Nahia repitió el golpe anterior invocando al par de alas fantásticas, que manipulaban el arco. La flecha voló rauda hasta el marqués, destrozando su cubierta exterior. La quitina de su abdomen se desprendió, y empezó a chillar de dolor. Galael estaba sufriendo, esto no se lo esperaba.
La criatura hincó un par de patas en el suelo. Y se apoyó sobre la guadaña. El golpe había sido muy doloroso, demasiado.
Motivo: Crítico
Tirada: 1d100
Resultado: 60(+144)=204
Motivo: RF
Tirada: 1d100
Dificultad: 102+
Resultado: 10(+60)=70 (Fracaso)
144 daño
Crítico -32 a toda acción. Aunque es irrelevante. ^^ la defensa sigue siendo la misma
Tengo turno?
No... pero no va a hacer falta, lo cascan en este turno, antes de tu llegada.
*a no ser que haya pifia masiva XD
Faliar ni se molestó en gritar; solo emitió un leve gruñido al sentir el golpe de la guadaña en su espalda. Se deshizo de los restos de su gabardina, y miró desafiante
- ¿Tanta fanfarronería y tanta cháchara, y al final te limitas a rascarme la espalda? ¡La próxima vez apunta mas alto, a ver si me quitas las contracturas de los hombros!
Lo cierto es que él empezaba a estar agotado pero... ahora les tocaba a los demás
Catherine guardó su magia para otro momento. La verdad es que comenzaba a estar muy cansada espiritualmente, así que esperó a que cualquier otro rematara a Galael. Le empezaba a costar demasiado desencadenar su poder. Había aprendido que no se debe malgastar ese poderoso don. Pero lo había hecho por una buena causa. Defender a su pueblo.
Quint se lanzó hacia el Galael cansado, con sus dagas por delante. Estaba casi derrotado, tenía que acabar con él, tenía que hacerlo.
La primera daga penetró un poco en el cuerpo de la bestia, sin causar más que un leve rasguño, pero, con un manotazo casi involuntario, Quint fue enviado lejos de allí, chocando contra la pared más cercana. No había podido hacerlo.
Motivo: Ataque 1 Quint
Tirada: 1d100
Resultado: 37(+60)=97
Motivo: Ataque 2 Quint
Tirada: 1d100
Resultado: 2(+60)=62
Motivo: Ataque 2 Quint (pifia)
Tirada: 1d100
Resultado: 31
12 PV
Le quedan 44 PV así que si haces ese número o más Xerine, puedes narrar como lo matas del todo. ^^
Faliar renqueaba ante los ataques de Calvacanti. Quint salió despedido de un manotazo. Catherine se apartó, jadeando, demasiado cansada para seguir usando magia. Uno a uno, los demás iban debilitándose, mientras que Guido parecía no darse por vencido. No podrían mantener aquel ritmo durante mucho tiempo más
Se estaba quedando sola
Y, súbitamente, un atisbo de compañerismo se encendió en su interior. Aunque ni ella misma habría sido capaz de explicarlo, de repente una repentina necesidad por proteger a esa gente surgió en un recodo de su mente. Y, sorprendentemente, no la molestó. Había confiado en ellos. Ellos habían confiado en ella. Algo había cambiado... Para bien o para mal
¡Galael!
El grito casi hizo que ella misma se estremeciera. Había rabia y fuerza en su voz, más de la que nunca pensó que podría haber habido. Iban a salir todos de esa isla, y ni el poder combinado de las pesadillas se lo impediría. Galael se giró para mirarla, con los ojos entrecerrados. Xerine frunció el ceño
Acabemos con esto
Tensó los musculos, calculando cada uno de sus movimientos. Finta, corta una pata. Asciende hasta su torso impulsándote en otra de sus patas y corte en el pecho durante el proceso. Un último golpe en el cuello, para sentenciar el destino de aquella pesadilla
Luego cerró los ojos por un último segundo... Y se lanzó a por su enemigo, que la esperaba, preparado, con la guadaña en las manos. Todo ocurrió en un parpadeo: La pata de araña salió despedida cuando la daga de Xerine la separó del cuerpo, acompañada por un chorro de sangre. Antes de que Galael pudiera reaccionar Xerine ya se alzaba, impulsada hacia los oscuros cielos que rodeaban el lugar, dejando tras de sí un profundo corte en el pecho que hizo que la criatura alzara la cabeza en un grito de dolor. Y al llegar arriba, un último corte, débil y preciso, casi una simple marca, para degollarle y firmar su defunción
Xerine cayó al suelo de cuclillas, con las dos dagas cruzadas frente a ella y el vestido ondeando debido a la velocidad. Acto seguido, el monstruo araña se derrumbó, a sus espaldas, sobre el frío suelo de aquel lugar de pesadillas
El vals había concluido, pero el fantasma de la muerte aún flotaba por encima de sus cabezas. Como una sinfonía perdida y lúgubre. Como una nota fantasma
Motivo: Ataque 1
Tirada: 1d100
Resultado: 93(+95)=188
Motivo: Ataque 1 abierta
Tirada: 1d100
Resultado: 58(+188)=246
Motivo: Ataque 2 torso
Tirada: 1d100
Resultado: 63(+90)=153
Motivo: Ataque 3 cuello
Tirada: 1d100
Resultado: 11(+45)=56
Motivo: Estilo (Me gasto puntos de destino, dados de héroe, puntos de cansancio, y vaya, cualquier cosa que se pueda gastar)
Tirada: 1d100
Resultado: 75(+10)=85
Diox... Esa tirada de Estilo tendría que haber sido ÉPICA. Maldita sea, pienso subirlo de forma exagerada cuando suba de nivel. He dicho ¬¬
Y se acabó.
