Partida Rol por web

—Lamento comunicaros que nuestra colaboración acaba aquí —respondió el Ojo de Magnus—. También ha acabado mi cooperación con los thalmor, si es eso lo que os preocupa. 

¿No tienes bolsillos del tamaño de un puño? Porque ése es el tamaño de mi Ojo de Magnus.

—¿Y qué vas a hacer ahora?—preguntó K'Dan.

No es que quisiera que el Ojo de Magnus les acompañase, pero era evidente que se trataba de un artefacto muy peligroso. Lo suficiente como para que hasta el perezoso khajita se planteara hacer algo y evitar que campara a sus anchas. Aunque eso implicara un sinfín de problemas.

Pero primero esperaría su respuesta a ver si le convencía. Quizás por una vez tenía suerte y las cosas tomaban el camino fácil. Y tampoco es que pudiera ponerse exigente. La mayoría de ellos se mantenía de pie a duras penas.

—Esta unidad lamenta comunicarle que esa información no está disponible. ¿Desea hacer alguna consulta más?

»Para iniciar el proceso digan en voz alta "afirmativo".

Así que puedes ocultar información, ¿eh?

Khaled clavó la mirada en la diminuta esfera flotante.

¿Conocéis la historia de cómo los humanos se establecieron por primera vez en Tamriel? Ysgramor y su gente llegaron a Skyrim, desde Atmora. Aquí fundaron Saarthal, el primer asentamiento humano del continente, mucho antes de que colonizaran las tierras del sur y el este, y los Ra Gada llegáramos de Yokuda.

Es probable que no levantaran Saarthal de la nada, sino que lo construyeran sobre algo que ya existía. Ruinas, quizás, o una ciudad de los elfos de las nieves. Y allí encontraron un poderoso artefacto, que decidieron dejar donde estaba.

Algunos teorizan que la destrucción de Saarthal no tuvo como objetivo exterminar a los humanos, sino que los elfos de las nieves invadieron la ciudad buscando ese artefacto. Pero no lo encontraron; Ysgramor y sus hijos lo mantuvieron oculto.

¿Estoy en lo cierto, Ojo de Magnus?

Khaled hizo la breve exposición sin apartar la mirada del Ojo de Magnus. No podía saber con seguridad que fuera lo mismo, pero no podía ser otra cosa. Incluso el cronoexplorador parecía aterrado de aquella esfera parlante.

¿Qué sucederá  con Numidium cuando detengamos lo que ha iniciado Reilien? preguntó al Ojo. ¿Dejará de estar en fase con nuestra Era, como Alduin?

—Khaled, igual simplemente los Dwemmer lo concibieron para que no diera determinada información a cualquiera—dijo Elynea—. No tiene por qué ser algo que decida hacer.

Y de todos modos no sabía qué tenía que ver aquello ahora. Alduin seguía por ahí, no podían perder más tiempo ni tampoco es que fuera momento de ponerse a desentrañar los misterios de aquel extraño ingenio parlante, los dichosos dwemmer y sus dichosas ruinas.

Se iba a quedar ahí... bien, pues que se quedase allí. No es que le hiciese gracia la idea porque resultaba algo rara pero tampoco estaban en condiciones de más guerra contra posibles mecanismos de defensa dwemmer. Al menos parecía que no iba a volver a colaborar con los thalmor. En el peor caso sería un problema para otro día.

Y si no, que el Colegio de Magos moviese el culo y deshiciera el entuerto que habían liado sacándolo de Shartaal. Ellos ya habían hecho bastante evitando de milagro que la existencia se fuese al infierno.

Aunque había algo que no había causado reacción y la estaba empezando a inquietar así que lo preguntó directamente.

—Una cosa más... antes dijimos que nos gustaría que después de revertir el proceso iniciado por Reilien esta máquina quedase inutilizada y no pudiera volver a usarse. No hay problema con eso, ¿verdad? ¿Y por casualidad existe algún mecanismo para ese fin?

No era igual de fácil ponerse a dar golpes como trogloditas que pulsar un botoncito que fundiera los girochismes y cronotrastos de aquello. Peor lo que importaba era el resultado. Aunque ya que el Ojo iba a quedarse allí en Imrarlatz, quería tener claro lo primero porque como les surgiera otro problema ahora con el asunto empezaría a darle mordiscos a la pared más cercana.

