Partida Rol por web

- A mí me gustaría saber por qué ahora, con qué objetivo... Es extraño.

Karin, terminada la confusa carrera, entre ilusiones y mareos, se dejó caer sobre una roca. Aún no conseguía concebir la idea de que había estado muerta, o, al menos, en las lindes de Sovngarde y que había sido traída de vuelta. Lo cierto es que una parte muy nórdica en el fondo de su alma lamentaba haber sobrevivido. La mejor muerte que podría haber esperado, seguramente, era frente a un dragón. Había estado segura de ver a Kyne y Azurah le había negado la posibilidad interviniendo a través de su sierva Elynea. No soportaba pensar eso, y estaba enfadada consigo misma por esos negros pensamientos hacia alguien que le había devuelto al mundo de los vivos. Cabizbaja, tomó una decisión.

- Gracias, Elynea - dijo, sin apartar el pelo de su cara -. Creo que "salvarme la vida" se queda corto para lo que has hecho hoy; has cogido mi espíritu y lo has metido a golpes en mi cuerpo de nuevo. Siempre estaré en deuda

Acto seguido se centró en la conversación inmediata.

- Talos. Si Skyrim ya era un lugar inhóspito con la guerra, esto lo va a convertir en un infierno - dijo -. Me temo que hasta que todos los Jarls sean conscientes de que hay dragones comiéndose a sus granjeros pasará un tiempo, que emplearán en acusarse unos a otros y en lavarse la sangre del pueblo de las manos. Después...deberían poder responder a ello, y el nuestro debería ser el primero, si, hay que avisarle

El asunto del viaje temporal le resultaba algo ajeno, aunque sin duda era un buen tema para una canción (no una que pudiera cantar en una taberna rodeada de brutos, porque parecía una trama compleja, pero sí una que podía deleitar a los maestro de Soledad). La conexión con Azurah sólo le sirvió para sospechar a un más de las intenciones de la diosa daédrica, sobre todo para con ella, ¿Por eso no había podido morir, como debería haber hecho?

- No termino de entenderlo, ¿es una relación de causa-efecto? ¿Un incidente que convierte a un hechicero en un bebé trae a los dragones del pasado? ¿Eso...no debería estar advertido en algún sitio? ¿Al lado del hechizo, en el grimorio donde estuviera apuntado? "Quien tontee con esta magia traerá del pasado monstruos escupefuego y provocará el fin del mundo" Supongo que por eso no hay precedentes, claro, el mundo no se ha acabado más veces, que sepamos

K’Dan se dejó caer como un peso muerto empapado en sudor y agotado. Habían sobrevivido, no sabía cómo pero lo habían logrado. Bueno, sí lo sabía, pero no entendía cómo habían conseguido engañar al dragón.

Sediento, el khajita movió su cuerpo cómo pudo hasta el riachuelo y bebió algo de agua mientras los thanes discutían sobre lo ocurrido.  Deseaba dejar atrás lo ocurrido y no preocuparse de ello, pero no iba a ser posible. La clave de lo ocurrido estaba en Imrarlatz y era allí hacia dónde Azurah lo conducía. ¿Sería ese su destino? ¿Librar al mundo de la aparición de los dragones? Si todo esto hubiera ocurrido unos años atrás K’Dan lo hubiera creído firmemente y se hubiera regodeado en ello. Ahora tenía claro que arreglar lo ocurrido en las ruinas dwemmer era algo acorde a los deseos de Azurah y eso era suficiente, y si por el camino podía ayudar algo hijo de Nydrine y encontrar respuesta sobre el retorno de los dragones, mejor.

Con pereza, el khajita se levantó y volvió a acercarse a sus compañeros de viaje.

—Si el jarl no confía en la palabra de cuatro de sus thanes significará que reparte el título como quién reparte panfletos. Y eso serían terribles noticias para Carrera Blanca.

