Partida Rol por web

Después de haberse estado poniéndose al día y discutiendo sobre los siguientes pasos, Xen aprovechó la oscuridad de la noche para salir por la isla. Había usado como excusa que iba a hacer un poco de exploración, a fin de cuenta eso era lo suyo, pero era mentira. Quería saber que había detrás del mensaje que había recibido. Aunque más bien tenía que hacer lo que ponía en él. Si no podía ser un problema... para todos.

El fúrido llegó al León Marino. Era una taberna de mala muerte, como casi todas en la isla.  La zona más civilizada de Jamir era la que estaba más profunda, donde residía el Gobernador. Allí todo era más elegante y agradable, dentro de que estaban en una isla pirata. Entró en la taberna con su cara más chunga y se dirigió a la barra. Cuando pidió el grog de veinte años, tuvo que aguantar que se riera de él un rato. ¿Grog de veinte años? Nadie guardaría ese brebaje del demonio tanto tiempo. Seguro que sabe peor. Poco después lo guió a un reservado donde lo esperaba un rostro conocido al que hacía mucho tiempo que no veía. Un fúrido de unos cincuenta años, de mirada aviesa y grandes colmillos. Un odóbenido conocido como Oracio Morsus.

—Buenas noches Xen—saludó mientras recargaba la pipa—. Si te soy sincero, este era el último sitio en el que esperaba verte. ¿Qué haces en Jamir? ¿Acaso te has pasado a la vida criminal? Pensé que con todo lo que hemos compartido antes que hacerte pirata vendrías a trabajar conmigo.

Si había dos razones principales por la que Xen había ido a aquel lugar, una era por ese secreto. Que sus compañeros marines supieran de su vida criminal...sinceramente no le importaba: Tunad probablemente le perdonase, Marconni...la verdad es que no sería raro que no se lo imaginase, de Lianid le importaba una mierda su opinión, a Alice apenas les conocía, Proon simplemente lo aceptaría, y Marlene le miraría con cara de Bulldog. Una novedad, vamos. El problema estaba en el secreto sobre la faceta marine de su vida, porque como revelasen a todos los de esa condenada isla de que eran marines... rodarían cabezas. La segunda era el interés. ¿Para que habrían vuelto las sombras de su pasado esta vez? ¿Podría sacar alguna ventaja de ello?. 

Cuando entró por aquella puerta, y vio a Oracio Morsus, supo que debía andar con cuidado. Tampoco le sorprendió mucho. Aquella discrecionalidad era propia de él. Elegante y sin levantar sospechas. Otra cosa es que aquella falta de sorpresa le hiciera sentir cómodo. Más bien todo lo contrario.

Decidió ir con cautela, actuando con tranquilidad, quedándose en medio de aquella habitación mirando distraídamente a todos lados. No quería mirarle a los ojos, o aquel hombre sabría que estaba más tenso de lo normal. También le serviría para ver posibles peligros en la habitación.

-Venía a resolver un asunto personal- Personal como que era parte de su trabajo, que de algo había que ganarse la vida. Para Xen, aquellas palabras no se sintieron tanto como una mentira.- A quien no esperaba verle es a usted. No sabía que había expandido el negocio hasta un lugar como Jamir. Siempre pensé que prefería la tranquilidad antes que meterse en un asentamiento pirata. La isla donde nos conocimos al menos la tenía.

Xen observó la habitación y no vio ningún tipo de trampa o de asesino. ¿Oracio era capaz de eso? Sí, claro. ¿Pero por qué hacerlo después de haber llamado a Xen? Podía haberlos mandado al barco si quisiera verlo muerto. El odobénido era mucho más listo que eso. Y por eso era peligroso.

—Para prosperar hay que moverse y buscar nuevas oportunidades—le respondió mientras se encendía la pipa—. Siéntate. ¿Whisky? ¿Brandy? ¿Ron?

Oracio le dio un par de chupadas a la pipa y tiro el humo lentamente.

—Un asunto personal. Me pregunto qué asunto personal puede tener un marine en una isla como ésta. ¿Vais a pasar muchos días por aquí? A lo mejor podría ayudarte.

Buscar nuevas oportunidades...

Las palabras se quedaron flotando en la mente de Xen. Había pensado en pirarse de allí lo antes posible, y más aún cuando para joderse ese hombre había mencionado la palabra marine, lo cual significaba que no se tragaba lo del asunto personal. Ese hombre se olía que su grupo habían venido a hacer algo a aquella isla, pero....¿podría sacar algo de aquello? Xen recordaba un hecho esencial: no tenían ni idea de donde encontrar el maldito elixir, y si esperaban más tiempo...las cosas se podrían poner peor en aquella isla de lo que estaban ahora si estallaba la guerra. Perderían el elixir, y lo que es peor, se meterían todos en un lío de cojones si el asunto venía tan arriba.

