Partida Rol por web

Astérope

La Invasión.

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16/08/2021, 10:34
Nikita Pontecorvo

Bediviere tomaba sus manos, tirando levemente de ellas mientras entraba en el agua. Nikita la sostuvo mientras lo hacía. Antes siquiera de que su máscara cayera, ella había leído en él lo que estaba por ocurrir y al contacto con el agua, la que cubría a la chica desapareció como si hubiera sido un ligero velo barrido en un suspiro.

Su pelo, como bañado por la sangre, no se veía oscuro, sino de un rojo intenso que a la luz del fuego brillaba húmedo y al mismo tiempo suelto como si el líquido no lo apelmazara, a la manera en que el pelo mojado puede verse bajo el agua aunque no flotara u ondulara en el aire. Contrastaba fuertemente con el blanco puro de su piel sobre el que podía ver el dibujo de la serpiente en su hombro o la molécula bajo su pecho. Sus pupilas, de un negro profundo, no parecían conducir al fondo de sus ojos, sino al de la noche misma. Si siempre le había parecido que podía abismarse en ellos, la sensación en aquel instante fue como si, al desaparecer el espejo que antes le reflejaba, se hubiera abierto la puerta a la inmensidad de su interior. La oscuridad sin embargo no le asustaba. Muy al contrario le produjo una honda fascinación; le parecía una fuerza, una energía o un lugar profundo en que anidaran todas las cosas antes de que vinieran a la luz. La belleza de Bediviere seguía intacta. Si acaso ahora lo sobrenatural de su presencia la hacía mucho más imponente, como si la invistiera de solemnidad al mismo tiempo que no había perdido un ápice de aquella delicadeza intrínseca de sus movimientos, su voz y todo su ser que a él personalmente lo tenía subyugado.

Sintió entonces que la primera mirada que compartieron, aquella en que había sentido que reconocía algo en ella —algo compartido como no había sentido nunca antes— , no era más que un preludio, la intuición poderosa de lo que debía ocurrir en aquel mismo instante.

Las piernas de Nikita la rozaban sintiendo la suavidad de su piel como si fuera una fina porcelana sin esmalte y aún así tersa. Cedía a la presión de su roce como su carne siempre había hecho cuando alzó la mano para acariciarla, rozando su mejilla, bajando después lentamente por su cuello, dibujando la curva de su hombro o rozando con suavidad su brazo. Sus propias manos sin embargo eran de piedra. Se sobresaltó al volver a verlas ahora bajo aquella luz, mucho más intensa que la oscuridad del búnker cuando las vio por primera vez.

Nikita inspiró con fuerza necesitado de sentir que llenaba unos pulmones que no sabía si poseía. Bajó la mirada hacia su pecho buscando a través de su piel semitransparente algo parecido a un corazón. Su propia ansiedad le hizo percibir con mayor claridad que en su interior ciertamente algo pulsaba, pero lo que acertaba a ver era algo más parecido a piedras preciosas, blancas y azules, semiocultas por las vetas blancas de la piedra de que estaba hecho. Y es que así era, realmente. Y se daba cuenta ahora que no había llegado a entender lo que suponía hasta ese momento en que su realidad se le imponía por completo.

No había carne sino una superficie dura y cristalina. Solo el ser capaz de sentir el tacto de Bediviere impidió que desesperara por completo. Se sentía más parecido a Calista que a un ser humano, una especie de estatua viviente, y todo tipo de ideas comenzaron asaltarle en un instante: ¿cómo había podido gestarse en el vientre de su madre y haberla engañado desde el primer segundo en que vino a este mundo vestido con la carne de un niño humano?; ¿había sangre en sus venas? ¿Había siquiera venas en aquel cuerpo?; ¿cómo sería ahora tocarle? ¿O abrazarle? ¿No sería como hacerlo a una roca? ¿Qué sentiría Bediviere si le besaba? Ya no volvería a decir que había nacido para hacerlo. Tal vez fuera frío y desagradable, extraño sin duda. Tal vez todo lo que ella amaba de su cuerpo, su tacto, su aroma, hubiera desaparecido para siempre. Alzó de nuevo la mirada hacia Bediviere y vio sus ojos mirarlo con dulzura y cierta fascinada admiración. Los dedos de la chica rozaban su pelo con suavidad y él suspiró hondamente al sentir su caricia mientras las piedras brillantes que eran sus ojos se humedecían. Ella quiso explicarle algo, pero fue incapaz. Nikita temía que aquella primera fascinación desapareciera cuando entendiera, al igual que él, que era una criatura demasiado extraña.

Oyó entonces su amada voz diciendo que estaba hecho de selenita. Alzó hacia ella sus ojos mientras la oía añadir que era lo más hermoso que había visto nunca. Y por encima de todo, aquella forma en que ella dijo "te veo" le encogió el corazón. Sí, era imposible que no lo tuviera, pensó mientras lo sentía desbocar al contemplarla de nuevo y dejarse llenar por el sentido de sus palabras.

Nikita tomó la mano de la chica con delicadeza, temiendo hacerle daño si la apretaba. La miró ardientemente a los ojos y quiso sonreír. Sin embargo bajo el influjo de aquel momento le resultó imposible.

Y yo te veo a ti, mi dulce ninfa. Estás aquí.

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17/08/2021, 11:57
Nikita Pontecorvo

Bediviere:

Asintió, incapaz de dejar de mirarlo. Sí. Era ella. Era una ninfa- Una dulce ninfa oscura- pensó, recordando cómo Bryony había visto tras su máscara aún sin darse cuenta, y la había bautizado con aquel nombre tan acertado antes de darle aquellos polvos mágicos que había repartido en la fiesta.

Las manos de Nikita estaban duras. Pero eran igual de lisas y aterciopeladas que el resto de su cuerpo. Le arrancaban suspiros entrecortados, con el roce más simple- Tu piel es cálida.-dijo, sorprendida, como si no lo esperase. Se acercaba, despacio, encontrando hueco, entre sus brazos, y sentándose sobre sus piernas, que ahora constituían un asiento firme. Notar aquel tacto perlado tan cerca, tan palpitante y tan cálido, la hizo entrecerrar los ojos, como lo habría hecho un felino complacido, mientras acercaba la nariz a su cuello y aspiraba- Y hueles... Hueles a ti. - añadió, de nuevo sorprendida- Sabía cómo olías, incluso debajo de tu máscara.- la voz le temblaba ligeramente, emocionada y distraída por las percepciones, como se encontraba.

Mi piel...-volvió a decir, rozando sus pómulos, su nariz, y el perfil de sus labios, despacio- Respira, como lo haría mi boca. Y es muy sensible. Y tú estás tan... Suave y firme.-dijo, sobrecogida- Siento como si acariciase una perla. 

Al hablar a Bediviere, Nikita sintió la humedad en su boca. Sus labios, su lengua, algo en su garganta, todo se movía con la misma fluidez que tras su mascara de carne. No había rigidez en sus miembros aunque fueran duros. No había agarrotamiento alguno. Ella le dijo que su piel era cálida con un tono de sorpresa en su voz, y así era. Era cálido, al igual que lo era ella, y podía sentir el calor con más intensidad en algunas partes de su cuerpo, como ahora en la mano que tocaba la de Bediviere, o en su pecho cuando ella encontró aquel lugar tan suyo sobre sus piernas.

Nikita cerró los ojos y venció la cabeza a un lado, exponiendo su cuello cuando notó que ella lo quería oler. Una sonrisa aliviada y feliz se formó en sus labios al saber que reconocía su aroma y que, de hecho, lo había podido reconocer incluso tras la máscara. Su boca se entreabrió cuando ella pasó los dedos por sus labios, su nariz o su mejilla, completamente lisa ahora, sin rastro en principio del pelo incipiente de su barba. Bediviere hablaba de la sensibilidad de su piel que Nikita sentía increíblemente suave mientras lo acariciaba. No dudaba de lo que decía. No solo que sería sumamente sensible al tacto, sino seguramente también a otras impresiones, como ya lo era antes tras la máscara.

