¡Ay! Fram miró muy extrañado y bastante dolido al elfo. ¿Por qué has hecho eso? No era ese el tipo de crueldad que esperaba de los elfos. Pero rectificó su tono con rapidez. No convenía discutir. Ah, ya entiendo, torció el gesto. Seguramente deseas que me de cuenta de que no voy a poder seguir viaje. No empleó un tono irónico, sino que miró sus costillas con preocupación. La verdad es que, aunque no fuera consciente de que estuviera tan grave, Legolas Hojaverde, me salí del camino a propósito, pues no podía dejar de sentir ese dolor, y la fiebre. No creí que llegara con bien a la Carroca y tuve la esperanza de encontrar a algunos de tu pueblo, pues tenéis fama de no gustaros que las criaturas sufran. Y todo eso me lleva a hacer una pregunta: ¿qué pensáis hacer conmigo? ¿Cómo podré pagar mi deuda con vosotros?
La uialcu de este elfo puso una cara extrañada. No sabías por qué, pero te preocupó.
- Vendrás con nosotros y estarás donde te diga.
No te parecía tan malo. Además, uno de ellos, al decir eso, se extrajo unas plantas de una bolsita de su cinturón y se puso a machacarlas con un mortero de madera y el pomo de su espada. Para tu gusto, las espadas de estos elfos eran un poco cortas y pequeñas, pero igual es que eran más herramientas para abrirse paso por la foresta que armas para combatir.
Fram asintió con sencillez. Lo haré. ¿Qué otra cosa podría haber hecho?
15 de enero de 1700 T.E. 05:55h. Gran Bosque Verde (Bosque Negro). Muy encapotado pero las copas de los árboles no te dejan ver el cielo. Viento calmo. 11ºC.
Atendieron tus heridas. Te dieron de comer y agua. Unas plantas que te ayudaban a aguantar el dolor y el ritmo que impusieron. Tras unos días de caminata, una especie de ciudad, creada entre las copas y de los árboles y dentro de ellos mismos se abrió ante tus ojos. La sorpresa era increíble.
Pero saliste de ella cuando te empujaron. Aturdido y dolorido, escuchaste cerrarse unas rejas. Estabas en una celda en la que sólo podías sentarte, ya que no cabías tumbado en el suelo. Era todo madera ... y las rejas eran de un extraño material que te recordaba a la plata.
Quedaste solo. Sólo el aire se escuchaba pasar. El rumor del agua correr era lejano.
Fram pasó los siguientes días explorando su celda paso a paso, centímetro a centímetro. Al menos cuando no se sentía observado. Cuando tenía la oportunidad de conversar, conversaba. Intentó aprender el idioma que hablaban estas gentes, y comenzó a aprender también sus costumbres y sus maneras, pues era un hombre inquieto e inquisitivo, y estaba lleno de curiosidad.
Se convirtió en una esponja que acaparaba para si todo lo que a su lado pasaba. De él decía lo menos posible, pero procuraba no rechazar las preguntas directas, y las respondía con franqueza y brevedad, sin extenderse jamás más allá de lo que se le había preguntado, si no lo veía necesario. Comió lo que le dieron, durmió todo lo que su cuerpo le pidió y procuró recuperarse con rapidez.
Pidió alguna tarea sencilla para hacer, pues necesitaba sentir que contribuía a su propio sustento.
2 de febrero de 1700 T.E. 10:00h. Gran Bosque Verde (Bosque Negro). No sabes que tiempo hace. Salones del Rey del Bosque. 13ºC.
La temperatura era buena, ya que la madera en la que estabas preso lo hacía agradable, y la capa que te habían regalado lo mejoraba bastante; pero aún así era muy dura e incómoda. Muy dura. Hacía más de dos semanas que estabas allí, y el dolor había desaparecido...o eso parecía. Te trataban como preso. Incomunicado. Con una bacina de orinal y dos comidas al día. La primera era muy livina, pero la segunda era exigua.
