Partida Rol por web

Negó con la cabeza -no eres nada razonable, ni inteligente- apunto con su arco una flecha al bandido, no tenia mucho tiempo y lo sabia, si no podía decir nada sobre ella, mucho mejor, tendría que buscar respuestas en otro sitio. Satisfecha, pues ya no hablaría más (espero), no se quedo a mirar, escondiéndose otra vez en las sombras y yendo escondida hacia le lado contrario al  de la explosión, tenia que encontrar a la criatura.

¡Los dioses se compadezcan del pobre desgraciado que se te enfrenta, Zhork, porque ese golpe tuyo ha debido de romperle varias costillas! De hecho, su ataque contra ti, aunque certero, es claramente a la desesperada.

—¡ESTÁN AQUÍ! —grita temiendo por su vida—. ¡VENID! ¡AYUDA!

Alguien responde algo desde las salas cercanas. A poca distancia, tus compañeros también han conseguido pasar desapercibidos y ahora se descubren para atacar al otro fulano, un maleante con cara de ffolk. La que lleva la delantera es Bandawrite, como no, pero es consciente de su pésimo estado y decide reservarse.

—¡POR EL PUÑO, SOLDADOS! ¡LES TENEMOS! —grita desgañitándose, y con fingido optimismo.

Pero estas palabras causan el efecto apropiado en Finn, pues aprovecha la sorpresa del enemigo y consigue cruzar con dos torpes espadazos la guardia del rufián. Éste no es capaz de devolvérselos. Junto a ellos, Astro alza su arma a la defensiva, asustado y desorientado.

Por lo que a ti respecta, tu golpe fallido ha dejado uno de tus flancos al descubierto y te preparas para que el villano barbudo se aproveche. Para tu sorpresa, sin embargo, tu enemigo sólo alcanza a blandir locamente su cimitarra contra ti antes de… ¡Salir corriendo despavorido! ¡Debiste de hacerle mucho daño con tu primer ataque! A nadie le gusta morir.

Bueno, un enemigo menos. Solo queda uno por el momento y somos 4 contra él. O tres y medio, o dos y un cuarto. Bah, me tendré que encargar yo de esto. 

Sacando mi escudo para evitar seguir recibiendo mucho más daño, sostengo mi martillo solo con mi mano derecha, mi mano más hábil.  Y con un agil movimiento recorto la distancia que queda entre el ultimo enemigo y mi fisionomía, para luego dejar caer el martillo sobre el enemigo. Por Moradin! Hace tiempo que no utilizas el martillo a una sola mano! A que has perdido un poco la costumbre! No se maneja con tanta libertad, o sí?

Justo antes de comenzar a alejarte, oyes como tu saeta acierta en el hombre -un breve silbido, un golpe seco, un alarido, un gimoteo-, pero quizá viva, pues también oyes como sigue alejándose, quejumbroso, trastabillante, asustado, pidiendo ayuda a sus amigos, y cómo las voces de éstos van acercándose. No parece en todo caso que el tal "Oswald" pueda decir mucho de ti: para él, sólo has sido una presencia en la oscuridad.

Tras un rato caminando en busca de alguna señal de tu «amigo», oyes un débil gimoteo, secundado por una voz llorosa. Te acercas más, en perfecto silencio.

—¡Vamos, mudo! ¡Tienes que levantarte! —escuchas cuando te acercas más. Es una voz aguda, suplicante, casi llorosa—. Los mataste, los mataste a los dos… Ya no nos harán daño, pero tenemos que irnos de aquí… ¡Es nuestra oportunidad!

Investigando sigilosamente, llegas a una sala en penumbra. La luz del día entra por unas ventanas infestadas de maleza y por un portalón de doble hoja, entreabierto, aunque -curiosamente- no oyes el ajetreo de la Ciudad Baja. El lugar pudo ser una vieja y austera cantina, pero queda muy poco mobiliario. En el suelo, descubres los cadáveres de dos falsos mendigos como los que os atacaron, junto a sendas espadas tiradas. Uno tiene el cuello torcido en un ángulo incómodo y su expresión es de puro terror. La expresión del otro es difícil de adivinar: alguien convirtió su cabeza en pulpa con una roca. Cerca, una figura enorme y musculosa, prácticamente desnuda, yace en el suelo: la criatura. Tiene la cabeza apoyada contra una gran mesa de madera que alguien volcó hace décadas y los ojos cerrados, respira con dificultad y sangra por algunos cortes profundos. Agachado a su lado, dándote la espalda, un niño vestido con una túnica harapienta intenta despertarle. Es el dueño de la voz. Está tan concentrado y eres tan sigilosa que podrías ponerte a su espalda y no se daría cuenta.

Puede que tu golpe no haya causado mucho daño al canalla al que os enfrentáis tú y Finn, pero al momento comprendes que ha sido justo lo que necesitaba Finn para conseguir atravesar las defensas del granuja y arrearle un espadazo en todo el pecho que lo deja en el suelo desangrándose con un gorgoteo espeluznante. ¡Si Tordek te viera, asentiría satisfecho! ¡Una victoria más para tu casa, enano!

—¡Cogedles! —oyes gritar a la mujer, la que parece la líder del grupo—. ¡Cogedles y matadles!

¡Toca prepararse! Ya oís los pasos de vuestros enemigos acercándose, no tardarán en llegar. Comprendiendo esto, Bandawrite corre hasta las inmediaciones de la puerta, donde encuentra un nuevo lugar desde el que emboscar a quien entre en la sala. Finn te mira y titubea unos instantes, como preguntándose qué vas a hacer tú.

Me precipito a apostarme sobre la puerta para bloquear la entrada los enemigos que se acercan, quedando cara a cara con Bandawrite. Nos miramos por un momento, y en ese cruce de vistas le intento transmitir un poco de mis fuerzas. Cada vez queda menos para que salgamos de aquí. Intento ser lo menos ruidoso posible, para no alertar a los enemigos que se acercan, pero al guardar mi escudo para tomar el martillo con ambas manos, hago más ruido del que esperaba. No, el sigilo no es lo tuyo, aunque hayas tenido algún golpe de suerte en el pasado. 

Saben que estoy aquí, que más da? Doy un paso hacia atrás para dejarme ver. La puerta está delante de mí, al alcance de asestar un golpe a todo lo que cruce delante de mí.

Miro a ambos, la criatura parecía estar muy mal, no sabía si en ese estado podría caminar, es más no sabía si conseguiría vivir, se mordió el labio inferior, no quería asustar al niño, pero tenía que ayudarlos, a ambos a salir de allí, solos no lo conseguirían. Salio de las sombras que la ocultaban, y acuclillándose para parecer menos ofensiva, susurro -¿puedo ayudaros?- levanto las manos para que el niño viese que no intentaba atacarlos y que no tenia armas (al menos no en las manos) -Conozco a tu amigo, lo libere yo- dijo mirando a la criatura preocupada -Me llamo Aishël ¿puedo acercarme a tu amigo? creo que puedo hace algo por él- dijo miando al niño, sabia que el tiempo corría, pero no podía dejarlos así, y la criatura necesitaba ayuda inmediata, al menos para poder moverse y salir de allí los tres.