La voz de la chica no había cambiado y al pensar en ello, Nikita se planteó si a través de su piel casi transparente podrían verse los chips de los implantes o cómo podría escuchar al resto del mundo. Aunque si Sirizne le había robado algo no creyó que pudiera oír nada más allá de lo que había podido oír hasta ahora.

Nikita se dejaba explorar mientras su propia mano volvía a recorrer el hombro y el brazo de Bediviere. Acariciaba luego los dedos de la chica con fascinación, percibiendo la delicadeza de sus yemas. Sintió entonces la impresión de que la cubría una capa finísima que, de quebrarse, haría que pudiera precipitarse en su interior.1

Eres… —no era capaz de encontrar palabras para lo que acababa de intuir. Tampoco quería asustarla—. Eres como un lugar. Como el mar. Siento que podría entrar en ti —susurró tan fascinado como perplejo—. Siempre he sentido que podría caer en tus ojos… —añadió mirándola con intensidad mientras acariciaba su mejilla y su boca—. Bediochka…

Al rozar los labios de la chica, Nikita sintió arder los suyos. La deseaba tanto como siempre y necesitaba besarla, responder aquella incógnita y saber lo que sería para ella besar a un hada de las gemas. 

Rozó sus labios suavemente en pequeñas tentativas, cubriendo su boca con diminutos besos. Aumentó después poco a poco la presión sobre sus labios en besos más prolongados, aún superficiales, sintiendo con deleite el tacto y la calidez de sus labios.

Era ella. Ella sobre su regazo, acariciándolo, oliéndolo, mirando en sus ojos de aquella manera intensa. Nikita podía sentir su cuerpo reaccionando como siempre: la sensación de cosquilleo placentero de sus caricias, el calor recorriendo sus miembros, su cuero cabelludo erizándose, el corazón latiendo fuerte ante su cercanía, su aroma o el contacto de sus labios, su sexo excitado.

Entreabrió la boca buscando que ella hiciera lo mismo. Quería besarla, hacerlo con suma delicadeza adentrándose en ella como tantas veces. Quería buscar su lengua con la propia, cálida, húmeda y ágil aunque dura como el resto de su cuerpo. No pudo evitar sin embargo sentirse nervioso y tensarse ante la posibilidad de que a ella pudiera resultarle desagradable o demasiado extraño.

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17/08/2021, 23:57
Nikita Pontecorvo

Bediviere:

Lo observó, confusa, asustada, obnubilada. Si podía precipitarse en ella, ¿podía ahogarlo sin querer? ¿Podía pasar en un agua tan poco profunda como esa? ¿Se trataba de algo más que el fluído que pudiese tener a su alcance? Quizá estaba hecha de agua por dentro... Pero Mariam le había hablado de su sangre. Tenía sangre. Venas-  Y ninguna intención de hacerle daño a Nikita- se dijo, como un recuerdo o quizá más bien una advertencia, que calaba hondo en su ser mientras el tacto suave de sus dedos se derramaba por su rostro, y por su boca carnosa. 

Escuchaba su nombre, susurrado como si fuese deseo y secreto a la vez, y lo rodeaba, despacio, con sus brazos, abrazándose a su cuello. 

Lo vio acercarse a sus labios, como a cámara lenta. Lo sintió, cuidadoso, cauto, temeroso. Besaba como si se estuvieran besando por primera vez. Y es que acaso, ¿no era así? Se estaban besando por primera vez, siendo ellos mismos. Y ser repentinamente consciente de ello le encogía el pecho. 

Y si bien era cierto que notar sus labios, su lengua, duros como el resto de su cuerpo, le causaba una impresión indefinida, y el no sentir el roce de su vello facial incipiente era como una ausencia contra sus manos, aquella delicadeza suya compensaba cualquier diferencia, y aquel tacto maravillosamente suave era una novedad que la invitaba a entreabrir la boca y recibirlo. Rozaba su lengua, despacio. También era sorprendentemente cálida, y húmeda, como cálidos y húmedos habían sido siempre sus besos. La sensibilidad exaltada de su nueva piel, parecía la pareja ideal del tacto perlado que también encontraba entre sus labios y en ellos. Y ante la evidencia de aquellas sensaciones exacerbadas, entendía cómo alguien de su propia naturaleza podía llegar a arrebatarse. 

Temblaba, ligeramente, entre sus brazos. Su boca se volvía ávida. Lo besaba con un ansia contenida, con una necesidad casi instintiva. Se separaba, despacio, queriendo observar su rostro, queriendo asegurarse de que lo dejaba respirar. 

Soy incapaz de describir lo que siento al besarte.-confesó, entre suspiros- Creo que podría besarte todo el tiempo que me quede en esta vida...-buscaba de nuevo su boca. Comprobaba la dureza de su labio, mordiéndolo, como había hecho tantas otras veces. Se volvía a estremecer, pensando en lo fuerte que podría agarrarlo, sin que llegase a hacerle el más mínimo daño. 

Nikita percibió la inquietud en los ojos de Bediviere e intuyó qué clase de pensamientos tendría tras lo que le había revelado. Pero a diferencia del miedo que sintió hacía dos días ante la sugerencia de recrear el momento en que ella estuvo a punto de morir —y a pesar de ser consciente del cambio de color del agua—, esta vez, Nikita no se asustó. La otra noche la narración de los detalles del intento de suicidio le había resultado profundamente perturbadora. Ahora sin embargo todo había ocurrido de forma espontánea. Tenía la impresión de que la impostura de sus máscaras no habría podido aguantar mucho tiempo allí. Y al igual que se había sentido seguro al responder en el búnker que volvería con ella al lago, se sentía seguro en aquel momento aunque comprendiera que ella era como una puerta que conducía a un lugar ignoto.

Que Bediviere le devolviera los besos con avidez le hizo sentir profundamente complacido. Sentía los labios llenos de la chica presionar sobre los suyos que recibían su contacto de un modo distinto, sin ceder bajo ellos y aún así, cada presión, cada roce sobre la piedra viva que era ahora su carne, le arrebataba con su calidez y suavidad agudizada.

La vio separarse y la contempló con arrobo mientras ella afirmaba que podría besarle sin parar. Una sonrisa iluminó el rostro y los ojos de Nikita. Podía ver en Bediviere todo el desconcierto y al mismo tiempo la verdad de sus palabras, de las que no habría podido dudar al sentir cómo se aferraba a su cuello y volvía a besarle con gozo solo un instante después. Él rodeó su espalda atrayéndola con cuidado, mientras dejaba escapar un jadeo ante el contacto de la piel de la chica contra su pecho.

Los pensamientos de Nikita comenzaron a difuminarse mientras su dejaba arrebatar por sus besos. Todas las dudas y miedos anteriores morían bajo su contacto y la certeza de que la amaba y ella a él más allá de cualquier maldición que pudiera acecharles y de todo el horror que se vertía sobre el mundo.

 

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18/08/2021, 00:51
Bediviere Lafayette

Aquella sonrisa que le regalaba Nikita, era la confirmación de que en el fondo, seguían siendo ellos. Con otro rostro, pero ellos. Siempre había pensado que Nikita era como una llama radiante, desde que lo conocía y lo había visto sonreír de verdad, o con cada gesto desinteresado, bondadoso y honesto que efectuaba, con cada caricia delicada que le dedicaba, o cada vez que lo encontraba perdido en la oscuridad de sus ojos. Pero jamás se imaginó que la realidad la haría quedarse corta en su imaginación. 

Suspiró en su boca, al notar que la atraía hacia si. Que la abrazaba, contra su pecho firme, con tanto mimo como el que había empleado en el resto de su acercamiento- No tienes miedo.-dijo, en lo que era una afirmación, cuando sus rostros volvían a encontrarse- Aunque estés con la mismísima Dama del Lago, no tienes miedo.-añadió, notando cómo se le estrangulaba la voz y las pupilas, negras como dos pozos de oscuridad, le ardían, humedecían, y bebían su imagen, como un vacío que quisiera llenarse de él. 

Deslizó los labios, despacio, por su barbilla cincelada. Por el arco de su mandíbula, familiar y a la vez inexplorado. Lo olía, lo redibujaba, seguía de nuevo cada una de sus vetas, hundiendo los dedos en su nuca, enredándolos en su pelo de bronce. 