Comenzó a desesperar. No era esto lo que había esperado de los elfos. No pensaba que fueran amables ni condescendientes, claro, al menos no todo el rato. Había esperado que lo trataran como, quizá, una curiosidad. Más de una vez supuso que no tenían el sentido del tiempo que tenía él, a quien cada minuto le parecía un año, pero luego encontraba increíble que fueran tan obtusos, que fuera por error el trato inhumano a que... Claro. Inhumano. Se encontró pensando en un gato que tuvo. Un animal al que pasaba lo mismo que a él ahora. A quien medio minuto se le hacía un año, que no podía esperar para comer, y maullaba sin parar. ¿Sería simple ignorancia? Pero se suponía que estos elfos eran inteligentes. ¿Es que no se daban cuenta de que Fram tenía que moverse, para que su Sombra no le encontrara?
El jefe de la unidad, tras todos estos días, se dignó a pasar por allí. No sabías su ausencia, su trato como una rata enjaulada ni por qué de todo eso, pero por lo menos se había acordado de ti.
- ¿Cómo estás?
Fue su pregunta. Directa, simple y taxativa. Parecía más una orden, para que estés bien y expulsarte de allí. Su aproximación a ti había sido furtiva. No lo habías escuchado llegar y la primera noticias que tuviste de él, fue su voz, preguntando.
Le miró con resentimiento, al principio. Luego respiró y procuró ordenar sus ideas. Dejó pasar el tiempo en lo que se imaginaba el estilo élfico de hacer las cosas. Se acordó entonces de aquel chiste de elfos, en el cual uno estaba en la puerta de su casa, dormitando y decía: "Gwendolín" y pasaban dos horas, hasta que se escuchaba dentro: "¿Qué, Florindol?" Y tres horas después, respondía Florindol: "Saca el remedio para los escorpiones" Y otras dos horas después, se oía dentro de la casa: "¿Es que te ha picado uno?" y, cómo no, tres horas después, respondía el tal Florindol: "No. Pero lo veo venir." Risas.
Media sonrisa suavizó el rostro serio y atormentado de Fram, recordando el chiste.
Mis costillas se recuperan, Legolas Hojaverde. Así lo creo. En cuanto a mi, procuro hacer honor a mi palabra, y saldar mi deuda tal y como me pediste, pero se me hace duro estar aquí sin nada en que ocuparme. Los humanos somos gente inquieta, y nuestra vida es corta. Me habéis ayudado a acordarme de mi gato, y a comprenderlo. A él le pasaba lo mismo conmigo que a mi con vosotros.
- Bien, vendré mañana a verte.
No te gustó nada lo que te había dicho; sobre como había sonado. Lo sentenció como si fuera una condena, como si no te hubiera escuchado lo más mínimo en lo que decías. Se marchó con el mismo sigilo que con el que había llegado, pero te dejó más decepcionado que antes. Hubieras preferido o que abriese, o que no viniese. Ahora, triste, decepcionado y hundido, te ensimismas en ti. Además, tienes más frio de lo normal.
~~"Gwendolín" y pasaban dos horas, hasta que se escuchaba dentro: "¿Qué, Florindol?" Y tres horas después, respondía Florindol: "Saca el remedio para los escorpiones" Y otras dos horas después, se oía dentro de la casa: "¿Es que te ha picado uno?" y, cómo no, tres horas después, respondía el tal Florindol: "No. Pero lo veo venir." Risas
Coñe, ahora entiendo porque las discursiones diplomáticas élficas duran meses.
Nota DJ: Tus costillas están perfectamente soldadas, curadas, y sin secuelas.
Hasta los cojones estaba. Le dolía el culo de estar sentado y le dolían los pies de moverse como un oso enjaulado, y le dolía el alma de mirar por entre los barrotes. Se sabía las cosas de memoria ya. Pero el elfo había dicho que vendría mañana. Eso si que parecía todo un avance...
Coñe, ahora entiendo porque las discursiones diplomáticas élficas duran meses.
Eso si, son muy previsores :)
3 de febrero de 1700 T.E. 23:59h. Gran Bosque Verde (Bosque Negro). No sabes que tiempo hace. Salones del Rey del Bosque. 13ºC. Celda.
Habían pasado las horas, y cuando ya habías perdido toda esperanza de que el elfito viniese, te echaste a dormir. Estabas aburrido y desesperado. Ya empezabas a pensar que te dejarías violar por salir de allí, pero pronto descartabas la idea por una mujer que acariciase tus atributos masculinos y te diera placer.