El Ojo no contestó inmediatamente a las palabras de Khaled. Después de que Elynea hablara por él apostilló:

—La historia de Saarthal es correcta. Pero cabe destacar que el nórdico llamado... Ysgramor... y su pueblo eran muy primitivos y temerosos de una... magia... como la mía. Vosotros, en cambio, sois más sofisticados.

Fue como si el Ojo de Magnus esbozara una sonrisa tranquilizadora.

—La entidad Numidium dos punto cero no puede existir fuera de las mareas —insistió el orbe—. Desactivado el dispositivo, dejará estar en fase con el presente como dice el guarda rojo llamado... Khaled. Para iniciar el proceso digan en voz alta "afirmativo".

Y entonces sucedió lo más inaudito. ¡El Ojo de Magnus soltó una risotada!

—Ha-ha-ha. La dunmer llamada... Elynea... es muy divertida. Lamento informarle de que no existe ningún botón rojo para iniciar la cuenta atrás de la autodestrucción del núcleo. Espero que no esté decepcionada —dijo con el mismo tono monocorde de siempre—. Esta unidad no tiene ningún inconveniente en que destruyan el núcleo. Aunque deberán hacerlo al estilo... Ysgrammor.

De nuevo esa risotada.

Elynea no pudo evitar emitir un sonido rasposo por la nariz que no era otra cosa que una risa contenida. ¡Aquel artefacto podía soltar risotadas! Y el ruido que emitía al hacerlo era absurdamente cómico.

Aunque para cómico lo de que acabase de decir que era divertida. ¡Ella! ¡Divertida! ¿Qué sería lo siguiente? ¿Mamuts volando hacia las alturas en medio de la llanura de Carrera Blanca?

«Al menos también piensa que soy sofisticada... »

Lo que la preocupaba principalmente era el hecho de que tuviese algún problema con destruir la máquina... Y gracias a las lunas no lo había. Lo otro era secundario, tenían una nórdica al fin y al cabo. una nórdica hecha polvo pero daba igual; los nórdicos hacían que las cosas explotaran en pedazos con su mera presencia. Porque eran nórdicos.

—No, no estoy decepcionada—contestó—. Sólo quería eliminar la duda. No hay problema porque tengamos que inutilizar esto al estilo Ysgrammor.

Aquella cosa sabía hacer algo parecido a chistes. Condenados dwemmer

—En fin, creo que lo más importante lo tenemos resuelto. Cada minuto que pasa Alduin puede estar poniendo montones de vidas en peligro, terminemos con esta locura ya, ¿os parece?—dijo a los demás para asegurarse de que nadie tenía nada más que objetar—. Espero que os queden fuerzas para descargar algo de karma sobre el cacharro este antes de salir pitando de aquí.

Volvió a mirar al Ojo de Magnus.

—Afirmativo. Ejecuta el procedimiento para detener el proceso iniciado por la altmer Reilien y suprimir las mareas... eh... antientrópicas

La última palabreja le había costado recordarla.

Asumo que aun que sea el dinero de las dos tórtolas muertas nos lo llevamos. Por las molestias.

Sugiero que le pidamos que cierre la puerta secreta una vez hayamos entrado en el túnel para que no nos sigan, por cierto (Si alguien no está de acuerdo con iniciar el proceso porque quiere preguntar algo más antes, que lo diga por el off y cambio el post)

Khaled hundió los hombros. Los thalmor, posiblemente, habían evitado una invasión dwemer. Y ellos habían detenido los planes de Reilien, y habían recuperado uno de los Pergaminos Antiguos. Pero Hermaeus Mora había conseguido al cronoexplorador, y el Ojo de Magnus iba a escaparse de sus manos.

No lo bastante sofisticados...

Podían intentar destruir, o al menos capturar al Ojo de Magnus, pero desconocía qué era capaz. Si acababa con ellos, no habría nadie que pudiera advertir a Carrera Blanca y el Colegio de Hibernalia de todo lo que había sucedido.

Hizo un hato con la capa de Reilien y los objetos que había encontrado en su cadáver, y se los echó al hombro. No planeaba dejarlos para que los encontrara Valaste cuando entrara en el complejo. Ni siquiera la armadura de Auri-el.

Yo me ocupo del núcleo, dijo, dirigiéndose de nuevo a las escaleras. Preparaos para salir.

