Partida Rol por web

[D&D 3.5] El Destino de Lucarrion

Capítulo 4. Compras en el Bazar.

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07/12/2018, 17:13
Narrador

Primavera del año 644 de la Primera Edad del Dualismo.

El Bancal del Caminante, Malaken. Por la noche.

Sir Haldir y su inseparable Alois se despidieron del resto. Niren había dejado muy claro que no necesitaba un tropel de compañeros tras sus pasos. Deseaba utilizar la sutileza en contra de la fuerza bruta. Eso descartaba tanto a Sir Haldir, como a sir Alois. No tanto por la fuerza bruta, sino por la sutileza. Era verdad que sus armaduras desentonaban en aquella ciudad. No entendían muy bien porque Niren había contradicho a Alois en la taberna del hogar natal de Gambrinus. Realmente hubieran venido bien unas prendas más discretas.

Fuera por la razón que fuera, por fin estaban a solas tras el incidente de la casa de Sir Alois. Entre la llegada del hombre oso, oficial de la guardia de Altozano y la carrera de regreso al palacio por tal de formar parte en la reunión de la sala Azul, ni tiempo habían tenido de comentar lo sucedido. Un hecho sin duda traumático para ambos, aunque sin duda más para el bueno de Alois que para Sir Haldir.

Ahora algo más relajados y caminando entre los muchos transeúntes que frecuentaban aquel inmenso bazar, podían respirar algo más tranquilos. No estaban acostumbrados a andar junto a gente tan hermética como lo eran Liadrel o Niren y tampoco junto a un sabelotodo como Gambrinus. De todos aquellos, Innos y aquel extraño barril de cerveza eran los que parecían más simpáticos y dispuestos a entablar una relación normal de camaradería.

¿Qué por cierto? ¿Dónde se había metido aquella jarra de cerveza con patas, que no dejaba de parlotear? No tenían ni la más remota idea. Posiblemente hubiera regresado a su jarra contenedora y se encontrara de nuevo en el cinturón de Gambrinus. Por suerte, no era su problema. Su problema en cambio era el de encontrar un atuendo acorde al lugar en el que se encontraban.

Por otra parte, pronto se dieron cuenta de que, ahora que se habían separado del resto, la gente había dejado de chocar contra ellos. No sabían muy bien el motivo. Podría ser que creyeran que eran capas blancas. Posiblemente los habitantes de aquel lugar todavía les tuvieran miedo o respeto, o quizás ambas cosas. Puede que su apariencia fuera un tanto agresiva, con aquellas armaduras. No sabían el motivo, pero era bastante más cómodo caminar sin chocar constantemente contra sudorosos transeúntes.

Lo que no era tan agradable era el continuo hostigamiento de los vendedores. Si por una parte su imagen de extranjeros poderosos les ayudaba a evitar topetazos, lo que si atraía como moscones era a los vendedores de los puestos. Gran cantidad de lugareños se acercaban a ellos tratando de venderles sus productos. Alimentos, ropa, objetos de artesanía y un sinfín de baratijas y otros productos locales. La mayor parte de los que se acercaba a ellos hablaba en su dialecto haib, los menos utilizaban un andrajoso iteo que ni Sir Haldir, ni Sir Alois, pese a hablarlo bien, lograban descifrar.

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07/12/2018, 17:44
Saidi Qiris

- Por favor, señores... - Dijo un hombre que lucía unas vestimentas algo más lujosas, pero sin pasarse. - Pasen a mi local... - Les dijo. -  ¿Son bytheños, verdad? Vengan conmigo. Seguro que pudo proporcionarles lo que necesitan. 

Aquel hombre acababa de salir a la calle desde el interior de una tienda situada en un edificio anexo a la calle. Era uno de los pocos puestos que no estaba instalado en un tenderete e madera, sobre una simple mesa o directamente en el suelo. Su local no es que fuera ni mucho menos lujoso. Sin duda, de ser comparado con una de las tiendas de Altozano, pasaría fácilmente por una pocilga, pero era de todo lo que habían visto hasta la fecha, lo más exclusivo.

