Regresáis a Greenwood. A mitad de camino os topáis con un enorme camión de combustible, que va en dirección contraria. Como ya os está resultando habitual en esa carretera, os echáis a un lado y lo dejáis pasar. Aparcáis el coche y os dirigís hacia la puerta del hotel. Marlowe está confraternizando con la señora Seaforth, parece que se llevan bastante bien.
Al veros Marlowe os mira.
—El padre Hoyt está descansando. Tiene fiebre y ahora duerme. No le ha sentado demasiado bien la humedad. Es raro, pese a todo el viejo no suele enfermar, le he visto aguantar como si nada situaciones que algunos soldados de los buenos no llevarían bien. ¿Cómo han ido las pesquisas?
- De momento no hemos sacado nada en claro respecto al hermano del padre Hoyt. – comento con cara de decepción. – Pero tenemos muchos indicios de que algo raro ocurre en ese centro… hay algo que huele a podrido en el doctor Freygan. –
Observo a mis compañeros, incluído Marlowe. – Quizá deberíamos reunirnos en una de las habitaciones lejos de miradas y oídos indiscretos… No es conveniente que la señora Seaforth se entere de nuestras andanzas. – Me quedo por un instante pensativo… No estoy seguro pero el asunto del camión de combustible que nos hemos cruzado varias veces sigue rondando por mi cabeza, y me pregunto si tendrá que ver con el reguero de carbón que encontré en el psiquiátrico…
Tras separarnos una distancia de los oídos de la señora Seaforth le hablo a Marlowe.
- Regular, nada más que regular. Tan sólo Kellemport ha logrado sacar algo en claro de todo esto, gracias a una artimaña bien preparada para explorar a solas... le explico todo lo que nos ha ocurrido... de hecho hemos tomado la determinación de investigar de forma más "independiente" esta noche. No sé si usted se animaría.
Mientras voy explicándole todo lo acontecido una idea de va filtrando en mi mente, sin duda ha madurado en mi subconsciente y es ahora cuando voy atando cabos.
- A todo esto, ese misterioso camión de combustible que nos hemos cruzado tanto camino del sanatorio como cuando volvíamos de ver a los tarados de las colinas. Tiene las carreteras hechas polvo con sus roderas y parece que siempre hace el mismo recorrido. Hay una extraña relación entre el clan de los deformes, el sanatorio y la forma que tiene de abastecerse de ¿carbón?
Quizá nuestra anfitriona sepa algo del camión.
—Por mí sí que iría con ustedes, pero todo depende del padre Hoyt. Me preocupa que sufra un ataque estando ausente. Desde luego hay gato encerrado en ese manicomio. Un generador eléctrico para abastecer al sanatorio no consumiría tanto combustible, a menos de que se dediquen a freír los sesos de los pacientes cada cinco minutos. Habrá que preguntar a la señora Seaforth sobre si estas visitas son reiteradas.
Amanda Seaforth os mira con cara de póker. Mucho secretismo para unos académicos. Por supuesto no ha podido escuchar nada de vuestra conversación.
- Señora Seaforth... precisamente comentabamos que quizá usted podría ayudarnos con un tema... - digo con tono jovial en cuanto la mujer apareció.
- Mire... en todos nuestros viajes hacia el pueblo o el hospital o de vuelta aquí, nos hemos cruzado con un camión de combustible y nos ha extrañado que haya tanto movimiento de combustible por aquí... ¿Sabe a dónde lleva todo eso? - mis ojos escrutan a la mujer con curiosidad mientras muestro una sonrisa amable.
La pregunta ha resultado de lo más inocente y estoy seguro de que no puede relacionarla con el resto de nuestras pesquisas...
—Buenas tardes Sra. Seaforth. Vive Ud. en un pueblo precioso. Hemos pasado el día paseando por ahí mientras charlábamos y nos ha encantado. Si nos disculpa, antes de cenar queremos reunirnos para hacer una puesta en común de nuestras ideas. ¿Podrá arreglárselas sin nuestra ayuda en la cocina? Por cierto, hay pasajes del diario que me ha dejado que son... espeluznantes y a la vez, interesantes! Muchas gracias!
Le guiño el ojo al realizarle la pregunta
—Verá, es algo que se comenta en el pueblo. Se ha visto bastante trasiego de camiones por la carretera en dirección ida y vuelta del manicomio. Algunos son locales, de transporte de carbón o de carga normal, pero la mayoría son de fuera del estado. También se han visto coches y camiones grandes y pequeños, y hasta alguna cisterna. Se dice que Freygan explicó que estaba montando un laboratorio en el manicomio con el fin de ofrecer a sus pacientes la más moderna ayuda, pero nadie del pueblo lo ha visitado nunca.
Amanda sonríe ante las palabras de Olmer. Le gusta la simpatía del joven.
—No se preocupe, tengo todo casi a punto. Pasen al comedor si así lo desean y cuando estén listos les sirvo la cena. Me alegra de que le guste el libro. Pero recuerde, cuídelo.
