Partida Rol por web

Mercado de Tunber, tercer dia de la primavera.

Si alguien queria algo, sabia que en Tonbur lo encontraria. Este no era el caso de Alayne, pero si el de muchos comerciantes, mayordomos, escuderos, criados y doncellas. Tonbur, disponia del mejor mercado existene en toda Alcebia.
En las calles los puestos abundaban, decenas de decenas de tenderetes exponian sus mercancias y las anunciaban a pleno pulmon. Cientos o miles de personas acudian para comprar toda clase de productos. Si un extranjero llegaba con productos exoticos, sin duda, en Tunber encontraria a quien colocarselos.
Aleyne paseaba por las calles, viendo todo el bullicio, sorprendiendose al ver como las personas corrian como liebres que huelen una buena berza, cuando uno de los vendedores ofertaba algo.

Dos meses hacían ya desde que las Islas Cangrejo habían sido tomadas. El camino hacia el Castillo de Talamanca se me estaba haciendo eterno. Apenas cabalgaba de noche debido a mí desconfianza hacia todo, evitaba viajar en solitario, más bien en grupos de tres o más personas, cerciorándome además de que fueran buenas personas y gente de honor que no intentaran hacerme cosas indebidas.

Llevaba un equipaje sencillo: vestía con un cuero endurecido tintado de verde y algunos remaches de adorno encima de una camisa ajustada de un tono verde más oscuro. Una mochila sencilla a la espalda donde iban metidos los pertrechos y demás útiles para la supervivencia. Los calzones eran marrón claro, sujetados por un cinto del que colgaba una bolsita de monedas y una maza con puntas metálicas capaz de hacer retorcer a cualquiera. Calzaba unas botas altas con cordones entrecruzadas. El pelo, lo llevaba suelto y liso, demasiado cuidado como para haber estado de viaje. Iba investigando con mis ojos grisáceos todos los tenderetes en busca de las provisiones baratas y palpándome la bolsa cada dos por tres por si acaso algún carterista se atreviera a robarme...

Las calles del mercado eran un autentico caos, un bullicio que cansaba a cualquiera que no estuviera acostumbrado y el peor sitio para pasear. Ladronzuelos y carteristas abundaban por doquier, tambien damas de distintos precios, juegos de azar para los mas atrevidos, casas de especias, herrerias y posadas, decenas de posadas.
Tras un largo paseo, una extranjera se percataba de que Tonber era enorme, al menos en comparacion con los otros pueblos de la region y tambien, de las Islas del Cangrejo.
Alayne compro algo de comida para el viaje, el Castillo de Talamanca estaba a dos dias a pie y uno a caballo. Alayne tenia caballo. Su audiencia con el Lord estaba cercana.

Ya tenía suficientes provisiones para el día y nada más me retenía en el mercado. Bueno, si hubiera tenido más dinero me hubiera comprado algunas piezas de armadura más resistentes pero tenía que reservar algo para la vuelta por si caso. Lo mismo Lord Olwen me envía a freír espárragos. Así que, con las mismas, seguí tirando de las bridas del caballo hasta la salida del pueblo donde poder montar. Con suerte, encontraría a algún mercader que necesitara escolta...

Alayne dejó atrás el pueblo. No era la única que se marchaba esa mañana. Algunos mercaderes y campesinos también lo hacían.
- he venido a vender mis lanas - le explicó uno de ellos - ya no tenemos nada más que hacer por aquí - terminó la frase otro.
Los mercaderes, por su lado, disponían de otros motivos - nos alejamos antes de que gastemos en juego, bebidas y banquetes el dinero que tanto nos cuesta gastar - señalaba a sus jornaleros - estos son demasiados incontrolables cuando no tienen que hacer.
Pese a no encontrar un mercader, un comerciante o un grupo de campesinos que pagaran por ser escoltados, si que encontró abundancia de compañia por el camino. Tal vez por eso mismo nadie requiso de sus servicios, la carretera estaba demasiado poblada para los asaltadores.
Al final del día, cuando el sol ya se ponía, llego al castillo. Una gran fortaleza llena de actividad y de guardias. Algo sucedía, algo que no era bueno...

Tras disfrutar de algunas historietas locales y algunos chistes entre los mercaderes que ya se conocían, el día junto con el viaje se me hizo corto y ameno. A veces incluso me olvidaba de los problemas y los males que debían estar sufriendo mi familia. Bajé del caballo y lo tomé por las riendas. Tomé aire para armarme de valor antes de comenzar a andar hacia la fortaleza, no estaba acostumbrada a tanto movimiento y parecía que pasaba algo... Pero la prioridad era hablar con el soberano o pedir cita cuanto antes...

Alayne atravesó el umbral y la llevaron hasta una sala de algún noble. Era lujosa, cargada de costosos detalles; candelabros de oro, tapices gigantes, sillas de roble, una gran chimenea de finos tallos, sofás y sillones de suave terciopelo.
El mayordomo que la guió hasta allí le dijo - espere que en breve vendrán a escucharla.

