Partida Rol por web

Castillo del Valle, Segunda noche de la primavera
Alli estaba, la muralla que le impedia el paso. Cruzar la muralla de la ciudad fue demasiado sencillo, la segunda muralla, la que daba paso al castillo, resulto mas dificil, pero no tanto para ser un reto. Esta era la hazaña, colarse en la torre del homenaje, econtrar la sala del tesoro y llevarse la espada de filo oscuro.
- Trescientas monedas - recordo que le habia dicho el Visible -trescientas monedas - resono de nuevo como un eco en su cabeza. Con ese dinero podria vivir como un Lord durante meses y retirarse del servicio teniendo una vida mas humilde. Pero de momento solo era una promesa, pues aun estaba fuera y para obetener ee buen botin debia de encontrar la manera de entrar.
Observo a su alrededor, la muralla era alta, pero se podia escalar. Colarse por una puerta era mas directo, pero mucho mas dificil ¿tal vez una de las ventanas? ese era el acceso mas intermedio, sin necesidad de recorrer toda la torre y tampoco arriesgandose demasiado.
Se quedo plantado en el sitio, dudando unos segundos, para saber que opcion era la mas adecuada.

Tras meditarlo durante unos instantes, Haldor se decidió por una de las ventanas. Sería mucho más fácil de abrir y además podía comprobar si se encontraba alguien cerca antes de intentarlo, además de ser mucho más discreto que escalar la muralla, a la posible vista de los centinelas. Hacía bastante tiempo su maestro le había enseñado que la paciencia, la constancia y la atención eran las tres herramientas más importantes para una persona, y más aún para un ladrón.

Se deslizó en completo silencio hasta hallar una ventana propicia, sin nadie que le esperara al otro lado, y con sumo cuidado se dispuso a destrabarla con una fina varilla, una de sus herramientas más versátiles y preferidas, para acto seguido, colarse silenciosamente.

El pasillo del muro era frio, alli arriba el viento azotaba con fuerza, pero por fortuna la entrada a la torre no era muy lejana. Dentro de la torre, era todo oscuro, escaleras apenas iluminadas por unas antorchas que hacian danzar a las sombras. Un guardia se alejaba siguiendo su patruya y al otro lado, descendiendo una puerta que le permitiria llegar hasta la Sala del Homenaje y de alli llegar a la armeria del Lord y conseguir la famosa espada.
Se deslizo con maestria por la puerta, bajo las escaleras ocultandose cuando oia pasos acercarse y tras un lento descenso, llego a la sala del trono, cruzo toda la sala sin despertar a los caballeros que alli dormian y se colo por la puerta trasera. Avanzo hasta la siguiente puerta, ignorando las entradas que tenia a izquierda y derecha, cuyas austeras decoraciones las anunciaban como cocinas, baños o despensas.
Finalmente llego a la sala de los tesoros, que era protegida por un gran porton... abierto y un guardia insconsciente.

Avanzaba despacio y con seguridad, comprobando cada esquina, cada pasillo. bajó por las escaleras y cruzó una puerta hasta llegar a la sala del homenaje, ocultándose varias veces ante la presencia de guardias, pero no le descubrieron. Haldor acababa de llegar a la sala de los tesoros, la cual estaba abierta de par en par, con un guardia tirado en el suelo.

Haldor comprobó que el guardia vivía. Aunque no dudaba en matar si debía hacerlo, prefería respetar la vida de las personas. Parecía que el que había pasado por allí también las respetaba, puesto que el guardia estaba inconsciente. ¿Sería otro ladrón? ¿Se me habían adelantado?

Desde el interior de la sala se escucho algo. El sonido fue tosco, pesado, incluso algo torpe. Eso descartaba una espada, a menos que cayera al suelo con su vaina puesta.

Al oir el sonido, Haldor se puso en tensión. Había alguien ahí adentro, alguien más a parte de él. Pero no le arrebatarían su botín.

Con mucho sigilo, Haldor extrajo su larga y ornamentada daga, otro premio de anteriores trabajos, y se internó con sumo cuidado en la habitación.

Allí dentro, en mitad de la sala, junto a la vitrina que guardaba la espada, había una figura, parecía menuda, encogida y difícilmente apreciable. La figura también se movió, se agazapo y por un segundo parecían que ambas sombras se miraran fijamente sin verse los ojos.

La sombra se giró, cogió la espada y buscaba una ruta para escapar. Parecía que la única posible salida;al menos donde le alcanzaba la vista. Era la misma puerta por la que había entrado, puerta que Haldor custodiaba.

Consciente de que no debía alzar la voz para no despertar a la guardia, llevó su mano izquierda a la daga gemela que llevaba al cinto, idéntica a la que llevaba en la mano derecha, y con un quedo susurro preguntó

¿Quién eres tú?

Preparado para cualquier eventualidad, Haldor mantuvo su posición en la puerta.