Se sorprendió al ver la entrada del servocráneo en el piso. Su primera reacción fue correr a recoger su garrote, pero enseguida se dió cuenta al observarlo que aquella tecnología era del Imperio y no Xenos. Una idea se le pasó por la cabeza e Intius sonrió. Si estaba en lo cierto quizá Tercio podría sobrevivir.
Tras dar unas vueltas sobre los restos de gusanos el servocráneo desapareció completamente explotando. Intius se sobresaltó pues no esperaba aquello, pero enseguida se repuso. Recogió su garrote y se lo colgó y volvió a gritar arriba.
-¡Un servocráneo Imperial! ¡Ha aparecido un servocráneo Imperial y ha explotado después de observar todo lo que pasaba! ¡Terminad cuanto antes, creo que se donde podemos encontrar a alguien que salve a Tercio!
Si alguien tenía acceso a ese tipo de tecnología en aquel planeta debía estar en la Isla del Emperador y entre todos los edificios tan solo uno le parecía adecuado. Desde un principio le había parecido que los habían observado al pasar por allí y ahora comprendía porqué. Esperaba no equivocarse, pero creía que en el Edificio de la Autoridad Portuaría podrían encontrar la ayuda que necesitaban.
Debían acabar allí lo antes posible recogiendo las pruebas necesarias y destruyendo el resto e ir lo antes posible con su compañero moribundo hacia allí.
- El grupo recoge todas las evidencias e incendia lo demás. La estructura del molino en sí no arderá, pero todo su contenido será purificado por el fuego.
- Después usan la barca en dos tandas para regresar al almacén de Smeed y Smoot.
- Resulta sencillo atravesar la ciudad de Olrankan de regreso a los Muelles. Unos mercenarios heridos no llaman demasiado la atención en esta ciudad bajo asedio.
- Finalmente, los Acolitos llegan ante la embarcación del Capitán Marino.
- "¿Ten pronto quieren regresar? Claro, el asedio está a punto de finalizar y ya no están contratando mercenarios. Aunque veo que les han dado una paliza...
En fin, es su dinero. Cincuenta Tronos por cabeza y estaré dispuesto para zarpar de inmediato." -
-“¿Te encuentras bien? ¿Necesitas algo?”
La voz de Intius llegó a Xerxes como una agradable brisa que apartó las brumas de su inconsciencia. Pero por muy bonito que eso suene lo que verdaderamente despertó al Cuestor fue sentir el aliento del Arbitrador, poseedor de olores que prefería no catalogar, tan cerca de su cara.
- Las pastillas… Las pastillas…- sugirió en un susurro. Pero entonces… - No ¡No! ¡Por el Emperador! ¡Quieto!- Soltó con todo un torrente de voz.
No podía soportar la idea de que la mano del siempre voluntarioso Intius, como si de un ratoncillo curioso se tratara, se introdujera uno a uno en todos sus bolsillos y descendiera por sus muslos hasta dar con el bote de pastillas. Aunque eso no era lo peor, lo peor era imaginárselo tocando sus pastillas con unos dedos que a saber dónde había puesto antes para luego metérselas en la boca como una madre preocupada pero con cuestionables hábitos de higiene.
- Estoy bien. Estoy bien…
No lo estaba. El golpe que había recibido en la espalda, a la altura del pecho, le había dejado baldado. Podía respirar sin dificultad, no como nada más caer, y eso era lo que verdaderamente importaba aun cuando se vio obligado a caminar hasta el puerto de Orlankan como un anciano con la mano echada a la espalda.
Allí, en el puerto, les esperaba el mismo Capitán de barco y usurero que les había llevado a aquella cloaca poblada de irreverentes y sucios gusanos. También habían encontrado Xenos, pero al menos esos ya estaban muertos que era un consuelo que no tenía, por ejemplo, con un despreciable gusano ciego.
Ahora que podían considerar la misión como terminada, y que un servocráneo había descubierto lo que había en el molino, tenían la opción de agitar sus plaquitas y decir que eran de la Inquisión para ver el pavor en los ojos del Capitán que les había sacado los cuartos. Pero era solo una posibilidad. La otra era callar y pagar para seguir pasando inadvertidos, y esta era una opción mucho más prudente.
