Kazuo exageró su expresión habitualmente despreocupada cuando Soshi Toujiro se negó a apartarse del lado de su protegido, pero Satoru andaba detrás de algo, y él confiaba en los instintos del shugenja tanto como en los suyos propios. Con gran teatralidad, se cubrió su expresión agraviada con un abanico, que extrajo de los recovecos de su vestimenta tan rápido como un estudioso del iaijutsu, y aguardó paciente y airado a que el yojimbo terminara de hablar.
—¿Os atrevéis a insinuar que Soshi Ichihito estará en peligro al lado de la magistrada Mirumoto-dono? ¡Cómo osáis...! ¿Acaso nos creéis confabulados con los Iuchi? —resopló— La insultáis a ella, a nosotros, que somos sus siervos, ¡y también al mismísimo Emperador! Y encima... ¡Encima os excusáis en el deber! ¡Si de veras quisierais proteger a vuestro señor, os haríais a un lado y permitiríais que Isawa-sama le entrevistara en privado! ¡Vergüenza! ¡Vergüenza!
Y procedió a secarse la frente con un pañuelo.
Quiero mandar al yojimbo a pastar, no sé si tirar Corte o qué
El samurai se encontró de repente descolocado, no esperaba una respuesta así por parte del Ikoma, y balbuceó inquieto. Su nerviosismo era visible por el movimiento de sus ojos y el sudor de su cuello.
- No... no. Por supuesto que no quería insinuar algo así. La magistrada es alguien de honor irrefutable. Es solo que... los Iuchi podrían aparecer en cualquier momento. Como aquel día...
Pero si mi señor está de acuerdo... les dejaré a solas, por supuesto.
La reacción de Kazuo fue rápida y visceral, tal y como esperaba de su compañero. Incluso tuvo que esconder la sonrisa que pugnaba por asomar a sus labios, y en su lugar colocó una expresión de ofensa contenida. Si los roles se invertían, ahora él debía traer paz.
-Tranquilo, Ikoma-san. Estoy seguro de que Toujiro no estaba intentando ofendernos, sólo cumplir con su deber. -Dijo, algo más conciliador, pero manteniendo en el aire la hipotética ofensa lanzada por el escorpión. -Pero en efecto no hay peligro. Nadie se atrevería a atacar a una magistrada Esmeralda bien protegida por sus yoriki y con un Maestro Isawa a su lado.
Y, dando el tema por zanjado, se giró directamente hacia el heredero para continuar la charla.
-Entonces, Soshi-san, si os parece bien, dejemos que Toujiro explique a Isshin cómo se desarrolló la batalla sobre el terreno mientras continuamos la charla. -Invitó al joven Ichihito, mientras aguardaba a que el Akodo o la propia Megumi se prestaran a ir con el yojimbo. Al fin y al cabo, eran ellos quienes mejor podrían aprovechar esa conversación. -Estad tranquilo. No se sorprende fácilmente a una Kitsuki… ni a un Maestro Isawa.
Mirai dio un paso al frente, colocándose al lado de Kazuo para mirar con fijera a Toujiro. Cuando habló, lo hizo de forma calmada pero firme, de soldado a soldado.
—Estáis frente a la Campeona Topacio de mi generación y yojimbo de la Magistrada Mirumoto-dono. Os aseguro de que nada le ocurrirá a vuestro señor en mi presencia. La mejor forma de ayudar en estos momentos es esclarecer la situación y alcanzar un veredicto justo.
- No temo en absoluto a los Iuchi. He practicado estos días con la espada, y estoy convencido que el alma de mi padre guiaría mi espada con justa fiereza hacia los corazones de esos bárbaros sin honor.
Ichihito puso las manos detrás de su espalda y acompañó a la magistrada.
- Adelante, contestaré a todas sus preguntas aunque básicamente ya he respondido a sus dudas. ¿Qué más quieren de mi?
Satoru se mantuvo callado mientras Mirai intervenía y finalmente tanto el joven como su yojimbo accedían a separarse. Aguardó, hasta que pudo quedarse un poco atrás, la distancia justa para cruzar algunas palabras en voz baja con alguno de sus compañeros.
-Hay algo que se calla. -Murmuró, pensativo. -Y no tiene ningún sentido arrasar el funeral sólo para dejar deliberadamente testigos si no es para provocar más conflicto… aunque dudo que mienta en eso.
-Que os muestre la batalla. -Sugirió, mirando al bushi Escorpión. -Comprobad si la explicación es realista. Yo… yo podría sacar información después, especialmente de superficies de agua si las encontráis. Los kami reflejan el pasado en ellas, y desvelan algunas mentiras.
Después de un instante de vacilación, Satoru siguió a la magistrada con el joven Soshi que se alejaban en dirección al derruido palacio.
-Queremos lo mismo que cualquier samurái querría ante unos actos como estos, Soshi-san. -Intervino el Isawa, retomando la conversación. -Queremos traer la justicia del Hijo del Cielo a esta tierra.
-Alguien es el culpable de esto… pero los Iuchi son un clan entero. -Añadió, poniendo una expresión de frustración. Sin embargo, interiormente estaba recordando el momento exacto en el que Ichihito parecía haberse puesto nervioso, para retomar la conversación en ese punto. -Es por eso que necesitamos todos los detalles de lo sucedido.
-Dices que uno de los soldados te dijo personalmente que no os temían. -Comentó, volviendo atrás. -Por favor… haz memoria. ¿Crees que era su líder? ¿Podrías describírmelo? Y dónde… ¿dónde estabas exactamente cuando te lo dijo?
