Partida Rol por web

Castillo del Valle, Segunda noche de Primavera

Los Hijos de Laki eran conocidos como la mejor red de informadores y ladrones que existia en Alcebia y en las regiones circundantes y tambien, que pese a su fama, eran honrados y por lo tanto, fuentes de fiar. Pero Lady Once, encontro demasiado tentadora la oferta por el trabajo que le habian propuesto.
Ahora que estaba frente a las murallas dudaba de su eleccion, tal vez fuera una trampa. Hacia cinco noches, un hombre se tropezo de manera "casual" con ella - Lady Once - le saludo y sonrio al ver su cara de alerta - no tema, mi señora - le dijo con tono jactoso - no pretendo denunciarla, ni arrestarla, mas bien al contrario, deseo su servicio... contratarla por una buena suma ¿le interesa? - la respuesta fue un si, era logico, si no, por que iba a estar a las once de la noche frente a las murallas que daban al patio interior del castillo del Señor del Valle. - el encargo es sencillo, pero encontrarlo no lo sera tanto. Busco una espada, esta oculta en la sala del tesoro de Lord Talamanca, en el castillo del Valle, se dice que fue un regalo de Shoran y que su hierro esta muy cotizado. Yo tengo un comprador, ahora necesito quien la consiga. Te pagare quinientas monedas.
- Quinientas monedas - penso Once - era mucho dinero, una fortuna que le permitiria vivir de manera sencilla durante toda su vida y no haberlo gastado todo - mucho dinero - se repitio.
Pero ahora no podia hacer nada, un trato era un trato y rechazarlo despues de aceptar, dañaria su reputacion, tal vez hasta el extremo de no poder ejercer mas.
- Concentrate - se dijo y clavo los ojos en las posibles entradas. Encontro tres: La entrada por las torres de la muralla, por una de las ventanas o tratando de colarse por la puerta con los guardias domirtando. Las tres suponian un riesgo, siendo el mayor de ellos los guardias - un leve ruido y podrian despertar - se recordo a si misma.

Contemplo la grandiosidad de mi objetivo desde el árbol que uso como atalaya improvisada, ultimando los preparativos de mi muy probable suicidio. Y es que la verdad, con el precio que voy a cobrar con este trabajo, no cabe duda de que no va a ser tan fácil como la vez que tuve que entrar en un prostíbulo y llevarme un diario personal de una de las chicas. Aquí no me iban a servir tretas baratas como disfrazarme o aprovecharme de un despiste de los guardias, porque sin lugar a dudas habrá muchos más en el interior.

Por un momento, evoco la cara del hombre que me contrató ya hace varias noches, y vuelvo a repasarla en busca de alguna expresión que me deje claro que todo lo que estoy haciendo es para que me cacen con las manos en la masa y no por posibles delitos, aunque tampoco iba a ser mucha la diferencia, pues probablemente la pena me caiga igual. Centrate, me digo a mí misma volviendo a la realidad, y vuelco mi mirada en los tres posibles accesos que he podido localizar durante mis investigaciones de estos días.

Por un lado, la entrada más directa, por la puerta principal y unos guardias que tienen la mala tendencia -para su patrón- de sentirse adormilados a estas horas de la noche, donde poco hay que hacer porque a nadie se le ocurriría entrar... a parte de a mi. Y una vez pasada esa dificultad, quedarían de todas formas todos los demás posibles guardias que recorran la estructura interna. Vale que es el camino más rápido a mi objetivo, pero también el más peligroso. En segundo lugar, hay una ventana a la que le he echado el ojo y que estoy segura de poder alcanzar escalando sin mucha dificultad, y la habitación que da está en desuso al parecer, así que sería tan sencillo como salir desde ahí por los pasillos hasta el tesoro, esquivando guardias pero menos que desde la entrada. ¿El principal riesgo entonces? Que me cacen mientras subo, lo cual sería muy sospechoso y una muy mala posición para huir. En último lugar me quedan las torres de la muralla, lo que implica subir un tanto más y dar un rodeo, pero es una zona que suele estar más desalojada en los castillos. Pero la subida es más larga, y arriba tiende a haber al menos un guardia haciendo una ronda. Vuelvo a plantearme las posibilidades mientras reviso mi equipamiento y me decido.

Avanzo en silencio hacia el muro, sujetando el equipo que voy a usar en la mano para que no haga ruido chocando con nada, y me sitúo bajo la ventana por la que pretendo entrar. Una vez segura de que nadie se va a fijar en mí, me apoyo en la primera de las rocas y utilizo uno de los pequeños ganchos que llevo conmigo para clavarlo en el pequeño hueco entre piedras. Y así, aprovechándome de las cavidades que toda muralla tiene, asciendo sin prisa pero sin pausa en dirección a la ventana, mi objetivo, usando un gancho en cada mano y aprovechando bien cualquier pequeño resquicio para meter un pie y seguir subiendo. Quinientas monedas, mucho, mucho dinero.

