Partida Rol por web

Creo que este lugar será perfecto.

El chico rubio miró a su alrededor. Parecía que veía bastante más que su compañero. Tras un par de respiraciones agitadas, Quint descargó el fardo, y lo colocó en el suelo con cuidado. Ahora sí que era una bolsa de sábanas y mantas, empapadas totalmente en sangre. Era obvio que se había manchado, pero ya no importaba ahí iba a terminar todo.

Faliar... no tendrás algo con lo que poder hacer fuego, ¿Verdad? Necesitamos un fuego para pasar la noche, y pienso quemar el cadaver de esta bruja. A D deberíamos darle un entierro digno. ¿Recogiste su espada verdad?

- Si, es lo único que me llevé

Faliar deja el cadaver de D en el suelo, y saca la espada. Deposita la espada sobre el cadáver de D, y lo contempla durante un segundo con cierto pesar. Luego vuelve a mirar a Quint.

- Sobre encender fuego... ¿No había una manera de hacerlo con dos palitos de madera o algo así?

Quint sopesó la idea un momento. Frotar dos palos era un proceso largo y agotador, y le seguía doliendo casi todo el cuerpo por la pelea con Émil. Sin embargo, la otra idea que se le ocurría era golpear el acero de sus dagas, y no estaba dispuesto a arriesgarse mellarlas en estas circustancias.

-Deacuerdo, buscaré algo de leña seca y unas varillas que puedan servir. Busca mientras por si acaso D tubiera algo, pedernal o algo así. Vuelvo en cunato encuentre algo.

Una vez encendida la hoguera y montado el improvisado campamento, Faliar intentó quedarse despierto todo lo que pudo, vigilante ante cualquier cosa que pudiese aparecer en la oscuridad. Sin embargo, el día había sido duro y estaba debilitado, y poco a poco cedió al abrazo del sueño.

Quint volvió al lugar con un montón de troncos para hacer una buena hoguera y se encontró a un agotado Faliar.

-Pareces cansado, sería mejor que te tumbaras un rato. Voy a ir encendiendo la pira, y luego enterraré a D en el claro de al lado. Cuando termine volveré y me dormiré también.

A pesar de su cuerpo dolorido Quint acabó con su tarea y prendió fuego a la pira de la bruja, a la que quemó sin sacar siquiera de las sábanas. Luego llevó a D al claro de al lado, como había dicho, pero antes de enterrarlo rebuscó entre sus pertenecias por si encontraba algo que Faliar hubiera pasado por alto. Luego cavó un foso en la húmeda tierra que había entre las raices de un árbol y metió el cuerpo del misterioso hombre. Recitando una plegaria volvió a colocar la tierra en su lugar y antes de irse incó la espada del sujeto sobre su tumba a modo de lápida.

Descansa en paz. -Pensó antes de dar media vuelta y reunirse con su ya único compañero de viaje en el claro y sumirse en un tormentoso sueño.- Que los fantasmas de la batalla no te persigan al otro mundo.

Una vez encendida la hoguera y montado el improvisado campamento, por su parte Faliar intentó quedarse despierto todo lo que pudo, vigilante ante cualquier cosa que pudiese aparecer en la oscuridad. Sin embargo, el día había sido duro y estaba debilitado, y poco a poco cedió al abrazo del sueño.

Los dos hombres estaban exhaustos. Dos compañeros muertos, uno desaparecido y otra de parte del enemigo. Habían llegado seis personas y ahora solo quedaban dos. Esa isla era un reto, un reto de supervivencia. Sobrevivir, encontrar su pasado, descubrir lo que estaba pasando en aquella extraña aldea era algo que tenían que hacer antes de que siguieran cayendo más entre ellos. En dos días habían sido cuatro. Tendrían que tener más cuidado en adelante.

Lentamente, al calor de la hoguera, que era Liana. El cansancio hizo mella en los dos hombres y aguardaron pacientemente un día mejor.