Partida Rol por web

Joorin resoplaba mientras intentaba mantener el ritmo de sus compañeros que corrían hacia la ciudad. Aunque se consideraba ágil a si mismo, sus cortas piernas y su rechoncha barriga cervecera y amante de la buena comida, no le ayudaban en exceso.

Mientras corría, la amenaza del dragón insistía en aparecerse en su mente. Imágenes de mediano fundido por el fuego de aquella bestia le venían a la cabeza. Un escalofrío recorrió su cuerpo y a punto estuvo de dar media vuelta presa del pánico. Por suerte desechó aquel sentimiento e intentó pensar en que debía ayudar de algún modo. – Joorin, no fallezcas, alguien podría depender de tu valor… Se decía a si mismo.

 No podía evitar sentir el olor a quemado que procedía de las casas de Nidoverde y le entraban arcadas.

De repente vio la escena que se dibujaba ante él, los niños corriendo y la mujer intentando defenderlos de  aquellos ¿kobodls? Que hacían aquellas criaturas por estos lares? Había cazado algunos mientras defendía los bosques de su tierra. Eran asquerosos, los odiaba. Su semblante se tornó serio. A distancia de flecha, se detuvo, sacó una flecha emplumada con plumas grises de ganso y la cargó en su arco. Dirigió el disparo al kobold más cercano.

- Repugnantes kobodls… Murmuró mientras la flecha surcaba la distancia entre ambos.

 Y aunque estaba concentrado y decidido a defender a aquellas gentes, no podía evitar sentir un cierto desazón, incluso diría que miedo, por empezar un combate y enfrentarse a una más que posible muerte. Pero tenía que sobreponerse, dejar su miedo a un lado. Y Joorin siempre se sobreponía, siempre se enfrentaba a sus miedos.  

Estaba cegado por llegar cuanto antes a Nidoverde. Corría dando grandes zancadas, con la mirada fija en el humo, el fuego y la sombra del dragón. Nada más existía a su alrededor.

Entonces cayó en la cuenta que no estaba solo. ¡Algunos de los viajeros corrían a su lado! El mediano que sólo hablaba de comida, y el muchacho joven que también parecía saber cocinar. No quería mirar atrás para no perder el ritmo de carrera, pero escuchaba gritos de aquella elfa y el joven de tez aceitunada. Maldita sea, no me acuerdo de uno solo de sus nombres.

Afortunadamente, el fuego no había llegado a mayores gracias a la particular arquitectura de la mayoría de casas, pero no dejaban de haber heridos. Su primera intención fue buscar un pozo, pero rápidamente su atención fue captada por unos inocentes que huían de pequeñas criaturas. No las distinguía bien entre el humo. Repugnantes kobolds, dijo alguien a su diestra tras cargar una flecha en su arco. ¿Kobolds? Sí... pequeñas y repugnantes lagartijas que se decían descendientes de dragones. El sonido del metal gimiendo le trajo de vuelta de sus pensamientos y se dio cuenta que estaba apretando los puños con fuerza.

—No —dijo secamente. ¿Qué significaba esa simple palabra? ¿No iba a permitir que los kobolds se salieran con la suya? ¿No dejaría que la mujer se sacrificara? ¿Ambas cosas al mismo tiempo? Mientras avanzaba con grandes zancadas, tomó el grueso martillo de forja y el escudo y se situó entre la mujer y aquellas bestias. Con un golpe, el metal resonó contra el metal, y sus ojos artificiales refulgieron con un destello azulado.

En cuanto vio a la indefensa mujer siendo rodeada por inmundos animalillos, no dudó en prepara su arco y disparar para defenderla antes de que la consiguieran cercar y no tuviera vía de escape. Pero las prisas nunca son buenas y el movimiento de la carrera hizo que su tiro errase por completo.

Hacía tiempo que no corría tanto y aún así nunca había corrido directo hacía un lugar dónde estaba atacando un dragón. Un maldito dragón. Pero Talis estaba allí y aunque sus pulmones resollaban y su pecho se movía con fuerza ante la necesidad de la respiración continuó corriendo para aprovechar aquel cáos y encontrarla.

