Partida Rol por web

El yate cruzaba la bahía de San Francisco en dirección a la Isla Vannacut. Era una embarcación grande, de cuatro metros de manga y unos quince de eslora. Un vehículo con un lujoso interior y muy bien equipado. Sin embargo ninguno de los cinco ocupantes que ahora estaban sentados en su interior, en una suerte de pequeño salón bar atendido por un camarero, se mostraba impresionado. Era normal: todos habían estado en embarcaciones mucho más grandes e incluso alguno de ellos contaba con una propia. Todos eran gente de renombre y dinero. Y pese a que todos conocían a los demás por su renombre ninguno se conocía personalmente hasta aquella noche. Hasta aquella invitación.

La invitación había llegado a cada uno de forma individual y críptica. El Instituto Vannacut para Enfermos Mentales Criminales reabría sus puertas totalmente restaurado y preparado para recibir a gente con ganas de emociones fuertes. El famoso magnate de los efectos especiales, Steven Price, se había encargado personalmente de crear el más extraordinario parque temático del terror del mundo. Y para su estreno había invitado las que, probablemente, eran cinco de las personas más populares del momento.

Jim Stevenson quizás era el que mejor encajaba en aquella situación. El ídolo rock del momento sin duda sería un reclamo de lujo para una inauguración de un parque temático del terror. Y sin embargo Price había afirmado que el evento sería totalmente privado. ¿Para qué invitar entonces a esta gente?
La guapísima Kathleen Smith tampoco parecía fuera de lugar. Una estrella de Hollywood suele ser dada a este tipo de excentricidades y quizás un poco de diversión le permitiría después centrarse en escoger su siguiente papel estelar.
Incluso el enorme Enrique Ceballos, legendario ex-jugador de rugby, era un buen candidato para este tipo de eventos.
¿Pero que pintaban allí la doctora Alicia Izaguirre y el Doctor Nicholas Walker? Sí: eran famosos por sus trabajos médicos, la doctora incluso había recibido el nobel el año anterior. Pero ¿que tipo de interés podrían tener en la inauguración de un sitio como ese?

Afuera la tormenta arreciaba, aunque el yate se movía sin dificultad por la noche gracias a la pericia del capitán y a su excelente acabado. Mientras se aproximaban a la misteriosa isla que era su destino, apenas a media hora de la ciudad de San Francisco, el variopinto grupo se intentaba conocer mientras bebían cómodamente en el interior del yate, resguardados totalmente de la lluvia.

Nicholas Walker se levantó de su asiento y, sin decir palabra, se acercó a la barra. Parecía incomodo en la situación actual, ausente. Había evitado mantener el contacto visual con los demás invitados y trataba en vano de pasar desapercibido.

Examinó los estantes en busca de algún cognac y dejo escapar un murmullo de aprobación al ver la botella de Richard Hennesy en uno de ellos. Era evidente que su anfitrión no escatimaba en gastos. Hizo un gesto al camarero y esperó pacientemente a que éste le sirviera un poco en una gran copa.

Una vez servido, cogió su copa y le dió las gracias al camarero estirando las comisuras de los labios ligeramente en un amago de sonrisa. Acto seguido sacó del bolsillo del pantalón un pañuelo blanco inmáculado y, con exquisito cuidado, limpió los bordes la copa mientras volvía de nuevo a su asiento.

Concentró su atención en la copa, agitando suavemente el contenido mientras esperaba a que se evaporara parte del alcohol.

Como de costumbre, los sillones donde se intentaba acomodar no le resultaban cómodos a Enrique. El hombreton, con sus casi dos metros de altura y más de 100 kilos de puro músculo no era una persona facil de acomodar.

Sin embargo estaba acostumbrado. "Y en el peor de los casos los sillones no contestan los golpes" se intentaba convencer mientras miraba con curiosidad a quienes serían sus acompañantes durante estos días

El enorme ala (*), como de costumbre vestía ropa cómoda. Los trajes no iban con su estilo. Necesitaba ropa que le dejara libertad de movimientos y no le molestara mientras se movía.

