Partida Rol por web

El cochero se aleja, ocupado con los últimos preparativos. El supuesto predicador te mira de forma expresiva pero parece más concentrado en el cigarro, quizá comparta la idea de que no es sitio ni lugar para preguntas.

Y desde luego que las tienes, el tio va vestido como un pistolero salvo el alzacuellos. Ayer en el Saloon era un forastero más, metiéndose en lios a pesar de la ordenanza 41 y dando excusas al Sheriff...  hoy te da la bienvenida a la diligencia como si fuera el dueño de la condenada Fargo & Co y fuma su cigarro con el Colt en su funda bien visible sin que parezca preocuparse por ocultarlo.

Te aislas de los otros dos dejando pasar el tiempo pero no tardas en oir follón alrededor. Por debajo del ala del sombrero, desde el cómodo interior de la diligencia, ves por la ventana una muchedumbre acercarse desde Tombstone. El grupo de personas avanza hasta reunirse con los curiosos que ya miraban desde lo alto de la elevación, ahora sí que tenéis público.

Un sujeto de la masa de pueblerinos no se detiene sino que continúa hacia el transporte.

El tipo viste una camisa de franela a cuadros. Desde el centro de su poblada barba marrón asoma una sonrisa confiada y afable. Llega hasta la misma diligencia antes de presentarse a los reunidos sin parecer fijarse en ti en un primer momento.

Charles Eckhardt, un placer.

El nombre te suena... el tipo ese del Epitaph que ha escrito todos esos artículos sobre la Fargo y que hoy va a viajar con ella. Te parece escuchar la voz del Látigo respondiendo al saludo.

Señor predicador, me alegro de volver a verle.

Un maldito periodista... Estos sí suelen fijarse en todo. No hay que olvidar que el maldito periódico para el que escribe me ha anuncido a toda página.

Frank sabe que pronto será descubierto. Es solo cuestión de tiempo.

Solo espera que eso ocurra una vez la diligencia haya partido. Me gusta más resolver los problemas en privado.

El grado de enconamiento hacia el tal predicador es cada vez mayor. Altanero y luciendo su Colt en mis narices. Acabaré quedándome tu arma...

Por supuesto Frank no responde al saludo, ni baja de la diligencia, ni siquiera se mueve. Solo observa con la mayor discreción posible los aires de importancia del tal Eckhardt.

Yo también me alegro Eckhardt, y también de que vengas en este viaje. Si has conseguido subir a esta diligencia aún con todos los dolores de cabeza que has provocado, es que así debía ser....solo quiero decirte una cosa Eckhardt, ten cuidado con lo que dices o haces por que no viajas solo, y además parece que se ha extendido el rumor de que la diligencia va cargada de oro, eso solo hará complicarlo todo más todavía.  

El tipo que se comporta como si fuera el anfitrión de este esperado transporte responde al periodista con tono amable, aunque su voz recupera su seriedad habitual al mencionar el peligro del que ya te dio aviso a ti.

Hola Sr. Eckhardt. Me hubieran venido estupendamente esos 15 pavos que ofertaba por protegerle. Aún así soy un buen tipo, y le protegeré igualmente. Pase y póngase cómodo. Y esté tranquilo. Haya o no oro en esta diligencia, a mi no me interesa.

Frank se esfuerza en ocultar su voz intimidante. Habla desde debajo de su sombrero. Sabe perfectamente que le ha conocido. Si decide no subir a la diligencia tendrá problemas...

Cuando tu voz grave y cavernosa suena es difícil mirar a otro lado, cada vez que un extraño oye de tu boca salir palabras el silencio se hiela y las nucas se humedecen.

Si amortiguada por tu sombrero y con tono calmado tu voz resulta algo remotamente parecido a amistosa o no, es algo que no sabes, pues otra vez pareces descansar con el rostro muy oportunamente tapado por el sombrero. Ya has visto del extraño todo lo que te interesaba: un plumilla desarmado e inofensivo, salvo por su lengua. Te pierdes, por tanto, la reacción del reportero ante tus amables palabras, pero en todo caso no te contesta. No tienes problemas con eso. El reporterillo este ha demostrado al menos cierta presencia ante ti, esperas que tenga suficientes agallas para seguir con su idea de coger la diligencia contigo, pero no tantos como para pretender hacer una heroicidad. No sería sano para él ni conveniente para ti.

El barullo ahí fuera crece, alguien se acerca provocando mucho revuelo entre el populacho reunido para presenciar la salida. No escuchas nada entendible de la masa que te dé alguna pista y dudas de si salir de detrás de tu gorro para comprobarlo. Un pasajero más, supones.

El barullo se acerca y oyes al fin los recien llegados cerca de la diligencia. Son varios, no puedes evitar echar un vistazo y ves a alguien esposado o encadenado entre unos hombres altos. Oyes una voz que dice:

Aquí tienes otro pasajero, predicador. Trátalo bien.

Y tras una pausa...

me parece que los que faltan no van a venir, así que podéis salir ya.

Escuchas al pistolero-reverendo interpelado preguntarle al sujeto sobre un tal Dakota, insistiendo en esperar por él.

Se reunirá con vosotros a las afueras de la ciudad. Prefirió esperaros fuera, no dijo por qué pero me fio de su criterio.

Contesta la voz del hombre que no puedes ver, todo el follón de ahí fuera y el reportero en la misma puerta te bloquean la visión. Tampoco consideras buena idea asomarte, por alguna razón.