Hago caso a la señora Seaforth y me adentro en el comedor mientras pienso en las palabras de la mujer... Es evidente que Freygan no trama nada bueno...
Susurra a los demás
- Parece que ese hombre cree estar en la vanguardia de las técnicas de tratamiento de locos, afirma poder curarles lo cual me lleva a pensar que está obsesionado con convertirse en el hombre milagro que cura a los locos, esa obsesión puede llevarle a hacer cosas realmente increíbles, no me equivoco mucho si presupongo que hará cualquier cosa en aras de esa obsesión, lo que quiero decir, es que hay que colarse para encontrar pruebas sólidas y por supuesto, debemos andarnos con mucho cuidado con ese tipo. Una vez tengamos esas pruebas, estoy casi convencido de que lo que lleva a cabo es ilegal, de manera que podríamos dar parte a la policía llegado el momento. Y por supuesto, encontraremos el porqué de la muerte de Hoyt. Aunque ya empiezo a pensar que pudo ser víctima de un severo tratamiento del doctor Freygan...
—Lo que no me gusta del asunto de los camiones es que necesariamente implica a más peones y más gente implica mucha más dificultad para investigar "en privado". Aunque tampoco son todo ventajas para Freygan, claro, más gente implica más fugas de información. ¿Qué opinan de interrogar a algún camionero?
—Para esta noche yo investigaría el manicomio pero sin entrar en el edificio principal, entrar sin saber el número exacto de personas y sin planos es muy arriesgado. Respecto a los planos, conociendo la historia del edificio quizá podamos encontrarlos en algún registro municipal, no?
- Los camioneros son un caso aparte. Freygan les ha podido contar cualquier milonga y pueden pensar que el carbón es para las estufas o para cualquier nimiedad. Me parece perder el tiempo, tampoco van a estar reponiendo "combustible" de madrugada, se necesita sigilo y discrección más que otra cosa y yo para eso no valgo. Sí me parece buena idea echar un vistazo al Registro de la Propiedad, allí a buen seguro que estarán los planos, aunque nada nos garantiza que no hayan cambiado. Me ofrezco voluntario para la batida de los registros, los papeles son mi especialidad- dice con una sonrisa.
Aprovechando que la señora Seaforth aún anda fuera preparando la cena, tomo asiento y escucho las diferentes opciones. Bajo la voz para intervenir.
- ¿Entonces posponemos la "visita nocturna" hasta haber recopilado más información? Quizá en ese tiempo Freygan borre pruebas comprometedoras.
Asiento ante la propuesta de Olmer dando mi apoyo.
- Es posible que esa sea la mejor opción, y quizás, sin arriesgarnos tanto, veamos algo digno de mención o algún hueco donde colarnos.
Alzando nuevamente la voz:
- Vaya caminata, el caso es que tengo un hambre feroz. ¡Qué ganas tengo de hincar el diente a las viandas de la señora Seaforth!
A decir verdad, estoy bastante hambriento.
-Sí, podemos dar una vuelta por los alrededores. Pero entrar sin orden ni concierto, no parece buena idea...
La señora Seaforth aparece con la cena, trae un guisado de pollo para chuparse los dedos. También pan de pueblo. Os deja cerca una copiosa fuente con fruta para el postre.
—Que les aproveche, caballeros, si me necesitan llámenme, estaré en la cocina o en la recepción. Antes de eso, voy a subir a ver cómo está el padre, me tiene preocupada.
¿Salimos para el manicomio de nuevo o necesitáis hacer preparativos previos?
Me lanzo a por las viandas a la velocidad del rayo.
- Voy a tener que echarme una becaria que sepa cocinar así de bien.
Como con hambre y rebaño el plato, no quiero que me falte la energía esta noche, por lo que pueda pasar.
Por mi parte coger el arma de fuego, ropa oscura y cómoda.
Como de forma comedida cuando tenemos la mesa servida y agradezco a la señora Seaforth su esfuerzo.
- Vayamos al psiquiátrico. Una visita nocturna no nos vendrá mal… no tenemos por qué entrar, sólo inspeccionar los alrededores y vigilar por si hay alguna actividad sospechosa. Y si nos cruzamos con otro de esos camiones voto por seguirlo. – comento mientras acabo de devorar la comida. – Mientras busquemos más información o planos del lugar como ha sugerido el señor Danoff. -
Yo estoy listo y por mi parte vamos ya.
Tras la opípara cena, y sin molestar al padre Hoyt, partís hacia el manicomio. La señora Seaforth se ha encargado de subirle una bandeja con algunas viandas. Marlowe al final os acompaña, tras cerciorarse de que el jesuita está bien. Se coloca su trinchera y marcha con vosotros, parece que va armado. Sospecha de lo que podáis encontraros. Lleva su maletín en la mano izquierda. Vuelve a llover, lo cual no está nada mal si queréis husmear por los alrededores del manicomio sin ser vistos. Steiffen se despide de vosotros y marcha a su habitación.
Fin de la escena.