Finalmente optó por pararse. Evidentemente su tamaño no era el apropiado para el sillón que intentaba ocupar - Parece que somos los elegidos - bromeó con sus compañeros en perfecto inglés - Veremos cuan "terrorífico" es el lugar, jaja. No creo que lo sea tanto como el pack de fordwards franceses en esa maldita final. Esos si estaban desesperados por asustarnos. Si ellos no lo consiguieron, no creo que un parque de diversiones pueda hacerlo -

Jim cogió un cigarro de su pitillera, y lo encendió con el zippo de oro que acababa de sacar del bolsillo de su chaqueta de cuero blanco. Miró de reojo como El Doctor Walker se levantaba a servirse una copa, y cuando este lavó el borde de la copa con un pañuelo no pido reprimir un leve bufido.
-Pffff…

Se recostó en el sofá y coloco los pies encima de la mesa, mostrando las camperas de piel de cocodrilo. Dio una larga calada al pitillo mientras agitaba la copa de whisky escocés, y miró al resto de los acompañantes. Había oído hablar sobre todo de la actriz Kathleen Smith, con la que incluso tal vez hubiese coincidido en alguna fiesta, y al jugador de rugby, Enrique Ceballos, a pesar de que a el le gustaba más el futbol americano. En cambio de los dos doctores apenas había leído alguna noticia en los periódicos, pero como tampoco era muy aficionado a la prensa, no sabía mucho de ellos.

La lluvia repiqueteaba en el techo, mientras Enrique tomó la palabra. Jim lo miró, deslizando las gafas de sol, innecesarias a todas luces en aquel lugar, hacia abajo por el puente de su nariz.
-¿Terrorífico? No lo creo. No será más que otro parque de atracciones, con el típico tren de la bruja- Jim agitó la cabeza en gesto de negación-. ¿Quién puede realmente asustarse en esos sitios? Por cierto, alguno de vosotros conoce personalmente a nuestro “querido” anfitrión?- por el tono de voz se notaba que Jim no tenía en mucha estima al magnate Steven Price, a pesar de que nunca lo había visto en persona.

-No he tenido el placer, todavía -respondió Walker-. Pero estoy seguro de no se hará esperar demasiado.

Walker bebió un sorbo de cognac, saboreándolo mientras sus ojos se fijaban en el calzado de la estrella de rock que, todavía húmedo por la lluvia, dejaba visibles marcas en la mesa de madera.

Alicia Izaguirre estaba incómoda. No podía evitarlo, no sabía bien qué hacía allí. Al fin y al cabo era solo una doctora, el Nobel era anecdótico "sí, seguro Alicia, el Nobel es solo anecdótico, no trates de engañarte a ti misma", no pudo evitar una leve sonrisa al pensar esto, así como no podía evitar sentirse orgullosa por su premio.

Igualmente no podía evitar sentirse como sapo de otro pozo en este grupo. Con el único con el que podía llegar a sentirse cercana era con el otro doctor, Nicholas Walker, aparentemente se sentía tan fuera de lugar como ella. Los otros tres eran un completo enigma. No había visto nunca una película con la actriz esa "tratemos de no pararnos muy cerca de ella... jeje"; nunca había oído una sola canción de ese tal Stevenson, y si la había escuchado no podía recordarla; y el jugador de rugby... si había algún deporte que Alicia Izaguirre jamás hubiera podido entender, ése era el rugby.

Se acercó a la ventana con su copa de champagne.

-¿Tienen idea de cuánto falta para llegar a la isla? -Preguntó sin muchas esperanzas de recibir una respuesta.

- Si, somos varios que queremos conocerlo y averiguar el porque de esta extraña invitación - acota el formido jugador de rugby, antes de hacer una pausa y dirigirse a la doctora - Esa tonada la conozco - esta vez habla en castellano - "Porteña", quizás? Parece que somos dos los sudamericanos -

Un leve guiño acompaña sus últimas palabras.

Kathleen se mantenía tranquila medio recostada en un sillón. Observaba a sus acompañantes con una leve sonrisa en los labios que daba la impresión de ser sincera. Estaba tan acostumbrada a fiestas en las que no conocía a la mitad de los asistentes que esto no suponía un esfuerzos. Antes al contrario, el hecho de pensar que podría aprender y recordar el nombre de todos los presentes la hacía sentirse a gusto.

