Dalia eligió un arco, era obviamente mágico, realmente hermoso, de una madera de color rosa maravillosamente trabajada con signos arcanos en plata decorándolo. Aquella madera rosa era legendaria como madera para arcos, una madera exótica, tremendamente resistente y que no perdía la forma, tener un arco de madera rosa era signo de distinción, como tener una corona hecha de oro, o una camisa con arabescos de plata, o una cota de malla de Mithriil.
Y sin embargo, en cuanto Dalia tomó el arco para sí, sin preguntar nada, lo primero que hizo fue sacar una especie de betún que llevaba en la mochila, un paño, y empezar a embadurnar el arco para ponerlo de color negro como todo lo demás que llevaba encima.
- Lo siento, pero soy alérgica al color rosa, se me irrita el ojete si uso prendas o herramientas rosa, o naranja, o en general cualquier color demasiado claro -dijo en voz alta sin hablar a nadie en particular.
>> ¿No tendrás también flechas de plata, adamantina, hierro frío o algo así para regalar también verdad? El arco está bien, pero unas flechas especiales saldarían mi tiempo de esclavismo por completo. O una capa de invisibilidad, también saldaría la deuda. Un segundo castillo volante con un ejército dentro me dejaría a mi en deuda, por si tienes uno... Salvo que las libreas de los soldados sean rosa, en cuyo caso tendría que rechazarlo.
-Pensaba que ya las habrías cogido, las deje cerca de tu cuarto-le respondió la mujer y mando a un kobold a recogerlo. Trajo un carcaj como con unas 10 flechas, además de las flechas normales que tenía Dalia. Estas llevaban unos trapos enrollados cerca de la cabeza de la flecha-. No es gran cosa, pero te había dejado algunas lechas inflamables listas. Si tuviera un castillo volador y un ejército no creo que estuviéramos hablando de eso jajaja-rió.
-Espero que os sirva de ayuda. Ya os advierto que no será fácil, pero estoy segura que los "Héroes de Nidoverde" podrán con Rezmir-dijo sin darse cuenta de que, en realidad, solo dos de ellos habían estado en Nidoverde hacía ya varios meses. Les acompañó de nuevo hacia los Wyverns que ya estaban ensillados y listos para ser montados siguiendo las instrucciones que ella les había explicado.
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Apúntate 10 flechas flamigeras, las puedes usar como flechas normales o con fuego, añadiendo 1d4 por quemadura al daño de esas flechas.
Endozal se acercó algo apagado al grupo y volvió a despedirse de ellos una vez más.
-Yo... siento no acompañaros. Espero que logréis derrotar a esa dracónica, pero tened cuidado a saber que aliados tiene en esa maldita fortaleza-les dijo mientras abrazaba a sus compañeros-. Yo intentaré, bueno, conseguir toda la información que pueda. Espero que podamos volver a reunirnos en el futuro cuando todo esto haya acabado. Mucha suerte.
Podeis poner los últimos post de la escena y, además, con esta emotiva despedida de endozal y el nuevo equipo que llevais... subís de Nivel!
Equipados y preparados para lo que seguramente sería una terrorífica y dolorosa muerte, Égida se despidió junto con sus compañeros de Endozal y montó en la wyvern que le habían asignado, rumbo a aquel castillo en los cielos.
Abdali nunca había tenido mucho apego por el cocinero, que siempre se había mantenido apartado del guerrero, así que no vio oportuno darle mucho bombo a eso de la separación. Comió todo lo que pudo y descansó para prepararse para el asedio, y cuando anocheció fue con los otros a ver qué tal era montar a esas extrañas criaturas.
El grupo se despidió y se dirigieron hacia los wyverns. Eran criaturas enormes, parecía que en cualquier momento se girarían para arrancarles la cabeza de un mordisco. Sin embargo, al acercarse agacharon los cuellos, dejando que los 4 montaran en sus grupas sobre las sillas que habían dispuesto. Endozal era otro compañero que dejaban pro el camino, pero al menos este seguía vivo y había encontrado lo que buscaba, a diferencias del joven noble de aguas profundas.
Siguieron las indicaciones de Talis y diciendo unas palabras que habían aprendido en Dracónido y golpeando con los talones en los costados, las criaturas echaron a volar. Por un segundo tuvieron vértigo, la sensación de que iban a caerse mientras los wyvern ascendían hacia el cielo rosado a medida que el sol se ponía tras el horizonte. Pero enseguida se estabilizaron y pudieron respirar con calma, docenas de metros sobre el suelo, pasando sobre un gran bosque y dirigiéndose más allá de las montañas que se sumían en la oscuridad, rumbo al Castillo Inalcanzable.
Fin de este capitulo.