Pero por el otro lado, sabía que nadie de su grupo le perdonaría que se compinchase con un criminal así, revelando información tan importante para la misión. Además, ¿qué le impedía a aquel hombre traicionarlos si aceptaba?

También es cierto que daba igual si aceptaba o no: ese hombre les podía traicionar en cualquier momento. Incluso si no le contaba nada, mientras más estuvieran en la isla, el simplemente podría decirles a los piratas que estaban allí, en una misión que bien podía perjudicarle o no. 

Mierda, a Xen no se le daba bien aquellas cosas. Por mucho que le disgustara, se había pasado su vida obedeciendo, ¿y ahora podía tomar una decisión que cambiase todo el curso de la misión?¿que hacer: ser cauto y largarse o apostar a confiar en aquel hombre?

....

Necesitaba más información. Xen aceptó el asiento de Oracio. Debía mostrar confianza.

-Con wisky basta, gracias.-Xen deseó no haberla cagado y que el vaso estuviera envenenado. Pero bueno, aquel hombre parecía que le necesitaba, y como había pensado, ya estaban todos cogidos por los huevos ¿qué más daba? Además necesitaba seguir mostrandose tranquilo, y encima se moría por un trago. Definitivamente lo iba a necesitar si quería llevar a cabo esa locura.- La verdad, es que le agradezco su ayuda, pero me tienes que permitir sospechar un poco, porque me temo que en esta isla nada sale gratís. Como usted dijo, nuevas oportunidades ¿verdad? Por algo me has llamado. Si acepto tu ayuda ¿cuál sería el precio?

Oracio mismo había dicho que esperaba que fuera a trabajar con él una vez puso los pies en la isla ¿acaso aquello quería decir algo más? ¿Le necesitaría para algo?

Oracio puso un vaso y una botella en la mesa para que Xen se sirviese. Después se llevó la mano a la cazoleta de la pipa y se quedó mirando al fúrido. ¿Eso había sido un atisbo de sonrisa?

—En esta isla las cosas van a cambiar. Puede que ahora nada salga gratis pero yo no soy así, ¿alguna vez te he pedido algo por todo aquel asuntillo con tu padre, Xen?—las palabras del odobénido eran afiladas como cuchillos—. No, claro que no. Sabes que no. Siempre he sido justo y generoso. Tú me ayudas, yo te ayudo. Dale a la gente más de lo que le vas a pedir. Y luego deja que el negocio económico haga su trabajo. Ese, amigo mío, es el secreto de mi éxito.

El jefe criminal se recostó en su asiento acomodándose. Palabras muy dulces para un tipo realmente peligroso.

—Puedo ayudarte, Xen. Como en los viejos tiempos.

Por un momento, Xen sintió un escalofrío por toda la espalda.

Otra vez aquel favor. Había intentado olvidarlo, mantenerlo oculto en su mente. La muerte de su padre, la condena a aquel cocinero rebelde...todo eso debería importarle una mierda, por el amor de Dios. Por supuesto, al final el hecho de que había conseguido que detuvieran por una acusación falsa a un hombre inocente era un recordatorio constante que Xen no era mejor persona que el resto ¿pero se arrepentía de ello? Ni de broma. Lo volvería a hacer de nuevo si tuviera oportunidad. Su cabeza había estado a poco de ser cortada si no fuera porque se salvo del patíbulo. Y al final uno tenía que salvar el pellejo de una forma o de otra. ¿La vida de ese hombre y la búsqueda de la identidad del asesino de su padre? no tenía ningún interés por ambas cosas. Xen quería alejarse de aquella vida lo antes posible. No quería recordar a aquel hombre, y a su padre lo odiaba profundamente. No tenían ningún valor para él.

Pero ahora...

Xen siempre había intentado vivir como un lobo solitario. Una persona que solo se preocupaba por tres cosas: él, él mismo, y su persona...Pero ahora era imposible negarlo. Tenía a gente que le importaba. Y aquella misión podía poner en riesgo su vida. ¿de verdad necesitaba tanto esa información para acabar debiendo un favor a uno de los mayores rufianes que había conocido en su vida?... Algo dentro de él lo tenía claro.

Con suerte, de esos favores se encargará únicamente el Xen del futuro, nadie más. Ese especialmente debería importarme una mierda. Como en los viejos tiempos- Pensó, mientras contemplaba su vaso, reflexivo.