Escuchaba las palabras que se iban deslizando en el silencio de la noche mientras lanzaba fugacez miradas por uno de los ventanucos para mirar la lluvia resbalando contra el cristal. Aunque el mar revuelto ella mostraba una calma peculiar.

Depiés de algunos segundos, centró su atención en la conversación que habían iniciado sus compañeros.

-Supongo que tardaremos el mismo tiempo en llegar a la isla que en conocer a nuestro anfitrión- dejó caer con voz pausada -Yo, a diferencia de Jim, debo confesarme algo inquieta por nuestro viaje, incluso conociendo los entresijos de los efectos especiales soy bastante sensible al terror. Pero si el instituto Vannacut está tan bien ambientado como se rumorea, terminaré rodando allí y prefiero hacerme una idea previa del ambiente, la verdad- ya estaba, ya lo había dicho. Tenía un motivo legítimo para hacer aquel viaje. Estudiaba un futuro lugar de rodaje.

-No, técnicamente no -contestó Alicia a la pregunta dirigida hacia ella. -Yo nací en Bahía Blanca, pero nos mudamos a Buenos Aires en cuanto el pediatra les dijo a mis padres que yo podía viajar ¿Argentino también?

- Por supuesto - el tono de orgullo de "Quique" es obvio - como todo buen "Puma", jaja. Uno puede jugar en Europa para tener competencia pero no hay como Baires para crecer. Y para aprender a jugar al Rugby como corresponde -

El enorme rugbier habla con cariño de su ciudad (en su propia lengua) e intenta aflojarse un poco - Es bueno tener a un compatriota cerca, no hay como el castellano para expresarse. El Frances será romántico y el Ingles práctico, pero para hablar... ah! Es un gusto hacerlo en nuestro idioma -

-Respondiendo a su pregunta, señorita Izaguirre, debemos estar a medio camino. Yo diría que en un cuarto de hora podremos pisar tierra firme, aproximadamente.

Dió otro trago a su cognac y luego añadió lacónicamente:

-Lo que me gustaría saber a mi es cuando podremos volver a la otra tierra firme, la de verdad -dijo señalando la dirección en que suponía se encontraba la costa de San Francisco-. Todo este asunto...

Cerró la boca sin terminar la frase, como si se arrepintiera de haberla empezado. Apuró lo que quedaba en la copa y se levantó a por más sin mirar a nadie.

Jim escuchó como Enrique y la doctora Izaguirre comenzaron a hablar en castellano. Jim conocía unas pocas palabras sueltas, de cuando hicieron la gira por Sudamérica en el año 2003. Menuda gira la de aquel año… allí si que nos pegamos unas buenas fiestas…- pensó con cierta nostalgia, mientras apuraba la copa. Pero su vocabulario en español no iba más allá de un “hola”, “amigos”, y “de puta madre”, desde luego insuficiente para entender la conversación de los dos argentinos.

Con la copa vacía, Jim la agitó en el aire, llamando la atención del camarero.
-“Amigo”- pronunció en castellano-, ponme otra igual.
Dio otro par de caladas al cigarro, echando la ceniza en la copa vacía.
-Así que ninguno conoce al tipo ese… Lo único que sabemos es que quiere inaugurar el parque de atracciones, y que nos invita a pasar una noche, eso si, sin prensa. ¿Para que nos querrá invitar si no es para darle publicidad? No tiene mucho sentido...- hizo una pequeña pausa, mientras daba otra calada-. Bueno, tal vez resulte una noche entretenida al fin y al cabo… al menos tendremos buena compañía- Jim se llevó una mano al sombrero, inclinando la cabeza hacia las dos mujeres y mostrándoles una sonrisa. Pero su semblante no tardó en volver a cambiar, volviéndose serio, y Jim se concentró de nuevo en el cigarro, sin preocuparse por preguntar si el humo molestaba a alguien.

-Me vas a tenere que disculpar, pero mis conocimientos sobre el rugby son limitados por lo menos. -Dijo Alicia sonriendo pero como disculpándose. -Voy a tomarte la palabra en eso que decís de Buenos Aires. Y sí, es cierto, es liberador poder hablar como en casa de vez en cuando.

Luego miró al doctor Walker

-No se preocupe, dr. Walker -le dijo cambiando instantáneamente al inglés sin problema. -Yo tampoco sé qué esperar de todo esto.