Su boca se topaba con aquel tatuaje bendecido, que había besado ya tantas veces. Y quiso volver a probarlo, sobre aquella nueva piel. Lo rozó, primero con la punta de la nariz. Luego lo cubrió con sus labios, presionando, buscando el pulso del corazón que aún dentro de ese cuerpo, Nikita seguía teniendo. Y queriendo saturarse de su aroma, y de aquel tacto perlado, dibujó aquella cruz ortodoxa con la punta de su lengua, queriendo comprobar si aquella carne se estremecía de la misma forma que lo hacía su cuerpo humano. 

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18/08/2021, 01:01
Bryony J. White

Backup Ingvild:

Asintió a ambas propuestas de Bry,  más emocionada por la segunda que por la primera. El búnker no era el mejor lugar para demostrar el funcionamiento de la cámara oscura, con aquella luz artificial bañando por completo las paredes blancas de la habitación, como si estuvieran dentro de una tienda Apple, sin ventana alguna, ya no digamos una con orientación norte. Pero la curiosidad de su amiga era implacable, así que pronto regresó con la cámara de madera entre las manos. Era tan pequeña que podría llevarse bajo un sólo brazo, y no más ancha que una bandeja cualquiera.

—Formalmente es una cámara estenopeica a la que le ha añadido un par de lentes para corregir el efecto de inversión, y por otras cuestiones más... interesantes —explicó mientras ponía la cámara sobre una mesa apuntando a Frida.

Con una mano levantó una pequeña cortina que cubría el interior de la cámara, indicándole a Bry que metiera la cabeza en ella.

—La guillotina —bromeó, alzando las cejas.

La abertura daba directamente a un papel de dibujo que se encontraba en el oscuro interior del artefacto, papel donde debía proyectarse, tras viajar la luz por el lente opuesto, la figura de Frida.

—Joshua Reynolds llevaba una camuflada como un libro. Al principio creí que lo hacía por verguenza profesional, pero luego descubrí las pequeñas runas talladas en el lente de la cámara y en las paredes internas de la caja y sospeché que tenía mejores razones para proteger su creación que alguna especie de síndrome del impostor.

Con un dedo fue indicando a Bry los lugares donde las runas se encontraban grabadas en la madera. Las del lente eran más difíciles de detectar, y además requerían que el vidrio fuera desmontado con cuidado.

—Cuando estudiaba historia del arte en Bergen cursé un par de electivas sobre runas nórdicas, y aunque casí me había olvidado de todo, logré traducir algunas partes. La pared izquierda de la cámara pone algo sobre "sombras talladas sobre las piedras". Y aquí pone algo del "negativo del alma", o "la inversión del alma", no estoy segura. Y a la derecha se encuentra Dagaz, símbolo del día, de la iluminación y la creatividad, pero también del oportunismo y las travesuras... y algunos historiadores afirman, del propio Loki.

Se quedó mirando a su amiga mientras exploraba el artefacto, preguntándose si habría visto, durante los juegos de aquella noche, el tatuaje de Dagaz-Loki que ella misma llevaba en su espalda baja.

 

Mientras Ingvild iba en busca de su caja y Frida preparaba el cóctel, Bryony se entretuvo revisando su móvil. Envió algunos mensajes a sus amigos y un «Tenemos que hablar» para sus padres. 

La aparición de la caja se llevó toda su atención en cuanto sus ojos cayeron sobre ella. La tomó para acariciarla con las puntas de los dedos, con una delicadeza que reservaba para objetos y personas especiales —y que Ingvild y Frida ya habían sentido en su propia piel—. Se rio entre dientes con la broma, pero no se lo pensó ni medio segundo antes de hacer caso y meter la  cabeza dentro. 

—Ya sabía yo que así termina siempre la aristocracia: descabezada —rio otra vez—. Es una pasada, tía, me encanta. 

Sus ojos fascinados recorrían las runas un instante antes de que lo hiciesen su mano, pero también atendía con mucho interés a las explicaciones de su amiga. 

—¿Crees que ese Reynolds era un hada también? ¿Un hada de los dientes como tú?

Sus dedos se entretuvieron varios segundos de más repitiendo la silueta de la runa que la misma Ingvild tenía en la espalda y algunos flashes del rato que habían compartido las tres pasaron por su memoria. Se quedó mirando a Ingvild con una sonrisilla delatora. Quería repetir, no es que se hubiese quedado con ganas antes, sino que solo de pensarlo le nacían ganas nuevas. 

—Vale. ¿Y cómo funciona la caja? —preguntó, muerta de curiosidad— ¿Qué hace? 

Esperó a que su amiga respondiese y mientras, ella fue probando a cambiar de forma, no a la de la tigresa que había vestido un rato atrás, sino concentrándose en adquirir su forma verdadera de hada, la que suponía sería la que llevaba en realidad tras la máscara.

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18/08/2021, 09:32
Nikita Pontecorvo

La voz de Bediviere temblaba cuando volvió a hablarle. Nikita pudo ver una suerte de congoja en su mirada empañada, y aunque fue una afirmación lo que salió de sus labios al decir que no la temía, parecía llena de sorpresa y alivio, uno tan profundo o más al que había sentido él al notar que no había en ella el más mínimo rechazo. La miró embelesado mientras acariciaba aquel pelo suyo sin saber ni importarle si sus manos se mancharían con su sangre, mientras su corazón no sentía la menor duda o aprensión; solamente, en aquel instante, cierta nostalgia por el momento en que solo eran dos chicos humanos inmersos en un mundo muy loco lleno de peligros y misterios. Pero si ella le aceptaba podría enfrentarse a todo lo que su verdadera naturaleza trajera consigo, pensó, al día en que tuviera que revelar a sus padres qué era en realidad o a las consecuencias que ser un hada tuviera en el mundo que estaba por despuntar. Ahora ellos mismos eran parte de esos misterios y quién sabe si peligros, pero enfrentarían todo, incluso a sí mismos, juntos.

Te amo, Bediviere —proclamó mientras su mano descendía suavemente desde sus cabellos a lo largo de su espalda—no importa la forma en que puedas presentarte, eres mi dama del lago y mi caballero juramentado. Eres mi niña de los pantanos y mi preciosa vida nueva —se atrevió a decir aún habiéndose prometido, hace un tiempo, que controlaría esa última afirmación. No pensaba que, después de todo en lo que estaban sumidos, confesar de nuevo algo semejante pudiera perturbarla demasiado, ni habría podido encontrar tampoco las más mínimas fuerzas con que atar su corazón.

Nikita siguió recorriendo la suavidad de la piel de la espalda de Bediviere mientras la chica exploraba su rostro o buscaba el tatuaje de la cruz. Tampoco ella temía aquella bendición que habría de protegerle de la rusalka, pensó; le parecía que jamás había sentido otra cosa hacia aquella marca que una viva curiosidad y fascinación.

Un escalofrío recorrió el cuerpo del chico mientras lo besaba y sentía el trazado de su lengua en el cuello. Sonreía entrecerrando los ojos sumido en una ebria levedad. La rodeó con los brazos para apretarla un poco más, aun así con delicadeza, mientras dejaba escapar el aire en un suspiro gozoso. Se sentía temblar ligeramente ante la presión del cuerpo de la chica contra su sexo o el tacto delicado de la piel de su escote en el rostro. Inspiró su aroma allí mientras la acariciaba con la nariz y los labios, separándose luego lo mínimo imprescindible para que aquellas caricias pudieran descender hasta su pecho. Lo recorrió sin prisa hasta atrapar un pezón entre los labios y sentir todo su cuerpo electrizarse al recorrerlo suavemente con la lengua.

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18/08/2021, 10:32
Branwen Glyndwr

—Daré la voz de alarma al mando. Ellos protegerán la capital y los barrios de los nobles de las grandes ciudades. Sacrificarán poblaciones populares y algunos reinos de importancia simbólica, para alimentar el fuego de la guerra. Pero todavía hay esperanza para esos desamparados...

Escuchad.

Esperó un momento, pensativo.