Lo cierto era que al menos el interior del comercio no estaba abarrotado de transeúntes. Uno se podía mover sin necesidad de empujar a nadie. Tan solo un par de mujeres bien vestidas y un hombre de rizada barba se encontraban contemplando los artículos que se encontraban expuestos en el interior.

La tienda en sí, estaba instalada en la planta baja de aquel edificio. En las paredes exteriores, se habían colgado tapices, platos de cerámica, objetos de hojalata, cachimbas y toda serie de utensilios de diversa utilidad. En el suelo, también en el exterior y junto a la fachada, se habían dispuesto todo tipo de botijos, jarras y jarrones de barro, así como objetos de vidrio. En el interior parecía que además de un sinfín de objetos similares a los que se veían en el exterior, se exponían telas, ropas y muchos otros artículos.

Vengan conmigo... - Dijo el hombre. - ¡No se arrepentirán!

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07/12/2018, 21:16
Sir Haldir

Si las gafas de sol existieran, Sir Haldir llevaría un par, y se las habría quitado en un gesto que multiplicara su alucinancia.

—Necesitamos una chilaba... un fez... y unas babuchas —le dijo sucintamente al vendedor innominado. 

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08/12/2018, 11:55
Saidi Qiris

¡Claro amigo! — Exclamó el vendedor. — ¡Tenemos de todo eso y más! — Se acercó a Sir Haldir. — Entre usted y yo... la apariencia que llevan ustedes no es muy discreta para andar por Malaken. — Se alejó un paso de Haldir y se aproximó a Sir Alois tomando medidas imaginarias a su cuerpo. — ¡Pero están de suerte, amigos! En el bazar de Saidi Quiris encontrarán todo lo que necesiten...

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09/12/2018, 12:53
Narrador

Saidi les llevó de un lado al otro de su bazar. Realmente tenía productos de todo tipo y en abundancia. Desde telas pobres y baratas hasta sedosas y caras. Los colores de las chilabas iban desde los más oscuros, hasta los más claros, pasando por tonos rojizos, azulados o verdosos. En cuanto a las babuchas, se podía decir tres cuartos de lo mismo y sombreros tenía de muchos tipos, aunque Sir Haldir quería un fez y por supuesto que había uno bien rojo y de su tamaño para él.

No se limitó el señor Qiris a enseñar su mercancía, sino que aconsejó tanto a Sir Haldir como a Sir Alois acerca de que chilabas les quedaban mejor, que talla iban a necesitar y que babuchas combinaban mejor con la chilaba que habían elegido. Con Sir Haldir no fue demasiado difícil encontrar algo de su agrado. En cambio a Sir Alois, aquel tipo de vestimenta le resultaba incómoda y se sentía raro vistiendo de aquella manera. Demasiado tiempo luciendo armadura y ropa entallada, como para pasar de la noche a la mañana a vestir como lo que el consideraba como "un pordiosero".

Fuera como fuera, finalmente Sir Alois se conformó con unos pantalones anchos, al estilo bombacho y una camisa de lino. No iba a necesitar mucho más para pasar desapercibido. Al fin y al cabo, era lo que pretendían con aquella compra. Tan sólo quedaba que Sir Haldir se decidiera por la chilaba que iba a llevarse. Lo cierto era que Saidi se había portado bien con ellos y les había atendido de maravilla. Todo por su jugoso oro extranjero. Pero aún así, no podían hacerle el feo de irse de manos vacías después de todo el esfuerzo que había invertido en ellos. 

Al fin y al cabo, Sir Alois, era un tipo generoso. Había ganado bastante dinero durante su vida, y lo que no había malgastado comprando su ruinosa casa, o pagando los honorarios de la difunta Hilda, lo había estado acumulando cual usurero. El pobre Alois no era de los que sabían disfrutar de la vida. No solía tener caprichos y ni mucho menos era una persona materialista. Así que sin duda, estaría encantado de pagar la cuenta al bueno del señor Qiris. La suya y la de Sir Haldir, por supuesto.

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09/12/2018, 13:57
Sir Haldir

Sir Haldir no había escatimado en la calidad de las sedas o en el bien hacer del sastre en los remates de las prendas. Al fin y al cabo, sabía que Sir Alois iba a encargarse de la dolorosa. Haldir había escogido un caftán de satén de color blanco, con cuello de pico y mangas largas y amplias, con una cintura entallada con doble cordón que resaltaba el abdomen plano del clérigo de Iakhesis. Combinaba su atuendo con un fez de profundo color rojo y unas cómodas babuchas de piel flexible, del mismo color.

