Partida Rol por web

Tal vez podríamos usar las vaguadas para una primera aproximación a la torre. El camino sería mas arduo, pero las posibilidades de ser descubiertos serían mínimas, aun suponiendo que las aberraciones que usan como artillería esten acompañadas por una escolta de gantes o criaturas similares.- dije señalando las cicatrices que miles de años de lluvias habían marcado en la montaña.

El Sargento asiente ante el comentario de Lucius... aunque su mirada está clavada en Czorf. El mutismo del psíquico, sin embargo, solo reafirma que lo que está allí adelante no puede ser nada bueno. Pero claro, nada que se oponga al Dios-Emperador es bueno. Solo el enemigo.

- Es una excelente observación, Lucius. Debemos llegar a la cima como podamos; recuperar la torre de comunicaciones y contactar a la Fortaleza.

Su mano izquierda -la derecha en el Bolter, el índice en el gatillo, siempre- señala dos profundas vaguadas. Allí, y allí. Desconocemos los sentidos perceptivos de estos engendros; pero tened cuidado de no quedar apilados bajo sus números. Lukas, tú adelante. Si algo se mueve, abres un camino hacia adelante con el Bolter Pesado. 

- Retroceder no es una opción. Somos los Dientes de Sable! Gloria Imperatus!

Mientras Lukas comienza a avanzar por la vaguada, con Rennard, Cleptus y Micah detrás, Czorf encabeza el otro grupo junto con Litilus, Lucius y Praetus.

Los Astartes se mueven rápido, desgranando barro y tierra suelta de los laterales con sus hombreras. Los caminos son profundos aunque irregulares, y aunque las armaduras rechinan un poco mantienen todos las cabezas bajas, confiando en permanecer fuera de la vista.

Así recorren tres cuartos del camino, hasta que las vaguadas comienzas a perder profundidad y deben detenerse o quedar al descubierto. Micah señala lo evidente: no es tanto que la profundidad del camino decrezca, sino que algo parece haber arrancado las capas superficiales del terreno.

Sea lo que sea, Lukas señala hacia adelante, en donde esta falta de tierra se acumula formando una pared frente a ellos. El cúmulo de tierra se eleva sobre los Astartes al menos media docena de metros, y sombras ondulantes en el borde indican que algo se mueve allá arriba.

Sin dudarlo, Cleptus hace un par de rápidos gestos en el lenguaje táctico, indicando "arriba, silencio, armas listas" y comienza a trepar por la tierra suelta. Sus manos y pies se clavan en la abrupta ladera, buscando agarres firmes, lo cuales son difíciles para guerreros tan pesados. Poco a poco, comienza a subir... 

Rennard intento imitar la subida de Cleptus, aún y pese al esfuerzo no pudo encontrar ningun apoyo para seguir al sargento.

Intentando seguir al sargento y no teniendo mucho éxito, Lukas sigue el destino de Rennard y no logra escalar la ladera.

Lentamente el grupo comienza a subir, no sin problemas, por la tierra suelta. Tras varios minutos llegan a la cima, y la visión de lo que se encuentra al otro lado llena sus visores.

Parece una enorme salida de hormiguero, de unos 50 metros de diámetros. Las "paredes" que acaban de escalar no son más que tierra removida por un gigantesco monstruo quitinoso del cual solo se adivinan, allí debajo, en la oscuridad del túnel que ha excavado, dos largas patas insectoides altas como una torre.

Por demás de estas patas, el interior se encuentra desierto. Cleptus señala más allá, cruzando el agujero. Allí está la torre de comunicaciones. Qué opinan, rodeamos el agujero por la parte interior? Debería mantenernos fuera de la vista de los otros tiránidos...

