Las sonrisas de Theo y sus toquecitos bobos con el índice iluminaban hasta el día más oscuro. No importaba la situación en que se encontraran, o lo que hubiera ocurrido entre ambos, le bastaba con estar a su lado para encontrar refugio de todos sus miedos e inquietudes. No recordaba un solo encuentro con su anjo en que no sintiera que el corazón le explotaría mientras lo miraba a los ojos, ni un solo instante en que no creyera que Theo se merecía todo lo que el mundo pudiera ofrecerle. Verlo soportar tanto dolor y angustia le partía el corazón en dos.
Estuvo tentada a volver a acurrucarse con él mientras hablaba, al menos a posar la barbilla sobre su hombro, pero se abstuvo. No quería interrumpirlo, o atosigarlo, o... Theo jamás se había quejado de sus mimos, pero de vez en cuando voces ajenas de heridas pasadas la hacían titubear en momentos delicados.
—Quizás lo sea —respondió, con voz determinada y una breve sonrisa de orgullo —Además, minha vida, nadie se merece más que tú el ser feliz. Y para eso no tienes que cambiar, ni apartarnos de nada. No es como que fuera a permitirte que me protegieras de cualquier cosa que tenga que ver contigo, y no parece que Rick tenga intención de hacerlo tampoco —alzó una ceja —Aunque sea la primera en entender por qué querrías hacerlo —Después de todo, ella les había ocultado muchísimo tanto a él como a Rick, y casi le había costado la vida en al menos una ocasión —, también voy a ser quien te diga que es un error.
—Entonces, ¿qué vas a hacer? —preguntó, con curiosidad —Puedo ir contigo, si quieres —Aunque en realidad, ese «si quieres» era más bien un «si no me lo impides». Ágata no dudaba ni por un segundo de lo que era capaz Theo, ni ignoraba lo que este podía haber hecho en su ausencia, pero sin importar cuanto tiempo pasara, el instinto de evitar que se ensuciara las manos seguía patente. Además, no se fiaba ni un pelo del puto Joel.