—Tengo entendido que después de un gasto semejante es tradicional ofrecer al cliente una degustación de la comida y bebida tradicionales en la zona —dijo Haldir, rodeando con el brazo a Saidi como si fuera un conocido de toda la vida—. Estoy deseando probar el mejor cous-cous de Malaken.

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10/12/2018, 07:58
Saidi Qiris

- ¡Por supuesto, señores! - Exclamó encantado Saidi.

De hecho, la exclusividad de las prendas que les había vendido a aquellos dos bytheños, era sin duda merecedora de un buen ágape. No por nada y aunque ninguno de los caballeros se había percatado hasta el momento, el señor Qiris había cerrado su bazar al resto de clientes. Sin duda alguna la factura iba a ser elevada, eso lo sabía muy bien el vendedor, lo sabía Sir Haldir y ahora también había caído en la cuenta Sir Alois.

Les llevaré hasta donde haga falta. - Afirmó con rotundidad el comerciante. - Puedo guiarles hasta los mejores locales de toda la ciudad. Probarán las mejores recetas culinarias, degustaran shisha y otras sustancias si quieren y también les puedo presentar a las más guapas mujeres. Esos gastos también corren de mi cuenta. - Guiñó un ojo.

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10/12/2018, 08:09
Sir Alois

Sir Alois era un hombre generoso. No por nada estaba acostumbrado a pagar siempre las cuentas cuando realizaban la cena anual de la orden de caballeros rubí, o cuando comían juntos el día de la ascensión de Iakhesis. No es que él fuera el más rico de todos los caballeros, ni que fuera el anfitrión de aquellas reuniones. Que pagara Sir Alois siempre que salía a comer con algún miembro de la orden era habitual, fruto de muchos años de costumbre. 

La historia es algo más larga, pero podría resumirse de manera simple. Veinte años atrás, unos novicios le jugaron una novatada al bueno del caballeros Alois. Quedaron para merendar y a la hora del pago uno a uno fueron abandonando la mesa con diversas excusas y no volvieron. El pobre Sir Alois tuvo que hacerse cargo de la cuenta y desde entonces el resto de miembros de la orden tomaron aquello como ley. De haberse tomado aquella broma con peor humor, puede que su suerte en el futuro hubiera cambiado, pero al reírse el mismo de la inocentada, todos dieron por entendido que no le importaba ser el primo de la congregación.

No obstante, Sir Haldir estaba a punto de dar un nuevo paso en pos de la amplia generosidad de Sir Alois. Hasta ahora sus innecesarios convites, se habían ceñido a meriendas, comidas y cenas. Que ahora también se hiciera cargo de los gastos de vestimenta de un compañero, podía sembrar un peligroso precedente para su bolsillo, el cual ya estaba suficientemente agujereado tras años de despilfarro por parte de los caballeros rubí y de su difunta empleada del hogar. Es por ello que una gota de sudor recorrió la frente de aquel veterano de mil catástrofes. Pero Sir Alois era un hombre valiente ante todo y se atrevió a preguntar a cuanto aumentaba el montante de la cuenta.

¿Qué le debemos? - Preguntó Sir Alois con un nudo en la garganta y un puño agarrando su corazón.

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10/12/2018, 08:24
Saidi Qiris

Enseguida señor... - Dijo el comerciante con una sonrisa en los ojos. Sí, aquel hombre sonreía por los ojos. Las lágrimas le caían de felicidad mientras realizaba las pertinentes cuentas. - Babuchas del señor Haldir 347 rublos, chilaba 2520, fez 310. - Alzó la mirada hacia el señor Alois y su sonrisa se había trasladado a sus labios. Casi ni podía cerrar la boca mostrando aquellos amarillentos dientes negros. - Señor Alois, babuchas 360 rublos, pantalones 1580, camisa de lino 1370, fez 490. - Volvió a alzar la mirada a punto estaba de estallar en una carcajada pero se contuvo. - Varias mantas tejidas con pelo de camello de regalo personal para ustedes otros 1000 rublos. ¡Huela señor Alois, huela! ¿No lo huele señor Haldir? ¡Todavía huele a camello!