Según avanzaba pudo identificar como las casas estaban construidas con dura piedra y no habían prendido por lo que su tarea se complicaba demasiado, sin fisuras por las que colarse para buscarla lo veía complicado pero por otro lado lo tranquilizaba. Al haber sido secuestrada estaría bajo una de aquellas edificaciones seguras. Así que su plan seguía siendo el mismo, capturar a uno de aquellos adoradores y sacarle a golpes la ubicación de su amiga.

Llegaron a las primeras casas y miraba con recelo hacia el cielo para estar preparado para protegerse de cualquier embestida del dragón. Estaba exhausto y el grupo había reducido su velocidad buscando a posibles supervivientes para ayudarles mientras el buscaba a cualquiera con pintas de cultistas. Pero realmente no tenía ni idea de como vestirían.

La voz del ser metálico que les había acompañado le sacó de su mirada hacia el cielo y se dio cuenta de que ante ellos varios ciudadanos huían de unos kobolds y se lanzaba a protegerles. Joorin y Abdali fueron los primeros en disparar y él que no tenía tiempo que perder se giró hacia otro lado para continuar corriendo en busca de un cultista. Pero se dio cuenta de lo cansado que estaba y que quizá el combate le daría el respiro que necesitaba para continuar corriendo pues podría disparar desde su posición. Sacó su ballesta ligera, introdujo el primer virote y apuntó, pero notó que su cansancio iba más allá de lo que pensaba y le costó hasta levantar la ballesta provocando que el primer virote que disparaba se clavara contra el suelo.

-whatev...-rezongo el semidemonio en un extraño idioma. Camino en la dirección en la que los demás corrían sin grandes ánimos de lanzarse hacia una muerte segura. Pero el destino es caprichoso y encontraron a una mujer necesitada de ayuda antes de encontrarse de cara con el dragón.- Esto cue ta como mi buen a acción del día.

Con un breve encantamiento un haz de luz surgió de sus manos para impactar en uno de los kobolds.

- No entiendo a los bardos ni a los tiefling y ese joven parece tener ambas cosas en su haber. - le dijo a los enanos, encogiéndose de hombros. - Primero dice que se va dándose media vuelta por el camino y miradlo ahora.

Draenna tampoco las tenía todas consigo. Por un lado ya había conseguido que los enanos y la humana quedaran a salvo por ahora, en un lugar más apartado. Por otro, no le hacía la más mínima gracia ir directamente a una ciudad mientras estaba siendo arrasada por un enorme dragón...

- Quedaos aquí y manteneos apartados del camino por ahora. Voy a ver si puedo ser de ayuda... - dijo dubitativa. Esos con los que había compartido viaje empezaban a generarle cierta simpatía y tampoco quería dejarles morir.

Finalmente emprendió el camino colina arriba para ver como a unas decenas de metros se enfrentaban contra unos pequeños engendros reptiloides.

- ¿Eso parecen ser... kobolds? pensó en voz alta, mientras preparaba el arco y disparaba desde una distancia considerable.

Entonces miró de nuevo hacia el cielo oscurecido por la noche y el humo. ¿Qué hacía un dragón aquí? Sería mejor pasar desapercibida por ahora...

El grupo, viendo a la mujer rodeada por las pequeñas y malvadas criaturas salió a la carga en su defensa. Dos flechas atravesaron a uno de los kobolds. Draena y Joorin habían elegido el mismo blanco y el kobold cayó al suelo muerto. Pero aquello no era sencillo. Los kobolds atacaron a quienes tenían cerca. La mujer gritó de dolor.

-¡Aaaaagh! ¡Ayudanos por favor!- suplicó al ver a Égida y Abdali. Trataba de mantenerse en pie pero parecía muy malherida.