—La guerra fue inevitable, pero cuando acabe seguirá la barbarie. Existe un acuerdo tácito entre dos totalitarismos emergentes, a ambos lados, que demarcarán sus fronteras y ejercerán una política de bloques en una guerra fría. El genocidio seguirá entonces, contra las hadas que se queden en el lado de los humanos y los humanos que se queden en el lado de las hadas. Y no tendrá fin porque siempre nacerán ambos a ambos lados.

Desde que se auguró la apertura de Agartha, el Ojo Único ha luchado por la humhadidad, por un mundo de humanos y hadas conviviendo en paz y harmonía. Estamos infiltrados en todas las esferas de poder, a ambos lados, a distintos niveles.

Ya he dado la orden para que os detengan. Cualquier otra opción delataría mi posición y perderíais credibilidad. Os llevarán a unas celdas y tenéis que contarles lo de las bombas termobáricas a los guardias. Eso llegará a oídos de los revolucionarios, anarquistas, monárquicos puros y antibelicistas que organizarán rebeliones para cerrar las puertas en todas las ciudades. Donde lo logren, sobrevivirán. Os juzgarán por alta traición, pero ya os habréis fugado. Yo lo organizaré, estad atentos al anillo. Branwen, si le pides a tu dedo que lo esconda, te obedecerá. Las palabras mágicas para ello son: Aei Ishane Para mostrarlo solo tienes que enseñarlo y será visible.

De vuelta en la superficie, cuando venga la paz de los bloques y se instauren las "Ciudades de Convinencia", seréis reconocidos como héroes por muchos y se os propondrá para que forméis parte del consejo de gobierno de la Atlántida.

Bienvenidos a la vida pública. Qué decir tiene que pongo mi vida en vuestras manos. Si reveláis esta conversación, me ejecutarán a mí y a varios de mis colaboradores.

La sensación volvió a ser la sentida al lado del coche de bomberos. La de tener la luz y el calor de una vela en medio del eterno vendaval. Y aunque un grado de pesadumbre bullía en la base, el sentir de que otros también se empeñaban en encender luces contra la implacabilidad del Universo, acrecentaba el ánimo que se mecía en su interior.

Apretó con valor y consuelo las formas talludas de su Amor, devolviéndole el abrazo con ternura. No sonreía, pero tampoco estaba anímicamente muerta. Tenía, el reflejo en el gesto, de lo que procesaba de las revelaciones del correligionario de su padre, y ahora también, suyo.

- Aei Ishane - pronunció con cuidado hasta observar que el anillo se escondía de la vista. Un pensamiento le acudió al hacerlo - Señor Conde, perdonadme, pero... que quería saber como esconderlo... ¿Me lo habéis leído en los gestos o es que podéis leerme la mente? - titubeó preocupada - ¿Otros Feer pueden hacer eso?

- Porque si están en nuestros interrogatorios ¿Cómo podremos evitar delatar esta reunión sin quererlo? - se sintió verdaderamente inquieta por la posibilidad - ¿Hay alguna forma de intuir quien tiene esa facultad y escamotearle los pensamientos importantes? ¿Bastaría con intensificar pensamientos potentes? ¿Matemáticas, Sexo, Horror...?

La detuvo el vigor de su imaginación y pareció tomarse un respiro. Pero no más que el espejismo que distraía la verdad en su conmoción. Dentro, al nivel del sótano de su ser, estaba aterrorizada, pero seguía tirando ganchos para izarse y sacar la cabeza y boquear pizcas de calma. Planificar era una forma. Bombardear con palabras su expresión.

- ¿Qué va a pasar con Denis? - señaló al muchacho con gesto acusado - ¿Él puede beneficiarse del mismo trato que nosotros? Porque si no es así tenemos que pensar algo para él y rápido. Se lo debemos. ¿Quizás alguna posibilidad de que se crean que estaba trabajando para usted de incógnito? - tragó saliva y eso se tomó unos segundos de su habla y parte del tono formal de esta. Al continuar se notó que su voz estaba más en carne viva - No sé cómo nos trataran a nosotros en la detención, pero no imagino que le pueda esperar a un humano plebeyo algo mejor.

- ¿Podría...? ¿Podría colar aquí que es su informante?¿Qué queda libre con la misión de levantar la pista de más nobles sediciosos? - miró al muchacho con sincera disculpa - Perdóname Denis. No sé que otra cosa pensar para evitar que te caiga la del pulpo y más, por culpa de nosotros. Si pudieras librarte... Si te librara de penalidades... Y si sirviera para correr la voz... - le intentó dar una sonrisa -  Sin eximirme de lo que te he prometido. Solo es que tenemos un retraso inesperado para cumplir contigo.

- Lo que venga después, pues vendrá - se encogió de hombros y ahora si pareció que se hacía pequeña por aplastamiento - Desde que mi padre me visitó, para darme el Ojo, he sentido que no era algo pasajero lo que se avenía. Pero lo acepté, y por Temista, que voy a seguir haciéndolo aunque va a doler. Está doliendo. Un montón.

 

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18/08/2021, 12:26
Bediviere Lafayette

En otro momento, podría haber temido sus palabras, otra vez. Podría haberle recordado que en su vida lo más importante debía ser él. Podría haber retrocedido, asustada. Pero en el agua, y rodeada por su cuerpo, era incapaz de negar absolutamente nada. Notaba que su propia piel quería expandirse, que quería abarcarlo por completo y ser una sola cosa con él. No se permitió que aquello fuese más que una idea, por temor a lo que pudiese pasar si se dejaba llevar al respecto, pero en ese preciso instante, podía serlo todo para él. Su chica, su dulce ninfa, su dama del lago, su caballero juramentado, su niña de los pantanos, y sí, también su hermosa vida nueva. 

Se preguntó si en la fascinante transparencia de su ser podría encontrar su sombra. Aquella fracción de si misma que él poseía, y había bebido, sin reservas, pero entonces notó cómo la apretaba contra su cuerpo y de nuevo, la sensación de su tacto perlado contra su piel sensible, la saturaba. La desconcertaba y la exaltaba a partes iguales. 

Notaba su deseo, también forjado de aquella piedra preciosa, igual de firme que el resto de su cuerpo, apretándose contra su vientre, y suspiraba de puro anhelo. Sentía su rostro contra su pecho, y lo acogía, acunando su cabeza con las manos. 

Sus labios le entrecortaban la respiración, para luego arrancarle un gemido sorprendido y lastimero, provocando que lo apretase contra ella al notar cómo atrapaba su pezón, con aquella boca fina y firme, para luego acariciarlo con su lengua de piedra tibia, dura y sin embargo húmeda y capaz de amoldarse a sus formas.

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18/08/2021, 15:06
Nikita Pontecorvo

La manos de Bediviere lo sostenían de aquella manera en que parecía no querer dejarlo escapar. Nikita detuvo un momento sus besos al sonreír para sí mientras notaba los dedos de la chica en la cabeza, pero al instante su boca siguió entregada en lo que estaba y ella demandaba al sostenerlo. Incitado por aquel gesto y los gemidos —que ahora podía escuchar con una perfección arrebatadora—, su mano ascendió hasta el pecho que aún no se había lanzado a explorar mientras el otro seguía recorrido con sus labios y su lengua. El tacto de Bediviere y el suyo propio, era distinto pero tan eléctrico como siempre, y la textura de su carne moldeada por su mano igual de deliciosa. Trató de apresar su pecho con cuidado temeroso aun de hacerle daño o romper esa fina capa que parecía componer ahora su piel, pero la intensidad del agarre no acrecentó aquella sensación de que pudiera precipitarse en su interior. Seguía ahí, trasmitiéndole un cosquilleo que en lugar de erizar una piel que ya no tenía, sentía cargar la superficie de su cuerpo como si de una estática se tratara. Sin embargo la sensación era mucho más intensa cuando apenas la rozaba, como si la sutilidad del contacto hiciera más patente o posible que la puerta de su piel se abriera de algún modo.

Nikita se dejó llevar, alternando besos y caricias, recorriendo un pecho u otro con sus labios y su lengua, apretando a la chica calculadamente para buscar aquella electricidad que lo recorría a su contacto y los sonidos que provocaba en Bediviere.