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10/12/2018, 08:32
Sir Alois

Sir Alois iba haciendo cálculos mentales a medida que el comerciante iba diciendo los precios de las prendas que habían adquirido. Con cada suma tragaba saliva. Aquello le iba a costar caro. No tenía muy claro a cuento estaba el rublo malakí, pero tenía entendido que 12 rublos eran una corona bythuana. Con lo cual aquello le iba a salir por un pico. No obstante, con cada sonrisa podrida de aquel hombre, Sir Alois no podía hacer otra cosa que sonreír por compromiso. Se veía en Saidi Qidir que era un hombre honrado que para nada querría estafarle. No pretendía ofenderle.

¡Un momento! - Exclamó Sir Alois. - ¿Por qué mi fez es más caro que el de Sir Haldir?

- Cabeza más grande, sombrero más grande. - Respondió Saidi. - Usted piensa mucho. Cabeza más grande. - Dictaminó y aunque no era cierto que la cabeza de Sir Alois fuera más grande que la de su compañero y lo que acababa de decirle Saidi no tenía mucho sentido, pareció aceptarlo.

Entiendo lo del sombrero, pero... - Miró las mantas de pelo de camello. - Yo no he pedido esas mantas... ¿Y si son un regalo por qué cuestan 1.000 rublos más?

La decepción se hizo cara en el rostro de Saidi. Si alguien pudiera describir sin palabras la palabra decepción, ese era el rostro de Saidi en aquel momento. De un instante a otro, aquel hombre pareció envejecer diez años y su ánimo hasta el momento bueno, paso a ser el de un alma en pena. Aquello hizo sentir culpable a Sir Alois y decidió enmendar su falta de respeto.

¡No importa, deme otras dos! - Dijo alegremente. - Nunca sabes cuando las necesitaras en el desierto.

- ¡Excelente, amigos! - Respondió Saidi recuperando la alegría. - En total asciende a 12.000 rublos. - Dictaminó.

¿12.000 rublos? Yo había calculado unos 7.600 sumando otros 1.000 de las dos mantas de camello extra... - Sir Alois se encogió de hombros. - ¡Está bien, para que discutir más, verdad?

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10/12/2018, 22:52
Sir Haldir

—No —fue la tajante respuesta de Haldir, depositando una mano en la de Alois, cuando iba a echar mano de su monedero.

Una cosa es que disfrutara de la generosidad de su mentor, y otra muy distinta que fuera a permitir que le estafaran delante de sus narices.

—Guarda tu dinero, amigo mío. Esto es un atraco a mano armada. 

Miró a Saidi con cara de pocos amigos.

—Estamos comprando calidad, no derrochando un dinero gastado honradamente. O nos das un precio justo o nos largamos a otra parte, Saidi.

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11/12/2018, 09:24
Saidi Qiris

La cara de aquel tipo cambió de la alegría más absoluta a la decepción más sincera en cosa de décimas de segundo. Saidi tragó saliva y se tomó unos instantes para reflexionar. Su rostro amargo fue virando hacia una más complaciente. Se encogió de hombros. Que rechazaran aquella primera oferta era una cosa normal. Al fin y al cabo, estaban allí para regatear, ese era el sistema.

- ¡No estoy atracando a nadie! – Exclamó simulando estar ofendido de manera excelente. - ¿Por qué dices que te robo? – Gesticulaba mucho con las manos mientras hablaba. Era la manera natural que aquella gente tenía de negociar. – Puedo dejar todo por 9.000 rublos. ¿Está bien? – Preguntó.

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19/12/2018, 23:55
Sir Haldir

Sir Haldir extendió el dedo índice como si fuera un arma blanca y apuntó con ella a Saidi, directa al corazón.

—Digo que nos robas porque podría presentarme ante la princesa de Bythuador con un atuendo de no más de 200 coronas. ¿Lo haces porque somos extranjeros o a tus compatriotas también intentas engañarlos de la misma manera? —señaló el clérigo de Iakhesis obligando a Saidi a que fuera él, por una vez, el que calculara mentalmente el precio en rublos.

