Partida Rol por web

El tiempo ha pasado en calma en la finca, cosa que agradezco mucho. Durante este tiempo he cuidado de Xerxes para ver si este ambiente le facilita la recuperación. He entendido que nada puedo hacer con las heridas de su cuerpo pero también entiendo que estas mejorarán a medida que sus emociones mejores y el daño en su alma cicatrice.

Es por esto que he invertido mucho tiempo en hablarle de distintas cosas, intentando subirle el ánimo. En principio he comenzado con la palabra de la Fe pero un buen sacerdote que conoce a su rebaño sabe que hasta el seguidor más devoto necesita oír de otra cosa de vez en cuanto y que incluso el Dios-Emperador cansa un poco si se repite todo el día. es por eso que le comencé a hablar de las armas que hay en la finca y lo que he averiguado de ellas. Luego he visto que no tengo muchos más temas que el credo, por lo que he recorrido toda la Finca buscando temas, estando muy atento a los detalles y a cada aspecto a mi alrededor para así tener siempre algo nuevo, curioso e interesante que mencionar.

He hablado de los servidores y he comentado las diferencias que he notado entre nuestros servidores y las máquinas herejes que nos atacaron en la División Coscarla. Han sido detalles interesantes pero sumamente oscuros en los que no he querido profundizar.

He buscado en todos los libros que hay en la finca para profundizar en mis conocimientos acerca de leyendas y otros conocimientos populares del universo. Le relato esos conocimientos a Xerxes para ver si despierto en parte su atención, lo que mezclado con un poco de Fe y mis observaciones en temas triviales, parecen hacer que olvide su dolor de a poco.

Finalmente llegan los nuevos reclutas, a quienes recibo con un cordial saludo. Siempre soy cálido con las personas que he sabido conocer y ellos, a pesar de no parecer mucho en un inicio, son buenos aportes para la célula ahora que son acólitos. No he tenido especial problema con ellos y creo que tienen gran potencial por lo que estoy muy contento de recibirles junto a nosotros.

La luz y la sombra se mezclan a medida que los servidores de combate que utilizo para mi entrenamiento me rodean en las distintas formaciones para las que están programados. Siento sus movimientos en mi interior y sin darles tiempo para que sus sistemas me fijen como blanco, levanto mi arma y comienzo a disparar mientras giro sobre mi propio eje apuntando de forma secuencial a todos los servidores partiendo desde el que tiene su arma más preparada para dispararme y siguiendo con el siguiente hasta disparar al menos preparado.

Mis entrenamientos siempre son similares pero noto que en muchos casos no basta con una bala para abatirlos pues sus sistemas vitales no son homogéneos como en las criaturas vivientes. Por otro lado, sus blindajes no son fáciles de esquivar y eso puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.

Es por eso que comienzo a concentrar mis esfuerzos en siempre disparar al punto vital. Siempre hay un lugar donde la carne parece más funcional o donde se juntan los circuitos. Siempre hay una zona que no es simple pellejo ni músculos, sino órganos imprescindibles para la vida. Siempre hay un circuito esperando por la bala precisa para saltar en mil pedazos y dejar los sistemas sin funcionamiento.

Después de mucho tiempo entrenando de esa forma, tanto en la sala de disparos como al cenar, cuando miro a mis compañeros e intento ver cual es el punto más apropiado para dispararles y así acabarlos de un solo tiro. Sé que no es el pensamiento más común en un grupo de compañeros de célula pero sé que este entrenamiento podría salvarle la vida a uno de ellos cuando mate a su atacante de solo un disparo.

Finalmente llega Vladymir pero llega con dos personas que no conozco. Una mujer y un hombre que nunca antes he visto. No me gustan los desconocidos en casa pero si vienen con el viejo bigotes, puedo asumir que son de confianza.

El último de los acólitos había llegado. Valerius ya se había habituado a su nueva pierna y no perdía oportunidad de usarla para coger confianza y asegurarse de que todo funcionaba en orden. Fue de los primeros en acercarse a dar la bienvenida a Ostrogov, y aunque se sorprendió de la presencia de dos nuevos acólitos les saludó como correspondía.

Después de todo, quizá ellos estuvieran más interesados en hablar de la Fe que el resto de sus compañeros. Desde que le habían destinado a la finca Specula Maris para cuidar de las almas de los acólitos, sólo había podido hablar del tema con Tauron, y era de los que menos necesitaba ser cuidado.

- Bienvenidos a la Finca Specula Maris. – Pronunció Valerius ante los dos nuevos. – Soy el novicio Valerius, estoy al cargo de la capilla. Si necesitáis hablar o confesaros mi puerta está siempre abierta. – Seguramente habrían pasado por multitud de horrores para llegar hasta allí. Si en algún momento querían algo de liberación para sus atormentadas almas, al menos ahora sabían a dónde acudir.

KURT:

- El antiaéreo podría abatir fácilmente a una aeronave civil, pero posiblemente sería destruido por un cuter artillado o un Valkyrie.

- El bolter pesado haría trizas a un vehículo terrestre civil, tal vez podría dañar a un Rhino, pero no podría con un Chimera o un tanque más pesado.

