Partida Rol por web

La Herida es imponente, los celestes ojos de Nadynell contemplan con asombro la extraña magia que da existencia a ese misterioso portal dónde la realidad se rasga y da paso a lo desconocido. 

En la torre ha estudiado centenares de libros pese a su juventud, su avidez por el conocimiento es sólo comparable a su pasión por la magia, así pasó su adolescencia encerrada en la amplia bibliteca de la orden. La diosa de la magia ha alumbrado siempre su camino, la ha bendecido como a su propia hija, y ha puesto avivado el fuego azul que habita en el corazón de esta humana. Los libros son infinitos dicen algunos, pueden leerse miles en una vida si se dedica de lleno a eso, pero Nadynell eligió ir más allá y explorar ella misma los bordes del conocimiento arcano. La Herida era un completo misterio hace dos años y ahora puede dejar de serlo para ella.

Sus ojos se encienden con una intensa luz azul, frente a ella hay un futuro incierto y la posibilidad de descubrir un conocimiento completamente vedado a Faerum. Detrás de ella tan sólo está su pasado, nadie la busca, nadie la espera, sus compañeros de la orden están demasiado ocupados leyendo tomos antiguos. Nadynell va a escribir sus propios libros, va a revelar al mundo los hallazgos que hay más allá de aquél portal.  

No le falta valentía ni valor, tiene la motivación y la convicción necesaria para dar ese paso. No hay duda, su pie se adelanta, y a partir de ese instante su vida cambia para siempre.

Nadynell tiene por pasión el conocimiento arcano, se pasó la vida buscando el saber y la magia en la Candlekeep, instruida por miembros de la Orden de Mystra. La diosa de la magia es su brújula, su madre, su guía y su amiga. Se siente su elegida, así la veían otros y así se encarga de que la sigan viendo los demás. 

Sus conjuros llevan signos luminosos, azules, a veces acompañados de agua, hielo o electricidad. En ocasiones se encienden sus ojos y un viento azulado la envuelve (Taumaturgia, Light, Shape water)

No usa armas, aunque si armadura y escudo con un emblema de una estrella azul, símbolo sagrado de Mystra, . Se vale completamente de la magia para casi todo.

Anhela escribir libros con nuevos conocimientos arcanos, crear objetos mágicos legendarios, ser una referente dentro de su orden y proteger los intereses de Mystra.

Lyra nació y creció en una comuna de apicultores, totalmente retirada de la civilización en medio de un extenso bosque. Su familia veneraba a aquellos insectos casi como a dioses. Habían consagrado su vida al estudio y el cuidado de estas criaturas, con la fé ciega de que suponían una barrera que mantenía el equilibrio del orden natural. 

Durante sus años de estudio, Lyra había dominado el arte culinario de añadir la fresca y dulce miel a cualquier plato, convirtiéndolo en un manjar digno de un rey. Había dominado la técnica hasta el punto de generar golosinas que podían revigorizar al guerrero más grande. Ahora, el estudio de Lyra iba más allá, todo apuntaba a que algo estaba alterando el ecosistema, las abejas estaban actuando de manera extraña. Algunas incluso parecían estar desapareciendo, o... ¿Cambiando de plano? Todo aquello era terrible, y parecía estar relacionado con La Herida. 

Era hora de ponerse manos a la obra, no podía permitir que aquello continuara poniendo en riesgo el equilibrio. Lyra se despidió de sus padres y salió de casa solo con su enorme sombrero de paja de apicultora, y una reserva de las que se convertirían en famosas golosinas que había descubierto cómo crear. Gracias a estas pudo ir pagando los pasajes de carros y estancias en posadas hasta llegar a la herida, incluso le habían sobrado algunas que consiguió cambiar por algo de equipo de aventurera. 

Había llegado hasta allí. El enorme sombrero descansaba sobre su cabello castaño, que a su vez se posaba sobre sus hombros. Sus ojos verdes observaban con determinación la enorme grieta, aunque la cara de Lyra no parecía mostrar un atisbo de nerviosismo. No estaba tranquila, aquello era imponente, pero su convicción le permitía mantener los pies en la tierra.