Por supuesto, había depreciado el precio auténtico. Pero, al fin y al cabo, las prendas de Malaken eran más sencillas que las patrias. ¿Cómo podía aquel vendedor de alfombras comparar los complejos brocados de las dignas túnicas Bhytuador con aquellas sencillas chilabas que apenas requerían trabajo o habilidad del sastre?

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21/12/2018, 15:27
Saidi Qiris

¡Yo no robo a nadie! - Alzó la voz aquel hombre, hasta ahora amable y dedicado a sus clientes. - ¡Me ofendes en mi propia casa! ¡No somos ladrones! ¡Venís del norte y siempre nos llamáis ladrones! ¿Quién ha expoliado nuestras tierras durante siglos? - Saidi se encaró con Sir Haldir. Aquel hombre estaba realmente enfadado.

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21/12/2018, 16:02
Sir Alois

Sir Alois empezó a sudar. Aquel tipo de situaciones no le gustaban. Era cierto que el precio que aquel comerciante había pedido era realmente muy elevado. Demasiado incluso. Por unos 3.000 o 4.000 rublos, sin duda podrían haber comprado todo aquello y todavía habría salido beneficiado aquel hombre. Agradecía a Sir Haldir que hubiera intercedido a su favor. Aquello sin duda le había ahorrado un buen dinero, pero tampoco quería un enfrentamiento con aquel hombre.

- Disculpe, señor... - Intervino finalmente el caballero. - Tranquilícese, creo que ha interpretado mal las palabras de mi amigo. 

Sir Alois se interpuso entre el comerciante y Sir Haldir. Sabía como se las gastaba su amigo y sabía por experiencias recientes, que una discusión podía acabar muy mal. Esa misma tarde había descubierto que cuando le ponían contra las cuerdas, podía llegar a ser muy peligroso y sino que le preguntaran a Hila. Aunque para eso deberían convocar a su espíritu de alguno de los siete infiernos de Baator a donde la había enviado. 

Lo que quiere decir mi estimado amigo es... - Sir Alois no sabía como camuflar las palabras de Sir Haldir. Lo que quería decir era evidente. Había llamado ladrón a ese malakino en su propia casa. Ahora entendía porqué algunas personas decían que el gentilicio de los habitantes de Malaken podía ser, malkino, malakita o simplemente ladrón. - ...lo que pretendía decir y no ha entendido és... - Hizo una pausa. - ¿6.000 rublos está bien?

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21/12/2018, 16:22
Saidi Qiris

Aquel hombre se calmó al instante. Su feroz expresión se tornó en una sonrisa alegre tan rápido que parecía imposible. Se apartó de Sir Halidir y tomó de la mano a Sir Alois. Realizó una pequeña reverencia y le besó la mano, repitiendo aquel proceso dos veces más.

Podemos cerrar el trato, buen señor. - Desveló entones. - 6.000 no era lo que pretendía, pero todos salimos ganados, señor. 

Saidi miró por encima del hombro de Sir Alois. El objetivo de su mirada envenenada no era otro que Sir Haldir. Aquel hombre le había costado mucho dinero. Pero aún así todos, sabían que con ese acuerdo, Saidi todavía iba a ganar bastante más de la cuenta. Seguía siendo un precio abusivo, pero la mitad de abusivo que el original. Al final en aquel lugar lo que estaban haciendo era el proceso natural de adquisición de casi cualquier bien, el regateo. 

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23/12/2018, 00:35
Sir Haldir

Sir Haldir miró en derredor algo que le interesara, pero no encontró nada.

—6.000 rublos, pero dos camellos entran en ese precio —dijo haciendo una floritura con la mano, preludio del comentario racista—. Seguro que tienes un primo que vende camellos o algo así.

Ya se trataba, únicamente, del recurso de la pataleta y Haldir lo sabía.

—Y más vale que la comida, la hierba y las mujeres sean de calidad —advirtió Haldir, aunque era consciente de que sus prioridades no se hallaban, precisamente, en ese orden.

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24/12/2018, 17:21
Saidi Qiris

- Bien... - Dijo aquel hombre sin demasiado convencimiento. - ¡Bien...! - Exclamó instantes después y alzó la cabeza a la vez que se iluminaba su mirada. 

