La respuesta del tipo del látigo le había gustado. Precísamente al nombrar el dinero, se había ofendido y aunque luego había corregido, no había intentado mentir de primeras. Eso le venía a decir a la félido que no era una estafa. Vamos, que el hombre estaba convencido de lo que decía.
No estaba mal como primera opción. Ahora pensó que si se quedaba a la espera, se terminaría enterando del resto.
- Adelante, sigue hablando.
Sonrió zalameramente.
Sin duda, ese tal Harrigan tenia que tener mucho oro, pues uno de los suyos poseía una bolsa de oro para pagar, como había dicho, toda la bebida del local. El pequeño Jask se acercó a un lugar próximo en la barra, no quería perder detalle sobre ese tal Harrigan. Puede que necesitase más tripulación y podría ofrecer sus servicios. Una buena paga como la que prometían era suficiente para el.
Satisfecho de que la felina se hubiese callado, Azotes volvió a glosar las virtudes y cantar alabanzas sobre Harrigan mientras sus dos acompañantes repartían jarras llenas a rebosar.
La cerveza siguió corriendo y toda la muchedumbre comenzaba a estar bastante bebida. Los que aguantaron hasta las últimas horas de la noche comenzaron a pagar los excesos. Algunos, incluso, se encontraban en un extrañamente profundo sueño.
Al amanecer unos cuantos se dirigieron tambaleantes hacia sus casas pagando los excesos de la noche previa. Sin embargo, no había rastro de Azotes ni de sus acompañantes, que habían partido mientras aún la oscuridad permitía desplazarse sin ser visto a bordo de un carro desde cuya parte de atrás podían oírse ronquidos.