Khaled buscó con la mirada a Uthgerd. En su lugar, se topó con Volshyene y Thadeus, ambos con las mochilas preparadas y las sillas de montar al hombro, listos para partir. No hacia Cauce Boscoso, sin embargo, sino en dirección al Valle de los Menhires. Farengar convocaba a todos los magos cercanos para investigar una "anomalía mágica".
Con Khaled no había contado. Debía ser inconcebible para el hombrecillo que un espadachín fuera capaz de lanzar conjuros. No se sintió ofendido en esta ocasión; no iba a desviarse de su camino por lo que esperaba que fuera solo otra exageración de la mascota arcana de Balgruuf.
—Supongo que Balgruuf ha cosentido. Ya nos las apañaremos.
Perder a los dos magos, ambos bastante más capaces en el desempeño arcano que Karin o él mismo era un golpe para el grupo, especialmente si tenían que enfrentarse, como esperaba, a los lanzadores de conjuros de los thalmor. Pero, como había dicho, se las apañarían de alguna manera.
- No parece que haya muchas opciones, descansemos ahora de la batalla, y continuemos al anochecer. Khaled, estaría bien que nos contases lo que sucedió en Cauce Boscoso.
Karin suspiró. Vol era una de sus "muy mejores amigas" en Carrera Blanca, y Thadeus alguien que disfrutaba tramando y haciendo trastadas políticas tanto como ella. Se quedaba con Elynea "Mirada-asesina", con Khaled el Sutil y con Suro Cobro-por-palabra. Bueno, al menos sería el indiscutible centro de atención, mas había algo que la escamaba un poco.
- Aquí todos sabemos algo de magia, creo - dijo - supongo que te refieres sólo a magos titulados y pomposos, ¿no? - guió un ojo -. Bueno, tenemos trabajo, así que ya oiréis la canción y lamentaréis no haber estado
¿Y con quién iba a hablar de aquel fantasma que la acechaba? ¡Por lo que ella sabía las dos únicas personas con más empatía que una piedra acababan de anunciar que se marchaban!
"Ojalá estuviera aquí K´dan" pensó "él siempre sabía qué hacer"
Khaled apoyó la espada y el morral sobre un barril, soltó las correas de la coraza y se la despegó del cuerpo con cuidado, evitando volver a abrir las heridas todavía tiernas que había cerrado la magia curativa de Elynea.
Los magos y los vigilantes se habían marchado, dejando solos a los cuatro thanes y Uthgerd. Alcanzó la botella de vino y echó un buen trago mientras se deslizaba con la espalda por la pared de la cueva hasta quedarse sentado.
—Cuando llegamos a Cauce Boscoso —comenzó su relato, sin más preámbulos—, nos detuvieron en la puerta de la muralla una pareja de gilipollas de orejas picudas y armaduras brillantes. Tenían órdenes de mantener fuera a cualquiera que quisiera entrar, y estaban encantados con ellas. Ni siquiera sirvió de nada mencionar que era thane de la comarca y estaba en misión oficial. Creo que les ponía más cachondos todavía, si era posible.
»Al menos, nos informaron de lo que estaban haciendo —prosiguió después de dar otro trago—. Habían capturado a una peligrosa terrorista y la estaban interrogando en la posada. Delphine, la dueña del Gigante Dormido, supongo que la conoceréis. Era amiga de mi padre; ambos fueron aventureros durante su juventud. Me desvié hacia allí por mi cuenta para preguntarle si se había enterado de toda la mierda de Helgen y sabía algo que nosotros desconociéramos, y de paso por si se había topado con vampiros en sus años de correrías y tenía alguna idea de cómo ayudar al chaval.
Puso el corcho en el cuello de la botella, apretando con el pulgar hasta encajarlo y se la lanzó de nuevo a Karin.
—Es una amiga, así que a la mierda llegar a Helgen sin causar problemas —dijo, encogiéndose de hombros—. No les di la oportunidad de escaparse detrás de unos matorrales a aliviarse las ganas. Les advertí de lo que iba a pasar si no nos dejaban pasar, y se empeñaron en su actitud, así que se cumplió mi profecía y acabaron tras los matorrales de todos modos, aunque muertos.
»En el pueblo, Camila y Lucano, de la tienda, nos explicaron lo que había pasado. Al menos una docena de esos elfos hijos de hienas, magos entre ellos. Iba a organizar a los pocos cauceños que sabían qué hacer con un arma, pero Uthgerd me convenció para regresar a buscaros. Y si Uthgerd quiere perderse una pelea, es que no es una pelea que pueda ganar. Y si no ganábamos, no le servíamos de nada a Delphine. Como poco. No hubiera sido sorprendente que hubieran acabado cargándose a todo el pueblo aprovechando la excusa.
Khaled hizo una pausa. Ojalá hubiera podido relatar cómo dejó a los pobres Delphine y Orgnar con la tarea de librarse de una alfombra de cadáveres de altmer y limpiar su sangre del suelo. Pero no había nada de eso.
—Han pasado algunas horas, y más que pasarán hasta que estemos en condiciones de cabalgar hasta allí —reconoció, apretando los dientes en una mueca de frustración—. No quiero imaginar qué habrá sido de Delphine para entonces, ni si los thalmor seguirán en Cauce Boscoso, pero tengo que ir y verlo con mis propios ojos.
