Eres un tipo afortunado, Palance. El viaje al Canadá fue como conseguir un trébol de cuatro hojas, una pata de conejo metafórica. Desde que regresaste las cosas no podían haber ido mejor.
Tu tesis alcanzó la mejor nota. Llegaste a ser director del departamento de zoología. Desde que visitas al doctor Mabuse ves la vida desde otra perspectiva. Ganas un buen sueldo, sales con jóvenes universitarias. Eres un triunfador.
Caminas por el campus con la cabeza bien alta. Tus zapatos de cuero resuenan en el suelo demostrando la firmeza de tu espíritu. El rector debería llamar a albañiles para que hicieran más grandes los pasillos por los que circulas, pues apenas hay espacio para tu enorme ego.
Tus estudios son un éxito tras otro, tus artículos venerados. Te has hecho con un apartamento de categoría en una zona céntrica de la ciudad. Eres la envidia de tus compañeros.
Como cada mañana llegas a tu despacho. Dejas tu maletín de cuero caro y con tranquilidad te preparas para ir al laboratorio. El despacho es enorme, limpio y bien ordenado. No necesitas ordenarlo tú, hay un becario que lo hace por ti.
Soy el mejor, me regodeo por dentro mientras la becaria me trae el habitual café matutino.
- Gracias, Deborah.
Permanezco absorto siguiendo el ritmo de sus caderas al alejarse camino de su despacho, al girarse para cerrar la puerta tras de si me lanza una sonrisa; caballerosamente le hago un brindis con mi taza de café humeante. Sólo cuando sale del despacho pruebo el obscuro brebaje.
- Mmmmmm ... me relamo con gusto mientras pongo los pies sobre la mesa.... esto es vida.
Entonces cierro los ojos y todo vuelve... los sasquatch, el cuerpo congelado, el frío inhumano, el tarado conviviendo con los sasquatch como si fuera uno más de su horrenda familia... y siempre, siempre, siempre.... la calavera del árbol. Jamás debí subirme a investigar aquella esfera.
Vuelvo a abrir los ojos, ahora ya no hay nada. Sé que no hay nada, pero por las noches es peor, mucho peor. En lo más profundo de la madrugada es cuando "el libro" me atormenta.
Aún no sé que maligno impulso me obligó a llevarme aquel souvenir de la cueva de Bhule. Nunca debí cogerlo, jamás debí llegar a abrirlo.. si tan solo lo hubiera donado a la biblioteca de la universidad... Ese fue mi primer impulso, pero el libro palpitaba en mis manos, sentía que me llamaba y lo abrí, y lo estudié, y nada volvió a ser igual.
- Tengo que hacer algo o me volveré loco.
Mi propia voz me sorprendió, era la voz de un extraño. Era el momento de recurrir a la terapia de un antiguo compañero de fraternidad, especialista en enfermedades mentales.
Abro otro post para hacer las tiradas de recuperación. Así si algo no te cuadra lo borro y ya está.
Motivo: Tratamiento cordura
Tirada: 12d100
Dificultad: 95-
Resultado: 50, 23, 16, 96, 56, 84, 72, 33, 92, 15, 57, 57
Exitos: 11
Motivo: Recuperación Cordura
Tirada: 10d3
Resultado: 3, 2, 3, 2, 1, 2, 3, 3, 1, 1
Motivo: Mes pifiado
Tirada: 1d6
Resultado: 5
He tirado los doce dados por los doce meses, como he pifiado un mes, ese mes restaré 1d6 y el siguiente mes no sumaré nada. Así que tiro 10d3 para recuperarme y luego resto el 1d6. Según mis cuentas recupero 16 puntos de cordura. Como tenía 26 recupero mi puntuación original (30) y entre paréntesis pongo los 12 extras.
Si he cometido algún error házmelo saber.
Pese a que tu trabajo es realmente bueno, las estudiantes exquisitas y los becarios buenos esclavos, empiezas a cansarte. Sí, eres el mejor, lo tienes todo, pero necesitas un nuevo reto. Echas de menos el espíritu aventurero, el miedo a lo desconocido. Si el doctor Mabuse te escuchase decir lo que circula por tu cabeza te mandaría encerrar. Mucho tuvo que hacer para lograr que volvieses a dormir bien. Mucho tuvo que hacer para que abandonases raras manías que ibas desarrollando, como no pisar las rayas del suelo, o pedir toallas nuevas cada vez que ibas al baño.
El laboratorio te espera. Los investigadores necesitan escuchar palabras de aliento tipo: «¡Eh, usted, trabaje más rápido y mejor!». «¿Qué?» «¿Habla mi idioma en qué?, parásito». Deberías recibir la medalla al jefe del año.
Está todo correcto. Si quieres, para mayor comodidad, suma el total de puntos de cordura que tienes ahora.
Canadá quedó atrás, muy atrás en mi memoria. Todos esos miedos e imágenes quedaron conjurados con el tratamiento del doctor Mabuse.
Así que volví a mis nuevas obligaciones como jefe de departamento, todas ellas apasionantes. Tomar cafés con estudiantes lamebotas, corregir exámenes interminables de gente sin ningún talento, dar clases aburridísimas...
Aún con todo logro hacerme con las clases prácticas en el exterior (para eso soy el jefe del departamento) y voy matando el gusanillo del trabajo de campo que poco a poco se va haciendo un hueco en mi cabeza.