Xerine había acabado con esa criatura. Se terminó la pesadilla. Aquella parte del viaje de Faliar quedaba concluida, sellada por las dagas de la enigmática música. Pero él aún tenía una cosa por hacer.
Cogió su hacha y se acercó al cadáver de Galael. Durante unos segundos miró su horrenda cabeza y sus ojos vidriosos y muertos. Luego, sin ningún gesto de repugnancia, introdujo su mano en la boca distendida de aquel horror, y le extrajo la lengua. Acercó el filo de su hacha, y se la cercenó con un tajo limpio. Luego arrojó el músculo hacia un lado, con desprecio.
- Te dije que te cortaría esa lengua mentirosa
Lo de metersela por el culo ya no, que aparte de que no se donde lo tiene, hay niñas delante
-¡Urgf! -Dejó escapar Quint al caer de espaldas tras ser golpeado por la criatura.
Haciendo uso de sus restantes fuerzas, presionó los dientes unos contra otros para olvidarse del dolor de las heridas y consiquió rodar para incorporarse de nuevo, justo a tiempo para ver como Xerine acababa con Galael. Con prudencia se acercó al cuerpo de la criatura, a la que Faliar se apremiaba a mutilar tal y como le había prometido instantes antes.
-Esto aun no ha terminado. Esta cosa no debe levantarse otra vez nunca jamás.
Limpió la hoja de su daga y la guardó junto a la de reserva. Luego se agachó junto a la cabeza, ahora sin lengua, que Faliar había dejado caer al suelo y volvió a abrirle la boca.
-Solo estas dagas podían matarlo, así que asegurémonos de que se queda muerto.
Con cuidado introdujo la daga machada con la sangre de Selene en la boca de lo que había sido Galael y dió una serie de puñaladas hasta que sintió el hueso, quitina o Dios sabe qué ceder, y la hoja se hundión entera en su cráneo. Con delicadeza cerró la boca y dejó caer la cabeza de la bestia al suelo.
-Esto debería evitar que vuelva a levantarse por ahora. -Se giró hacia sus compañeros mientras sacudía las manos para quitar la sangre de demonio que las cubría.- ¿Alguien tiene fuego?
Claro, lo tengo aquí mismo, junto a mi bola mágica de crear huracanes
A pesar de sus irónicos pensamientos, Xerine no dijo nada, pero tampoco se relajó. El lugar seguía sumido en la oscuridad, y las esferas giraban alrededor en una extraña danza incomprensible. Debían encontrar una salida cuanto antes, o quedarían atrapados en ese lugar... Si es que no lo estaban ya
El cuerpo de Galael cayó lentamente al suelo. Rebotando varias veces. Faliar le cortó la lengua, burlándose del enemigo caído. Quint le cortó la cabeza, evitando de alguna manera que aquel extraño ser volviera a despertar. El combate no había sido extremadamente complicado, pues el lugar de donde el ser obtenía energías era el miedo, el terror, la tristeza. Y, ninguno de los allí presentes tuvo en ningún momento atisbo alguno de esas sensaciones.
Por contra, lo que realmente desvelaron durante todo el combate, fue una necesidad de victoria, un valor inusitado y una coordinación bárbara. Una confianza en ellos mismos y en el resultado de ese combate. Si sólo uno de ellos hubiera flaqueado, si alguno hubiera sucumbido al miedo ante aquel ser, todo hubiera sido distinto...
Pero no fue así. Galael fue apaleado, vencido, humillado. Y los únicos rastros de su combate eran una herida en la espalda de Faliar, la gabardina de éste rota, y un cansancio en los corazones y el cuerpo de los presentes. Nada más.