Por la puerta entró un hombre, sus ropas eran formales, pero no lujosas. Las entradas de la frente le concedían mas edad de la que tenía.
- Bienvenida al Castillo de Talamanca. El Lord en estos momentos está... ocupado y no puede atenderos, pero espero seros de ayuda, tengo entendido que venís de las Islas del Cangrejo, unas buenas tierras, decidme, ¿en que puedo ayudaros?
Su tono era amable, educado, servicial, sin desentonaciones y con un buen ritmo a la hora de hablar. No había llegado a Consejero por favores, si no por su buen servicio.

Esperé en aquella sala ostentosa llena de colores, con oro y todo tipo de comodidades. Observé todo con cuidado y con mala cara. Nuestro pueblo pasando mil infiernos, otoños con vientos desfavorables para la pesca y aquí en la capital viviendo como reyes... Nuestras salas eran lo contrario a ésto. Eran austeras pero con objetos de utilidad y sencillez. Escuché los pasos tras de mí, acercándose a la puerta y me giré para escuchar su presentación.

-Sí, soy Alayne Vash, hija de Kenneth Vash, señor de las Islas Cangrejo -confirmé a aquel señor- O lo que quedaban de ellas -agregué finalmente-. Varios grupos de piratas llevaban asolando nuestras costas varios días y cuando acabábamos con unos, venían otros por otro lado. Era como si nos tuviesen rencor. Y al final se pusieron de acuerdo para desembarcar y llevarse todo... -apreté la mandíbula con fuerza y bajé la mirada-. Necesitamos ayuda -concluí por si no fuera obvio-.

Alester se mesó la barba, mientras andaba pensativo por la habitación - piratas... mmm... - pensaba en voz alta. De repente frenó, se dio la vuelta y manteniendo la mano sobre la barbilla; costumbre del pensador, le pregunto - ¿y que ha sido de Lord Kenneth? - tal vez estaba muerto, fuera como fuere, lo interesante para el Consejero era que había enviado a su hija, no a un caballero o un general - ¿por que tu? - pregunto pensó en voz demasiado alta, tanto que confundía, ¿era un pensamiento o una pregunta?

Torcí los labios a un lado en gesto pensativo mirando mis pies. La verdad es que aquella pregunta me pilló por sorpresa y nunca, en todo el camino, me había preguntando el por qué. No sabía que responder, así que volví a mirar al consejero a los ojos y me encogí de hombros.

—La verdad, es que no lo sé... Quizás paso más desapercibida que un general o un caballero —intenté intuir con todo lo que mi cabeza daba de si—. Poca gente sabe que soy hija de un Lord y eso hace que muchos bandoleros no me quieran secuestrar por mi valor en un rescate —continué añadiendo más chicha a la idea—. En cuanto a mi padre, espero que esté bien, no he vuelto a tener noticias de ellos por eso quiero volver cuanto antes con algo de ayuda. Nuestra familia... siempre ha sido muy servicial pero no ha recibido mucha atención las últimas décadas. Por favor...—

- Interesante estratagema - seguía mesándose la barba - algo atrevida, pero ha resultado, si esa era su intención - el consejero parecía impresionado, sin embargo, el rostro le cambió cuando escucho la franqueza de la mujer - cuidaos de aquello que decís - le advirtió el hombre, aunque sonaba con claridad a una amenaza - ignoráis muchas cosas. Las islas del Cangrejo solo son una de las preocupaciones del Lord y tal vez, ni tan siquiera la más importante en estos momentos, me atrevo a decir. Si os da audiencia, ahorraos esas mordaces. - Se hizo el silencio. Antes de darle oportunidad de protestar irrumpió de nuevo - Me caéis bien, os ofreceré mi apoyo, pero para tal hecho, tengo que pediros algo antes. Alguien ha tomado algo que pertenece al Lord desde su nombramiento. Decenas de caballeros e informantes andan agitando la región para encontrar dicho objeto.
Los ladrones, sin duda alguna, se esconderán ante la llegada de cualquier caballero, pero vos, habéis demostrado tener gracia para pasar inadvertida. Portar un mensaje a Mermet, a dos días de camino y os conseguiré una audiencia y contaréis con mi apoyo.
El hombre extendió la mano y en ella estaba la carta. Un sobre sellado con cera y sobre ella, la marca del Consejero del Dominio, Alester.

No hacía falta ser un ingeniero o un gran pensador para echar cuentas y deducir que tal viaje me llevaría más de cuatro días. No volvería a pisar Islas Cangrejo hasta dentro de... impensable. Mi familia corría mucho riesgo y este consejero me estaba usando como mensajera de otras ciudades en vez de mandarme a mi tierra con efectivos. Apreté la mandíbula con fuerza, tragándome los pensamientos y las ganas de abofetearle. Agarré la carta e inspeccioné el exterior, allí estaba el sello por lo que si lo abría se notaría que había mirado su contenido. La curiosidad me picaba, y mucho, pero no podía abrirlo, ni siquiera durante el viaje...

—Mermet... —repetí para que viera que me había quedado claro—. Confío en vuestra palabra, mi señor —pero como me engañéis... conoceréis mi ira. Hice una leve reverencia y marché con la carta hasta que me dí cuenta que no sabía en qué dirección partir, de hecho estaba oscureciendo por lo que al saber que podría haberme ocurrido por la noche. Volví tras mis pasos para encontrarme de nuevo con Alester—. Eemmh, ¿hacia dónde queda el lugar donde se encuentra Mermet? Y, ¿cuál es la posada que mejor me recomendáis?