- La docena o así de servidores de combate son muy útiles para acabar con mutantes o bandidos corrientes, pero un equipo de Guardias Imperiales veteranos podría con ellos seguramente, especialmente si cuentan con armas pesadas y granadas.

- En resumen: Esta mansión en mitad del campo está bastante bien defendida contra amenazas normales, igual que la mansión de cualquier noble menor o ricachón de estar por casa, pero no resistiría un ataque decidido de fuerzas armadas militares o paramilitares. Seguramente, la mejor defensa de este lugar es el secretismo. Que nadie averigüe su situación, pues si los Enemigos del Imperio descubren que esta es la base de una célula de la Inquisición seguramente estaréis perdidos...

Intius se acercó, igualmente, a los recién llegados. Andaba aún con cierta lentitud, tras las heridas sufridas durante la última misión, y a esa cojera se sumaba una respiración trabajosa y entrecortada. A pesar de todo ello, y del parche cromado que llevaba en uno de sus ojos, lucía una sonrisa satisfecha.

- Saludos, sargento, viejo zorro. Me alegra tenerte nuevamente de vuelta. El Sagrado Emperador, sin duda, ha puestos sus ojos en nosotros, puesto que hemos tenido éxito en nuestras respectivas misiones- tras esas palabras se acerca al sargento y le pone la mano en el hombro- ¿No nos presentarás a los nuevos miembros de nuestro equipo, a nuestros nuevos hermanos acólitos, Vladymir? 

El vostroyano fue saludando a todos aquellos que se fueron acercando, no pudiendo evitar reparar en que Intius parecía estar bastante tocado. Probablemente ellos no habían estado descansando tampoco, sino que habían tenido que afrontar otra misión. Pero así era la vida.

-Por supuesto. Estos que me acompañan son Renata y Kurt, nuestros nuevos compañeros en la célula, como ya he dicho. Se vieron envueltos en todo el asunto de la misión en Desesperanza, y ahí se unieron a nosotros. De todos modos, supongo que es mejor dejar que sean ellos mismos los que se presenten.

El hombre, un rudo y excesivamente musculado soldado, da un paso al frente y saluda con un cabeceo al tipo del parche. En el centro de su frente resalta el tatuaje parcialmente escarificado de un enorme "VII", y en su cuello, apenas cubierto por un pañuelo negro, se entrevé un collar explosivo de denota su condición de legionario penal.

-Bonita choza ésta -dice, casi para sí mismo-. Escasamente armada, teniendo en cuenta que oculta dentro una célula inquisitorial, pero bonita sí es. Seguro que hasta tiene piscina.

Adelanta el antebrazo derecho en dirección al cíclope, con la intención de entrechocarlo, si es que el otro lo acepta.

-Mi nombre es Kurt, aunque ella -murmura, señalando a la voluptuosa mujer a sus espaldas-, ella acostumbra a llamarme "osito". En realidad podría llamarme cualquier cosa, tú ya me entiendes. Aquí el bigotes me suele llamar "tú", y los otros me llaman de todo, desde "trozo de carne" hasta "estúpido". Cualquier cosa me vale, mientras me lo digas mirándome a los ojos. Mi especialidad, por si te lo preguntas, es repartir hostias en nombre del Emperador -dice, rozándose la escarificación con su dedo índice cuando invoca a su señor-. Y se me da bien. ¿Quién cojones eres tú?

A sus espaldas se escucha un leve carraspeo del vostroyano.

-Cojones -masculla Kurt abriendo mucho los ojos-. ¿Tampoco puedo decir "cojones"? Hostias, estoy hasta los huevos de los putos modales. Ya no sé qué mierdas decir y qué mierdas callar, coño, joder, puta hostia. 

Suspira.

-Quería decir, ¿a quién tengo el placer de dirigirme?

- Intius, Intius Varnias- responde el hombre estrechando su mano- Noble, arbitrador, preso... y ahora acólito por la gracia divina de nuestro Emperador. En cuanto a como te llamaran, o lo que fueras antes, lo cierto es que me importa poco. Eres parte de nuestra célula, y por tanto, eres un hermano, como todos los demás. Mientras mates, sufras, y luches por nuestro Emperador, te aseguro que tu pasado y tu vocabulario me importan poco... o me importan una puta mierda, si lo prefieres- una leve sonrisa apareció en los ojos de Intius que tuvo que interrumpir su discurso para coger aire y, durante unos segundos, tuvo que respirar trabajosamente- Así que te llamaré Kurt. En cuanto a mi especialidad supongo que se dirigir un equipo, y que se investigar. Tampoco se me da mal pegar unos tiros- dijo con una sonrisa.

Kurt sonríe con su boca de lobo.

-Entonces hablamos el mismo idioma -dice-. Ya discutiremos más adelante acerca de esas ridículas defensas de señoritas con que protegéis este antro. Pero ahora... -el expresidiario lanza una mirada al cielo. Todo allí es nuevo, desde la palidez del azul a la constitución de las nubes. Respirar resulta trabajoso, aunque sabe que se habituará en un par de días. Por fin alarga una mano hacia Renata-. Ahora es tiempo de descansar. Creo que tanto la jefa como yo nos lo hemos ganado. Y si no, me importa una mierda: necesito una jodida siesta.

T H E       E N D

(por lo que a mí respecta, digo)