Abdali trató de golpear a una de las criaturas que acosaban a la mujer con su espadón pero falló dando así la oportunidad a la bestia de acuchillarlo en una pierna. Sin embargo parecía que los kobolds sentían una amenaza mayor en Égida, una criatura que seguramente no habrían visto jamás y trataron de saltar sobre y golpearle. Otro de los trasgos salió corriendo tratando de alcanzar a la elfa.

Un pequeño flash de luz impactó contra uno de esos kobolds que se había encaramado a Égida haciendo que cayera fulminado al instante. Dos de los asaltantes estaban muertos pero aquello solo acababa de empezar. 

Refunfuñando el tieflin se quedó quieto, con cara de mal humor. Caminaba pateando las piedras del camino como un niño que no quería volver a casa. Al oír a la elfa se giró y respondió a su comentario:

- Ya, bueno, salvar una vida dándole una paliza a unos kobolds es una tarea viable. Tengo una cuota que cumplir.

Y realizó el mismo encantamiento, culminando a otro de los parientes más patéticos de los draconianos.

El mediano esbozó una media sonrisa al ver caer al kobolds por las dos saetas. - Uno menos. Pensó complacido.

Respiró profundamente y con un gesto mecánico volvió a disparar una de sus flechas hacia otra de aquellas criaturas.

Aún les superaban en número, y todos ellos corrían peligro.

Los kobolds se abalanzaron sobre ellos como salvajes, y Égida pudo sentir por primera vez lo que era saberse herido en piezas de acero y planchas de metal. No había sangre ni fluidos vitales, pero igualmente había sufrido el latigazo de dolor cuando sus rústicas armas le alcanzaron. Muy lento. Pero no podía retroceder. Si lo hacía, esa mujer caería muerta. Él era el escudo.

Precisamente, utilizó su escudo para defenderse del ataque de una de las bestias. Su arma resonó contra su escudo y aprovechó para golpear su costado con fiereza. Le arrancó un lastimero quejido, pero no estaba seguro de si había acabado con su vida.

Observó como apenas entre todos habían podido acabar con un sólo Kobold mientras estos comenzaron a golpear a la mujer que estoícamente se defendía y como llegaban varios compañeros de la caravana a ayudarla. Pero los Kobolds estaban mejor preparados en el combate y observó cómo herían a todos los que estaban luchando mano a mano contra ellos.

No aguantarían otro asalto así, Tom le había hablado de estas criaturas, le había dicho que a pesar de ser débiles en manada se hacían fuertes y cuando atacaban juntos eran mortíferos. Respiró hondo para recuperar el aliento, dejó que su pechó se hinchara trasladando el oxígeno a su corazón para que pudiera recuperar sus fuerzas. Volvió a coger otro virote y lo colocó en su ballesta. Se movió hacia un lado rápidamente para evitar golpear a Egida que era el que más estaba siendo acosado y una vez tenía a su presa en trayectoria directa disparó el virote que impactó sobre el Kobold haciendo que este cayera inerte en el suelo.

Queriendo aprovechar la ventaja que le ofrecía el ataque a distancia, por lo menos hasta que el enemigo se lanzase hasta él y dejase en paz a la mujer, siguió disparando con el arco con el mismo resultado que la primera flecha.

- Ya vienen... musitó al ver que uno de los kobolds subía la colina para atacarla.

Dejó caer su arco sobre la hierba fresca y sacando un bastón nudoso dió un par de zancadas hacia delante. Invocando el poder de los espíritus de la naturaleza, imbuyo el bastón de una energía sobrenatural.

Los kobold caían pasto de las flechas y los hechizos del grupo. La mujer, desesperada ensartó a uno de ellos con el asta de su lanza y miró atrás. Su marido y los dos niños habían pasado al grupo en dirección al torreón, el único punto que parecía seguro en aquella locura pero al ver que los desconocidos habían dado la vuelta al ataque de los asaltantes se detuvieron. 

-¡No os pareis!¡Id al torreón, corred!-les gritó a su familia para que se pusieran a salvo.