Había llegado el momento, entró.

Lyra había crecido en una comuna de apicultores (ermitaño) y había descubierto que algo al otro lado de La Herida estaba acabando con las abejas (descubrimiento de ermitaño). 
Ha dominado el arte culinario de la miel (dote chef), y lo único que desea en este momento es descubrir qué es lo que está afectando al bienestar de los insectos.

Me gustaría que tanto lo de chef como el dominio de útiles de herborista fuesen relevantes, pues Lyra era algo así como la "curandera" del pueblo. Tiene complejo de alquimista y pasa grandes cantidades de tiempo elaborando potingues, pociones y preparados con la miel. Me gustaría que pudiese combinar su conocimiento en las dos cosas para aprender a hacer pociones con miel si fuese posible. Sino con las reglas tal como se contemplan de base, es competente para elaborar pociones y como chef puede elaborar platos y golosinas revigorizantes. 

Un enorme minotauro de mas de 2 metros estaba sentado a unos metros de La herida. Sonreía, viendo pasar a la gente, mientras en su mente se dedicaba a pensar en hermosas historias que podrían pasar a las personas que cruzaban aquel paso. Aventuras, encuentros, lazos creándose, algunos de amistad, otros de odio, y algunos de amor.  Todo aquello podía pasar, al menos en la mente de aquel soñador astado.

Había sido criado en un monasterio de Sune, después de que un grupo de paladines decidiera eliminar un grupo de bandidos entre los que se encontraban sus padres. Una clériga de Sune encontró al joven Thoonthou metido en una cestita, dormido. Cuando la clériga se acerco, el pequeño abrió los ojos y le dedico la mas dulce de las sonrisas a la mujer que tenía delante. O al menos eso le repitió la Sacerdotisa mientras crecía en el monasterio.

Tuvo una infancia feliz, ayudando en rituales y aprendiendo de su madre y maestra, y aunque aprendió a amar la vida y todo lo que la rodea, el quería conocer más. Leía libros de aventuras, aprendía a pelear de los paladines que pasaban por ahí en busca de ayuda, y finalmente, cuando oyó sobre La Herida y Las Garras del Dragón, no espero más. Se preparó, se despidió de todos en el monasterio y se fue a una aventura, aunque Madre intentó detenerlo efusivamente.

Dio un brinco de la piedra en la que estaba sentado, y sin ápice de duda y una sonrisa en la boca fue directo a cruzar el portal, buscando crear el mismo esos lazos e historias que hasta ahora solo había leido.

Era de noche y hacía frio, una voz femenina tarareaba esa canción que resonaba en las calles ahora desiertas de Neverwinter.  La responsable era una semielfa que claramente iba ebria, Su forma de andar haciendo “eses” la jarra de madera portaba en la diestra y una pata de jamón robada en la siniestra daban pistas sobre ello. Sabían los dioses que si alguien quería quitarle alguno de edad dos cosas seria de sus dedos frÍos y muertos. Por si no fuesen poco esa estampa, tenía el pómulo izquierdo inflamado, lo más seguro de un puñetazo mal encajado.

Ataviada con su armas, su armadura y envuelta en una capa de dragón marino negra y roja no parecía prestar atención a su entorno ni a las posibles miradas o susurros. No es que importase, ella no sabía si subía o bajaba llegados a ese punto.

Por mero azar caminó hasta toparse con La Herida y se le quedó mirando un momento largo, tardó en saber que es lo que tenía delante. -Pues no eres para tanto. -Retó al portal- Un portal al que algún mago borracho se le ha ido de las manos. -Era de un par de metros de ancho por unos cinco de alto y detrás de ella bailaba una oscuridad ondulante, imposible saber lo que se hallaba al otro lado.- Eres como la garganta de un dragón, pero el dragón al menos escupe fue, tu ni eso… Inútil. -El silencio fue todo cuanto recibió como respuesta y eso fué insultante. -¿Sabes qué?  Voy a ver que escondes al otro lado y se lo voy a contar al capitán.

-Dicho eso y sin ser consciente de lo que estaba haciendo, cruzó.