Cómo había querido siempre escucharla gemir con su verdadera voz… Y aunque algo la había oído ya en el búnker, ahora no había testigos incómodos o estaban más allá de la puerta de aquel camarote fantástico. Así que se propuso oír cómo sonaba cuando en verdad se dejaba ir.

Nikita levantó la vista de su escote y abandonó sus pechos. Miró a la chica un instante a los ojos de aquella forma ebria y encendida en que solía cuando empezaba a sentirse arrebatado por completo, mientras llevaba las manos hasta su trasero y la empujaba hacia sí. Al instante hundió la boca en su cuello para morderla ligeramente mientras un gemido parecido a un gruñido escapaba de su garganta. Percibía con deleite el aroma que exhalaba y la carne cediendo ligeramente bajo la presión.

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18/08/2021, 20:57
Adam Dyer

Adam boqueó como un imbécil ante tal catarata de acontecimientos que, como si de hechos estudiados con precisión historiográfica, ya sucedidos y marcados en la sólida piedra de la narrativa humana, vertió sobre aquella mente joven el duque. Y por si esta hubiera sido insuficiente, después la avispada Branwen prosiguió con otra perorata indómita sobre acontecimientos futuribles. El chico no atinaba a seguir el discurso... la magia, la política y el bello arte de la estrategia bélica se entrelazaban en un lienzo de proporciones inabarcables. Apenas seguía el hilo de cuánto allí se hablaba con que, mucho peor, le resultaba imposible replicar o apuntar nada al respecto. Y, sin embargo, si aquel era el plan... que, por otro lado no parecía en absoluto un mal plan aún cuándo este implicaba pasar por un calabozo fae... estaba dispuesto a llevarlo a cabo a pies juntillas si ese resultado estuviese garantizado.

El término humhadidad caló en su psique llenándola por completo de verdadera esperanza. Entendimiento entre razas... entre mundos. Sonaba tan hermoso. En algún momento había llegado a pensar en la teoría de que las hadas estuviesen escapando en masa de su mundo... er... su sub-mundo... no para apoderarse del mundo exterior sino porque el primero, el de bajo tierra, pudiera estar en peligro de colapso de algún tipo. Pero si aquella mágica palabra... por supuesto, si Adam creía en una magia era en la de las letras... auguraba un futuro de comunión entre pueblos dónde la libertar ambulatoria pudiese configurar el hecho de comunidades híbridas, sería como encontrar un nuevo planeta habitable dentro del planeta propio. Probablemente resultaba un pensamiento naif y, aún así, llenó de gozo el corazón del canadiense. 

Otra cosa sería que su familia de sangre... entiéndase, de sangre feérica... pensase igual o comulgase con los preceptos del Único Ojo. En un plano muy interno, Adam deseó que así fuera, pero, de algún modo, como si a la vez que se activase la voz de su conciencia que conjuraba el deseo como una fórmula mágica, otra hacía lo propio para elaborar el conveniente contrahechizo. Habida cuenta de las palabras de la Reina Nofret, teniendo en cuenta que el padre de Adam ya estaba sobrevolando con sus huestes draconianas aladas el cielo de Astérope, era más que improbable que los nobles regentes de la Horatura de Derl tuviesen pensamientos antibelicistas y optasen por una convivencia de cooperación entre razas.

Ofreceremos una mano, pero esta será de ser una mano que habrán de temer...

Esas fueron sus palabras. La guerra corría por sus venas... las de ellos. Y Adam, como por ensalmo, se sentía de nuevo lejos de casa. O, peor aún, sin casa. Y era un pensamiento miserable, más que nada cuándo había sido él quién había cerrado la puerta de los Dyer con un portazo en las narices y, por otro lado, quién configuraba un hogar con Branwen hecho a base de amor. No tenía derecho a sentirse desolado... y aún así la desolación le apretó un poco el alma. Levemente. Como para decirle... "no te olvides de mí". 

La palabra mágica que le sacó de su rincón oscuro, como no podía ser de otro modo, vino de boca y voz de Branwen. Y esta fue "Denis". Como un resorte, Adam volvió en sí y comenzó a parlotear movido por un impulso repentino.

No... de ninguna manera... ¿convertirlo en un espía... en un conspirador? No. Lo siento mucho, pero no. —negó con vehemencia la premisa de su amada. —No fue ese el trato y no lo consentiré. Duque... ponéis vuestra vida en nuestras manos y juro por la mía propia que estaré a la altura de las circunstancias. Pero es imperativo que este chico viaje al Otro Lado. Métalo en un barco y enrólelo en la contienda. Destínelo al frente por agitador público. Hágalo como quiera pero haga que este chico... mi medio hermano... llegue a Astérope. A Sassaneva.

Adam caminó hasta Denis y le agarró por los hombros para confrontarle y que le mirase a los ojos mientras le hablaba. Era muy importante que le hiciese caso y entendiese bien la información que iba a darle.

Asegúrate de ir a Sassaneva y, una vez allí, busca a Nikita Pontecorvo. Di a quien quiera que te encuentres que eres yo... Adam Dyer y que eres estudiante de la Facultad de Estudios Esotéricos. Tienes el aspecto y la coartada perfecta. Qué demonios... eres más Adam Dyer que yo mismo. Y cuando encuentres a Nikita cuéntale toda la verdad. Nikita es mi mejor amigo y te ayudará a llegar a Canadá dónde viven tus padres. Dile que te dé mi documentación y no tendrás problema ninguno. ¿Lo harás?

La pregunta voló de la cara de Denis a la del Duque. Esperaba que este refrendara el plan ya que, sin él, Denis no saldría jamás del mundo de las hadas. Se lo había prometido y pensaba cumplirlo. 

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18/08/2021, 23:10
Bediviere Lafayette

Sus dedos trataban de hundirse en la superficie recia de hermoso cristal pulido. La sensación de estar siendo acariciada por una perla húmeda y tibia era tan intensa que sus manos actuaban como si necesitasen buscar un ancla. Lo observaba, con aquel aspecto lustroso y brillante, sacado de un cuento, hundido y entregado en su pecho, y se le encogía el vientre. Supo que de no estar tan cerca, de no contar con aquella sensibilidad exacerbada que su verdadera piel parecía tener, le habría costado asimilar que lo que veía era real. 

Se encontraba con sus pupilas, aún brillantes como piedra de luna tallada, y se perdía. 

La apretaba de nuevo, esta vez aferrando sus nalgas redondas. Echaba la cabeza hacia atrás, mostrando su cuello. Su boca apretaba, y lo escuchaba gruñir. Su nombre se le escapaba, como licor dulce, desgranándose en gemido y suspiro- Nikita...-tomaba una de sus manos, apretándola contra la fina capa que parecía cubrirla. La conducía, presionando, hacia su vientre y la hacía descender. 

Quería saber lo que podía hacerla sentir con sus dedos de piedra sedosa, con aquellas manos preciosas. Quería saber cómo la hacía sentir con cada ápice de su anatomía, mientras su propia mano se sumergía en el agua y buscaba la erección que presionaba contra ella- Tócame... Tócame, por favor... -pidió, enfebrecida e incapaz de pensar, jadeando al volver a acunarlo entre sus dedos, notando que aquel tacto de perla, aquella consistencia firme, también recubría aquella parte de su ser. 

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19/08/2021, 00:20
Nikita Pontecorvo

Si toda la piel de Bediviere era tan receptiva como la chica había dicho, Nikita se planteó cómo sería entonces para ella que acariciara las partes más sensibles de su cuerpo. ¿Serían igualmente las más sensibles ahora? Y meditando en aquello se dio cuenta que de alguna forma eran como dos adolescentes que tienen aún mucho por aprender de sí mismos. Por un momento se dio cuenta de que habría estado bien poder preguntar ciertas cosas a Mariam, quien, por otro lado, no tenía por qué conocer la respuesta de asuntos tan íntimos o querer siquiera contestar —por no hablar de lo extraño que le habría resultado preguntarle. Pero es que resultaba ahora que no conocía en verdad aspectos por completo básicos de su propia anatomía o fisiología, por no hablar de la de Bediviere. Y aún así, pensó, si hadas y humanos podían procrear, las cosas no debían ser muy distintas en verdad o no veía cómo aquello sería posible.

