Partida Rol por web

Un gélido aguacero había retrasado vuestro viaje. Pese a los años que llevabas en Skyrim, no habías sido capaz de aclimatarte a las bajas temperaturas. Acostumbrado a las arenas cálidas de Elsweyr, el frío de la patria de los nórdicos parecía ser capaz de calarse en los huesos a través de todas las capas de pieles que llevabas encima. No te dejaba de resultar paradójico que, pese a no tener pelaje, Osbjorn, tu compañero, parecía capaz de echarse una siesta desnudo en mitad de una tormenta de nieve. Sin embargo, no habías encontrado en él más que palabras que camaradería y aliento.

De modo que habíais llegado a Cauce Boscoso por la noche, varias horas después de lo que pretendíais. Estabas cansado, empapado y tiritando. La entrada a las grandes ciudades nórdicas le estaba vetada a los khajiitas, pero en los pueblos te dejaban a veces dormir en establos. Cualquier cosa que estuviera seca y caliente. Pero todas vuestras esperanzas se desvanecieron cuando viste que había un pequeño campamento a las puertas de la testimonial empalizada del pueblo.

Casi esperabas encontrarte a Ri'saad, o alguna otra caravana khajiita a la que se le había denegado la entrada. En cambio, había una mujer solitaria frente a la chisporroteante fogata. La mujer se estaba curando su notable colección de heridas como buenamente podía. Tenía a su vera un montón de armadura apilada de cualquier manera, y una botella de brandy que bebía a morro cada vez que la aguja entraba y salía de la piel para coser una herida. Iba vestida con las típicas ropas ligeras que se usaban bajo la armadura, y estaban manchadas de sangre por doquier.

Cuando os vio llegar, dejó lo que estaba haciendo y acercó la mano a un gigantesco martillo de guerra con cautela.

K’Dan estaba realmente agotado. La lluvia no solo le había empapado la túnica que llevaba, sino que se había calado a través de la armadura y le había acabado llegando hasta los mismísimos huesos. O al menos eso era lo que sentía. Pensar en la llegada a Cauce Boscoso era la llama que lo había mantenido en pie en un día tan gris.

La antinatural resistencia de Osjborn al frío le resultaba al khajita antinatural. Era un buen compañero de viaje y su apoyo había sido importante durante el día. Pero esa resistencia a las temperaturas le frustraba. Era como estar muriéndote de hambre, mientras a tu lado se ofrece un festín. A K’Dan no le había quedado otra que resignarse.

Para terminar de empeorar las cosas, un campamento a las puertas de la empalizada de Cauce Boscoso dejaba claro que había problemas para entrar en la ciudad. Las pocas fuerzas que le quedaban a K’Dan se venían abajo ante dicho revelación. Suspiró. Quizás con suerte fuera un campamento khajita.

Sin embargo, cuando llegaron hasta el campamento, solo se encontraron una mujer. Tenía numerosas heridas las cuales se remendaba como buenamente podía. Al ver llegar al trío formado por K’Dan, Osjborn y Fon’eticus, el mulo de carga del khajita, se hizo un silencio.

Viendo como la mujer acercaba su mano con cautela hacia su arma, un gigantesco martillo, K’Dan alzó ambos brazos con las palmas extendidas.

-No venimos buscando pelea.-dijo con voz ronca y cansada.-Sólo somos dos viajeros agotados después de un largo día. ¿Está el pueblo cerrado?

La mujer os estudió durante unos momentos antes de responder.

—No. Lo que está cerrada es la posada —respondió, con la mano aún en la empuñadura del arma—. Los simples viajeros no tienen tanto acero encima. ¿Quiénes sois?

Osbjorn soltó un sonido entre un bufido y una carcajada.

—Como si fueran a dejar a un khajiita entrar en una posada —señaló el mago, suspirando mientras se resignaba a dormir a la intemperie una noche más—. Yo me llamo Osbjorn, y éste es K'dan.

—Carcette —respondió lacónicamente la mujer, retirando la mano de la empuñadura de su arma—. ¿Qué os trae a Cauce Boscoso?

El khajita bajó los brazos pasándose la mano izquierda por el rostro y emitió una ronca expiración. Para un sitio en el que podría dormir bajo techo y estaba cerrado.

-Estamos de paso.-dijo.-Viajamos con destino a Carrera Blanca.

Viendo que Carcette se había relajado, K'Dan dio unos pasos hacia la hoguera y preguntó:

-¿Es mucha molestia si compartimos hoguera? Me parece absurdo montar un segundo campamento con su correspondiente segunda hoguera. Seguro que los guardias acaban acusándome de intentar quemar el pueblo.

—No he visto guardias —gruñó Carcette—. No he visto a nadie. Parecía un pueblo fantasma.

