Partida Rol por web

La sombra del interior de la sala, avanzaba lentamente, silenciosa, casi invisible. Pero quien la esperaba, era tan despierto como su contrincante y mientras sacaba algo con cuidado de su bolsillo, le dijo - ¿Quién eres tú? - la voz era suave y clara, alcanzando al objetivo con eficacia, pero sin llegar a alertar a nadie.

Me detengo un instante al escuchar las palabras de quien tengo enfrente, que por su tono parece querer llamar más bien poco la atención... o distraerme. Aprovecho también la parada para llevarme la mano derecha por entre los pliegues de la capa hasta la porra, por si necesito noquearlo y salir corriendo. Usaría mi adquisición, pero luego tendría que limpiarla y sería un verdadero engorro. Entrecierro los ojos, y me acerco al desconocido que ha hablado con pasos lentos y seguros.

-Soy una que camina entre las sombras. ¿Ante quién respondes? -converso en el mismo tono. Es cierto que no hay tiempo que perder, pero ayudaría saber si forma parte de la guardia, y entonces distraerlo para librarme de él, o existe otra manera de solucionar este conflicto y salir de aquí antes de que lleguen guardias de verdad. Y además de eso, ya he alcanzado la porra.

Soy la mano que se cuela sutilmente en los bolsillos ajenos para entregar sus pertenencias ante Laki y sus infantes

Contesto, esperando que entienda que me refiero a la Orden de los Ladrones. ¿cómo había llegado antes que yo? sin duda era bastante buena, pero tenía que conseguir esa espada. No quería tener que usar la violencia, y menos contra un amante de las sombras. Tendría que dar un cambio al plan.

¿Encargo o placer? 

Le inquirí a la extraña ladrona, intentando averiguar cuales eran sus intenciones. Era directo y arriesgado, pero el tiempo no sobraba.

¡Un compañero! ¿Qué demonios hace aquí? ¿O acaso..? Y preguntar tan directamente, al menos sabe que la situación no es la mejor. Lo estudio otra vez desde otra perspectiva, y luego hablo rápido porque en cualquier momento pueden, no ya descubrir mi rastro, que apenas he dejado alguno, pero el rastro que él haya podido dejar.

-Hermano, que Laki nos asista. Estoy aquí por encargo, y ya lo tengo conmigo. Si lo que buscas está aquí, date prisa en cogerlo pues yo no tengo nada más que lo mío, y déjame marchar ya. Si por el contrario, buscas la espada del señor... -y viendo su expresión, probablemente así lo sea- era mi encargo, y lo mejor será que salgamos ya de aquí antes de hablar cualquier cosa. El rastro de uno es fácil de ocultar, pero dos siempre destacamos más. Y ahora, sea lo que sea lo que te ha traido aquí, me marcho ya. -Terminando de hablar, hago el amago de salir por la puerta aun con la mano en mi arma. Me sorprendería un ataque, pero nunca está de más ser precavida.

Sin duda era un contratiempo inesperado. ¡creia que sólo yo tenía este encargo!

No te equivocas, también es mi objetivo, pero hablémoslo en un lugar menos comprometido. Entre los servidores de las sombras siempre debe haber entendimiento le contesté, sopesando en su actitud si quizá podríamos llegar a algún tipo de acuerdo una vez saliéramos de allí.

Yo tenía su descripción física, y sabría encontrarla, por lo que, por poco que me gustara, si me era necesario podría urdir una treta debido a mis habilidades como bardo para ponerla contra las cuerdas. Claro está que prefería ganar un aliado a un enemigo, aunque eso me costara el cincuenta por cien del botín.

Viendo que parecemos estar de acuerdo en salir de aquí, continúo mi amago y me marcho de la sala del tesoro por la única puerta. Fuera, confirmo si el vigilante al que he tumbado sigue ahí, y me planteo cual podría ser la mejor forma para escapar.

-Yo me he colado por una ventana, ¿por dónde has entrado tú al castillo? Sería bueno no salir por los mismos puntos por los que hemos entrado, porque puede que haya algún guardia vigilándolo.

Asintiendo le dije la ruta que habia tomado. Creo que sera mejor salir juntos y alejarnos del castillo le digo, y acto seguido mi mente comienza a trabajar a toda velocidad buscando la mejor via de escape.

Ambos rateros, dama y señor de la noche, capitanes de las sombras; ladrones, llegaron al exterior del castillo sin mucha dificultad. Los guardias eran fácilmente evitables o mejor aun, dormían.
Pasaron una hora recorriendo los pasillos, trepando los tejados, descendiendo las murallas, hasta que se perdieron en las nocturnas y silenciosas calles, por donde solo quedaban algunos pobres vagabundos, putas, borrachos y los centinelas que recorrían las calles.
Finalmente llegaron a un callejón, donde poder resolver el trato, pues ambos ladrones buscaban el mismo botín.

Una vez en lugar seguro, ya en el callejón, me apoyo en la pared, con los brazos y las piernas cruzados.

Bueno, creo que aquí tenemos un pequeño inconveniente. Resulta que, por azares de la vida, llevas mi encargo en tus manos, encargo que, por cierto, iba a proporcionarme una feliz retirada por un tiempo de los riesgos de nuestra vida. Aún así, me pongo en tu posición, y comprendo que también te habrán ofrecido una sustanciosa recompensa por el encargo, así que estaría dispuesto a llegar a un acuerdo Le digo a la joven, tanteando su disposición a llegar a un trato.