Todos estos razonamientos pasaron sin embargo por su cabeza en apenas dos segundos en una especie de maraña confusa que en aquel momento le resultó bastante más jocosa que preocupante, mas aún siendo que creía que estaban a punto de averiguar mucho más por sí mismos.

Él enseguida pudo comprobar con satisfacción, bajo las caricias de Bediviere, que su sexo eran tan sensible como siempre, mientras aquellos pensamientos se desvanecían por completo para dejar su sitio a las sensaciones crudas y el sonido de la voz de la chica diciendo su nombre —le encantaba cada vez que lo llamaba desde la bruma de su propia obnubilación— o pidiendo por favor que la tocara. La chica se apropió de su mano como hiciera aquella vez en el lago, y Nikita la deslizó lentamente por la vibrante piel de su vientre hasta encontrar su monte de Venus y llevarla más allá de él.

El agua era densa y cálida y, aun así, en su mano sintió el calor que ella emanaba a la par que el tacto increíblemente sedoso de su piel más íntima. Nikita la acarició con suma suavidad, dejando que sus dedos la rozaran primero superficialmente, mientras observaba cada gesto de ella desde la nebulosa de placer en la que las caricias y los gemidos de Bediviere lo tenían inmerso. Quería ver sus reacciones antes de ir más allá, de seguir otras indicaciones o tal vez escuchar el sonido de algún nuevo ruego quemando su cerebro.

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19/08/2021, 09:10
Bediviere Lafayette

Los dedos de Nikita resbalaban, obedientes, perdiéndose entre sus piernas. Acariciaba su vello suave, permitiéndole saber que había una cosa más, en su propio cuerpo, que no cambiaba. 

La espalda de Bediviere se tensaba a medida que el tacto de las yemas de sus nuevos dedos descendían, y su boca se entreabría, en una exclamación muda. Durante un instante, la mano que lo acariciaba se había vuelto errática, y se había quedado quieta. Se había perdido en su tacto, tanto en piel como en mente. La arrebataba una suerte de confusión extática, que la desbordaba y la precipitaba de nuevo hacia su boca. 

Lo besaba, jadeante, buscando una vez más su lengua firme. Su mano recobraba el sentido y la orientación, y apretaba ligeramente, tanteando, mientras se deslizaba, con la misma arrebatadora lentitud con la que él la exploraba. 

Atrapaba entre sus labios tiernos su lengua de perla. Lamió, maravillándose con su tacto. Chupó despacio, percibiéndola como si fuera uno de esos dedos que la acariciaban con aquel maravilloso tacto suave. 

Y al separarse de su boca un instante, para contemplar su rostro, el propio parecía ebrio y enfebrecido- No puedes imaginar lo que siento.-dijo, con la respiración entrecortada, perfilando su boca fina con la punta de su lengua. 

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20/08/2021, 01:45
Nikita Pontecorvo

Bediviere parecía abrumada por las sensaciones, casi indefensa. En su quietud, Nikita observó con detenimiento la expresión de su rostro, el trazado de su cuello y sus hombros o la curva de sus pechos, ligeramente agitada por la respiración. Y a pesar de la actitud casi extática de aquel instante, de la perfección de sus rasgos o su piel, en modo alguno habría podido parecer una estatua. Cada parte de su cuerpo daba la impresión de estar sumamente viva. Le pareció casi evidente que su piel respiraba y la habría creído igualmente si le hubiera dicho que podía escucharlo a través de ella, sentir cada pequeña vibración del aire o del agua o cualquier impresión suya en el tiempo, como si fuera un rastro oloroso.

La luz de la lámpara de gas la hacía parecer ligeramente dorada en su deslumbrante blancura, y el brillo que transmitía a su cabello lo hacía parecer vivo igualmente. Recordó las palabras de Mariam sobre su pelo rojo y le dio la impresión de que más que un filtro de amor, con él podría animarse algo inerte o hacer que creciera y floreciera un árbol moribundo. Era hermosa de una forma casi abrumadora, tal vez lo había sido siempre y fuera aquella presencia deslumbrante lo que parecía intimidar muchas veces al resto, como si fueran conscientes de ella a otro nivel. Por suerte para él, esa intuición en su caso no hacía más que espolearle, atraerle, como si en aquella vastedad que habitaba más allá del fina capa de su piel se encontrara el lugar de todos los misterios. No recordaba ahora si había sido Mariam o tal vez Joana quien había hablado de ella como una energía oscura, no por sombría, sino por ser la matriz de algo que aún no había tomado forma. No recordaba las palabras exactas, pero sí la sensación de que era algo que ya sabía; que aquella oscuridad que ahora transparentaban sus ojos con mayor claridad que nunca, era algo parecido a una intensa energía en bruto.

Al momento, Bediviere pareció capaz de liberarse del hechizo, aunque solo para buscarlo aún con mayor intensidad cuando se lanzó de nuevo a por su boca. Sus labios y su lengua lo exploraban con la misma delicadeza y atención que su mano lo acariciaba bajo el agua. Cuando le dijo que no podía imaginarse cómo se sentía, Nikita rió feliz de verla algo así como subyugada y encantada al parecer con todo lo que acariciaba en él. Le hacía sentirse como la cosa más fascinante del mundo explorándolo de aquel modo.

Deja que intente hacerme una idea… —susurró mientras ella dibujaba la forma de su sonrisa con la punta de la lengua haciendo que la voz se le apagara en un suave jadeo.

Nikita cerró los ojos en un gesto de anticipación cuando sus dedos presionaron con mayor intensidad, deslizándose en busca de su entrada. Ahora necesitaba comprobar si esa exacerbada sensibilidad suya se limitaba a la superficie de su cuerpo o… Tal vez no.

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20/08/2021, 22:57
Ingvild Hoem

Ingvild también se rió con la broma de la aristocracia, pero negó con la cabeza en respuesta a lo de Reynolds.

—No lo sé. Tal vez —apretó los labios— La verdad, no tengo idea qué relación tiene mi forma fae con la cámara. Si es que tienen alguna relación. Tal vez la cámara me sirvió para disponer de un medio en el que internalizar las imágenes que se pintan en el lienzo, pero además de quedar allí plasmado, también lo hacen en mi forma hada. Pero en tus dibujos también salían algunas de las modelos usadas por Joshua, y eso me hace pensar que tal vez él también era un hada. La verdad, es muy confuso —admitió rascándose con un dedo la parte superior de una ceja.

Lo cierto es que desde la revelación de Mariam, Ingvild no había dejado de darle vueltas a la pregunta de Bry, quien en ése preciso instante la miraba sobre su hombro dedicándole una sonrisilla que a Ingvild le provocaba ganas de cogerla con ambas manos y darle un beso en la boca. Se contentó, en cambio, con humedecerse con la punta de la lengua sus propios labios.

—Es fácil, sólo tienes que apuntar a lo que quieras dibujar. Luego miras por aquí —puso su propio ojo sobre un lente que sobresalía por la parte superior de la cámara— y con las manos dentro de la caja, manteniendo la cortina baja para que no entre demasiada luz, podrás dibujar por encima de la proyección, como si estuvieras calcando una imágen. No tienes porque calcarla realmente, puedes usarla sólo como inspiración, o marcar puntos de perspectiva o fijar ciertos elementos y luego terminar el dibujo por tus propios medios. Calcar funciona mejor con naturalezas muertas y tal, pero no tan bien con modelos vivos porque estos se mueven mucho, pero también es posible.

Se acomodó un mechón de pelo detrás de la oreja y la miró expectante.

—Anda, inténtalo tú. Dibuja lo que quieras. Si funciona, las runas comenzarán a emitir una especie de destello luminoso por ambos lados de la caja.

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21/08/2021, 12:23
Nikita Pontecorvo

Bediviere: 

Y aunque sus pupilas ahora fuesen dos geodas de piedra de luna, y su mirada tuviese aquel matiz preternatural y eterno, inamovible como la profundidad de la tierra, añadido, la forma en que la observaba, le resultó familiar. Su expresión era inconfundible, mientras la miraba. La habría reconocido, en cualquier lugar y en cualquier momento, como lo habría hecho con su olor.