Su cuerpo permanecía inerte en mitad del lugar, como augurando un nuevo renacimiento, una nueva forma de vida que acabara con los sueños y las ilusiones del ahora más cohesionado grupo.
Silencio.
Las esferas seguían girando, burlándose de los que debajo estaban. Truenos, relámpagos y centellas cubrían el negro cielo, iluminando la escena de una manéra especialmente tétrica. No sabían como salir de allí, si es que se podía salir de alguna manera.
Y de pronto, de nuevo un temblor. De nuevo esa sensación de no controlar tu cuerpo. Cada uno de los que allí estaban acabó en el suelo, rezando por que el mundo en el que acababan de caer no se destruyera al tiempo de que Galael había muerto.
Pero nada más lejos de la realidad.
La figura de Galael empezó a levitar, como sujeta por una energía extraña y desconocida. Incluso la sangre desperdigada, y las partes de su cuerpo cercenadas comenzaron a elevarse en el aire, y flotaban en medio de la habitación.
Las esferas dejaron de girar, y cayeron al suelo, causando un estruendo parecido al que sintieron al venir. Pero este era distinto, tenía algo más... algo nuevo. Algo que le hacía más tenebroso. Como las campanas del último día que auguran el fin del mundo.
Y algo acudió a esa llamada. El cuerpo de Galael empezó a deshacerse en tremendas explosiones de luz, dejando boquetes enormes en su cuerpo. Partes calcinadas, heridas de las explosiones volaban por todos los sitios repartiendo los restos de Galael por aquel... observatorio. Algo más apareció. Unas manos, centenares de ellas, de un color azulado y textura nebulosa aparecieron de dios sabe donde para agarrar las partes del marqués, y arrastrarlas hacia la nada más absoluta. Rostros, cuerpos de personas que Catherine y Nahia reconocieron como antiguos habitantes de Corvinus, convertidos en fantasmas. Y esos fantasmas estaban regresando, para llevarse al causante de su muerte a... la nada. El cuerpo sin vida del marqués era incapaz de resistirse a los arañazos y tirones y no pudo hacer otra cosa más que desaparecer entre aquella vorágine de almas en pena. Una tras otra, las propias almas fueron desapareciendo en el mismo vórtice que ellas mismas habían creado. Volviendo ellas también al olvido.
Una última alma se quedó un segundo más que las demás. Un alma que tenía algo que hacer antes de marcharse. Sus facciones eran conocidas también por Faliar y Quint. Scott, el padre, el cura de la isla estaba ante ellos evitando ser empujado hacia la espiral de destrucción.
Pero, lo único que hizo fue sonreir a Catherine. Fue una sonrisa parternal, tranquilizadora. Una sonrisa que significaba que todo lo que había hecho lo había hecho bien. Que la causa por la que el padre murió había sido vengada, y que la salvación de la isla era un precio por el que bien se podría pagar una vida, y había sido la del hombre más sacro del lugar.
Lágrimas fantasmales empezaron a correr por la mejilla de Scott, al tiempo que Catherine soltaba también gotas de cristal de sus ojos. Con una sonrisa en los labios, ambos se despidieron. Y el espectro del marqués volvió a fundirse con la nada.
El cielo se volvió negro de nuevo, y aunque el sonido de relámpagos y truenos no disminuía, sí lo hacía el de las campanas infernales. Con el paso de unos segundos, la luz de Catherine volvió a invadir la habitación. Se encontraban de nuevo en el observatorio artificial de Cavalcanti, y a través de las ventanas podían ver la mansión.
Solo había algo distinto. El cuerpo del marqués no estaba, aunque las marcas de su vitae seguían en la alfombra. Pero había algo más. Un cubo de metal de un tamaño un poco mayor que la palma de una mano cayó pesadamente al suelo justo en el lugar donde Cavalcanti había sido derrotado. Rodó unos segundos hasta quedarse quieto en un lugar.
Estático, esperando a que alguien lo cogiera.
Aún no terminamos la escena, falta un poquitín. ^^
- Eso debe de ser el Flauros. Todavía tenemos que llevárselo a Seline, si queremos salir de esta isla
Faliar se sintió tentado de cogerlo, pero si ese objeto contenía tanto poder... prefirió no hacerlo, no fuera que la promesa le corrompiese. Sería mejor que lo cogiese alguien que tuviese el alma más limpia que la suya.
En su lugar, miró en la mesa del observatorio, buscando que libro estaba leyendo el marqués mientras los esperaba. Ya que no había dejado hablar a Guido, quizás aquel libro tuviese alguna respuesta.