Se miró la herida a medio coser.

—Pero si tenéis vendas o algo de comer compartiré mi fuego con vosotros.

Aunque apenas fuera difícil de distinguir entre el oscuro pelaje y la oscuridad de la noche, K'Dan alzó una ceja extrañado al conocer la noticia de que no había guardias.

-Eso es... extraño. Pero bueno, no es de mi incumbencia.

El khajita se acercó a su mulo y cogió un paquete de vendas de una de las bolsas. Después se acercó a Carcette y sentándose junto al fuego para poder entrar en calor, se lo ofreció. A continuación me dirigí a mi compañero de viaje.

-Siéntate al fuego Osbjorn. Con el aguacero que nos ha caído hasta tu antinatural resistencia al frío se ha tenido que ver tocada.

—En absoluto. De joven competía con otros skaal a ver quien aguantaba más tiempo un puñado de nieve en las pelotas —dijo Osbjorn—. Y siempre ganaba.

Soltó una sonora carcajada, pero echó su exiguo equipaje a un lado y se sentó al lado de la hoguera.

Carcette aceptó las vendas que le tendías y dio un par de puntadas más a la herida entre maldiciones bastante coloristas. Cuando hubo acabado se cubrió la herida con la venda que le acababas de dar y bebió otro trago de brandy.

—Joder, necesito comer algo —dijo pellizcándose el puente de la nariz

Osbjorn le ofreció el generoso pedazo del filete de horker en una hogaza de pan que había comprado en la última para de vuestro viaje y empezó a dar cuenta del otro. La mujer le pegó un bocado y se limpió con la manga.

—¿Sois mercenarios? —preguntó cuando tragó lo que tenía en la boca.

Mientras Carcette y Osbjorn se repartían la comida, K'Dan se acercó un poco más al fuego, dejando que su metálica armadura cogiera algo de calor, para después alejarse a una distancia normal. Cuando se le hubiera quitado esa sensación de frío se la quitaría.

—Se podría decir que sí...—dijo— Soy guardia de caravanas, aunque ahora mismo me encargo de unos asuntos personales.

El khajita miró a su compañero y se quedó pensando unos segundo.

—Osbjorn... Es un mago en busca de cosas mágicas—dijo esbozando una sonrisa—. Como todos los magos.

Osbjorn se inclinó hacia un lado, escudriñando en dirección al pueblo.

—Eh, ahí veo una luz. Y parece que proviene de la posada. ¿Qué ven tus ojos de gato, K'dan?

Carcette y tú dirigisteis la mirada en dirección a donde señalaba el mago nórdico. La guerrera no veía más que el punto de luz que había visto Osbjorn, pero la visión en la oscuridad de los khajiitas era mucho mejor que la humana. Tú distinguiste al hombre que sujetaba el candil, que hablaba con un guardia rojo. Alejándose de ellos un arquero encapuchado caminaba por el calle principal del pueblo acompañado de una mujer embutida en una armadura de combate.

K'Dan entrecerró los ojos para enfocar mejor su vista en la noche al tiempo que alzaba la cabeza para tener más alcance.

—La luz proviene de un hombre con un candil. Está hablando con un guardia rojo—dijo. El khajita abrió los ojos cuando distinguió a la otra pareja—. No los veréis, pero también veo hay una mujer vestida con una armadura de combate, acompañando a una figura encapuchada que lleva un arco. 

Inconscientemente, K'Dan se rascó la nariz mientras pensaba.

—Esto empieza a ser extraño. La posada está cerrada, no hay guardias, gente armada se mueve por el pueblo de noche... No pinta nada bien.

—Thanes de Carrera Blanca —dijo Carcette, reconociendo la descripción del grupo—. Van buscando un nido de vampiros, y les dije que me hospedaría en el Gigante Dormido si necesitaban mi ayuda.

Suspiró largamente.

—Será mejor que vaya a verles —dijo empezando a ponerse la armadura—. ¿Venís? Tal vez podamos descansar en la posada, después de todo.

—¿Thanes? ¿Vampiros?—preguntó K'Dan sorprendido.

Como un jarro de agua fría, el khajita cayó en la cuenta de la posibilidad de que Karin pudiese estar involucrada. Todo el vello de su piel se erizó. No le apetecía para nada tener que enfrentarse a unos vampiros. Y tampoco era algo de su incumbencia. Pero no podía arriesgarse a que le pudiera pasar algo a la persona más importante que le quedaba.

K'Dan se levantó y miró a sus compañeros.

—Será mejor que vayamos—dijo arrastrando las palabras—. Si las cosas se ponen feas para ellos, acabaremos con una horda de vampiros encima nuestra.