Lo que tú digas estará bien, Luc. Si tuvieras que operarte, esperaría a que aceptaras mis decisiones sin dudar, así que yo acataré las tuyas sin pensarlo. Y en cuanto al pelo... - Miro discretamente a Ainhoa para que no me considere una chiflada y continúo - Bueno, el pelo crece. Así que creo que ha llegado la hora de parecerme un poco a la teniente O'neill, ¿dónde hay una maquinilla?
Pendergast. Dime si haces caso a Kerenksy o por el contrario prefieres elegir tu mismo.
Puede que sea una de las pocas sonrisas que nos queden, asi que miro a Tracy sonriendo y encogiéndome de hombros.
- Claro que crece, Tracy. Vamos allá, ¿Yo a ti, y tú a mi? El equipo, yo también confio en ti, Luc.- Cruzo una larga mirada con él.
Le guiño un ojo a Ainhoa, tratando de darles animos.
Quizas podriais cubriros la cabeza con un pasamontañas de neopreno como el que lleva el traje tactico...pero sin entrenamiento es una tortura increible al cabo de unos minutos...al final de la semana de usarlos, todas las mujeres del curso se habian cortado el pelo como minimo hasta la coronilla.
Aun asi, seguro que seguis preciosas despues y como decis, crece sin problemas.
Hago caso a Kerensky. Yo se de nubes; no de armas.
Todos hicieron caso a Kerensky, ya que era el experto en armas. Y tras equiparse debidamente llenando unas mochilas con munición y cargando las armas y el resto del equipo. Regresaron al despacho de Stevenson, que este había dejado abierto. Y esperaron a que regresara.
Mientras tanto cogieron unas tijeras y ambas doctoras se cortaron el pelo la una a la otra. Sus respectivos mechones rubios caían por la cara, resbalaban por la ropa y quedaban inertes en el suelo.
Al poco Stevenson volvió acompañado por un hombre afroamericano de unos 30 años, bastante alto y que estaba en buena forma a juzgar por su aspecto.
Cambio de escena: De la sarten al fuego.