Dando un paso adelante, afianzó los pies en el suelo y, dando una estocada con toda su musculatura, hundió el espadón de Sigvatr en el núcleo dwemer. Una chispa de energía eléctrica brotó de sus dedos y recorrió toda la espada, descargándose en el interior de la estructura.

A la señal de Eynea, El Ojo de Magnus pareció quedarse pensativos unos momentos. Al cabo de un rato, se escuchó un sonido grave y se empezaron a apagar las luces de  toda aquella maquinaria incomprensible.

—Está hecho —anunció el Ojo—. Estimo que tenéis entre cinco y siete minutos antes de que Valaste entre en el complejo.

De modo que os pusísteis manos a la obra inmediatamente, Khaled blandió la espada de Sigvatr y, canalizando su hechizo de signatura, golpeó el núcleo. No hubo ninguna explosión, ni fragmentos volando por los aires en todas direcciones. Pero aquella sustancia blanca, que parecía un fluído, se agrietó de arriba abajo.

—Será suficiente para evitar que alguien vuelva a intentar lo que hizo la altmer llamada… Reilien —observó el artefacto mágico—, aún con el Pergamino Antiguo.

Que, por supuesto, obraba en vuestro poder.

Os escurrís entonces por la salida secreta bajo la atenta “mirada” del Ojo de Magnus, preguntándoos, en qué términos estaríais con aquella entidad si volvierais a encontraros. Como con Osbjorn.

Por increíble que os pareciera, el pasillo que habían construido los dwemer atravesaba en línea recta una montaña de roca maciza. Os apresurasteis todo lo que vuestros compañeros heridos os permitían, siempre mirando por encima del hombro esperando ver a Valaste y sus esqueletos negros dándoos alcance. Pero eso no sucedió, y una hora después, emergisteis al gélido y familiar paisaje de Skyrim.

El viaje de vuelta a Carrera Blanca sucedió, gracias a los Divinos, sin los inconvenientes, contratiempos y desagradables sorpresas con los que estuvo jalonado el de ida. Fuisteis recibidos inmediatamente por Balgruuf en sus dependencias privadas.

—Habéis hecho un servicio a Carrera Blanca, y a Tamriel, que va mucho más allá del deber —dijo el jarl—. No hay nada que pueda ofreceros que haga justicia a vuestra hazaña, pero pedidme lo que queráis y os lo concederé, si está en mi mano.

Frunció el ceño.

—¡El mundo debe saber lo que planeaban los malditos thalmor!

Balgruuf escribió una carta al Imperio y al Dominio de Aldmer pidiendo responsabilidades por las acciones de Reilien. El Dominio, por supuesto, se lavó las manos en el asunto y desmarcó de lo que había hecho la sacerdotisa de Auri-El, tachándola de fanática y negando que estuviera siguiendo órdenes. Incluso se atrevieron a pedir vuestras cabezas por terrorismo, cosa a la que Balgruuf, por supuesto, se negó en redondo.

FIN

Y como ocurrió en el hospital... ¡se acabó lo que se daba!

Me alegro muchísimo de que hayáis estado conmigo todos estos años, y que hayamos dar un fin a esta partida. Todos nos lo merecíamos. 

Podéis contestar a este último post si queréis, para pedir vuestra recompensa al jarl, por ejemplo. Pero he abierto un hilo de epílogos en el que sí que me gustaría que me contarais qué fue de vuestros pjs y que hicieron en los años siguientes a la partida.

¡Gracias de nuevo, no podía pedir unos compañeros de mesa virtual mejores!

Una vez consiguieron monturas en Falkreath, Khaled y los demás supervivientes viajaron sin detenerse. Delphine se separó del grupo antes de llegar a Carrera Blanca, para enfrentarse a las consecuencias del paso de los thalmor —y de mi paso, pensó Khaled— por Cauce Boscoso. A los demás les aguardaban otras responsabilidades.

No hubo retrasos ni inconvenientes. Al guardia rojo, en un desacostumbrado instante de lirismo, le pareció como si la propia provincia estuviera suspirando de alivio por el desenlace de la confrontación en Imrarlatz.

Los cinco cabalgaron hasta las mismas puertas de Cuenca del Dragón. El jarl los recibió de inmediato, en sus propias estancias. El informe que recibió de los thanes y sus compañeros fue deslavazado, pero suficiente para dar a entender la gravedad de lo sucedido.

