Partida Rol por web

- Buenos días, su identificación en el lector, y pasen por el torniquete,  se les debe recordar que están prohibidos en los sectores B y C del complejo los equipos electrónicos, si tienen alguno en su poder deberán  dejarlos  en las casillas asignada. Sigan por favor.

En eso  Tabitha y William ponen la identificación e ingresan por el torniquete. Rick Wilson, en su primer día de trabajo nota como  en la pantalla sale lo siguiente.

------William Penczack- estudiante 3ª- autorizado  sector A-  Necesidad de reclamar llave de casilla  #13 y manual de bienvenida al laboratorio.

------Tabitha Green- estudiante 6ª – Autorizado sector A y B-  Necesidad de reclamar llave de casilla #6- sin más novedades.

Moore le  señala lo que sale en la pantalla a Wilson y  continua diciendo:

Señor y señorita esperen un momento -  Moore se agacha y  les da una llave a cada uno de ellos

Esta es la llave de sus casilleros del sector A,  no olviden devolver la llave al finalizar su jornada en los laboratorios.

A William le dan un folleto con el logo de Umbrella en él.

Observo en silencio como Moore realiza el trabajo y como la pantalla me da la información de ambos jóvenes al pasar sus tarjetas. Sin duda, tienen bien controlado el lugar e incluso a los estudiantes, pues de esa manera saben si llegan tarde o no a las clases, si es habitual que lo hagan, si faltan a las mismas... o si tratan de acceder a deshoras.

Miro al joven, esta serio, casi tanto como yo. Pero ese casi es lo que marca la diferencia entre ambos. - Espero que no sea supersticioso, señor Penczack. - Le dije al entregarle el folleto con el logo de Umbrella en él, refiriéndome al número de casillero que le había tocado usar. En mi caso no creía en esas patrañas. Mi familia falleció un sábado 14. Eso lo decía todo. Observé con detenimento la reacción del chico a mis palabras para luego centrarme en la mujer.

Lo primero que me llama la atención son sus enormes ojos verdes, acompañados de una larga melena. Me da la impresión de que es tan delgada, que se la podría llevar el viento en cualquier momento. Quizás sería una buena idea que llevase piedras en los bolsillos o en una mochila. - O en el sujetador, al menos tendría más curvas. - Señorita Green. - Sonreí forzadamente ante aquella especie de saludo.

- Que tengan un buen día. - Les dije a ambos con aquella forzada sonrisa, para borrarla por completo de mi rostro y volver a mi seriedad habitual.

Había hecho durante años tantas veces ese camino en tren que prácticamente no necesitaba ni mirar por los cristales ni el mapa en el panel superior de los vagones para mirar por dónde iba. Lo sabía por la cantidad de giros que hacía, memorizando las veces que viraba hacia un lado u otro antes de la siguiente estación, del cálculo de la velocidad que llevaba y el trayecto, tardando siempre más o menos lo mismo, y del leve vibrar del asiento al cruzar los raíles, una sensación que al principio la ponía nerviosa y, ahora, era más un aliciente a la tranquilidad. Si lo notaba era porque estaba en movimiento y, en consecuencia, camino a aprender más sobre las clases.

Sabía que tenía tiempo de sobra y, como buena estudiante, no quería perder ni unos segundos de su preciado tiempo. Sentada con las piernas cruzadas en uno de los asientos más próximos a la puerta, depositó su maleta sobre su regazo para sacar un par de folios, apuntes que había sacado por internet a modo de adelanto para las clases que tocaban. Sí, no era suficiente únicamente asistir mientras estabas en silencio, tenías que destacar, estar por encima del resto con tal de lograr la nota más alta, y eso significaba no parar nunca el flujo de aprendizaje que tomaba al día. Además, ser de las mejores estudiantes era una carrera cuesta arriba, donde el primer descanso para tomar aliento significaba la pérdida completa.

Únicamente alzó levemente el mentón para observar no más de dos segundos al chico nuevo, sonriendo con cierta discreción al nervioso estado. Evidentemente no le veía como una amenaza para su carrera, más bien como un cervatillo asustado entrando en una jaula de leones, sintiendo cierta lástima de él. En cierta manera ahí imperaba la ley de la jungla, comer o ser comido.

Tras releer por encima los papeles que había sacado, miró a través de la ventana para comprobar que ya estaban a punto de llegar, guardando todo y levantándose antes de que las puertas se abrieran.

Esperando a que se abrieran, aprovecho para bajarse la falda y arreglarse disimuladamente el cabello, apartándose los dos mechones que tenía en el rostro. Sabía que ahora tocaba correr para no llegar demasiado tarde así que, prácticamente cuando todavía se estaban abriendo las compuertas, Tabitha aligeró el paso adelantándose al chico.

Ya tenía su tarjeta de identificación preparada antes siquiera de llegar al puesto de seguridad, tendiéndoselo al guardia mientras esperaba con las manos unidas a que terminaran de identificarla, leyendo sus datos en la pequeña pantalla.

Buenos días.- Un breve saludo formal y frío, sin saberse siquiera el nombre del guardia aunque le hubiera visto durante años y estuviera escrito en una pequeña placa blanca colgado de su pecho. Tendió la mano cuando le tendieron la llave de su casillero, fijándose en el número que tenía y despidiéndose del otro guardia con un simple asentimiento de cabeza antes de seguir avanzando hacia su taquilla.

William no hubiera imaginado nunca que acabaría tan lejos y ni más ni menos que en las Montañas...

Todo parecía tan frío como desde el principio pude apreciar, aquí no había lugar para la modestia... o eso parecía.

No medié palabras con ellos, asenté con la cabeza y traté de atender perfectamente a quienes tenía delante y a lo que tenía presente:  Trabajar.

Luego de que los dos estudiantes pasan por el torniquete. Moore el jefe de seguridad  le hace una señal a otro vigilante que esta cerca y le dice:  Ya puedes continuar- y luego dirigiéndose a Rick le dice, pues es hora de entregarte en tu puesto, tendrá que ser rápido, hay miles de asuntos que tratar. Y le hace una señal para que nuevamente lo acompañe.

Mientras tanto Tabitha y William siguen caminando con mucho apuro hacia los ascensores,  pasan al lado de una oficina de seguridad, y una tienda universitaria, y luego llegan a su destino.

Alguno de los pulsa el botón de subida, el  elevador tarda unos minutos en bajar, y es así como pronto se nota por la numeración que el  de la derecha es el que llegará primero.

Muy cerca a los ascensores hay un cúmulo de cajas, algunas son muy coloridas, si alguno de ustedes lee mientras espera encontrará que dice “See Garden, suplementos marinos”, la caja comercial era bastante diciente.

Mientras los jóvenes se acercan ven que llegan a esperar con ellos los dos hombres de seguridad que  les recibieron.

Todos en silencio aguardan a que llegue el ascensor, y  cuando se abre la puerta  ingresan al interior. El hombre de seguridad pulsa la tecla correspondiente,  y es así como se cierra la puerta automática y  el ascensor comienza a subir.

Posiblemente si alguno de ellos hubiera sabido que ocurriría después no hubieran entrado al ascensor, es más, se hubieran declarado enfermos para no ir ese día, pero el destino ya estaba marcado, y la historia apenas comienza.