Partida Rol por web

Grend había notado alguna cosa cuando toqueteó el catalejo. Pero no había podido acabar de discernir del todo lo que era. Miró al resto de presentes y llamó la atención del constructo antes de que se enfrascase en alguna otra tarea.

-Perdona Égida ¿podrías echarme una mano? Creo que aquí hay algo importante, y me he fijado que lanzas conjuros divinos. ¿Hay alguna posibilidad de que le pidas ayuda a tú... deidad para que nos ayude a indentificar esto?.-

Dicho eso se volvió a examinar de nuevo el apartato tratando de sonsacar todo lo que hubiera allí.

- No sabría decirte si mi energía es divina o terrena, Grend - respondió el forjado. Era un tema recurrente en sus pensamientos mientras el resto dormía, pero no había encontrado respuesta aún. Era el único forjado que conocía, y las condiciones de su nacimiento eran cuanto menos curiosas y únicas. Pero si el hechicero tenía razón, quizás arrojaría un nuevo aspecto que no había contemplado* - Sea como fuere, encantado de rogar por ti.

- Más que terrena... diría que la duda es si es divina o metálica.

Tras trastear un poco con el catalejo Grend logró hacerse con él. No era solo que tuviese un complejo mecanismo si no que los cristales debían estar hechizados de algún modo y era muy difícil manejarlo para poder ver con nitidez en la distancia. 

El resto, para ganar tiempo mientras Grend lograba ver algo por ahí y dado que parecían ir contrareloj antes de que los batracos volvieran del incendio provocado, se decidieron a registrar el resto de la torre. 

En el piso inferior había una habitación que les llamó rápidamente la atención, sobre todo porque no tardaron en reconocer las ropas que había colgadas en un perchero. Eran una capa con capucha roja, con los mismos ornamentos que llevaba el mago rojo al que habían seguido la pista desde el Vado de la Daga. Aparte de ropa no parecía haber mucho más excepto una caja de madera de secuoya con incrustaciones de plata del tamaño de un tomo grande en la mesilla junto a la cama.

En el piso superior, el dormitorio estaba amueblado con una cama, una mesa cubierta de mantas con una jofaina y articulos de aseo (peine, cepillo, jabón, esencias liquidas) y un taburete. El suelo estaba cubierto por alfombras, y un cuervo negro encerrado en una enorme jaula. 

Mientras Grend' Dail habría los ojos como platos en el observatorio, atónito ante lo que estaba viendo...

Grend había conseguido hacerse con el mecanismo y se fijó que el catalejo estaba enfocado a una zona concreta en lo profundo del pantano. Una enorme cueva, difícil de ver desde dentro del mismo pantano, como si un agujero se hundiese entre las zarzas y los arbustos. Allí podía ver al dragón negro, Voaraghamanthar, justo a la entrada de aquella cueva, casi tan alto como los árboles que lo rodeaban, a pesar de tener parte del cuerpo hundido en el agua pantanosa. Sus húmedas escamas a veces brillaban con el reflejo de la luz. 

Pero entonces vio algo. El mismo dragón, es decir, un dragón negro prácticamente igual que Voaraghamanthar emergía de la cueva, resoplando vapores venenosos por la nariz.

¡En aquel maldito pantano no había un solo dragón negro!

Estaba seguro de que habían tardado demasiado tiempo buscando y rebuscando, y esos batracos no tardarían en darse cuenta que había algo extraño. Haciéndole aspavientos a Lirio para que tomara esos ropajes rojos consigo - nunca se sabía si serían útiles, ya fuera para disfrazarse o para obtener alguna ventaja mágica de ellos - dio un último repaso al lugar antes de instar al grupo de marcharse.

Joder.

El elfo casi se cae de culo cuando vio lo que había a lo lejos. Como no había quedado demasiado digno se levantó y carraspeó.

Ejem. Creo que podemos tener algún que otro problemilla más adelante. Habiais dicho que teniais que entregarle algunos objetos al dragón negro que es dueño del pantano ¿verdad?
¿A cuál de ellos?