En su castellano coloquial Quique continuó hablando - Todo bien. No te disculpes. Después de todo, en Baires, no solo se juega al rugby, jaja. También se...eh... bueno... - por un momento el enorme hombre se quedó sin palabras, dudando sobre que puede haber más importante que su deporte.

Finalmente optó por cambiar de idioma y en un correcto ingles, no por nada ha vivido varios años en Londres, intentó participar en la conversación de los facultativos - Esperar? Pues yo no espero nada en particular. No entiendo mucho el motivo de la invitación, pero después del mundial me han invitado a cada lugar que ya nada me llama la atención -

Tras una pausa agrega - pero ya nos enteraremos, no tiene sentido que nos preocupemos antes de tiempo. Un par de hombres - lobo de peluche y algunos esqueletos movidos por alambre... que otra cosa podemos esperar de un parque temático de terror - Enrique sacude sus hombros y termina - Nada serio, en cualquier cancha se pueden encontrar monstruos más peligrosos... Y más reales, jaja

Kath se mantenía relajada escuchando. Las palabras que pronunciaban sus contertulios en español le traían a la mente agunos recuerdos del colegio. Había tenido compañeras de España y le habían enseñado algo pero el tiempo y el desuso le habían hecho olvidarlo. Agradeció en silencio cuando la conversación volvió a mantenerse en inglés.

-Sea lo que sea lo que nos espera, deberíamos relajarnos. a fin de cuentas esto es un viaje de placer aunque el fin último sea pasar un poco demiedo- una sonrisa asoma a sus labios -Procuremos disfrutar de nuestra mutua compañía hasta que lleguen los hombres-lobo de peluche -dice haciendo un pequeño gesto hacia Enrique

Mientras conversaban los pasajeros se fueron dando cuenta de que el barco disminuía su velocidad. Al parecer en pocos minutos llegarían a su destino. Por una de las claraboyas se vislumbraba, desafiante en medio de la bahía, una sombra negra entre la tormenta: la Isla Vanacut.

-Parece que llegaremos en breves… -comentó al observar la figura de la isla a través de la claraboya. Jim ya estaba apurando la segunda copa, y volvió a hacer un gesto al camarero para que le sirviese otra.

Junto al rockero, apoyada en el sillón, había una funda de guitarra. Jim había traído su guitarra acústica, pues le relajaba tocarla. Jim dio un par de palmadas a la funda, mientras se levantaba del sillón.
-Cuidar a mi niña mientras voy al servicio -les dijo, guiñándoles un ojo.

Se levantó para ir al servicio, y al pasar junto al camarero, cogió la copa que este justo estaba terminando de preparar. Las botas camperas del cantante resonaban a cada paso en el suelo de madera.

Al entrar al baño, Jim apoyó la copa en el lavabo, y tras mear, sacó una bolsita del bolsillo interior de su chaqueta. Sin duda el polvo blanco que contenía la bolsa era coca. Metió el dedo, e impregnado del polvo se lo llevó a la nariz, esnifándolo, para luego chupar el sobrante. Era poca la cantidad que se metió, pues tampoco quería llegar colocado a la cita, pero era agradable sentir el polvo subir por la nariz.

-No se ha hecho muy latgo, ¿verdad?- Kathleen prenguntaba en voz alta sin dirigirse a nadie en particular mientras se onía de pie. -Bien, estoy deseando pisar tierra firme, aunque agradecería que amainase un poco el mal tiempo- sentenció con una mueca en los labios.

Al pararse podeis ver el impresionante tamaño de Enrique. No solo su altura, casi dos metros, sino su ancho. El rugbier, como vulgarmente se dice "es más ancho que alto" y no tiene una gota de grasa de mas.

- Bueno, mejor que hayamos llegado. Prefiero la tierra firme antes que la cubierta resbaladiza de un barco - El hombretón mira con curiosidad la guitarra que ha dejado el cantante y siente con la cabeza - No creo que nadie os la quiera enamorar... a vuestra niña, digo - le contesta, intentando bromear.

Quique se acerca a los ventanales de la embarcación y mira con curiosidad la isla a la que se acercan - Parque de terror, quien lo hubiera dicho... - lo escuchan murmurar mientras deja que su mirada abarque todo el entorno - A quien se le ocurriría algo así? -