Yo paso del cacharro
El libro que Faliar buscaba se había consumido junto a su cuerpo. No quedaba nada, es más, no había ninguna mesa. No había absolutamente nada, aparte de ellos, la sangre del marqués en el suelo, las esferas del planetario totalmente ajadas y reventadas en el suelo.
Y el Flauros.
Mesa? dije algo de una mesa?
^^
Y el libro era mera ambientación ;)
Y sí, recordar desmarcar a Aaron, ^^
Albert estuvo a punto de interrumpir a Aaron cuando éste le dijo su estado de salud, él se refería al marqués. Quería saber si Cavalcanti estaba bien. Pero la acusación del joven le pilló por sorpresa.
-¿Quieres decir que Cavalcanti es el culpable de todo esto? No seas necio, Guido es solo un noble algo excéntrico, no un demonio. Sois vosotros los que liberásteis aquellos demonios sobre el pueblo. ¡¡Vosotros sois los causantes!! Si no me traes pruebas para demostrarme tu acusación... ¿Como esperas que te crea?
El mayordomo fue adquiriendo un tono de voz más inquisitivo según hilaba su discurso, pero al terminar bajó la voz. No quería morir, y su jefe le había dicho que no se acercara a esos brujos, sería peligroso. Y ahora estaba ante uno de ellos. Y le había chillado.
Tragó saliba. Si se enfadaba, sería muy doloroso.
Xerine se apartó del extraño objeto. Aún seguía en tensión
Lo siento, pero me niego a tocar esa cosa
Quítalo de destinatarios por defecto, ¿No?
Aaron sin embargo, ignoró al mayordomo mientras buscaba en la biblioteca, ya le respondería más tarde, estaba allí para encontrar el Flauros, o en su defecto cualquier cosa suficientemente importante como para ser de utilidad. Rebuscó por la habitación, y entre montones de libros viejos y ajados encontró uno que le llamó la atención.
Que le llamó poderosamente la atención.
Un libro enorme, de más de 20 centímetros de ancho, forrado en cuero negro, sin título alguno estaba delante de sus ojos. Si sus conocimientos no le fallaban, y la verdad es que podía pasar dado su dolor de cabeza actual, ese libro no era otro que el Uroboros Dankel, el 6º libro de las sombras. O... al menos, una copia suya.
Sacó el libro y empezó a hojearlo. No podía creerse lo que había encontrado. Era un antiguo grimorio de magia, sabiduría perdida tiempo atrás condensada en las páginas de ese libro. Si lo que conocía sobre las leyendas era cierto, el Uroboros Dankel era uno de los 12 antíguos volúmenes que Khaiel Sith, un miembro de la cofradía de Rah, confeccionó para administrar su poder de las sombras. Rah fue un dios caído, o eso cuentan los mitos.
Si todo eso era cierto, el poder del libro que tenía en las manos era inconmensurable.
Vaaaaamos a ver:
el grimorio contiene conocimientos para desarrollar la vía de oscuridad hasta el nivel 70, así como la trascripción literal de todos los conjuros de dicha vía, hasta el nivel 20, y pueden ser lanzados símplemente dejando que el propio libro absorba tu zeón.
Además, contiene infinidad de información sobre criaturas y seres fantásticos *cosa que te viene de puta madre para esto de las invocaciones* y disminuye dos grados la dificultad de cualquier control de ocultismo que tengas que pasar contra cualquier aspecto sobrenatural relacionado con la oscuridad. *solo si tienes ocultismo mayor que 40... pero lo pasas con creces ;)*
Si no vais a hacerlo.. lo haré yo.
La voz de Catherine sonaba decidida. No iba a estarse con tonterías. Si había que llevar ese maldito cacharro con Seline no sería ella la que se quedara mirandolo, diciendo que lo cogiera otro. No era una cucaracha.
La chica se acercó, y se agachó para recoger el Flauros. El artefacto era sorprendentemente ligero para lo férreo de su apariencia. Catherine sonrió, y miró al resto.
¿Lo veis? No era para tanto.
Entonces un terremoto sacudió la mansión.
FIN DE LA ESCENA
Aaron pasó las páginas del libro, ignorando lo que el mayordomo le decía. Estaba encandilado con su descubrimiento. Sería realmente útil para él. Soño que volvería a ser útil, que no sería de nuevo una carga. Podría hacer cosas sin depender de los seres a los que llamaba, y además, gracias al libro, conocería nuevas formas de llamarlos, con seguridad podría hacerse más poderoso, y sin arriesgar todo lo que había arriesgado hasta ahora.
Mediante el estudio. Y la meditación.
Aaron sonrió.
Entonces un terremoto sacudió la mansión.
FIN DE LA ESCENA