Algo había urdido en su mente de vendedor. Algo que podía beneficiarle a él y salirle caro al hombre que tan bien le había regateado aquella tarde noche. No obstante, nadie dijo nada más. Seis mil rublos no era algo barato, pero igual compensaría con la comida, la bebida, la hierba y las mujeres de calidad. Al fin y al cabo, Sir Alois era un hombre generoso y necesitaba una alegría. Sin duda la última vez que había mojado el churro debió ser mucho tiempo atrás y sin duda el conejo que acarició fue el de su empleada del hogar ahora difunta. Necesitaba emociones nuevas con gran urgencia. Sir Haldir lo sabía bien.

¡Hamal! - Llamó la atención del empleado que trabajaba para él. - Trae a estos buenos hombres las mantas prometidas y haz una factura... - Miró a Sir Alois. - ¿Por qué necesitan factura? - Sir Alois miró a Sir Haldir, éste se encogió de hombros y Sir Alois negó con la cabeza. - ¡Hamal, no hagas factura! ¡Prepara el carruaje! Y Hamal les entregó las mantas y salió por la puerta del local.

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24/12/2018, 17:29
Narrador

El viaje en carruaje no fue muy largo. No obstante, subidos en aquel carruaje, que más bien era una carreta donde un campesino transportaba paja llena de pulgas, pudieron observar toda la avenida comercial de Malaken. Cuando el corcel, que más que un corcel, era un burro viejo y probablemente ciego, se detuvo frente al lujoso restaurante al que su anfitrión les había conducido, los dos caballeros vestidos con ropajes al último grito malakino, pusieron los pies sobre el suelo adoquinado sin quitarle ojo al local al que habían sido conducidos.

No tenía apariencia de un lujoso restaurante como bien habían acordado con Saidi. Más bien parecía un lugar oscuro, lúgubre, tenebroso... Un lugar que podía ser producto de sus más tenebrosas pesadillas. Se trataba de un edificio de dos alturas con ventanas tapiadas únicamente en el primer piso y ninguna fuente de luz natural en el primero. Las paredes de aquel lugar, otrora de un blanco impoluto, estaban negras de hollín. Sin duda alguna allí se había producido un incendio ni mucho tiempo atrás. El techo no era más un montón de hojas de palmera apiladas las unas sobre las otras y la calle... bueno aunque pisaron sobre adoquines al bajar del carro, eran los únicos que permanecían sobre el pavimento de toda aquella calle.

El olor a orín era insoportable. Sin duda la gente usaba las calles como improvisada letrina. Las personas que estaban en el exterior del local tenían mala pinta. Casi todos eran hombres. Hombres rudos. Alguno presentaba cicatrices, a otros les faltaban dientes, otros lucían tatuajes o anillas en las orejas, otros portaban ropas raídas, a alguno le faltaba alguno de sus miembros, brazos, piernas, manos, ojos... Y alguno ostentaba algunas o todas aquellas características comunes.

Sin duda se encontraban en una zona bastante problemática de la ciudad. Una zona en la que era peligroso hasta respirar más fuerte de lo estipulado en algún extraño decálogo de normas firmado a sangre y saliva. Que Saidi Qiris les hubiera conducido hasta allí con el objeto de agasajarles por aquella compra tan lucrativa que acababan de realizar podía ser una opción dudosa, aunque todo podía ser. No conocían bien las costumbres malakinas.

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24/12/2018, 17:43
Sir Alois

- ¿Está seguro de que es este el lugar? - Preguntó Sir Alois. - ¿No se habrá equivocado de restaurante su empleado, verdad?

- No, aquí és... - Afirmó con rotundidad Saidi Quiris. - ¿Por qué lo pregunta? - Inquirió con cierta cara de decepción.

No por nada, es qué... - Sir Alois miró a Sir Haldir. - Como no veo ningún cartel en la puerta con el nombre del local... - Sir Alois meneó la cabeza. - ¡Nada, tonterías mías! - Afirmó. - ¿Sir Haldir? - Le ofreció Sir Alois a su compañero la oportunidad de ser él el primero en entrar en aquel antro.