Aun así no se cortó a la hora de mirar con todo el asco del universo a aquella cucaracha que, Emperador mediante, terminaría tarde o temprano ahogada o degollada por un cliente insatisfecho.
El extraño servocráneo me ignora y luego sube a la torre para autodestruirse. Algo no me gusta y de seguro que si fue enviado por alguien que no debía enterarse de lo que sucedió, podemos dar nuestra misión por fallida. Sea como sea, no es algo con lo que debamos lidiar ahora y lo único que podemos hacer ahora es salir de aquí lo antes posible para ocuparnos de nuestros heridos.
Nos movemos y llegamos nuevamente al almacén de los mutantes a través del pequeño bote en dos viajes. Luego salimos y recorremos la ciudad en dirección al puerto, donde somos recibidos por el Capitán Marino que nos trajo. El viejo comerciante nos habla sus basuras y luego nos cobra cincuenta Tronos por persona para hacernos cruzar.
Le gano a mi tentación de matarle con mi pistola por ser un maldito usurero incluso con un compañero sin una de sus piernas. En vez de dejarme llevar por mi impulso, comienzo a revisar a Tercio, quien recuerdo guardó dinero de los mutantes y que podría servirnos para cruzar una vez más, ahora hacia nuestra salida de este primitivo y apestoso mundo.
Registro a Tercio en busca de los Tronos.
Parecía que el momento de salir de aquel condenado planeta había llegado. Tras recoger las muestras de gusanos y ayudar a Arlan a subir, aquel extraño servocráneo explotó. El guardia imperial no estaba seguro de que ocurría, pero decidió que lo mejor sería ser precavido, y recogió los restos del servocráneo también.
Finalmente, tras abandonar aquella maldita isla quemando todo, llegaron ante el mismo hombre que les había llevado hasta allí. Otros 50 tronos por cabeza serían el precio por salir de allí e intentar salvar la vida de Tercio. Vladymir rebuscó en sus bolsillos.
-Creo que yo puedo pagar mi pasaje.
- Vladymir aporta 50 Tronos de sus propios fondos, y Titus pone los 250 restantes de los que obtuvo Tercio de los mutantes.
- Con el pasaje pagado, todos pueden subir a bordo e iniciar la travesía hacia la Isla del Emperador.
Entre la multitud, se escucha muy vagamente una voz conocida.
- Una monedita, una monedita por favor... Ayuden a un pobre ciego...
Varnias sonrió al capitán del barco sin muchas ganas.
-Supongo que es una forma de verlo... Por desgracia no quedó nadie vivo que pueda presumir que habernos dado ninguna paliza. Contestó seco, dejando claro que era mejor no meterse con ellos.
Se hizo a un lado mientras sus hombres pagaban los pasajes, la mayoría con el dinero que habían conseguido durante la misión pues a excepción de Vladymir el resto ya no tenía nada de lo que habían traído.
Cuando estaba a punto de subir a bordo y ordenar al Capitán que zarpara para perder de vista aquella maltita ciudad una voz se le metió por su oreja buena haciendo que le rechinaran los dientes.
Será hijo de...
Intius le hizo un gesto al Capitán para que esperase.
-Un momento Capitán, aún tengo que hacer algo antes de irme de Olrankan.
Sin decir más se dio media vuelta y buscó al viejo ciego con la mirada. No le fue difícil por las voces que estaba dando, como si quisiera dejar patente que había venido a despedirlos. Se había cruzado en sus caminos un par de veces y era hora de ajustar cuentas antes de largarse de allí.
Se acercó en silencio y lo cogió en volandas ante las airadas protestas del anciano a las que hizo caso omiso hasta que llegó al borde del muelle.
-¡Que el Emperador te bendiga! Dijo mientras lo lanzaba al agua con todas sus fuerzas.
¡¡¡Splashh!!!
Se dio media vuelta con una sonrisa en su cara y regresó de nuevo a la embarcación que le esperaba.
-Ahora podemos irnos. Le dijo al Capitán mientras se acomodaba en la borda.
Mientras un par de estibadores del muelle salvan al anciano ciego con un bichero, el Capitán Marino lo prepara todo para zarpar.
Un rato después, la embarcación está alejándose de los muelles de Olrankan.
CAMBIO DE ESCENA: SEGUIMOS EN "PLANETA ACREAGE, DEMARCACION DE JOSIAN, SECTOR CALIXIS".