- Parece que todos los antiguos amigos aparecen de golpe con urgentes necesidades de ayuda. Te pasas meses sin encontrar un trabajo ni un encargo, y de repente surge todo de golpe. Supongo que debemos ir por Cauce Boscoso, y si Delphine sigue con vida, llevárnosla con nosotros, para que al menos tengan que buscarla sin saber hacia donde fue...
Elynea agradeció enormemente librarse del peso de la armadura. Sin ella, la dunmer daba la impresión de ser incluso más pequeña. La constitución frágil de los elfos no parecía ser lo más lógico a encontrar debajo de la dura capa de metal.
Se frotaba las manos sobre el fuego, cubiertas por los mitones que siempre llevaba y escuchaba en silencio el relato de Khaled con una expresión medio sombría medio huraña y los ojos fijos en las llamas.
«¿Y eso era lo que no podía contarnos?» refunfuñó para sus adentros.
No sabía si por alguna extraña razón el guardia rojo se habría imaginado que le dirían que no, o pensaba que era asunto suyo y quería hacerlo solo, o a saber los dioses qué... pero esperaba que el motivo no fuera ninguno de esos porque se le antojaba absurdo. Él necesitaba ayuda, les pillaba de camino, ¿cuál era el problema?
—Thalmor—refunfuñó entre dientes como quien hace un apunte.
No pensaba que fuese la intención de Khaled pero llegaba un momento en que el término "orejas picudas" y "lo peor que ha parido Tamriel" parecía ir ligado entre sí. Los Thalmor eran Thalmor, y no todos lo elfos pensaban como ellos, es más, a su gente no la podían ni ver delante.
Cuando la conversación llegó a la parte de los muertos, casi se le salen los ojos de las órbitas.
En un esfuerzo supremo por morderse la lengua, casi se la mordió literalmente. Era maravilloso. Como si no tuvieran suficientes problemas... pero no quería ponerse a discutir. De nuevo. Estaba harta de discusiones, de gritos y de malas formas para lo poco que quedaba de día y parte del siguiente. Que le soltara el rapapolvo del siglo al guarda rojo por no usar la cabeza antes que la espada y pensar en las consecuencias de sus actos no iba a arreglar nada; lo hecho, hecho estaba.
—Nunca subestimes a un posadero—le dijo a Suro—. Y menos a uno capaz de sobrevivir a Khaled. Sigue viva.
«Espera, eso no ha sonado bien, ¿o sí?»
Suspiró mirando al cielo (al techo) Otra vez una buena intención explicada con la delicadeza de un mamut paseando por una cacharrería.
—Quiero... decir—rectificó peleándose con las palabras. Se cruzó de brazos y se recostó contra la pared que tenía detrás con la cabeza incrustada entre los hombros— . Que nos pilla de camino. Que necesita ayuda, ¿no? Te echaremos una mano y... Bueno, eso.
- Talos... - Karin lamentó para sí no recordar ninguna de las consignas de Heimskr para encomendarse. Sólo pudo decir el nombre de la deidad -. Khaled, estoy tan a favor de destripar Thalmor como cualquiera; pero creo que te has precipitado
Alzo una mano para apaciguar los ánimos antes de que el Guardia Rojo contestase.
- No digo que no hubiera hecho lo mismo en tu lugar, conozco a Delphine de un par de veces y tiene de "peligrosa terrorista" lo que tienes tú de rubio, pero ahora les has puesto sobre aviso, adiós a entrar y salir sin hacernos notar
Pero sonrió con crueldad. Eso no tenía por qué ser malo. Una buena pelea a muerte contra los Thalmor era siempre una canción bien recibida en las tabernas que frecuentaba. Puede que estuviera allí la llamada de la rebelión de Carrera Blanca. No era ningún secreto que Karin simpatizaba con los Capas de Tormenta, aunque no les idolatrara como a héroes, cosa que no eran.
- Creo que está de mas preguntar, pero por si quedase alguna duda: ¿Vamos a Cauce Boscoso?
Asintió varias veces a las palabras de Suro. Los problemas raramente llegaban solos. Era algo normal, en cualquier caso. La captura de Ulfric no había sido fruto del azar, sino de la agitación imperante en esos días. Se avecinaban tiempos duros para Skyrim, estaba convencido.
—Padre podría haber barrido el suelo con cualquiera de nosotros —dijo en respuesta al comentario sobre los posaderos de Elynea —. Quizás a todos juntos. Y no creo que Delphine le vaya a la zaga aunque ya no sea una mujer joven. Pero ya la habían capturado cuando llegamos.
Khaled contuvo el súbito deseo de mirarse en la superficie de la armadura asegurarse de que no se había vuelto rubio. Hizo un gesto con las manos destinado a quitar importancia a la preocupación de Karin.
—Mi intención era sacarla de allí —reconoció—, no largarme con el rabo entre las piernas. Contaba con una patrulla estándar, un justiciar y tres o cuatro matones, no un grupo de más de una docena de altmer.
A pesar de las dudas en los rostros de los thanes, no había pegas. Cauce Boscoso sería su siguiente destino, si los Divinos no estaban de mal humor.
—Vamos, sí. En cuanto estemos listos.