-deberiamos entrar de uno en uno, mientras el resto va cubriendo, así no cogeran a nadie por sorpresa. - dice Rennard ansioso de combate.

en compañia de Czorf, Lucius y Praetus, Litilus empieza a subir con agilidad adelantandose un poco mientras en un rellano de la subida, entona la Letania de Odio ya que nadie a dado instrucciones para un abance tactico, por lo que una Oracion encomendandose al emperador que guie las balas y armas para hacer el maximo daño al enemigo, cree que es lo mejor, asi que al terminar la Letania dice:

- Hermanos, destrocemos a esas malditas bestias como lo que son...

Los Marines rodean el agujero lo más rápido que pueden, intentando no hundirse en la tierra suelta. Pero es en vano: la vibración de sus poderosos pasos despierta a la criatura en el agujero, un temible monstruo nunca antes visto (pero del cual Czorf se encarga de tomar rápidas muestras visuales para mostrar al Ordo Xenos, para mayor gloria del Capítulo).

El combate es corto pero increiblemente sanguinario. Los gruesos proyectiles de Bolter Pesado rebotan en su piel recubierta de quitina, y los Bolters comunes parecen solo enfurecerlo por el ruido. Finalmente, el Sargento Cleptus pierde pie y rueda agujero abajo, mientras Rennard consigue clavar la espada sierra en una articulación de la enorme pata generando un geyser de ardiente sangre venenosa que deja a Praetus irreconocible y fuera de combate.

El monstruo se retira, dejando a un grupo de Astartes diezmado. Emprenden la retirada hacia la torre de comunicación llevando a Praetus en andas, pero los tres engendros ya avistados les salen al paso. A su alrededor la realidad se deforma, sus chillidos resuenan en las mentes y azotan a los Fieles del Emperador con terribles rayos del Warp. En el medio de la destrucción, el Bibliotecario se alza, como un Dios entre los hombres, y comienza a brillar mientras invoca a los antiguos Dientes de Sable para combatir a los Zoantropos en su propio terreno. En un combate que no se lleva a cabo en el plano terrenal (pero que deja tremendas marcas en él), los tiránidos son derrotados.

La torre ya está cerca, los servidores atrincherados en ella capaces de hacer retroceder a la hueste tiránida gracias a la intervención de los Astartes, y mientras el sol comienza a besar la línea del horizonte, estos llegan a sus puertas y son recibidos dentro.

Fin de Parte 1: La Tarde.

La Horda, pt2: Anochecer

Dentro de la torre de comunicaciones, Lukas manipula el viejo cognitator para lograr establecer contacto con el Monaterio-Fortaleza. Micah intenta recuperar a Praetus, pero sus quemaduras lo han dejado ciego (y prácticamente fusionado su cuello con la armadura), aunque vivo con un tremendo dolor.

Finalmente logran comunicarse con el Monasterio, específicamente con Ragul, el Maestro de la Santidad. Este respira aliviado cuando descubre que Litilus tiene la caja, llamándola "su más preciada arma". Explica también que todo el planeta se encuentra cubierto por la Flota Enjambre y que las tropas han tenido que replegarse a lugares estratégicos, como el Monasterio o las ciudades amuralladas. En este momento, ustedes son probablemente el grupo más adelantado (o dejado detrás, depende como se mira) dentro de las filas enemigas. El apoyo aéreo es imposible, estando los cielos cubiertos de esporas alien y gárgolas.

Les indica que deben replegarse inmediatamente hacia su posición. Pero les conmina también a arrasar antes con un campo de monstruosos aliens que parecen ser baterías tierra-aire vivientes y están haciendo estragos en el apoyo que la Flota Imperial intenta llevar a la superficie, así como el desembarco de los Dientes sobrevivientes en órbita.

Pronto los marines comienzan la marcha, pero deben enfrentar a la Horda justo fuera de la Torre. Praetus se encarga, tomando una torreta montada en la misma y siendo asistido por los sirvientes al carecer ahora de sentido de la vista. Con su mochila reparada, Rennard monta una distracción que permite al resto escapar por un escarpado desfiladero, mientras un monstruoso Carnifex se carga a la torre. La risa de Praetus puntuada por las descargas de la torreta es lo último que el grupo oye mientras se dirige a paso esforzado hacia el nido de Biovoros. 