Cuando ofreció una recompensa por el servicio, Khaled sonrió. Tenía su nueva espada, y el botín que habían “incautado” a los thalmor en Imrarlatz. Era más que suficiente para él.

Quiero viajar personalmente al norte, al Colegio de Hibernalia, para informarles de lo sucedido…

Khaled detuvo la lengua en seco. En seco como seca la sentía. Demasiado tiempo había pasado desde que se permitiera disfrutar de una noche sin más responsabilidad que vaciar jarra tras jarra.

…mañana. O pasado mañana.

Con que podamos cargar la bebida y comida de esta noche a las arcas de Carrera Blanca, me doy por satisfecho.

Antes de dirigir sus pasos hacia la Yegua Abanderada, Khaled se dio media vuelta y dijo algo más. Antes de que el encanto de Skyrim le hiciera arrepentirse.

Hay otro asunto. Necesitaré que me prestes a Proventus unas horas, antes de partir. ¿Puedes enviármelo a la taberna?

K'Dan no tenía intención de pedir nada. Todo lo que había hecho lo había hecho siguiendo los designios de Azurah y su favor era recompensa más que suficiente. Sin embargo en ese momento recordó la lejana sensación de dormir sobre un cómodo colchón.

—Poder dormir entre los muros de Carrera Blanca ocasionalmente será suficiente para mí—animado añadió—. Y no diré que no a esa comida de la que habla Khaled.

La vuelta a Carrera Blanca se había hecho el triple de larga de lo que en verdad había sido. Elynea estaba literalmente seca de energías, y ya no sólo eso, habían pasado tantas cosas que su cabeza bullía con todos aquellos pensamientos. Era como si no se atreviera a terminar de sentirse aliviada pese a que al fin lo habían terminado, al fin lo habían logrado... pero algunas cosas habían dejado cicatrices dolorosas tras de sí.

Una vez hubieron llegado, a decir verdad la animó un poco la reacción de Balgruuf. No venía mal de vez en cuando darle una patada en el culo a la neutralidad y sacarles los colores a los thalmor únicamente a base de palabras. Pero en cuanto a palabras, las de ella fueron pocas cuando el jarl les dijo que pidieran lo que quisieran

—La llanura que se encuentra detrás de la ciudad es muy grande... —contestó esbozando una sonrisa de esfinge, la primera en semanas.

Sin añadir nada más, se volvió hacia Khaled y alzó un índice antes de que este se encaminara a la taberna.

—Te recuerdo que me debes una botella de sujamma—dijo—. Has sobrevivido al viaje así que nada de encasquetarle el trabajo a Sigrun...

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Aquella misma noche, Elynea había llegado a su casa con la sensación de no haberla pisado en siglos. ¡Al fin en casa! Lo primero que hizo fue ir a revisar si sus queridas raíces de Nirn estaban bien. Lo estaban. Reela había hecho un buen trabajo cuidándolas en su ausencia. Pese a que la sorprendió que la edecán se alegrase tanto de verla (¡hasta le dio un abrazo!) lo achacó a que quizá todo aquello de salvar el mundo había tenido algo que ver.

Echaba de menos a alguien sin embargo... Nadie acudió esta vez a posarse en su hombro. ¿Qué había sido de Ákadir? Aquello la puso inesperadamente triste y simplemente decidió que sería mejor descansar. Quitarse la armadura la hizo sentir más ligera que nunca, y mientras se sacaba los mitones y veía aquella marca de nacimiento en una de sus manos con el aspecto de la luna y la estrella de Azura que le permitía canalizar conjuros sin un símbolo divino pensó que jamás habría imaginado lo importante que había llegado a ser. La de veces que le había salvado la vida a ella y a sus compañeros el no depender de nada para invocar el poder de la Princesa Daedra había resultado impagable.

Colocó el cetro que le había entregado Azura en el lugar más destacado de la casa, sobre la chimenea. Puede que para ella fuera una fruslería pero para Elynea se había convertido en su mayor tesoro. Antes de irse a dormir, colocó lo que ahora no era más que otro simple adorno... ¿pero cuantas personas tenían uno igual? El cubo dwemmer era el pisapapeles más sofisticado que podía pedir su escritorio.

Al final el Ojo de Magnus iba a tener razón.