Partida Rol por web

El ogro había caído bajo los ataques de Dalia y Grend. Habían eliminado a una amenaza pero debido al grito que había dado Abdali parecía que no habían pasado desapercibidos. De la puerta que protegían Égida y el calishita comenzaron a salir guerreros cultistas, algunos armados y vestidos con armaduras otros con lo que habían podido ponerse antes de salir alertados por el ruido. 

El primero de ellos cayó bajo la emboscada del guerrero y el clérigo, pero no paraban de salir. Uno de ellos logró herir con su cimitarra al calishita en el antebrazo y el otro se dio de bruces contra el férreo escudo del clérigo forjado.

Por una de las puertas, que estaba a la espalda de esta pareja, asomó una cabeza de kobold observando la escena con curiosidad. Del interior de aquella estancia sonó un severo graznido y el kobold cerró rápidamente la puerta.

Pero aquello no era todo. Grend se dirigía a ayudar a sus compañeros cuando una enorme jabalina le golpeó a punto de atravesarle el muslo de lado a lado. Alzó la vista y vio que desde cada torre al lado de la puerta había un ogro y eran estos los que ahora lanzaban jabalinas sobre ellos. 

El guerrero se puso en modo 'llevarse por delante todo lo que pudiera antes de caer', porque estaba bastante seguro que al final terminarían abatiéndoles. Si lo hubieran pensado un poco se hubieran dado cuenta que no tenían ni idea de las defensas con las que contaba esa fortaleza. Claro que él tampoco era ningún estratega.

Los nervios pudieron con el calishita que, aunque sus enemigos no eran rival para su fuerte brazos fallo estrepitosamente uno de sus mandobles.

- Son muchos- anunció lo obvio al forjado que aguantaba a su lado.

Una oleada de enemigos surgió de la sala que ambos custodiaban, y Égida agradeció el buen tino de su compañero con un leve suspiro antes de ver cómo descargaba su habitual maestría con el espadón y él le acompañaba con ráfagas de fuego.

- ¡No suficientes! - bramó, apoyando a su compañero de armas. Alzó las manos y las runas de su armadura brillaron con el fulgor habitual, liberando un torbellino de tornillos, tuercas y remaches de un fulgor fantasmal.

La cosa estaba escalando demasiado deprisa para el gusto del elfo, y encima la marabunta de tipos se había metido en medio del gerrero y el golem por lo que no podía usar sus conjuros de área.

Bueno, habrá que hacerlo de la manera complicada entonces.

A la arquera parecía irle bien con los ogros, así que arrancandose la jabalina de su cuerpo como si nada el brujo se dispuso ayudar con locultistas que habían salido. Dos rayos de energía purpura pasaron cerca

Sorprendentemente Dalía no continuó atacando a los ogros sino que destinó las dos flechas a los cultistas que estaban con Égida y Abdali. La primera falló, la segunda se clavó profundamente en el cultista.

El grupo mató un par de guerreros Aladragón más, pero otros salían de aquel barracón atacando con furia mientras los ogros seguían lanzando sus jabalinas desde las torres. Por suerte no parecían tener ningún cuerno o campana de alarma con la que levantar a las armas a todos los cultistas del castillo, pero aun así no los aventureros no sabían cuanto tiempo podrían aguantar. Habían conseguido bloquear el barracón para que no salieran todos los guerreros del culto de golpe y los rodease, pero aún así no era fácil. 

Los Wyverns, tras ellos, agitaban sus alas en el centro de la plaza y lanzaban gruñidos al ver la violencia a su alrededor, pero sin lanzarse a atacar a nadie, pues parecían confundidos con lo que estaba ocurriendo. Algunos gruñidos sonaron como respuesta desde los establos que había en la parte norte de la plaza.

El calishita seguía haciendo bailar su espadón cortando cualquier pedazo de carne que se le pusiera por delante. Esta vez, más concentrado sus ataques dieron en el blanco.

Dalia trató de hacer daño a los ogros, pero el factor sorpresa se había perdido y era ya mucho más difícil acertarles al estar prevenidos. Lanzó un conjuro con un mínimo gesto, y señaló al ogro más cercano a sus compañeros como presa, para a continuación disparar dos veces con un acierto y un error.

Le llevaría un buen rato acabar así con los ogros, y los enemigos no dejaban de salir.

Tras disparar trató de refugiarse en las sombras lo más que pudo.

Lo cultistas empezaban a ser demasiados, e incluso Abdali y Égida iban a tener problemas con ellos. No tenía más remedio que meterse en aquella melee si querían salir todos bien. Y meterse en combates cerrados nunca le había gustado. Lo único bueno es que si tenía una mejor visión de la estancia de donde estaban saliendo podría tratar de aligerar un poco las cosas.

Disparó dos nuevos rayos mientras se acercaba. Sin lugar dudas no hacia tanto daño como el guerrero, pero era de lo mejor que tenía en aquel momento.