El carnifex que destrozara la torre los sigue. Primero los Astartes se enfrentan a hordas de gárgolas y gantes, que salen de la espesura... pero no para atacarlos, sino para huir de la estampida del Carnifex! Es un combate sangriento, lo que significa que llegarán agotados al nido. Czorf no deja de detectar una terrible carga en el Warp, como si el ruido de fondo provocado por los Xenos se debilitara de golpe.

El nido es un crater en la selva, rodeado de tropas menores. Abriéndose paso hasta los Biovoros, descubren que son tantos que pueden pasarse un día entero golpeándolos. El aire está lleno de esporas, que saturan los filtros de las armaduras, y el tiempo es por lo tanto esencial.

La solución llega de la mano del desastre: una escuadra de Thunderhawks se estrella en las cercanías. Unos extraños vox hacen que la escuadra decida ir hacia allí, buscando sobrevivientes que aparentemente comparten el código inquisitorial que los Dientes tanto conocen... el resultado es una sorpresa. Una escuadra de Deathwatch, liderada por dos exterminadores, los Sargentos Baltasar y Ranek, surge de los escombros. Han caido en el planeta víctima de las minas aéreas explosivas de los Biovoros, pero cuentan como han, con éxito, conseguido hacer estallar un pecio enorme entre la flota tiránida. 

Los Astartes de negra armadura proponen una solución al problema de los Biovoros: canibalizar las Thunderhawks en búsqueda de cuantos explosivos encuentren, reparar una de ellas transitoriamente para convertirla en un enorme misil, y estrellarla en el nido. Uno de ellos, Brotheric, para especialmente entusiasmado al respecto y su conocimiento de mecánica lo hacen posible. 

Desde lo alto de una colina, mientas el sol definitivamente se oculta, el grupo observa como un segundo sol vive por un par de segundos en el nido de biovoros... los cielos comienzan a despejarse, y por fin el Imperio puede luchar de igual a igual en los cielos.

Cuando piensan que pueden tal vez relajarse, un aullido de furia los interrumpe. Un enorme Tirano de Enjambre carga contra ellos, separándolos. Los marines de la Deathwatch quedan atrapados en una hondonada, defendiéndose de hordas y hordas de Gantes (cuando la comunicación se corta puede oirse a Ranek diciendo "No dejan de venir, malditos?") y el resto se ve obligado a enfrentarse al Tirano. Lo hieren, pero el monstruo parece indetenible... hasta que un guerrero salta sobre su espalda, trepa y destroza su cráneo con una espada sierra. Al caer al piso, mientras el primer relámpago de una inminente tormenta los ilumina, reconocen al guerrero.

- Creyeron que podían librarse de mí, niñas? rie Larks.

Fin de Parte 2: Anochecer.

Parte 3: La Noche

Acá es donde se pone complicado decirles QUE tenía planeado. En realidad, no tengo MUCHO planeado, voy tanteando las historias. Así que, en realidad, no sé qué hubiera pasado en la tercera y última parte. Sé que Larks hubiera contado como fue rescatado por un grupo de Scouts. Qué les hubieran ordenado reagruparse en el Monasterio, pues los Tiránidos están haciendo un ataque completo allí. Sé que se hubieran encontrado con un Rhino, y con un antiguo Dreadnought reacio a despertar llamado Thonius.

Y cuando estén por llegar, Cleptus reaparece con información de grandes túneles donde se escondían genestealers, y cultistas (recuerdan aquella aventura cuando eran scouts?). Vajando por allí, la idea era colocar un enorme artefacto del Caos que podría detener a los Tiránidos secos en su invasión... y narrar el desenlace.

Fin