El pasillo del muro era frio, alli arriba el viento azotaba con fuerza, pero por fortuna la entrada a la torre no era muy lejana. Dentro de la torre, era todo oscuro, escaleras apenas iluminadas por unas antorchas que hacian danzar a las sombras. Un guardia se alejaba siguiendo su patruya y al otro lado, descendiendo una puerta que le permitiria llegar hasta la Sala del Homenaje y de alli llegar a la armeria del Lord y conseguir la famosa espada.
Se deslizo con maestria por la puerta, bajo las escaleras ocultandose cuando oia pasos acercarse y tras un lento descenso, llego a la sala del trono, cruzo toda la sala sin despertar a los caballeros que alli dormian y se colo por la puerta trasera. Avanzo hasta la siguiente puerta, ignorando las entradas que tenia a izquierda y derecha, cuyas austeras decoraciones las anunciaban como cocinas, baños o despensas.
Finalmente llego a la sala de los tesoros, que era protegida por un gran porton y un guardia medio dormido en pie.

Aprieto mis labios para evitar una sonrisa, ya que lo más fácil de la misión está casi completado, pero todavía queda la parte difícil. Me muevo por los corredores a paso rápido y ligero, procurando hacer el menor ruido posible, y echando un vistazo rápido tras cada esquina, evitando así toparme con guardias u otras personas que pudieren dar la voz de alarma, aunque a estas horas de la noche hay más bien poca gente. Incautos, pienso para mí mientras avanzo hasta casi mi objetivo, y me topo con un único guardian de la puerta. Escondida tras una esquina, preparo en pocos segundos el material que voy a necesitar para forzar la puerta, y saco una pequeña porra de cuero como arma contra el guardia. Una vez todo está listo, respiro hondo un par de veces, y me lanzo a la carrera contra el guardia antes de que pueda reaccionar.

Para el momento en que me ve venir es ya tarde, pues salto sobre él con el arma preparada, y lanzo mi ataque directo a su cabeza, golpeando con fuerza y sumando el daño de mi golpe al causado por su casco, tumbándolo de un solo movimiento certero. Luego, sin tiempo que perder por si el ruido ha atraido a alguien, guardo la porra entre los pliegues de la ropa y me pongo con la cerradura, tratando de abrirla para poder pasar hasta mi objetivo...

Alli estaba, la gran sala de tesoros de Lord Talamanca. A la derecha enormes tapices narraban las historias de los objetos alli presentes: Espadas, armaduras, joyas, una gran variedad de objetos de gran valor y en medio de la sala, dominando a lo demas, estaba la espada con su filo negro, perfectamente tallada, cuidadosamente afilada, con rubis y esmeraldas en su puño de oro que terminaba en forma de dragon. Una espada magnifica cuyo precio, solo en materiales superaba las mil monedas.
No habian guardias, ni tampoco se apreciaban señales de trampas. Al parecer estaba ya frente a la espada, solo restaba acercarse y tomarla.

Sonrío cuando escucho a la cerradura cantar su apertura, y paso al otro lado guardándome las herramientas que había necesitado hasta ahora, para contemplar... -¡Oh, por Laki..! -la plegaria se me escapa de la boca, observando omnubilada el botín que se encuentra frente a mí. Con unas pocas de esas joyas, incluso las menos valiosas de estas baratijas, y podría vivir sin problemas el resto de mi vida. Y el señor del valle lo tiene todo almacenado junto, ¡y con una seguridad desastrosa! ¡¡Hasta un niño podría haberse colado, casi!!

Tardo un instante más en poder volver a centrarme, rodeada como estoy de tanto lujo y resplandor, y me centro en mi objetivo. Sí, es cierto que podría apropiarme de todo esto, pero no entra dentro de mi trabajo. Y salirse del trabajo puede conllevar consecuencias desastrosas. Compruebo una vez más la ausencia de guardias y otras interrupciones, y luego me acerco hacia mi encargo. -Quinientas monedas, sí, ya. Y yo me creo que la quiere por su "cotizado" hierro. -pienso para mí. Ya llegará el momento de ajustar cuentas. Mientras tanto, saco una pequeña manta gruesa que me he traido enrollada a la cintura, para poder portar la espada sin peligro de cortarme o que me descubran por su brillo, y me acerco para reclamar lo que he venido a buscar.

Diana tomó la espada en sus manos. Era ligera y hermosa, una gran obra. La escondió; ya tendría tiempo de observarla mas tarde, cuando escucho un ruido en la puerta. No había otra salida. Aquel escondite no contaba con ventanas, ni puertas traseras, tal vez alguna secreta, pero era difícil de saber donde estaría.

La verdad es que por un momento, siento una punzada de dolor en el pecho por lo que estoy haciendo... robar una espada así, para luego dársela a un desconocido, por unas míseras quinientas monedas... un crimen. La manufactura de esta espada, su maniobrabilidad, sin lugar a dudas el arma vale mucho más, y pienso pararme un buen rato en uno de mis escondites para valorarla bien, y no dejar que el esfuerzo que estoy realizando valga tan poco. -Y hablando de esfuerzo, parece que alguien ha encontrado al guardia ahí fuera, y no tengo tiempo como para ponerme a buscar los caminos secretos del castillo... -pensando en ello, la única solución que se me ocurre es avanzar hacia la puerta procurando hacer el menor ruido posible para ver con quién me enfrento, o cuánta gente tengo delante. Porque si la cantidad es elevada, ciertamente me va a ser muy arduo el conseguir escapar de aquí.