Parece que el señor Eckhardt no ha tenido problemas para llegar a la diligencia, cuánto me alegro. Se dirige, por lo visto, al propio reporterucho.

Así es, Sheriff. Gracias por su interés.

No te fijas en la expresión del periodista ni interpretas si el comentario es irónico o no. Lo unico que has escuchado de las palabras pronunciadas es "Sheriff"... y no te ha gustado nada.

Afortunadamente, ahí fuera continúa el parloteo entre el jefe de policía y el predicador, al márgen de ti. ¿Por qué tardarán tanto en fustigar los caballos y salir de este pueblucho a la carrera?

¡El sheriff! El maldito sheriff. Otro al que le daría una buena dosis de plomo. Contrólate Frank... se dice a sí mismo el vaquero. Está nervioso, pero está lejos de demostrarlo. Ha notado la entonación en la voz del "plumilla", pero poco puede hacer. Si da la voz de alarma, se acabó. Tendré que pasar una temporada en la prisión de este agujero.

Frank permanece en la misma postura en la que ha estado todo el tiempo, aunque sus oídos están aguzados y sus músculos en tensión.

Dakota. El nombre no lo pasa por alto. Así que viajaremos con un supuesto cargamento de oro y un transporte de bandidos... Explosiva combinación. Algo huele mal aquí desde luego.

La charla de fuera se detiene de repente y una cara de bigotes negros y mirada fiera se asoma por la puerta que tiene al lado el reportero.

Hola vaquero te saluda el tio, que sin duda es el Sheriff ¿será posible que no te haya reconocido? la sonrisa que te dirige parece negarlo y, por si fuera poco, el perro de la Ley te lanza la pistolera con tu arma dentro olvidabas esto.

Sin añadir más el sujeto se da la vuelta dando unas órdenes a su espalda.

Dos ayudantes del Comisario junto con el cochero, armado con un rifle, meten a un mestizo chino en la cabina de la diligencia, sentándolo en frente de ti. El desgraciado lleva unas esposas en las manos que, en unos instantes, los hombres sujetan con una cadena a una anilla fija en el suelo del habitáculo. Parecen tomar muchas precauciones con el forajido... ahora recuerdas haber leído algo en el Epitaph de hoy. Así que este es el famoso bandido medio chino por cuya detención estaban tan orgullosos en la ciudad. Un individuo peligroso, un coyote de los malos. Está claro que el simpático reportero tendrá buena compañía en este viaje.

Fuera, el Sheriff y el predicador reanudan su charla pareciendo ultimar las cosas. Los ojos del medio chino se posan en los tuyos, entre curiosos y burlones. Muy tranquilo para estar al otro extremo de una cadena; y más sabiendo que no muy lejos está Yuma, el condado famoso por su Prisión Estatal, su destino más que probable.

El tipo respira tranquilamente y se acomoda en su sitio sin prestarte mucha atención.

Parece más bien interesado en lo que se habla ahí fuera y en su cara lees la concentración para oir lo que sea que hablen.

Un curioso compañero de viaje, sin duda.

El gesto del sheriff coge por absoluta sorpresa a Frank. Vaya! Esto sí que es una sorpresa!

Coge al vuelo su preciado revólver haciéndolo desaparecer de la vista. Al fin y al cabo, también en la diligencia estará prohibido ir armado...

Gracias sheriff, dice únicamente el vaquero, volviendo a su posición recostada en la cabina del vehículo.

Otro con el que tendré que aclarar determinadas cosas. Frank no sale de su asombro.

Cuando entra el medio chino, levanta la vista. ¿Así que tú eres el famoso bandido? Esta diligencia va cargada de celebridades.

En su fuero interno, Frank está deseando salir de aquí. ¿Por qué tardan tanto? ¿Quedán aún más personajes del Hall Of Fame?

El chino no se pierde detalle de la conversación entre el Sheriff y el predicador, hablan en susurros, dificilmente podrá oir nada. En todo caso, la charla es interrumpida por el cochero de la diligencia.

Puedes verle por la ventana, el tio que se presentó como Hank Bully aún aferra el látigo y un enorme rifle para cazar bisontes mientras dice:

Chicos, ha llegado un bracero de nosequé hotel con el equipaje de un pasajero. En todo caso el tipo en cuestión no ha llegado y ya son las 11:30, salgamos antes de que acusen a mi jefe de incumplir eso de "nada de retrasos".

Como quiera que oyes al predicador asentir a la propuesta, el Látigo hace entrar al reportero en la cabina y se dirige a todos los pasajeros a través de la ventana.

Caballeros te echa una mirada y después al preso y al periodista que acaba de entrar salimos inmediatamente, soy Hank Bully, vuestro mayoral. Gracias por viajar con la Wells Fargo.

Sin esperar respuesta  se dirige hacia el asiento exterior que le corresponde como conductor y grita a viva voz:

¡DILIGENCIA A BRONCO PUEBLO - CASA GRANDE - PHOENIX - COACHELLA Y LOST ANGELS! ¡¡EN MARCHA!!

Adiós agujero infernal. Ha sido un placer conocerte. Te quedas con mi caballo y casi con mi arma. Con suerto no te vuelvo a ver hasta que lleguemos al infierno.

Frank esboza una sonrisa poblada de dientes, inquietante para el espectador que desconoce el motivo de su sonrisa. Es evidente que el vaquero es un tipo "extraño".