K’Dan no conocía en persona al jarl Balgruuf y sin poder entrar en la ciudad, sólo podía juzgarle por lo que había oído sobre él. Uniendo eso a que la elección de sus thanes había sido competente a priori lo eximía de ser un patán. Lo que hiciera con la información recibida despejaría las dudas.

—¿De verdad se puede matar a un dragón? ¿O nunca murieron y simplemente desaparecieron del pasado para venir a nuestro presente? Quizás sólo puedan morir a manos del fallecido Sangre del Dragón—el khajita dio una ronca exhalación antes de continuar hablando—. El psijic dijo algo más “Alguien está jugando sucio con el destino”. Quizás lo ocurrido en Imrarlatz no haya sido un accidente, sino algo deliberado. Tanto los thalmor como el Sínodo están involucrados con lo ocurrido allí. Creo que alguien sabía lo que realmente ocultaban las ruinas y se ha encargado de utilizar las académicas investigaciones como excusa para marchar allí y realizar su jugada pero, ¿con qué fin? ¿Quién buscaría la destrucción del mundo? ¿O su intención era tener ocupados a gente como los psijic resolviendo este asunto para que no interfirieran en su auténtico objetivo?

—Ponte en la piel de Balgruuf y sus consejeros —dijo al khajiita—. Se enfrentan a problemas reales, jodidos, de los que pueden hacer que la comarca sea escenario de una guerra civil fratricida, y la ciudad una pira. Y los thanes que ha enviado a Helgen para asistir a la ejecución de Ulfric le envían noticia de que ha desaparecido, que la ciudad ha sido arrasada, y le hablan de cuentos de niños volviendo a la vida. Con suerte, recordará que no somos un hatajo de “bebedores de leche”, y pensará que los thalmor o los Capas de Tormenta han liberado alguna criatura desconocida de las ruinas dwemer, o algo así, y tendrá la amenaza en cuenta. Con mucha suerte —remarcó—. No te hablo de maldita confianza, sino de sentido común y prioridades.

Khaled se preguntaba cómo se tomaría él mismo la noticia. ¿Una broma? ¿Una excusa? Una treta, con toda probabilidad. Alguien se las había apañado para hacer que los thanes se mearan en las calzas y las sacudieran, todavía húmedas y hediondas, en las narices del jarl.

—Veo que ya nos hemos atrevido a hacer las preguntas —replicó, bufando—. Las piedras no van a responder y nosotros tampoco, porque aún no sabemos nada. Especular en estas condiciones solo nos sirve para centrar la mirada donde puede que no haya nada, mientras las verdades importantes se nos escapan en las mismas narices.

Con suerte, los héroes de verdad se echarán el destino del mundo a los hombros y podremos volver a ocuparnos de nuestros asuntos. Pero hasta que llegue ese momento, nos toca mover el culo a nosotros.

Elynea emitió un sonido rasposo por la nariz que en realidad era una risa cansada. De algún modo el comentario de Karin sobre el espíritu metido a puñetazos le había hecho gracia.

—Una forma muy nórdica de definirlo—dijo haciendo un esfuerzo por esbozar una sonrisa de esfinge mientras caía en la cuenta de que era la primera vez que podía permitírselo desde que habían salido de Carrera Blanca. Lo que eran las cosas—. Aunque me conformo con que luego no te me vengas quejando de agujetas espirituales.

Por lo que a ella respectaba, estaba de acuerdo con K'Dan: Balgruuf no era imbécil. Si conocía a sus Thanes, sabría que estos no se inventarían una historia tan estrambótica ni tan siquiera como excusa, no ganaban absolutamente nada con ello. La única razón para contarle algo tan inverosímil, es porque era verdad.

Pero también estaba de acuerdo con Khaled en una cosa: Ponerse a dar vueltas ahora sobre ello o a lanzar preguntas al aire a ver si a este le daba por responderlas era totalmente inútil. Tocaba moverse.

