¡Maldita sea! ¡Me habían pillado! Sin embargo, yo ya había puesto pie en polvorosa para cuando ellos se dieron cuenta. Eso sí, en mi huida, fui directa hasta donde estaba el grupo, chocando queriendo con el píscido de las gafas rotas.
Todo era una estrategia para llarmales la atención sin ser demasiado descarada... Total, todo el mundo podría tropezarse con alguien en plena huida, ¿verdad? Los piratas no sospecharían, caso contrario que si me paraba directamente a hablar con ellos sin tropiezo y sin nada.
—¡Ups! ¡Perdón! —dije toda apresurada, aunque luego bajé la voz para que sólo el píscido (y quien estuviera muy cerca de él) pudiera escucharme y usando su enorme cuerpo para ocultarme—. Esperadme en un ratito en la posada de La Sirena Tuerta. Reservad una habitación privada.
Sin perder mucho más tiempo, salí pitando lo más rápido que podía directa hacia la multitud con la intención de perderme en ella. Luego buscaría un callejón estrecho y oculto donde poder esconderme hasta que mis perseguidores pasaran de largo.