La carta es, como sospechaba Linda, del sargento McCarthy. Dice que te presentes en la jefatura para declarar acerca del caso Donovan. Pura rutina. El señor Smith te contrató para que siguieses a su hija porque sospechaba que se juntaba con la gente equivocada. Y así era. El tal Donovan era un traficante de heroína. Cuando estabas espiando a Donovan y sus chicos, McCarthy apareció con los suyos con ánimo de armar jaleo. Con la sutileza de un elefante pasando por una cristalería McCarthy llevó el asunto a una carnicería, y de paso tú estabas en medio. Así que te reclama para tomarte declaración, aparte de para hacerte algunas preguntas tipo qué hacía una chica como tú en un lugar como ése.
Vale. Tomé nota mental para que no se me olvidara pasar por comisaría más tarde. Aunque seguramente lo dejara para mañana por la mañana.
Cogí la siguiente carta, de una tal Marie, abrí el sobre y leí el contenido con calma. Dejé la carta del tal Paul para el final.
Mi cabeza en cualquier caso no cesaba de dar vueltas al asunto de Linda, y de cómo podría permitirme conseguir suficiente dinero para lograr mis propósitos...
Escuchas la ducha en el piso de arriba. Linda debe de haber recogido ya las sábanas y arreglado la habitación. O quizá se ha metido en la ducha primero y ha dejado lo otro para después. Poco importa.
La carta la escribe una tal Marie Collard. Ah, sí, la recuerdas, descubriste a tiempo quién quería asesinarla. Ella tenía sospechas de su exmarido, pero no, era la mujer de su jefe, quien sufría de un ataque de celos y había contratado a un profesional para hacer el trabajo sucio. No te fue fácil detenerle, era tan bueno disparando como con el bate de béisbol, pero tus puños tampoco son mancos, así que acabó mordiendo el polvo. Collard te escribe dándote noticias sobre la resolución del juicio. Ribot, el asesino, está en la cárcel por intento de homicidio y otros cargos más graves, y la mujer de su jefe está en libertad bajo fianza. Ella tiene su opinión al respecto e intentas no leer en voz alta sus duras palabras. Te da las gracias por todo, y sobre todo por haberle hecho una oferta tan generosa por tus servicios, teniendo en cuenta las molestias.
Recordaba el caso de la señora Collard. Un caso duro, pero otro caso más resuelto para añadir a la lista de éxitos de Kellemport, que cada vez se hacía más fama en el mundillo. Recogí el archivador de los casos resueltos y cuando encontré el caso Collard archivé la carta de la señora Collard para dar carpetazo al asunto.
Luego coloqué la carta de la jefatura de policía en mi otro archivador, el de asuntos o casos pendientes. Solía tener poca cosa en ese archivador, pero me ayudaba mucho para organizarme.
Me recosté en la silla pensando en Linda. El ruido de la ducha en el piso de arriba me hacía imposible olvidarme de ella. Ni por un segundo. Sacudí la cabeza, tenía que centrarme, pensar en otra cosa. Todo el asunto de Linda me estaba complicando la vida y no era nada sensato.
Distraído abrí el último sobre y me dispuse a leer la carta de Paul Hoyt...
El texto de la carta está escrito con una letra pulcra y bien dibujada, quizá demasiado. Una humanística redonda, si tus conocimientos de paleografía no te engañan. Dice así:
Estimado señor Kellemport:
Le escribo en referencia a un caso que puede estar muy relacionado con su especialidad. Se ha producido un hecho insólito que requiere de las artes de un especialista en resolver casos difíciles, a ser posible con la mayor de las discreciones. Me consta que usted es uno de los mejores investigadores de Nueva York, y por ello le ruego que tenga a bien citarse conmigo el día 1 de marzo a las 18:00 en el Hotel Plaza, Quinta Avenida, junto a Central Park.
Atentamente:
Paul Hoyt
Releí la carta una segunda vez. Un caso. Y por fin uno que parecía interesante... Me pregunté todas las posibles opciones, de qué trataría ese caso... y a mi mente vinieron las palabras de Linda. Me gustaba mi trabajo. Demasiado quizá.
¿Más que ella? En algunos momentos no estaba seguro, pero cuando estaba con ella todo cambiaba y mi trabajo dejaba de importar.
Quizá ese tal Paul Hoyt pudiera ofrecerme una buena suma. Si era un caso tan interesante, y que requería de ciertas dotes de las que sólo unos pocos disponíamos... quizá y sólo quizá pudiera ofrecerme una buena cantidad de dinero. Si no lo suficientemente grande como para huir con Linda, quizá me acercaría lo suficiente para que con un trabajo más pudiera lograrlo.
Volví a introducir lentamente la carta en el sobre y la dejé sobre la mesa.
Agarré el teléfono y llamé a Comisaría. Era hora de fijar una cita para mi declaración, cuanto antes me lo quitara de encima mejor que mejor.
