Impulsados por su curiosidad, algunos de los acólitos acudieron a la invitación de la otra célula de acólitos. A primera vista el punto de encuentro en Laquestis era solo un simple complejo industrial que conectaba con una estación minera, pero al utilizar la contraseña que les habían proporcionado "Es sorprendente lo poco que ocultan la mayoría de las personas" el personal que les recibió cambió su actitud y les hizo pasar a una sala aparte. Por supuesto, cada acólito llegó de forma independiente y ninguno supo que otros habían acudido hasta que más tarde les condujeron por una serie de intrincados pasillos y reunieron a todos frente a una presencia imponente.
El Inquisidor no ocultaba su sello inquisitorial e iba ataviado con una servoarmadura ligera que solo habría palidecido frente a un capitán marine espacial; estaba mellada por el uso, pero aun así se podía apreciar lo delicadamente que había sido decorada.
— Ya estoy al tanto de quienes sois. — Comenzó, antes siquiera de presentarse. Hablaba con una voz camada y pausada, pero su expresión ceñuda no invitaba a pensar que la conversación sería amistosa — Y vosotros debéis de saber, o imaginar al menos donde os encontráis. Quien creyerais que fuera vuestro maestro antes de hoy, eso ya es historia. Alguien ha pensado que podéis ofrecer un servicio más elevado al Imperio, y lo haréis, a menos que se demuestre que, desde el principio, no estabais a la altura.
A partir de ahora viviréis en un mundo de secretismo, descubriréis que muchas cosas que creíais cierta eran mentira, y muchas mentiras que resultan ser ciertas. Aprenderéis cosas que ningún sujeto común está destinado a conocer, y guardaréis ese conocimiento con vuestra vida. Obedeceréis órdenes que tal vez no comprendáis del todo, lo haréis aunque tengáis que contradecir a vuestros superiores o traicionar a vuestros amigos y familiares, y lo haréis, porque es lo correcto "Antes de que la verdad nos devore a todos". —el inquisidor terminó aquella frase con un tono de reverencia que erizaba los pelos de la nuca. Al mismo tiempo, Las puertas se abrieron y las atravesaron sendas camillas preparadas con una gran diversidad de material médico, un puñado de tecnosacerdotes biologis con un surtido de inquietantes mecadendritas afiladas, sierras e inyectores de sustancias desconocidas las acompañaban en silencio.
Ya es tarde para tomar otra decisión. Cuando volváis a salir por esas puertas, si vuestra mente lo resiste, seréis hombres nuevos, mejores, y sabréis que vuestros actos merecen la pena. Entonces os asignaremos vuestra primera misión. —
Tendréis información más completa en la próxima aventura.