Partida Rol por web

Hace siglos, cuando dios abrió sentencio a los egipcios por maltratar a su pueblo, mando al ángel de la muerte a matar a los primogénitos, y fue Uriel el que le abrió las puertas, y el que les dijo a los hebreos como evadir al ángel de la muerte. Hoy en día ese pacto aun perdura, y aquí podréis hablar en privado y sin ataduras

Entre las brumas y las sombras, la silueta de la propia Muerte se alza, silenciosa y amenazante como quien de seguro se alzará con la victoria.

Y entre ambos, tan sólo el tiempo. Y un viejo Pacto.

Tiempo ha desde la última vez.

Su voz recorre el lugar como si de un eco lejano se tratara.

Uriel, manteniendo la posición erguida sobre una rodilla y sus manos sobre su espada, oró en busca de la presencia divina de su Padre. En su mente llegó otra voz, distinta y largo tiempo no escuchada. El recuerdo en letargo de aquél que pone fin a todas las cosas tarde o temprano. Con sus ojos cerrados, mantuvo la concentración en silencio.

-Alzo una oración de esperanza y en respuesta hallo una voz casi olvidada. ¿Es todo esto obra tuya, amigo mio? ¿ha acabado la Gran Batalla y éste es tu abrazo que envuelve a todas las cosas que llegan a su final?

No, no es obra mía. ¿Tanto anhelas mi abrazo? Aguarda, Uriel, nuestro viejo Pacto continúa en pie. Al igual que yo continuaré en pie cuando todo haya tocado a su final. Dime: ¿qué deseas?

El eco de la voz es distante, mientras la niebla parece querer desdibujar por debajo de su propia cintura. Extiende su mano y, frío como una capa mortecina, acaricia el mentón de Uriel para que su rostro se fije en el Fin.

Abrió los ojos ante el frío tacto de la caricia de la muerte sobre su piel, y la miró sin miedo, como un igual, hijo del Creador.

-Deseo volver al lado de Padre para seguir luchando contra los demonios que irrumpieron en nuestro hogar. Debo proteger todo lo que Yavéh creó.

Escuchó las palabras de Imamiah y Metatron como un discurso distante, como un sueño, pese a no quedar lejos de donde reposaba arrodillado.

-Mis hermanos hablan de la presencia de exiliados del Reino de los Cielos entre nosotros y ser todo este lugar obra de Lucero. Dime tú, amigo mío, que pareces escapar de los lazos de este lugar ¿tenderás tu mano en auxilio, no para traer el fin, sino para salir de esta prisión?

Mi mano no es una mano de auxilio, pero tampoco de Fin. Tan sólo tránsito.

Al terminar sus palabras impulsa a Uriel a alzarse hasta su altura.

Si deseas algo no has de hacer más que pedirlo.

¿Qué piensas de lo sucedido, Uriel?

Escuchó la pregunta cuando quedó prendado de sus pensamientos mirando la luna de sangre. Su rostro se había endurecido y su respiración era más profunda.

-Jamás había sentido tu tacto tan frío y tan de cerca como ahora. Tránsito sois, pero un tránsito que trae desconsuelo, incertidumbre y desesperanza. Así es como los mortales deben teneros en consideración, en vez del barquero que les hace cruzar aguas hacia el Reino de los Cielos o el Eterno Tormento. Pero para un igual...-negó levemente- De su luz y voluntad fuimos creados, y aquellos caídos vuelven a su lado a la espera de volver a tomar un cuerpo en el que volver a servirle, pero...¿aquí?...donde no hallo la presencia de Yahveh ¿qué nos ocurrirá una vez el mal nos de caza y tú seas quien nos de la mano para llevarnos? No hay más cielo para los ángeles que el propio Cielo, y éste nos es negado en este momento, y atacado -recordó

-¿Qué traes para nosotros, viejo amigo? ¿Es tránsito en verdad, o Fin?

Es demasiado pronto, Uriel. Demasiado. Tu alma aún brilla en vida, y no empalidece en mi búsqueda. Aún no has sufrido los designios de lo que ser libre representa. Aún no has errado. Aún no has aprendido. Aún no te has alzado.

El eco se pierde, sus alas se extienden y con ellas, la sombra que proyecta trae el frío de ultratumba.

Pero, suceda lo que suceda, te diré algo: estamos unidos por algo más profundo que el viejo Pacto. Puedes contar conmigo. No dudes, y yo no retrocederé. Este es el tránsito que te ofrezco. Será el Fin de cuanto conoces. ¿Podrás soportarlo, Uriel?

Su ceño se frunció más todavía al escucharle y su mirada se centró en una ilusión, donde no sabía nada y esa libertad de la que hablaban todos le abrumaba, le sobrecogía, como un náufrago a la deriva en el vasto mar.

-No...no creo que pudiera estar preparado. La libertad es para aquellos que han nacido libres, pero para mí, significaría el horror. Yo pertenezco a mi Creador y al Cielo, no soy libre, ni jamás he deseado serlo.