-Busco...información- Dijo Xen con dificultad, sintiendo que iba a salir algo malo de todo aquello. Muy malo. Pero tenía que aprovechar esta oportunidad.-Un elixir. El sagitarioelixir. ¿has oído hablar de él? Tenemos entendido que esta por esta isla. No sabemos dónde.

Oracio miró a Xen sin mostrar sentimiento alguno. ¿Esperaba que el marine estuviese involucrado en algo así? Podía ser. Sin embargo el odobénido no respondió inmediatamente. Con calma, cogió un vaso y lo lleno de whisky. Después le dio una calada a su pipa y echó el humo. Era su manera de demostrar quién tenía el control de la situación.

—Sí, claro. Todo el mundo ha oído los rumores. Hay un elixir poderoso en la isla y nadie sabe dónde está. Yo tampoco lo sé. Todavía—añadió haciendo énfasis en la palabra—. Si hay algo de lo que estoy casi seguro. Leon de Weinoff no está en posesión del mismo, pero si está jugando un papel importante. Está aprovechando los rumores para atraer bandas piratas a la isla y formar una Alianza Calavera. Y honestamente no me extrañaría que el esté al corriente de quien tiene el elixir.

El fúrido señor del crimen dio un trago a su vaso y se relamió.

—Tú camino más corto al elixir pasa a través de Leon. Derriba al rey y se desmoronará todo. Pero mucho me temo, y permíteme la osadía, que ni tú ni tus amigos tenéis la fuerza necesaria para cometer un magnicidio.

Xen se permite suspirar. Al menos aquella información no ha sido del tipo excesivamente privilegiado, por lo que tener ese conocimiento igual no le cueste demasiado en el futuro. Lo que le preocupan son las siguientes palabras del furido, apoyando ambos codos sobre la mesa para juntar las manos por encima en posición reflexiva.

-Que no tenemos la fuerza, ¿eh?...¿y que propones?- Xen sabía que aquel comentario de Oracio no era una simple critica a su plan. Allí estaba la parte que probablemente le costase un favor en el futuro. recibir ayuda de un "viejo amigo"

Oracio dio una larga calada a su pipa y luego hecho el humo lentamente. Al maldito fúrido le encantaba ese tipo de pausas. ¿Cuántas veces lo había hecho en la reunión? Sabía que Xen quería liquidar el asunto rápidamente, así que él se tomaba todo el tiempo del mundo.

—¿Qué voy a proponer? ¿Acaso no es evidente?—pregunto de forma retorica— Trabajemos juntos para acabar con él.

Xen suspiró.

Es ahora o nunca.

Necesitaban ese elixir, y si no recibía ayuda de ese hombre, toda aquella isla les aplastaría una vez que supieran que eran marines, ya fuera por mano de ese hombre o por cualquiera del resto de los piratas de la isla que hiciera las comprobaciones adecuadas. En aquella situación, Xen creía que era mejor que Oracio les viese como recuersos útiles. Demasiado había en juego. En concreto. sus vidas.

-Digamos que acepto- Dijo Xen finalmente- ¿en que consistiría eso de trabajar juntos?¿tienes ya algo en mente?

—Tengo ideas—respondió lacónicamente—. Pero las cosas hay que hacerlas bien, Xen. De nada me sirve hacer un trato contigo si tus compañeros no están de acuerdo conmigo. Es más eso podría dejarme en una situación delicada. Habla con tus compañeros y si estáis todos de acuerdo, venid a verme mañana por la noche a esta misma hora. Vuelve a pedirle el grog al camarero.

Oracio vació su vaso.

—Y si no viene nadie no te preocupes. Mientras no interfieras en mis asuntos, tu secreto estará a salvo. Sabes que soy una persona leal.

La conversación llegaba a su fin.

Xen miró al techo, con un gesto ligeramente agobiado. Había confiado en no tener que meter al equipo en esto, pero al final la lógica había ganado: si quería que aquello fuera hacia delante, tenía que conseguir el apoyo del equipo. El problema es que...se lo iba a tener que contar.

-Pues...me dejas en un buen aprieto. En el caso del resto, creo que podrían pensárselo, pero conozco a una persona en concreto en nuestro grupo que no se lo va a tomar...demasiado bien. Pero si, se lo preguntaré.- Xen apuró lo que quedaba del vaso de un trago, un poco más intranquilo- Bueno, ¿con esto hemos terminado, o tenemos que tratar algún asunto más?

—Puedes marcharte—respondió Oracio señalando con su pipa la puerta—. Espero tener noticias tuyas pronto.

¿Estaban jodidos? Quizás era un poco pronto como para poder afirmarlo con rotundidad pero, ¡qué demonios! ¡Por supuesto que estaban jodidos con un tipo como Oracio Morsus en la isla!

Xen continúa aquí.