—Opino lo mismo. Y las verdades importantes parecen estar apuntando hacia Imrarlatz—añadió al último comentario del Guarda Rojo—. Sugiero que nos dirijamos a Falkreath, allí podremos enviar un cuervo al jarl y reaprovisionarnos de paso si necesitamos algo.

«Y al menos avisar a la Guardia del Alba para que esté al tanto de cierto nido de vampiros al que ahora mismo no podemos ir por causas de fuerza mayor... ».

¿Cómo habían hecho para meterse en semejante berenjenal sin comerlo ni beberlo?

Suro no dijo nada más. Se había prometido sonreír más, ser más optimista, disfrutar de la segunda vida que hoy le había sido concendida (estaba seguro de haber muerto por unos segundos). Pero al fin y al cabo él solo era un simple aventurero, no era un gran luchador realmente, no era un tipo especialmente inteligente. Y de repente toda su existencia se había vuelto loca: hombres que rejuvenecían, viejos terrores del pasado más remoto volvían a la luz, eran atacados por fuerzas daédricas, y además tenía que encontrar un nido de vampiros, y encontrar una cura para el vampirismo.

Y todo ello le parecía enormemente lejos de sus capacidades. Había contado con la ayuda de los Thanes, pero era evidente que un nido vampírico era ahora un problema muy menor comparado con todo lo demás.

Simplemente se sentía desbordado.

-Abriré camino -anunció, aunque el hablar aún le dolía por los efectos no curados del ácido.

Nidryne parpadeó confusa cuando habló Karin.

—¿Eh? Mi hijo no era ningún mago, ni tonteó con ninguna magia —dijo con tono dolido—. Sólo estaba en el sitio equivocado en el momento equivocado.

Osbjorn resumió en un resoplido su opinión cuando Khaled dijo que un puñado de arqueros podrían derribar a un dragón. 

—No te preocupes, Nidryne. Es la tendencia de los nórdicos de hoy día de echarle la culpa de todos sus problemas a la magia. Sin ofender, Karin.

Osbjorn hizo amago de palmearle la espalda a la manera nórdica, pero se contuvo al recordar que Karin estaba hecha unos zorros.

—Los Psijic no son omniscientes —gruñó, malhumorado—. Ni el Ojo de Magnus que los guía, tampoco, como quedó claro en Helgen. No digo que las respuestas no estén en Imrarlatz, pero sugiero que encontremos nuestro camino. Azura parece saber mucho más del asunto que ese anciano y su artefacto. Ella es, al fin y al cabo, la señora de la profecía.

—Ugh. Me estáis levantando dolor de cabeza con tanto hablar de dragones, mierdas dwemer y daedras —gruñó La Indómita—. ¿Por qué no buscamos alguno de ellos, cualquiera, y le partimos la crisma en dos? 

—Y esa es la dirección que nos señala también Azura —replicó, enseñando las palmas de las manos.

Solo podían confiar en que los intereses de la Princesa Daedra estuvieran alineados con los de los mortales de Tamriel, y no les estuviera conduciendo a una pérdida de tiempo. Y de cualquier manera, que nos hayamos encontrado con esto no lo hace nuestra maldita responsabilidad. Esos psijic ya estarán haciendo algo, lo que sea. Solo necios como el imbécil de cuatro brazos desean la destrucción absoluta.

No parecía haber más pegas respecto a su próximo destino: un asentamiento desde el que enviar un mensaje y, a continuación, el complejo dwemer. Algunos, como Uthgerd, empezaban a mostrar impaciencia. La mujer podía mostrar la sabiduría suficiente para eludir una pelea, pero la huida, una vez los aceros habían chocado, no iba con ella. Tampoco con Khaled, pero en ocasiones era la única salida.

—¿Apenas acabamos de salir de una pelea y ya quieres otra? —preguntó, dándole una palmada entre los blindados omoplatos—. Estamos en Skyrim. No necesitamos monstruos escapados de las leyendas para que un puñado de crismas esperando a ser partidas nos salgan al paso.

