Partida Rol por web

—Los Piratas del Garfio han sido reducidos, comodoro—anunció el fúrido cuando vio aparecer a Marconi.

—Bien hecho, Cat—lo felicitó Lass.

El fúrido félido asintió complacido después de la felicitación de la capitana. Pero no se quedó ahí sino que se dirigió al equipo que había lidiado contra los Piratas del Químico.

—Buen trabajo—dijo con su tono serio y educado.

Tunad, amigo, ya sabes lo que toca. Una amenaza psicológica dificultad 18. Si fallas, pues 7 de daño mental ^^.

Cuando Tunad llegó al barco soltó a la gente que llevaba encima y se sentó a descansar en la cubierta del barco. Cuando llegó el resto se puso firme y vio a esa desagradable criatura acercarse, se le pusieron los pelos de punta, si ya era desagradable de normal, ahora lo era más.

Buen trabajo... - Dijo susurrando y tartamudeando.

Marlene se puso en pie y se cuadró lo mejor que pudo dadas las circunstancias, aunque se podría haber ahorrado el esfuerzo. Cuando se tenía un aspecto tan estragado como el que presentaba la Cabo, era imposible transmitir nada de marcialidad: el pelo le colgaba, empapado y lacio, sobre la cara, y toda su ropa chorreaba un líquido rosado sobre la cubierta, producto sin duda del enorme corte transversal que le cruzaba el pecho y los otros 5 o 6 menos profundos, que habían empezado a sangrar de nuevo al moverse. La piel que se veía debajo no daba mucha mejor imagen: era de cualquier color menos del que se supone que debería serlo. Y no era difícil de apreciar: el número y profundidad de cortes  habían convertido el uniforme en algo poco más que nominal. Si bien su propietaria parecía machacada pero segura, el uniforme en si ya tenía tan poca salvación como el barco de sus rivales, del que ya apenas se veía un cacho de mástil.

Podría haber sido hasta una imagen... interesante. Pero habría que tener problemas mentales serios para considerar "estimulante" el paisaje de cortes, sangre y carne torturada que presentaba la cabo, aun sin conocer su carácter. Si su aspecto daba ganas de algo, era de llamar al Cuerpo Médico.

Si bien el aire estaba empezando a darle frío, había que reconocer que el último chapuzón que se había dado, cortesía del maldito engendro que estaba tirado en cubierta unos pasos más atrás, tenía sus ventajas. La sal ayudaba a cerrar heridas. Y el dolor ardiente que provocaba al hacerlo evitaba que perdiese el conocimiento.

Gracias, Señor- se limitó a responder. No había mucho más que decir. Las palabras del Sargento eran una mera constatación de un hecho. Y tampoco tenía fuerzas para mucho más. A usted también, teniente- añadió, refiriéndose a Tunad. Hubiese sido... extenuante volver por mis propios medios al barco después del enfrentamiento.

Estuvo a punto de añadir que por lo que respectaba a su rival, bien le podría haber dejado tirado en medio del mar, pero se sorprendió a si misma reprendiéndose por la idea. Pirata o no, había luchado limpio, solo con su cuerpo y sus armas. Su estado actual era unica y exclusivamente falta de su propia incompetencia, y un guerrero no culpa a otros de sus propios errores.

Mierda. Se le estaba empezando a pegar esa filosofía estúpida.

Xen, a pesar de haber sido tratado con vendas una vez la batalla había acabado, apenas se podía mantener en pie, usando la lanza de bastón. Sinceramente, no le preocupaba el destino del guerrero copión, pero tenía que reconocer que aquella había sido una pelea dura de muchas que había tenido. La recordaría durante un buen tiempo. 

Vio como lo habían transportado al interior del barco, sin saber si estaba vivo o no, pero en aquel momento lo único que centraba toda su atención era en como su nemesis, su peor enemigo, el motivo de todo su odio. El gat-quiero decir, Astroph. Desde el primer día en que lo conoció, sabía que aquel iba a ser un odio mutuo, producto de la eterna rivalidad de canidos y felinos. Muchas guerras habían sido provocadas por tal sangriento ciclo de odio, y Xen había prometido que lucharía en aquella arcaica guerra. Por eso le jodía un poco que él hubiera activado antes su forma primigenia. De hecho, no sabía como hacerlo. Su padre nunca le enseñó sobre ese poder (más bien lo retuvo para quedar bien ante el Imperio) y el orgullo canido de Xen le impedía preguntarle sobre ello a Astroph. Por lo que de momento se había quedado donde estaba.

Va, no lo neces¡to. Aún soy más alucinante que ese gato. Pensó, totalmente convencido, mientras dirigía una mirada que intentaba ocultar su rabia a Astroph. Sería más sensato apartarla, pero Xen sabía que si lo hacía estaría desprevenido contra un ataque furtivo del furido, algo que su instinto le convencía que sería algo que Astroph estaba pensando en hacer. Es decir, si Astroph no le dirigía el mismo odio a él que Xen le dedicaba ¿de que serviría todo aquello?.

-Sí....buen trabajo- Dijo, manteniendole la mirada- Ahora, ¿a qué isla vamos a llevar a estos tipos? No conozco que bases tiene la Armada por esta zona.