Y bajo aquella mirada, sintió el rubor que le llegaba con sus palabras, y con su mano aventurera, sin saber muy bien si su piel sería capaz de sonrojarse. Ella tampoco sabía cómo sentiría algo más íntimo, más profundo, pero las posibilidades disparaban su expectación, que se dibujaba en sus labios entreabiertos, y sus párpados cubriendo a medias su mirada ardiente y oscura. Y es que, si sus ojos eran como asomarse a la mismísima noche, debía ser aquella una noche de verano. Una de solsticio. De fuego y mar a orillas de una playa. 

Nikita enterraba sus dedos en ella. El tacto perlado de sus yemas firmes la exploraba, más profundo, más adentro, y los párpados a media asta terminaban de cerrarse. Su boca terminaba de abrirse, deshecha en asombro y lujuria, y su cuerpo se envaraba, invadido por aquella sensación que tiraba de su vientre. 

La forma en que Bediviere se abría a sus caricias, complacía profundamente a Nikita. Siempre le había encantado la manera absolutamente desinhibida en que la chica vivía el placer, cómo tomaba cuanto deseaba de él, particularmente cuando alcanzaba aquel estado como enajenado en que parecía perderse en sí misma. Ahora que su interior parecía inacabable y el umbral de su piel debía percibir todo tipo de matices, Bediviere cerró los ojos mientras su espalda se envaraba en una actitud en que parecía dispuesta a beberse y apurar cada ínfima sensación.

Nikita sentía su sedosa calidez abrazada a sus dedos que deslizó moviendo primero despacio dejándose guiar por las reacciones de Bediviere que lo mantenían totalmente absorto. Contemplaba su piel blanca hacerse sonrosada sobre sus mejillas de porcelana, su boca abierta o sus pezones totalmente erectos de un tono rosado oscuro.

La otra mano de Nikita viajó acariciando con suavidad su brazo hasta llegar a su cuello. Lo tomó, acercándose para poder recorrerlo con la lengua. Quería alcanzar el tierno lóbulo de su oreja y mordisquearlo con delicadeza, o lamer el recorrido de su pabellón dibujando el trazado de su curva muy despacio.

Toda la piel de Nikita se cargó de aquella estática gozosa que parecía recorrerla al modo de un escalofrío que se hacía más y más intenso ante el contacto de la piel de la chica con su boca o de su húmedo interior con sus dedos, cuyo ritmo amoldó a las señales que recibía de Bediviere. Buscaba presionar al mismo tiempo con el resto de su mano entre sus piernas mientras volvía sobre su cuello, esta vez para morderlo con un poco más de intensidad.

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21/08/2021, 21:44
Bediviere Lafayette

Nikita...-gimió su nombre, entreabriendo ligeramente los ojos para observarlo, para mirar aquella hermosa estatua viviente de selenita y bronce, entregándose a la tarea de complacerla. 

Su mano libre aterrizaba sobre su piel fina y el tacto de su lengua se derramaba por su cuello. Bediviere ladeaba la cabeza, jadeando, apretándose a él, aferrándose a sus hombros, meciéndose al mismo ritmo que sus dedos la exploraban, acompañando su movimiento, con las caderas.

El roce perlado y firme de su boca atrapaba el lóbulo de su oreja. Recorría su cartílago, con deliberada lentitud. Mordía su cuello tierno. Y ella se estremecía, ardía, gemía. 

Sumergía la mano, y agarraba la muñeca de Nikita. Tiraba suavemente,y el abandono de sus caricias fue un vacío, que aunque transitorio, provocó que dibujase una expresión de absoluto desconsuelo. Una expresión necesitada, mientras se acercaba de nuevo a sus labios y lo besaba, absolutamente enardecida. 

Su mano volvía a acunar aquella erección firme, que poseía el mismo tacto que el resto de su piel. La sostenía y la colocaba, mientras se ayudaba de su hombro para auparse ligeramente. Se abrazaba de nuevo a él, mientras se dejaba caer, despacio. Quiso mirarlo, a la vez que la penetraba, pero la intensa sensación de sus dedos palidecía, al lado de la de ensamblarse con él, con aquella lentitud arrebatadora que arqueaba su espalda. 

Lo sintió, completamente dentro, extremadamente firme, deliciosamente perlado. Lo miraba, durante un instante, y guardaba su imagen de cuento tras los párpados, que eran incapaces de mantenerse abiertos. Las sensaciones la desbordaban, su cuerpo temblaba, y su interior se aferraba a él como un amante fervoroso, latiendo, en el seno de un orgasmo tan sorpresivo como intenso- No me sueltes....-volvía a gemir, lastimera y absolutamente arrebatada- No me sueltes por favor...

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22/08/2021, 10:05
Nikita Pontecorvo

Observar cada gesto de Bediviere le resultaba increíblemente hipnótico. El tacto de su piel y del agua, tibia y densa, la sutileza de la luz sobre ella que parecía acariciarla igualmente, hasta el sonido de las brocas horadando como un ronroneo distante, contribuían a darle la impresión de que todo cuanto le rodeaba estaba vivo de algún modo y poseía un latido propio que lo acunaba y lo mantenía en una especie de balsa de placidez en la que flotaba y a la que la falta de sueño, en aquel momento, solo contribuía a intensificar.

Bediviere se movía acompañando del vaivén de su mano. Nikita suspiró hondamente al verla, anhelando mucho más contacto, sintiéndose arrebatado por el sonido de sus gemidos, o la forma en que decía su nombre, la cosa más incitante que podría escuchar jamás.

Ella debió sentir algo parecido, porque al poco tomó su muñeca para hacerle retirar de su interior, y su rostro en aquel instante mostraba tal gesto de desconsuelo por separarse de él, que Nikita sintió su corazón encogerse con fuerza, fuera de piedra o no. Ella lo besó arrebatándole el aliento hasta que volvió a acariciarlo y tomarlo para deslizarlo lenta y delicadamente en su interior mientras su mirada oscura lo atravesaba.

Sentirse rodeado por la su tierna calidez, húmeda y palpitante, hizo que la estática sobre su nueva piel se extendiera por todo su cuerpo, electrizando incluso el metal del que ahora estaba hecho su pelo. Mientras, las piedras preciosas de sus ojos rodaban hacia atrás y su garganta emitía un jadeo desde lo más profundo de sí, que sonó extraño, como si fuera el gemido de un animal oculto en una cueva.

Ella cerró los ojos y al instante, Nikita se sintió apresado con mayor fuerza y el cuerpo de Bediviere temblar ligeramente acompañado de su gesto de placer y sorpresa. Desde su propia nebulosa, Nikita sonreía al verla arrebatada tan pronto, y tan hermosa… Le rogaba que no la soltara y él se abrazó a ella con firmeza pero mucho cuidado, rodeándola y sintiéndose deliciosamente rodeado, acogido y acunado en el interior de su sedosa y delicada oscuridad.

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22/08/2021, 12:27
Branwen Glyndwr

Denis permaneció ofuscado, escuchando con el ceño fruncido.

—Creo que tengo algo que decir ¿No os parece?

Si puedo hacer algo para evitar un genocidio a ambos lados, claro que lo haré.

El duque lo pensó durante un momento.

—Denis, si me das tu permiso te enviaré a la superficie con la misión de hacerte pasar por Adam y averiguar todo lo que puedas sobre él y las maniobras de Inteligencia Humana o del Ojo Único que le hayan podido traer hasta aquí. Eso me dará capacidad de maniobra y tal vez podamos intoxicar a la Inteligencia Imperial feer.

 

Ahora todos sabemos lo que tenemos que hacer. Adam, te prometo que tu hermano será libre en la superficie y que le ayudaré a encontrar a sus padres.

Miró a Denis y reafirmándose con la cabeza abrió la puerta. Dos soldados que parecían salidos de la guardia real de una monarquía Europea pidieron a Adam y a Branwen que por favor les acompañaran. Denis se quedó con la mirada baja.

