambiando y mostrándome algo que no sabía que existía. - Tengo pañales. - Dije mostrándole los dos que había replicado. - Pero, necesitaré una cuna. No creo que sea buena idea dormir con alguien tan pequeño en la cama... acabaría aplastándole...
» Y lo otro que necesito... es algún juguete para él. No quiero nada de su raza. Ya se lo darán sus familiares cuando llegue a su planeta. - No pude evitar decirlo con rabia y cierta fustración. - No conozco los juguetes romulanos y los klingon no me parecen apropiados... ¿Hay alguno de su raza que sea bueno para él? ¿Cómo podría conseguir alguno en la nave? - Me sentía ridículo y completamente perdido con aquel tema y esperaba que al menos él tuviese respuestas para mis dudas.
Perkins había estado esperando pacientemente a que la doctora y el señor Vrako terminasen de hablar y mientras tanto, había continuado buscando padres de acogida o adopción en la base de datos, intentando hablar con alguien que les pudiera ayudar. Cuando vio salir a la doctora y segundos después, a Vrako, no hizo gesto alguno. Se notaba en ambos cierto grado de emoción difícil de describir, aunque el médico interpretó que no debía ser demasiado mala, por su actitud corporal.
Parecía que al final, ambos habían acabado de buena manera, lo cual le satisfizo enormemente. Apreciaba a ambos lo suficiente para preocuparse por todos los problemas que les rodeaban.
El pequeño T'kev aun estaba en sus brazos, dormido, y cuando Perkins vio que Vrako lo estaba mirando, giró la silla.
Doctor Perkins, solo será un momento... Me marcho a mi cabina, aquí no soy de utilidad y llevándome al pequeño conmigo se que les quitaré trabajo... y ya nos ha quedado claro que él me necesita a mí y parece que yo le necesito a él.
Sí, efectivamente, solo que yo lo diría al revés, señor Vrako. ES usted quien se necesita a este niño para sentirse en paz consigo mismo, pensó Perkins, sin expresarlo.
Pero mientras ese pensamiento cruzaba su mente, Vrako empezó a hablarle sobre lo que necesitaba para encargarse de él. Evidentemente, lo lógico habría sido dejarlo en la enfermería y por un momento, Perkins estuvo a punto de sugerírselo, pero decidió no hacerlo. Vrako sabría cuidar de él mejor que nadie y estaba claro que ambos formaban una imagen casi envidiable. Al fin y al cabo, un padre no era aquel que dejaba su impronta genética en la forma de un niño, sino el que cuidaba y se preocupaba por él, quien luchaba por él cada día de su vida, se quedaba despierto cuando le dolía la barriga y sufría siempre que regresaba tarde a casa.
Vrako parecía y se comportaba como si fuese su padre... demostrando así que ya lo era, al menos por el momento.
-Bueno, señor Vrako. Creo que en la guardería disponen de una buena gama de juguetes de razas y edades muy diferentes, y también de cunas y colchones de pequeño tamaño. Si lo desea -le dijo Perkins, poniéndose en pie -, será un placer acompañarle y ayudarle a escoger algo adecuado para T'kev. No es la primera vez que tengo que encargarme de recién nacidos, ¿sabe? Después, le ayudaré a llevárselo todo a su cabina.
Y les dejaré a ambos a solas para que continúen conociéndose, pensó a continuación, sin poder contener su habitual sonrisa.
Pero lo más increíble de todo era que a pesar de todos los problemas, de la batalla que nos había enfrentado a los cardasianos, la cautividad de Vrako y los desencuentros, allí, entre los brazos de aquel romulano de carácter indomable, se encontraba la respuesta a todo. Y es que al final, para encontrarse a uno mismo, no se necesitaba demasiado; tan solo otro ser humano afín.
Volví a mirar al pequeño que dormía en mis brazos. Eso me hacía sentirme bien conmigo mismo. Saber que era bueno para alguien en aquelo momento tan duro para mí. Alguien que no me juzgaba por mi raza o aspecto. Todos teníamos mucho que aprender de aquel pequeño. Quizás yo el primero, volviendo a confiar en mí mismo como parecía hacer él durmiendo así de tranquilo.
Miré a Perkins cuando él habló. - La guardería... porqué no había pensado en ello yo solo... - Me dije a mi mismo sabiendo que la respuesta era más que evidente. - Supuse que sería más complicado conseguir esas cosas. - Le miré a los ojos. - Para mí será un placer que me acompañe y me oriente, doctor Perkins. A pesar de las clases intensivas recibidas aquí, creo que aún tengo mucho que aprender sobre este pequeñín. - No se como pude hablar con tanta dulzura en aquel momento que miré a T'Kev descansando así. Solo se que carraspeé al darme cuenta de ello. Luego miré hacia los lados, esperando que nadie más me hubiese escuchado hablar en aquel tono.
- Creo que, es buen momento para irnos. - Dije recuperando mi tono de voz habitual. - Él necesita un lugar mejor para dormir que mis brazos y mis costillas me piden una pausa también. - Y es que el pequeño pesaba lo suyo y mi costado se estaba quejado lo suyo desde hacía rato. - Y con todo este... jaleo... al final no he cumplido las órdenes de mis médicos y no he guardado reposo alguno.
Tras estas palabras, comencé a caminar hacia la salida de la enfermería con T'Kev en mis brazos y la esperanza de un nuevo y mejor futuro en mi corazón.