Lo había logrado. Aun no sabía como pero había conseguido derribar a ese maldito oso. Todo estaba confuso en su mente. Recordaba haberle embestido con el martillo por delante, embestirles, caer encima de él, verle perder el conocimiento, felicidad y luego fue él, el que se derrumbó.

Ni siquiera sabía como leches había vuelto al barco de la marina ¿Le habían llevado? ¿había ido él por su propio pie? Imposible recordar. Al menos empezaba a recuperarse un poco de las heridas y ya no quería morirse. Cuando escuchó al oficial felicitarles, levantó el pulgar y sonrió.

- A mandar jefe, solo diga objetivo que yo… esto – Miró a su alrededor -… nosotros nos encargamos –

Parecía que no era el único que había tenido complicaciones. Eso le hizo sentir un poco mejor, SOLO un poco mejor. El grupo parecía curioso. El piscido parecía nervioso ante la presencia del felínido, la mujer intentaba mostrarse señorial pero fracasaba estrepitosamente por su aspecto y el otro lanzaba extrañas miradas al oficial. Sin duda Gluber no era el que más destacaba ahora.

—Estamos cerca del archipiélago de Stavros, cabo Wu. En la isla de Graad, la Armada tiene una fortaleza. Supongo que es allí donde nos dirigmos, ¿verdad comodoro?

Al final Cat había cogido desprevenido a Xen. Sólo que en lugar de ser un ataque físico lo había puesto en evidencia delante de Lass. Tenía sentido. Bueno, lo tenía sólo si dabas por sentado que el sargento Astroph odiaba al cánido.

—Sí, así es—corroboró Lass—. ¿Puedes encargarte del barco de los Piratas del Químico? Quita esa bandera y coge diez para que te ayuden. Los que estén en mejor estado. ¿De acuerdo?

El pelaje de Cat empezó a oscurecerse poco a poco.

—A sus órdenes, comandante—dijo cuadrando los pies—. Me disculpo por no haber podido evitar el hundimiento del barco de los Piratas del Garfio. El capitán Fío intentó volar el polvorín conmigo dentro. Lo único que consiguió fue destrozar medio buque. Es una lástima que se pierda un galeón como ese.

Lass sonrió al félido con indulgencia.

—No te preocupes—entonces se dirigió al grupo que había luchado contra los Piratas del Químico—. Vosotros. Id a que descansar o a que os curen si todavía no lo han hecho. Os lo habéis ganado.

Los halagos de Marconi siempre sentaban bien, pero esta vez no hubo tiempo para disfrutarlos porque una voz grave se escuchó detrás de ella.

—¡TÚ! ¡RECLUTA! ¿Se puede saber donde te habías metido?

Por detrás de la comodoro apareció el sargento Mike Loew, con su mentón cuadrado, su pelo rosa, su clavo en la boca y su gran martillo de madera al hombro.

—¡Tenías que estar conmio en la retaguardia vigilando nuestro barco! ¡Eramos los últimos en entrar en batalla! ¿Cómo diablos acabastes a dos barcos de distancia? ¿Y si hubiesen dañado el Vientogélido? ¿Te das cuenta de lo que has hecho?

De nuevo, Xen había sido derrotado. Esta vez, en el terreno del conocimiento. No menos importante que cualquier otro. 

Aunque Xen intentó ocultar su derrota mascullando un -Sabelotodo antes de seguir el consejo de Marconi e irse de allí a, yo que se, hablar un rato con Tunad sobre que tal le había ido en la pelea. Incluso se pensó preguntarle a Marlene que tal le había ido la cosa, ya que parecía tan jodida como él.

O eso pensaba él si no hubiera sido por la aparición repentina de Mike, hecho una furia. Y dando la regañina a un recluta. Por supuesto no se debería referir a ninguno de ellos, porque reclutas reclutas, trás lo de los zombies...

Entonces fue en ese momento cuando calló en la cuenta. ¿se estaría dirigiendo a Glubertoph...Glubertroph...Glubertop? ¡Bueno, el sapo ese!. Lo cierto es que Xen no había tenido tanto contacto con él, por lo que apenas le conocía de nada. Pero eso no impidió que su alma de cotilla se interesase por aquella situación. Desde que dejó de tener contacto con Robbie, allá lejos en Befehlgard, no había refinado tales instintos, y aquel podría ser un buen momento para arrimar la oreja.

La comodoro Marconi aplacó al sargento Loew y dejó a los muchachos del asalto contra los Piratas del Químico que fueran a descansar. Ella, incansable como era, continuó dando órdenes y revisando las tareas tras la batalla. No sólo había que encargarse del Benceno Lavoisier, había que asegurarse que el Gancho Afilado terminara de hundirse para que no fuera un problema en la navegación, ordenar a los prisioneros, ver cuales necesitaban tratamiento médico y encerrarlos en los calabozos, revisar el estado de la tropa...

Las tareas se prolongaron durante unas horas. Cuando acabaron el regimiento C-711 puso rumbo a la base de la marina de la isla de Graad.

Xen, Tunad y Marlene continúan aquí.
Gluberthroop acaba aquí su historia.