¿Cuánto queda para el 1 de marzo? :)
No tardan mucho en ponerte con McCarthy. Está tan suave como un puercoespín con las púas recién afiladas. Concertáis una cita para el día siguiente, procurando ser todo lo amable que un hombre de tu posición puede. Cuelgas el teléfono y evitas lanzar una maldición. Ese hombre es odioso, te preguntas cómo pudo llegar a sargento sin que antes alguien le pegara un tiro.
Ya no escuchas el sonido de la ducha. Linda debe haber terminado, quizá se esté secando o ya se haya vestido. Imaginas el olor de su piel con el frescor del jabón. Definitivamente necesitas aire del exterior, una ducha fría y también un bocado, estás hambriento. Ya son casi las tres de la tarde.
Es el día 25 de febrero, todavía queda para tu reunión con Hoyt.
Si te parece bien, omitimos el desarrollo de la parte de la comisaría para ir encaminándonos hacia la introducción a la aventura principal, la reunión con Hoyt. El resto de personajes están más o menos a este nivel en el relato, así que espero que en un par de días de tiempo real podáis reuniros todos y empezar de verdad :-)
Te dejo libre albedrío para finalizar esta parte de la historia.
No tenía ducha en el despacho pero hasta yo mismo notaba que me hacía falta una buena ducha. Recogí la gabardina y el sombrero y me dispuse a salir. Cerré la puerta con llave tras de mí y empecé a patear las calles.
Pasé por el puesto de perritos de Jim y me compré uno. Si algún día dejaba de probar esos deliciosos perritos con mostaza lo iba a echar mucho, pero que mucho de menos.
Inconscientemente mis pasos me encaminaron hacia mi propio coche, que estaba aparcado cerca de mi despacho... y los cinco minutos que duró el trayecto fueron más que suficientes para finalizar el perrito.
Arranqué el vehículo, que a pesar de tener un par de años y ser de segunda mano, se conservaba bien. El viejo me había acompañado en multitud de casos, tenía alguna mancha que otra pero era perfectamente funcional.
Me encendí otro cigarro y me relajé conduciendo por la ciudad. No fuí directamente a mi apartamento, puesto que necesitaba unos minutos para relajarme y aclarar mis ideas... respecto a Linda sobre todo.
Pero al cabo de una media hora había aparcado de nuevo en mi calle y mi maltrecha pierna derecha acompañaba a la izquierda subiendo las escaleras en dirección a mi hogar. Me había dado tiempo a finalizar otros dos cigarrillos más.
El ruido de las llaves de casa al caer sobre el bol de la mesita de la entrada fue lo único que acompañó mi llegada a casa. Cerré la puerta, colgué la gabardina y el sombrero y me fui directo a la ducha.
Otra media hora después estaba descansando en mi sofá, con ropa limpia y un whisky doble con hielo en la mano. Y mi cerebro continuaba pensando, tenía que dar un nuevo rumbo a mis pensamientos. Paul Hoyt volvió a mi mente y decidí invertir los tres días que quedaban para la cita en investigar a ese hombre... ¿Quién era Paul Hoyt? ¿Para qué me querría? ¿Sería un filántropo? ¿Un investigador de alguna universidad? El nombre no me sonaba pero en cuanto regresara al despacho haría unas cuantas llamadas y pondría a algunos contactos a trabajar.
Vamos, que me paso estos días investigando quién es Paul Hoyt, para quién trabaja, si se aloja en el hotel Plaza, desde cuándo hasta cuándo piensa alojarse ahí, etc...
Interesante. Muy interesante el tal Paul Hoyt.
Al parecer es un jesuita y erudito antropólogo que se dedica a estudiar culturas del mundo. Sus artículos versan sobre sobre todo de indígenas africanos y americanos. Su último trabajo refiere una extraña cultura asentada al norte del Canadá, que está relacionada con una antigua raza que pudo tener origen en Groenlandia. Dice que allí conoció a unos hombres de América y Canadá que se habían integrado en su cultura, y que le acogieron como a uno más. Evita dar referencias en torno a su ubicación por la promesa que le hizo al líder de la tribu.
Respecto al hotel, parece que está alojado en una habitación de lujo a nombre de un tal Peter Hoyt. Por lo que logras averiguar, Peter Hoyt fue un hombre de negocios recientemente fallecido. Tenía buenos contactos en Brooklyn y acciones en diversas empresas. La habitación está pagada para su uso durante un año.
Esa misma noche aparece Linda. Dice que te quiere, y que si cumples lo prometido se marchará contigo.
Las palabras de Linda me acompañaron el resto de los días. Parecía que todo podía cambiar. El tal Paul Hoyt era un jesuita y seguramente no dispondría de mucho capital, pero parecía disponer del capital de un familiar, probablemente su hermano, el tal Peter Hoyt. Eso significaba que sí sería capaz de pagar una gran suma. Pero aún me preguntaba si sería lo suficiente para cambiar de vida con Linda.
Me acabé de fumar un cigarrillo antes de caer rendido en la cama, con la cabeza dándole vueltas a todo el asunto de Linda y este nuevo caso, y pensando en todas las posibilidades. Tenía ganas de acudir a la cita con Paul Hoyt, a ver qué me deparaba el futuro.