Uthgerd lanzó un hondo suspiro al aire cuando escuchó la última frase de Khaled.

—Sólo podemos tener esperanza —dijo con anhelo.

K'Dan se pasó la mano por la cara al oír como Uthgerd deseaba buscar otra pelea pero no dijo nada al respecto. Hasta él conocía la reputación de la mujer y lo último que quería era provocarla en ese momento. Estaba demasiado cansado como para tener otra pelea.

—Parece entonces que todos tenemos claro lo que hay que hacer. Veamos que nos tiene reservado Azurah.

Veamos que me tiene reservado.

Elynea sufrió un extraño tick en la ceja, nunca se lo había dicho a K'Dan pero la sacaba de quicio la forma extraña que tenía de pronunciar "Azura". ¡Parecía que fuese a escupir una bola de pelo que tuviera atorada en la garganta!

Claro que igual aquello era un pensamiento inconsciente por el hecho de ser un gato.

Estaba de acuerdo con Osbjorn en que puede que los psijic no fueran omnisapientes pero también era cierto que por el momento no contaban con más pistas que aquella. Y no tenía claro cómo debía sentirse cuando sus compañeros hacían hincapié en que la mano de Azura estaba en aquello... es decir, era evidente que la princesa daedra había puesto a Nydrine en camino hacia ellos por alguna razón pero ignoraba si lo señalaban con indiferencia o con fastidio.

Tan solo esperaba que las miradas no empezasen a converger en ella.

Suspiró y se puso en pie sin decir nada, que pareciera estar llamando la atención del grupo sobre Imrarlatz era un motivo más de peso para ir y la ruta a seguir parecía decidida de todos modos.

Aunque la dunmer en aquel instante no hacía más que pensar en lo mucho que echaba de menos a Ákadir. Puede que un día no fuese gran cosa para otros pero a Elynea se le hacía eterno. Las señales y las visiones de la Reina del Cielo Nocturno eran parte de la vida para ella; que el halcón desapareciese resultaba tan sofocante como estar demasiado tiempo sin ver la luz del sol, o permanecer en un sitio viciado sin respirar aire fresco.

- Tampoco estamos muy en condiciones de partir crismas, ese lagarto gigante nos ha dejado bastante tocados. Esta será una noche dolorosa...

Se había prometido sonreír más, pero simplemente no podía, parte de su cara estaba con la piel pelada por el brutal impacto de ácido y la mitad de las ropas eran jirones. Aún así, su salud era menos sombría que su ánimo.

¿Como se puede luchar contra un ser así?

- No me ofendes, Obsjorn - respondió Karin al mago con media sonrisa, que amplió cuando éste decidió no romperle la espalda -. Discúlpame Nydrine, no quise acusar a tu hijo de nada

Se estiró un poco y se dio cuenta de que estaba bastante agarrotada. La curación de Elynea, sin duda alguna, le había salvado la vida y le había dado fuerzas, pero sentía que había partes enteras de su cuerpo completamente nuevas. Quizá sólo sería paranoia, pero al tomar aire, notaba más frío en los pulmones, como si tuviera todos los tejidos recién nacidos. Necesitaba descubrir si tenía una piel de recién nacida y si se le había borrado el tatuaje. Pero, teniendo en cuenta dónde estaba el tatuaje, de momento tendría que esperar. "En fin, siempre quise mudar de piel, la vieja tenía algunas cicatrices que sólo le gustaban a Thyra" pensó.

- ¿Estamos todos de acuerdo entonces? - preguntó. Lo cierto es que ella hubiera querido pasar por Carrera Blanca, más por costumbre y por sentirse segura en casa que por otra cosa, pero bueno, tampoco importaba. Si regresaba victoriosa, no contaminaría su hogar con la sombra del miedo

Khaled se puso en pie, se sacudió la arenilla de las ropas y se rodeó el torso con la coraza.

—Vamos entonces —dijo, mientras se abrochaba las correas que aseguraban la armadura—. Ya hemos descansado bastante.