Aún quedaban dos criaturas pero por el sonido de los gritos a su alrededor Nidoverde debía estar siendo asaltada por una fuerza mucho mayor. Si no se daban prisa podrían llegar más.

-No es por molestar mientras te debates con esa criatura.-le comento el brujo a la druida mientras caminaba hasta poder disparar al kobolds por la espalda.- pero ese tipo de comentarios sobre los tiefling y los bardos, si solo has conocido uno, son bastante racistas. Supongo que debería ayudarte... Pero no me siento especialmente inclinado a ello después de tus palabras.

Era despreocupado como si el conflicto a su alrededor no fuera con él. 

-No lo hago por ti, pero tarde o temprano lo matareis así que mejor rápido y darle piedad.

Y con otro proyectil de energía , el kobold, murió

-De nada.

Con presteza volvió a cargar el arco corto que tantas veces había utilizado mientras patrullaba los bosques de su tierra natal.

La flecha salió de su arma con velocidad endiablada. Pero esta vez, erró el tiro. 

- Recorcholis. Murmuró al darse cuenta de que había fallado. Sus errores ponían en peligro a sus compañeros que estaban siendo atacados. Tenía que esforzarse más.

- Gracias... supongo. Sigo sin entender porqué actuais así Zendarión. Sois una curiosa contradicción. - dijo mientras volvía sobre sus pasos y recogía su arco del suelo.

Entonces volvió a mirar hacia el cielo. No quería quitarle el ojo a ese dragón.

- Será mejor que hagamos lo que hagamos, salgamos de su vista. - advirtió para acercarse a las casas que todavía estaban en pie, no muy lejos del resto que parecían poder ocuparse del último de los kobolds.

No le pareció buena idea regresar a las llanuras. Ahí se sentía desprotegida y a la vista del dragón. El cobijo de una de esas casas, aunque pobre, era el mejor lugar para ocultarse de su vista por ahora.

Los kobolds, aunque iban cayendo rápida y fulminantemente, no cejaban en su empeño de intentar abatirlos. Una cosa tenía que reconocerles: eran tenaces. O estúpidos, quizás. Incluso un animal salvaje sabría cuando escapar. La mujer a su lado, aunque terriblemente herida, combatía con bravura y se apoyó en su ataque para flanquear al kobold y realizar un golpe ascendente con el martillo que lo lanzó volando hacia atrás. El sonido del hueso al crujir le recordó lo frágiles que podían ser esas criaturas.

Cuando murieron los dos últimos kobolds el grupo se quedó unos instantes en silencio. Draenna se pegó a la pared de la casa más cercana para ocultarse en lo posible. El batir lejano de las alas de dragón era un recordatorio de que la bestia seguía en algún lugar por allí arriba entre el humo. 

-¡Rápido, tenemos que llegar al torreón!-dijo la mujer malherida- no podemos quedarnos aquí, nos matarán-dijo mientras comenzaba a correr en dirección a la torre siguiendo los pasos de su familia- ¡Vamos, no os quedéis atrás!-les dijo a los aventureros.  Podían ver a otras personas correr hacia allí desde distintos puntos de la aldea pues estaba claro que aquella enorme muralla de piedra era la única defensa posible aunque eso era casi como decir nada cuando se trataba de un dragón.

- Estáis todos bien? Dijo dubitativo el mediano mientras miraba a un lado y al otro, por si se acercaban más de aquellos apestosos kobolds.

Bajó el arco y suspiró aliviado por haber sobrevivido al encuentro.

- Un momento... Interpeló a la desconocida que marchaba corriendo a hacia una especie de torreón. - Espere… Pero parecía que la mujer tenía mucha prisa. Joorin se sintió algo inquieto al ver como más de los lugareños corrían en la misma dirección. Una extraña sensación de pánico inducido le recorrió el estómago… y eso era malo.

- Tal vez sería bueno marchar también de aquí. Sugirió a sus compañeros mientras movía nerviosamente los de dos de sus peludos pies.