-Yo...siento miedo ahora, siento la mordedura de la incognita, como cualquier mortal al que se le ha condenado en sus últimos días. ¡No quiero ser libre!...¡NO QUIERO!, lo que quiero es volver a mi lugar...-Bajó la mirada y exhaló una bocanada de aire cargada de cobardía que hacía arder sus mejillas y cargar con la vergüenza que cualquier mortal hubiera anhelado por la libertad.

-Ayúdame -imploró volviendo a alzar la mirada a su aliado- Ayúdame a...volver, ayúdame a no cruzar ese umbral y seguir siendo Uriel. Aleja de mi cualquier sombra que exija mi vida, toma la de cualquier otro, ¡no me importa! pero ...no me dejes...

Si tanto deseas entregar tu libertad, Uriel, si incluso tú le pides a la Muerte que no aleje su sombra de la tuya propia. Postrarte ante un Señor para librarte de tu propia libertad sería renunciar a Él.

Sus alas se extienden, el frío se acentúa, y las plumas caen convirtiéndose en pura neblina que se desvanece en la nada.

Este es tu lugar. Es el momento de escoger. Y yo estaré a tu lado. Hasta el Fin. Sean cuales sean tus decisiones.

Y pausada, lenta, mortecina, su mano se extiende hacia el ángel, tal vez tendiéndosela, tal vez aguardando el momento de la cosecha.

Rápido, Uriel. El tiempo corre en tu contra.

Por primera vez en mucho tiempo se podía vislumbrar un ápice de humanidad en la Muerte, aunque ese cáliz desaparece rápidamente.

En un brillo de luz del reflejo de la hoja de la espada consiguió oir la advertencia de la Muerte.

Confuso, frunció el ceño embelesado- ¿Qué quieres decir? ¿qué...qué puedo hacer?

Como si el tiempo se hubiera detenido en ese brillo, mantuvo su mirada fija en la hoja de la espada escuchando.

La Muerte retira lentamente su mano.

No importa.

Los segundos se alargan indefinidamente así como su voz se pierde prácticamente en el olvido.

Estás vivo... por ahora. Ve con cuidado, el enemigo invisible acecha y desconozco si podré alejar otra vez la condena de tu esencia.

El rostro de Uriel se mantuvo fijo cuando ésta pronunció el nombre de Andariel.

-Gracias... - Fue su pensamiento. Sabía que en esta ocasión, el destino o su voluntad se habían adelantado a que Uriel se viera obligado a recurrir al Pacto para evitar el fin. Estuvo cerca, demasiado. Y ahora sabía que sería con seguridad la próxima víctima.

-Cuando me llegué la hora, y pronuncies mi nombre, será cuando recurra a nuestro pacto, pero hasta entonces, y por esta noche, agradecido. -Bajó la mirada en respeto.

No importa.

La marmórea mano de la Muerte acaricia con el dorso durante un suspiro el rostro de Uriel, y éste puede sentir cómo su propia piel se agrieta bajo el tacto, pese a ser breve.

Te diré algo: Somiel está marcada. No puedes decir nada, pero en tu mano está salvarle, o no hacerlo.

Y tras retirar la mano, la Muerte aguarda.

-Somiel....-pronunció entre dientes en un breve suspiro.

Todavía sentía la punzante sensación en su mejilla, pero sin importarle. Su tacto incluso le fortalecía. Ya había visto su fin de cerca esa misma noche, y la caricia tan sólo era una breve profecía sobre lo que ocurriría. Comprendió entonces, que su destino no era seguramente el de vivir. Sino el de evitar el triunfo de los demonios y el Traidor sobre sus hermanos.

Su miedo se ocultó junto la caída del sol y dió lugar entonces a la determinación.

-Sea entonces. Ya que no puedo pedirte que tomes la vida de uno de los que la han marcado, cuando llegue la hora, toma la de Ylahiah en su lugar.

Los ojos de Uriel se tornaron llameantes entonces. Quizá se estuviera dejando llevar por la ira, la venganza incluso, pero había tomado una determinación, y la llevaría a cabo hasta el final, aunque ello supusiera el suyo propio.

Frunció el ceño entonces y antes de que perdiera de vista al su ángel aliado levantó el brazo en su embeleso instándole a esperar.
La decisión de recurrir al pacto le hizo recordar la culpa que la primera vez tomó posesión de su consciencia, un nudo que le había atado su conciencia hasta ahora.

-E Imamiah también.....tráele de vuelta, ahora que sabemos que su alma es inocente, quizás todavía tenga su papel que cumplir, toma a cualquier otro por él...toma a aquella que sus manos se mancharon con la sangre de los nuestros. Raciel.

Entonces, Uriel, me pides que cuando llegue la hora de Somiel, le entregue el tiempo vital de Ylahiah en su lugar. Y que además le dé a Imamiah el tiempo de Raciel. ¿Cierto? ¿Dos veces vas a recurrir a nuestro pacto...?

La Muerte pregunta, el eco se pierde. Si hay satisfacción, orgullo o resignación, aceptación, es algo que no puede distinguirse.

Aún te resta una tercera vez... ¿cierto?