Aquella situación se estaba alejando cada vez más de lo deseable, pero no podían hacer más que luchar a brazo partido. En uno de los embates, mientras esquivaba una acometida, Égida se fijó en que los wyverns estaban inquietos. La famosa Talis les había dicho que les harían caso... ¿Y si...?

- ¡Eh! ¡Vosotros! - bramó con su metálica voz para llamar a las criaturas voladoras. Luego señaló a los ogros, con suerte, su idea funcionaría - ¡ATACAD!

Abdali y Grend'Dail se las ingeniaron para matar a otro guerrero Aladragón y junto con Égida herir a un par más. Era una lucha dura pero en algún momento tenían que dejar de salir... ¿no?

Dalia disparó a uno de los ogros y, aunque le acertó, se sintió frustrada, pues al estar prevenido no había logrado darle en ningún punto débil. Sin embargo aquello no fue un problema. El forjado les ordenó a los Wyvern que habían montado que atacasen a los ogros de las torres y, pese a que no eran sus amos, estos obedecieron. Con un fuerte batir de las alas se lanzaron a por los ogros atacandoles con sus garras y dientes con toda la furia que podían.

Los cultistas habían chiocado con un muro al encontrarse contra Abdali y Égida, sin embargo uno de ellos que llevaba la cabeza rapada y con algunas cicatrices en ella se lanzó contra el calishita.

-¡Muere! No podreis detener a la reina de los dragones!-gritaba como un poseso mientras clavaba su cuchillo en el vientre de Abdali.

Él no estaba tan bien acorazado como su compañero y aquel puñal quemó como el aliento de un dragón. Aun así quedaba mucho de Abdali para que desfalleciera y todavía tenía fuerza suficiente para seguir blandiendo su arma.

No estaba haciendo una actuación muy buena, pero por suerte no había ninguna bella mujer que pudiera ver lo poco acertado de muchos de sus ataques.

Dalía aprovechó el jaleo para tratar de buscar una sombra, después e todo, atacar desde las sombras era su especialidad.

Desde allí disparó al ogro ya herido, esperando acabar con él.

Satisfecho con el hecho de que los wyverns le hicieran caso y entretuvieran a los ogros, Égida se centró en reducir a cenizas la mayor cantidad posible de enemigos mientras combatía junto a Abdali. Al fin y al cabo, era responsabilidad suya mantenerlos a todos sanos y salvos.

Seguía saliendo mucha gente de los barracones aquellos, así que el elfo no se lo pensó dos veces y conjuró uno de sus hechizos más poderosos. Sólo le quedaría uno más y no le gustaba gastarlos así como así, pero también era cierto que no serviría de nada que les matasen allí mismo.

Con movimientos rápidos lanzó una diminuta esfera que se coló dentro de la habitación para acto seguido explotar y coger a la mayoría de cultistas que había.

El grupo comenzó a ver la luz al final del túnel en aquella reyerta que parecía interminable con los guerreros del culto del dragón. Puede que el sigilo hubiera durado poco, pero les había servido para coger por sorpresa a las principales defensas del castillo volador. Sobre todo tras la explosión de la bola de fuego en el interior del barracón que alcanzó de pleno a los cultistas, pronto se empezaron a escuchar gritos de dolor en el interior. En la puerta Abdali y Égida seguían matando a los que trataban de salir y enfrentarse a ellos. El forjado recibió una herida profunda en su armadura, pero por suerte los cultistas cada vez eran menos.

Tras ellos, en la sala que tenían a su espalda y de la que hacía unos momentos se había asomado un kobold, se escuchaban agudos chillidos nerviosos, pero este no volvió a asomarse más.

Mientras tanto, en el patio, Dalia disparó a uno de los Ogros que, distraído en su lucha contra el wyvern, no vio venir la mortal flecha de la arquera. El wyvern chilló al ver que el ogro caía y comenzó a devorarlo, mientras que en la otra torre el superviviente se afanaba por sobrevivir en su lucha contra el otro Wyvern.

El calor abrasador de la bola de fuego le golpeó en la cara y casi sintió pena por aquellos que estaban dentro de las barracas. Pero se obligó a recordar que esa gente se dedicaba a asaltar poblados, a matar a sus habitantes y quedarse sus tesoros. Además servían a dragones cromáticos como aquel que había asesinado a toda su familia ¡No habría piedad para ellos!

El espadón del calishita volvió a hendir el aire, la piel y la carne.

La explosión causada por Grend satisfizo enormemente a Égida, que le dedicó un cabeceo justo después de ser apuñalado por uno de los cultistas, y al que recompensó con una oleada de fragmentos metálicos y fuego sagrado que cayeron sobre él como una letal granizada. No veía a la pequeña, y esperaba que no le pasara nada malo. No porque la hubiera cogido cariño, sino porque necesitaban toda la fuerza necesaria y era muy diestra con el arco.