En el pasillo habían otros diez hombres armados. Durante unos veinte minutos les llevaron por un largo y oscuro túnel —sin ningún gesto agresivo, al contrario, los soldados hasta se mostraron amables con la pareja— y luego subieron unas escaleras de piedra lo que podría ser el equivalente a siete u ocho pisos, hasta una doble puerta con dos guardias que la abrieron haciendo una reverencia a los detenidos.

Su celda se parecía a una suite de lujo de un hotel del siglo XIX que hubiera adaptado las estancias de un castillo medieval. Tenían una enorme cama, un escritorio con pluma y papel, un diván, un samovar con té caliente, libros, una lámpara de araña, luz eléctrica y dos enormes ventanas —eso sí, con gruesas rejas— desde la que se veía un patio amurallado — debían estar en el piso alto de una torre— en el que se veía, a plena luz del "día", un patíbulo con varios ahorcados.

 

Más o menos había un plan con posibilidades y sin ínfulas. Lo reconoció con una mirada agradecida a los presentes.

- Claro que tienes que decir, Denis - le confirmó convencida al muchacho al tiempo que este ya estaba asintiendo al Duque - Gracias señor Duque por la ayuda - le dijo con sinceridad - solo deme un segundo antes de ponerlo todo en marcha.

Acercándose a Denis le enseñó el móvil - estos son los datos de contacto de tus padres. Y estos los de Nikita. Para llamarlos - pasándose la lengua por los labios resecos, nerviosa mientras el duque abría la puerta. Había mucho más que querer decirle y más tiempo que quisiera compartir, pero los hechos se precipitaban, lo que le hizo imaginar lo perentoria de la posición del Duque.

Sostuvo los números, sobre todo el de Jack y Amanda, frente al chico hasta que iba a empezar a ser comprometedor y, ni siquiera el cono de protección del Duque ayudaría, y guardó el aparato. La última mirada al hermano de Adam fue de deseo de Suerte. La que le dedico a Adam mismo fue de buen ánimo. De convencimiento de que lo iba a conseguir.

Soldados, que no lacayos de librea, con amabilidad, pero también sus armas les requirieron que los acompañaran. Branwen había recuperado la firmeza del contacto de la mano de Adam hasta entrelazársela.

De la guía de un pelotón completo fueron recorriendo dependencias. La evidente cortesía y actitud decorosa de los escoltas le ayudó a no estar en el dial de 'tensa asustada' y si más en el de 'tensa atenta' y observadora para bien. Repartió algunas sonrisas, tibias pero honestas. Que no las tuviera todas consigo no quería que le cambiara el fondo. Donde el temor y la preocupación se imponían sobre sus contrapesos. Intentó por un rato equilibrar todo ello.

El vuelo del trayecto no es que le ofreciera una riqueza de nuevos detalles que guardar con curiosidad. No más que un sano ejercicio de cardio y un vistazo a las entrañas de la arquitectura del edificio, con continuada exhibición, de alarde y gasto. Que fuera en ascenso y no al revés, picó su sensación de extravagancia, hasta que alcanzaron la vista de la Jaula de Oro de su celda privilegiada y no una mazmorra oscura.

- ¡Vaaaya! - se le escapó por lo bajo con una exclamación lenta. La mirada que le traslado a Adam por el rabillo del ojo era de incredulidad, pero en el buen sentido - No creo que pudiera haber tenido algo así para mí... en... la... vida - y parpadeó - y aquí estamos. Que irónico todo pero que amable ¿No?. Sí que es tentador lo de la nobleza.

Luego se recordó el espíritu de Ceravieja y después se convenció de que en vez de ese era mejor sintonizar con el de Mo O'Brien y ser más contenida que efusiva. Al final esto era una Celda. Estaban en medio de una Guerra, y la tonada que sonaba alrededor, tenía más de Juego de Tronos que de música de Enya.

Allí estaba el patíbulo para ponérselo negro sobre blanco y sacarle del pecho con flema un sentido - Mieeerda.

Puso varios pasos entre ella y las vistas, y se sentó sobre la pulcra colcha con los pies colgando. Le sonrió a su Amor con afinidad. A su modo y perspectiva también estaría dándole vueltas a las circunstancias en su cabeza, con los pensamientos como un gato en un acceso de celo gatuno con una docena de ovillos.

- ¿Cómo lo llevas, Dut? De verdad - le sonrió torpe y lo miro bebiendo de ese aspecto nubio de él, pero no lasciva (vale si un poquito) si no orgullosa de él y confidente. Eran un equipo de dos en una faena ardua para la que no estaban preparados. Ni siquiera para lo básico que era sobrevivir. Pero no lo cambiaria como compañero en el crimen.

Sabía que una buena parte de esa decisión era, radicalmente, fruto de su enamoramiento. Pero no desechaba ese conocimiento. Lo entendía y lo aceptaba. ¿Por qué no hacer caso a sus sentimientos tanto como a sus pensamientos? No eran jodidos robots. Y vivir era un riesgo desde el primer momento.

- ¿Aprovechamos el tiempo dándole vueltas a una opción B por si la A falla? - comentó con voz baja dándole contexto con un gesto rápido de sus dedos a que se estaba refiriendo más a escaparse que golpear otra vez el rocoso muro del Imperio con la alerta de 'vienen con bombas'. Sin embargo aún no lo dejo por completo. Aún había un sitio - ¿Quieres seguir intentando avisar a Derl? ¿Podremos? - lo miró profundamente a los ojos - ¿Alternamos entre eso y nosotros? No me refiero a tirar las preocupaciones por la borda y a loco. Por todos los sabios calvos, hay cadáveres ahí abajo... - negó suavemente-  Solo respirar un poco. Cuidarnos aquí - se señaló el estómago - y aquí y aquí - se señaló el pecho y la cabeza.

Tragó saliva sin dejar de mirarlo. Se sintió algo intrusiva, pero de verdad totalmente honesta - ¿Sabes? Veo al príncipe. Y no solo en ese aspecto glorioso tuyo que has encontrado. En los ojos te lo veo - le señaló - Estaba ahí agazapado. Pero se va desperezando. Ya no tiene que defenderse de la banalidad o lo que lo aplastaba. Es hermoso. Verte crecer. Creer en ti mismo.

- No nos dará todo para salvar esta situación, ojalá ayude, pero me alegro, me alegro mucho, de estar aquí para verlo.

Hizo de espejo y faro de la calidez que esa emoción le generaba, y lo dejó flotar más allá de la piel, el rato que tardó en tener un pensamiento descabellado y gracioso, y lo puso en el ruedo con una mueca semi-graciosa.

- Amor... ¿Crees que tienes el derecho a una llamada como en las pelis? ¿Crees que algo así te serviría para hablar con tu madre? Decirle lo del peligro. Yo seguiré mandando Infositu a nuestros compis. E intentando contactar con Amanda y Jack.

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22/08/2021, 13:32
Bediviere Lafayette

Se aferró a él, sabiendo que era imposible que pudiera hacerle daño a su carne de piedra. Lo atrajo hacia su pecho, y se dejó rodear por sus brazos firmes, que la sostenían con mimo. Parecían temer el hecho de que su propia piel pareciese tan fina. Quizá porque diese la impresión de ser más frágil. Ella misma no habría podido desmentir aquello. No lo sabía, y tampoco podía pensar adecuadamente en un detalle como ese, precísamente en ese instante, en el que su cuerpo hipersensible se derretía, anclado a la efigie hermosa de un noble y atractivo sidhe que jadeaba como un lobo a la luz de la luna llena. 

Lo miró, desde la bruma de su propia obnubilación, con aquellas pupilas negras, perdidas y fugadas. Respiraba honda y entrecortadamente, mientras comenzaba a moverse, despacio, estremeciéndose y meciéndose sobre él, percibiendo cada roce con un nivel de detalle que la embriagaba. 

Llévame a tu lecho, mi noble y atractivo sidhepidió, entre jadeos. Se preguntaba cómo lo sentiría fuera del agua. Cómo sería verlo por entero, tras la pátina de humedad rojiza que los cubría en la bañera. Quería saberlo todo de su cuerpo. Quería saberlo todo del suyo.