Lirio obedeció y tomó las ropas, eran bonitas aunque a él personalmente no le gustaba demasiado el rojo, le recordaban a la sangre. Prefería los verdes, en concreto el color de las hojas nuevas de los robles a principio de la primavera, ese era el color más bonito del mundo.

El guerrero, tal y como le dijo a los demás que haría, seguía haciendo guardia en la puerta de entrada de la torre para avisar si alguien se acercase.

Finalmente el grupo registró toda la torre. Además de la caja de madera cerrada Égida encontró entre las ropas elficas y los enseres personales del segundo piso una pequeña caja fuerte de metal cerrada con cerradura. No había mucho más allí del interés de los aventureros aunque aún no habían tratado de abrir aquellos descubrimientos. Finalmente, con ello en su poder, se reunieron junto a Grend'Dail para planear su próximo avance en la búsqueda de los miembros del culto de dragón a los que habían perseguido por toda la Costa de la Espada desde hacía meses.

- ¿Cómo que a cuál? - respondió el forjado, que estaba guardando la caja fuerte en sus enseres cuando Grend llamó la atención sobre lo que había visto en el catalejo - ¿Qué has visto?

Ya creía que nadie se había percatado de los del dragón cuando el golem clérigo le preguntó

Pues que al parecer el dragón ese tiene un hermanito, o más. Como uno solo no era suficiente.

No siguió insistiendo bastante jodida estaba la cosa como para añadir más leña al fuego. O al ácido. Así que se concentró en lo que podía hacer aquí y ahora.

Parece que exceptuando la caja fuerte no hay nada más interesante ¿no? Si queréis miro a ver qué hay dentro.

Mientras lo comentaban sacaba de un bolsillo un paquetito de cuero con algunos alambres extraños.

- ¿Gemelos? ¿Trillizos? ¿Cuatrillizos? ¿Quintillizos? Va a ser divertido repartirnos para que cada uno sea la cena de un dragón diferente, si es que se sienten saciados con uno solo porque la verdad es que no sé cuales son los hábitos alimenticios de los dragones negros. Me imagino que a Égida no se lo comerán.

La caja fuerte no parecía tener ninguna trampa, no al menos que el elfo notase. Comenzó a trastear con la cerradura y al cabo de un par de minutos avisó a sus compañeros pues ya la había abierto. 

-Bueno, dinos que hay dentro-le instó Endozal, deseando saber si habían encontrado un buen tesoro. 

Y no andaba desencaminado. En el interior había varios saquitos de tela: uno con 200 monedas de oro, otro con 200 monedas de plata y otro con 10 piedras preciosas que, según estimaron, debían costar 100 monedas de oro al menos cada una. No era lo que buscaban, pero si se lo robaban a su dueño desde luego se habían quedado una pequeña fortuna. 

Aparte de eso solo les quedaba por abrir la caja de madera que habían encontrado en la otra habitación. 

-Vamos, daos prisa-les dijo Mandibula Fuerte desde las escaleras pues se había quedado vigilando por si volvían los batracos-, si nos encuentran aqui no habrá forma de engañarlos-advirtió.

Si hubiera podido resoplar, Égida lo habría hecho al enterarse de que había más de un dragón negro involucrado. Y por muy suculenta que fuera la recompensa del interior de la caja fuerte, si no conseguían lo que aquella bestia les había exigido, de poco les serviría muertos.

-Seguimos sin encontrar lo que hemos venido a buscar -dijo, guardando las cosas de valor en su equipo. Soy el tesorero, comentó rápidamente a Grend para que no se molestara- Abramos esa caja de madera y larguémonos.

-Voy.-

Comentó el elfo cuando Égida dijo lo de abrir la caja. Primero se tomó un momento para examinarla, por si las trampas, y luego sacó sus herramientas especiales para trastear con ella. Después de la anterior trampa de ácido prefería pecar de precavido que no volver a comerse otra.

-¿Qué plan tenemos para luego? Lo digo porque aquí no están las cosas que buscamos ¿no? Estamos gastando nuestra suerte con que no nos hayan descubierto todavía.-