El recorrido es mucho más tranquilo de lo esperado, y durante todo él voy pensando cómo solucinar este entuerto. ¿Es que esa maldita sombra no pensaba que podría hacerlo yo solo? Cuando llegamos a un callejón oscuro después de alrededor de una hora de travesía desde la sala del tesoro, aun cargando con el paquete me apoyo en una pared y le dejo hablar primero, ya que es él quien ha llegado más tarde. Menos mal que, después de varios días planeando, decidí ir esta noche y no mañana, o me hubiese dado con un canto en los dientes.

-Quinientas monedas de oro no es una sustanciosa recompensa. Con eso me podría jubilar para una década y seguir viviendo de forma lujosa. Y no me hables de forma tan pomposa, que no soy una noblucha.-Me vuelvo a sumir en mi mutismo, rumiando las opciones y tratando de dilucidar cómo salir de este entuerto sin que me clave una daga, o procurar que no se la tenga que clavar yo a él. -Si quieres lograr un trato, ya puedes ir largando quién te contrató, cuándo lo hizo... y cómo te encontró. -Y como sea el mismo, y me contratase a mí antes, se va a enterar de lo que pasa por no confiar en Diana Once.

Me parece justo. Recibí el encargo hace un par de días por medio del Visible de la ciudad, no se me comunicó el por qué del robo, ni tampoco me interesaba saberlo. Trescientas monedas fue mi botín prometido, como verás una suma nada despreciable, con la que podría vivir tranquilo una temporada dedicandome a mis divertimentos.

Hablé tranquilo y pausado, aún apoyado contra la pared. Quinientas monedas... no era tampoco despreciable, para nada. Incluso la mitad de su botín era tan suculento como el mio. Rápidamente el inicio del que podría ser un astuto plan comenzó a forjarse en mi mente, pero era mejor no desvelar nada todavía.

Como podrás ver tu botín es superior al mío, así que si lo dividiéramos a mitad, seguiríamos ganando lo suficiente como para retirarnos tranquilamente un tiempo. Aún así me toca preguntar a mi. ¿Quien te contrató? ¿Hace cuanto, y para que queria el objeto? Ah, y perdona mi forma de hablar, es la costumbre de tratar con muchos tipos de gente.

Suspiro aliviada. Por un momento había temido que el hacedor del encargo iba a ser el mismo, pero parece que no es así. Sin embargo, su orden viene directa de un visible... lo cual enreda todo el asunto, por tratarse de un tema más oficial que mi trabajo. Pero supongo que si se ha sincerado, bien puedo hacerlo yo. Además, aparte de una petición de cobro, no le debo nada al contratista.

-Me lo encargaron hace cinco noches, cerca de palacio. El contratista es anónimo, no me reveló mucho más de qué era el encargo, y el precio por el cual compraba mis servicios. Como entenderás, tamaña suma hace que muchas preguntas desaparezcan. Lo único que me dijo es que ya tenía un comprador. -Me balanceo apoyada en una pierna contra la pared, mientras echo mano a mi captura. -De todas formas, cuando cogí la espada de su pedestal me quedó bien claro que solo en materiales ya vale el precio de nuestros dos encargos juntos. -Agarro con fuerza la empuñadura por encima de la tela, sujetando el filo hacia abajo, mientras delibero sobre mis próximos pasos. Ahora mismo, lo que menos quiero es tener un altercado con un botín tan suculento a la vista, así que se me ocurre una idea aceptable. -Podría cumplir mi encargo y cobrar las ganancias de todo ello, dándote cien monedas como comisión por dejarme hacer. Después, dado que es un externo a los Hijos, te brindo mi apoyo por tu amabilidad en forma de recuperar el paquete y podrías partir libre para entregárselo al Visible, cobrando el precio e igualando las ganancias que yo tengo. Ganaríamos lo mismo, aunque con más dificultad en tu parte que en la mía, y siempre se agradecen un par de ojos más para asegurar que el trato se cumple de acuerdo con lo dicho. -Para ser una chica de la calle, qué buenas ideas se me ocurren de vez en cuando, pienso felicitándome a mí misma por el plan. -¿Qué te parece ese trato?

Yo no podría haber ideado un plan mejor, y de hecho estaba apunto de plantearte una solución muy parecida- Le dije, dejando mostrar en mi voz un ligero toque de sorpresa a la vez que de respeto. Sin duda es mucho mas buena de lo que esperaba me dije a mi mismo.

Me impulsé con la pierna que tenia apoyada en la pared para dar un pequeño y ágil salto hasta el centro del callejón. -En todo caso, estaré a la distancia suficiente para aparecer en caso de necesidad, nunca sabes cuándo puede torcerse una situación- Comenté sinceramente. -Quien sabe, quizá después de todo esto, podamos volver a trabajar juntos en otro encargo- Le suelto con una leve sonrisa, contento de poder solucionar nuestro embrollo de la mejor forma posible.

Extiendo una mano abierta al centro del callejón, esperando que mi inesperada socia estreche. -¿Entonces tenemos un trato?-

Muestro una media sonrisa picaresca ante la idea de tener alguien en la sombra cubriendo mis pasos, y luego me acerco a él en medio del callejón. Con una desconfianza clásica, y de forma llamativa, observo ambos lados de su mano en comprobación de que no lleva armas ni mecanismos escondidos, y luego le tiendo la mía antes de estrechársela para sellar el trato. No es que desconfíe de él especialmente, pero en nuestro mundo nunca sabes de quién puedes fiarte y quien no hasta que es lo suficientemente tarde.

-Tenemos trato, entonces.