Tu sueño era tranquilo. La verdad es que aquellas estancias eran todo paz. Ni si quiera se escuchaban las pisadas de los que allí moraban. Ya desde hacía días habías "sentenciado" de que eras el único preso en aquella cárcel. Lo mejor era que ya estabas curado. Te seguían dando de comer, y no te trataban mal. Simplemente te ignoraban. Es como el que tiene un canario que no canta, y nadie de los de allí les interesa lo más mínimo la jaula que cuelga de la pared.
Un toque de madera contra madera te trae de los "Brazos de Morfeo". Era el arco del elfito. No traía buenas noticias. Te miraba fríamente y te dio la noticia. - Marcho a otra patrulla. Sus ojos no daban dato alguno. Simplemente profundos pozos de fisión que notabas llegaban a lo más profundo de tu ser. Quieto, impasible, te miraba, mientras vas apartando el sopor de tu alma y la turbiedad de los ojos. Pensabas que era comida que te traían, pero no. Allí estaba el elfito de melena rubia y frente despejada.
Si el escorpión tiene que esperar a que termine la conversación, se muere de viejo, de aburrimiento ...
Fram estaba indignado. Miró con furia al elfo. ¿Me alimentáis? Cierto, mi cuerpo se encuentra bien. Pero pronto enfermaré de estar aquí encerrado, Legolas Hojaverde. No solo vivo de comida. Ahora ve a tu patrulla. Dicho esto, se dio la vuelta y procuró seguir durmiendo.
El elfo, con más sigilo del que había venido, marchó.
Notabas que tus palabras habían hecho mella en su alma. Que la libertad era ahora un alimento más del cuerpo. O mejor dicho, del alma. Ahora tenía otra cosa más en la que pensar. No sabes por qué, pero cuando despertaste, había pasado bastante tiempo. No solo una noche, sino más tiempo. Tu cuerpo empezaba a sufrir los deterioros de la inactividad. Del estar encerrado.
Fram, resignado muy a su pesar, pasó el tiempo cantando y haciendo malabares con cualquier cosa que encontrara cerca: ¿piedrecillas? Pues con piedrecillas. ¿Con el cuenco del agua y el de la comida? Pues eso. ¿Andar sobre las manos? Nada más fácil. Y es que se había pasado la vida ganándose así el pan. Todo menos apoltronarse, pues había estado a punto de partir la bonita cara de ese elfo (y a ver quién hubiera acabado mordiendo el polvo: seguramente él mismo, para su vergüenza) de la pura exasperación que a su corazón viajero le causaba estar encerrado así.
¡Más difícil todavía! Cantar, cantaba mal, pero bien alto. Los malabares y las acrobacias eran otra cosa, claro. Mantenerse en forma de manera creativa, eso era lo suyo.
Tus cantos perturbaban el silencio habitual de aquel lugar. No había mucho más, y esperabas que alguien viniera a ponerte verde o algo. Al final, nada de nada. El ejercicio era un entretenimiento agradable y fatigaba lo suficiente como para poder dormir mejor. Flexiones, saltitos, equilibrios, malabares ... Todo era bueno, para tener la mente entretenido ... y el cuerpo cansado.
10 Febrero 1700 T.E. 11:29. Nueves y claros. 2ºC. Aradhrynd del Gran Bosque Verde. ("Bosque Negro").
Escuchas revuelo en la distancia. El frio corre por aquellas estancias. El viento es exagerado y pasa algo que no habías percibido aún, desde que estás allí.
¡Eeeeeh! ¡Eeeeeh! ¿Qué está pasando? ¿Na'in blamaios? ¡Ia!
Fram se aburría como una ostra. Cualquier cosa que ocurriera, frío, calor, viento, gritos o invasiones de insectos. Todo contribuía a animar su monótona existencia. Había hecho una rutina de ejercicios, destinados a no perder la forma y a fatigarse. Pero se aburría, y había perdido la vergüenza, así que gritó a quien pudiera satisfacer su curiosidad...
Llegó un guardias que te dijo algo en Quenya, que te tocó mucho las narices. Las rejas desaparecieron de inmediato. No sabes ni como se habían abierto. Lo único que entendiste es el nombre del Rey. Te trataban a empujoncitos, pero sus armas no eran precisamente algo que animase a revelarse demasiado. Cuando te diste cuenta estabas en el Salón del Trono.
Espera post nueva escena.