Esta mañana me toca laboratorio, es un curso avanzado de Zoología, posgrados y demás fauna. Al menos es interesante, mientras paseo mesa por mesa observando y corrigiendo el trabajo de los alumnos sobre el Phylum Porífera mi mente se evade pensando en el exterior: sentir el viento contra mi cara, seguir el rastro de algún extraño animal, acorralarlo hasta atraparlo...
En medio de la clase, se escucha la puerta. Es el viejo Louie, el cartero. Tienes amistad con él, charláis a menudo cuando os encontráis por el campus, y no es la primera vez que te has puesto a divagar con él acerca de las grandes preguntas humanas, adónde vamos, de dónde venimos, por qué las caderas de esa muchacha son tan perfectas...
—Gregor, tengo carta certificada para ti —quizá es el único al que toleras que te llame por el nombre de pila.
Louie sabe que odias ir al edificio de correos, con sus colas y funcionarias con mala cara —ahí no puedes mandar a la buena de Deborah, necesitan que te persones—, así que teniendo en cuenta la amistad que tenéis, no duda en interrumpir un poco la clase para ahorrarte el trámite.
Salgo de la clase aliviado por la interrupción que me permite olvidarme de las esponjas. No bien he cerrado la puerta abandono el rictus de serio profesor y saludo afablemente a Louie.
- ¿Cómo va eso Louie? Menos mal que has llegado a interrumpir, hoy es uno de esos días de tedio mortal.
Mientras voy diciendo eso, recojo el sobre que me extiende.
- A ver que diablos es esto, ójala venga un billete a mi nombre para el amazonas o algún sito así, cuanto más lejos mejor. Louie, te debo una. La próxima vez que nos veamos caerá una cerveza en la cafetería.
—Va bien, va bien. Esta mañana, nada más salir de mi casa, me he encontrado un billete de veinte dólares. Ese Jackson se ha convertido en mi mesías matutino. No he besado su cara porque estaría mal que un hombre besase a otro hombre —te enseña el billete, la cara del presidente Andrew Jackson parece radiante—. Si quieres luego te invito a esa cerveza.
El sobre lo remite un tal Paul Hoyt. Haces memoria. Te suena. Sí, escribió un artículo en alguna revista científica, pero no te queda claro sobre qué trataba. La letra es bastante buena, de hecho te parece algo anacrónica. El texto dice lo siguiente:
Estimado señor Palance:
Le escribo en referencia a un caso que puede estar muy relacionado con su especialidad, su otra especialidad —cuando lees esto haces una mueca, ¿qué demonios?—. Se ha producido un hecho insólito que requiere de las artes de un auténtico maestro en resolver casos difíciles, a ser posible con la mayor de las discreciones. Le ruego que tenga a bien citarse conmigo el día 1 de marzo a las 18:00 en el Hotel Plaza, Quinta Avenida, junto a Central Park, Nueva York.
Atentamente:
Paul Hoyt
¿Su otra especialidad? Nadie sabe lo del Canadá. O casi nadie.
- Paul Hoyt... ¿quién demonios eres para perturbarme así?
He dejado marchar al bueno de Louie sin apenas prestar atención a su anécdota del billete, sigo con la carta en la mano releyéndola una y otra vez.
- Paul Hoyt... me repito apoyando la espalda en la pared exterior del laboratorio... alguien ha debido irse de la lengua, pero ¿quién?
Repaso mentalmente los candidatos uno a uno... Collins no pudo ser, se gana muy bien la vida como para meterse en jaleos. Gilbert y el resto de su cuadrilla apenas me conocen. Solo quedan Marlowe y McGregor, a León se le fue la cabeza cuando vio aquellos sasquatch, no creo que se haya quedado con muchas ganas de repetir aventuras.
- Mierda, ha tenido que ser Marlowe. Cuando le pille se va a enterar.
Apunto la cita en mi cabeza, no la voy a olvidar y vuelvo a la clase completamente abstraído. En mi fuero interno quiero que llegue la fecha para saber que diantres ha pasado.
Y con esas, van pasando los días, a la espera de que llegue el momento de desvelar el misterio que hay tras el nombre de Paul Hoyt. Mientras pasa el tiempo, encuentras la revista donde escribió su artículo. Es un número antiguo de una revista de antropología, Hoyt dedica un monográfico a sus conclusiones sobre la investigación de una tribu africana en donde al parecer ejerció de misionero.
Con tiempo compras los billetes y te dispones a marchar a Nueva York.
Si no tienes nada más que añadir, cierro y empezamos la escena de Nueva York, en cuanto los demás hayan acabado sus prólogos, que será en breve.
Sabedor de que, nuevamente oscuros nubarrones se cernían sobre mi existencia, comencé a empaquetar el equipo básico de campo. Lo que un zoólogo necesita para cualquier contingencia, durante un momento dude si llevar también mi revólver .45, pero me acordé de todo aquello que leí en "Las arcillas de Eltdown" y lo envolví en mi equipaje sin más dilación. En una mochila me cabe todo, en caso de necesitar más equipo. ya veré.
Me llevo lo que tengo en la ficha, lo único que habría que cambiar es el dinero que tengo y que ingreso anualmente con mi nuevo cargo, puesto que antes estaba bastante pelado.
Fin del prólogo
Ahora ingresas anualmente 3.500 dólares. Has acumulado 7.000 dólares desde que llevas en la universidad.