-Tened en cuenta, Soshi-san, que nuestros dones son únicos de cara a ayudar a esclarecer la verdad. -El shugenja continuaba hablando, ahora más afable, aunque sus palabras tenían un doble filo. Cuanto más sintiera el joven heredero que serían capaces de descubrir la verdad, más incómodo se sentiría con la mentira. Además, la investigación era cosa de la magistrada. Él… él siempre había sido mejor jugando a los juegos de corte. -Con la ayuda de vuestro testimonio… el genio estratégico de Akodo-san, la capacidad de investigación de Mirumoto-sama, y mi propia humilde habilidad para hablar con los kami, esperamos poder descubrir qué sucedió exactamente.
-¿Cómo enfocasteis esa defensa de la que hablasteis? -Cambió bruscamente de tema, tratando de conseguir una respuesta espontánea. -Tal vez… ¿llegasteis a herir a algún atacante?
Sin duda el estratega Akodo nos serviría de gran ayuda para comprobar si la disposición de las tropas de los Soshi había sido la oportuna, aún cuando estaban celebrando un funeral.
– Entonces, decís que los Iuchi habían apostado arqueros en las cercanías del bosque, que os vigilaban por medio de halcones y que en pleno funeral lanzaron las flechas, asaetando a todos los que hubiera en descubierto – una maniobra tan deshonorable como increíblemente sencilla, el tomar por sorpresa a toda la guarnición del palacio de Soshi Katsu, aunque fuera en el momento del cortejo fúnebre – Y que luego os atacaron montados a caballo, dejando sólo cuatro supervivientes para que éstos pudieran dar testimonio de lo sucedido – de haber ocurrido así, los Iuchi no sólo estarían demostrando un grave desprecio por los escorpión sino que, no hacían otra cosa que aumentar el conflicto, como si lo único que les moviera fuera alimentar el conflicto, tensar la paciencia de los Soshi y provocar una maniobra del emperador en su contra – Sin embargo, esos supervivientes que son testigos de semejante escaramuza, decís que han vuelto a Kyuden Soshi y que desconocéis dónde se encuentran ahora? – Quien hubiera dado la orden sabía que ese movimiento suponía un obstáculo a la investigación y que obligaba a creer el discurso del joven heredero, el cual por sus rasgos faciales evidenciaba que no nos estaba contando toda la verdad, que ocultaba cosas.
En cuanto a la desconfianza y cómo había actuado su Yojimbo no pretendiendo separarse de su protegido, provocando una falta de etiqueta considerable contra una magistrada imperial, tuve a bien mostrar desacuerdo y distancia con él hasta que no se disculpara. Quizás la seriedad de mi rostro a consecuencia de su error, podría ser favorable a que revelase la disposición táctica del combate de mejores formas.
– Lo que os ha preguntado Isawa-san es importante ¿Podríais describirnos quién comandaba la caballería Iuchi? ¿Vísteis algún Shugenja con ellos? – según las pesquisas de los monjes del templo, entre los atacantes también había un Shugenja, en concreto un maestro de fuego, era interesante saber si también había participado en este ataque.
– Una cosa más Soshi Ichihito sobre el cortejo fúnebre de vuestro padre, ¿Echásteis en falta la ausencia de algún miembro relevante de vuestra familia o del Escorpión? – la ausencia de los busco supervivientes sin duda era una maniobra para silenciar su testimonio pero quizás había más detrás de aquella estrategia de ocultamiento.
Acompaño a los demás a lugar donde ocurrieron los hechos para comprobar cómo se había producido el ataque y qué acciones defensivas habían tomado por si las sombras de duda permanecían también allí o revelaban algo que se nos hubiera pasado desapercibido antes.
-Queremos lo mismo que cualquier samurái querría ante unos actos como estos, Soshi-san. -Queremos traer la justicia del Hijo del Cielo a esta tierra.
- En ese caso... dictaminen en contra de los Iuchi en el juicio. - dijo con una seguridad pasmosa.
Alguien es el culpable de esto… pero los Iuchi son un clan entero.
- Concretamente son una familia, ni siquiera la principal dentro del clan Unicornio. No tiene más poder que nosotros y llevan mucho menos tiempo viviendo en los valles ajotara que nuestra familia. - matizó el chico.
-Dices que uno de los soldados te dijo personalmente que no os temían. -Por favor… haz memoria. ¿Crees que era su líder? ¿Podrías describírmelo? Y dónde… ¿dónde estabas exactamente cuando te lo dijo?
El joven abrió los ojos de forma inesperada, y por unos segundo titubeó, como si su confianza que parecía firme hace unos segundos se tambaleara. - Eeeh... bueno, no me lo dijo nadie directamente. Fue algo que soltó a uno de los Yojimbos de mi padre antes de herirlo con una lanza desde su caballo.
Los... los guardias trataron de hacer un círculo para protegerme a mi madre y a mi. Estábamos desarmados... trataron de llevarnos al interior de la casa pero la mitad de nuestros hombres ya habían caído para cuando llegamos a la fortaleza. Luego le prendieron fuego para hacernos salir. - el chico baja la cabeza con los ojos temblorosos - fue una masacre... no hubo mucho tiempo para la estrategia Isawa-sama.
El chico baja la cabeza, con sentido de vergüenza... y niega con la cabeza.
- Y que luego os atacaron montados a caballo, dejando sólo cuatro supervivientes para que éstos pudieran dar testimonio de lo sucedido
El chico estrecha los ojos mirando a la magistrada con suspicacia - Es que... es que ¿cree que me lo estoy inventando?
¡No dejaron cuatro! Nos masacraron, rodearon la casa y los últimos guerreros que quedaban se armaron para defendernos a mi madre y a mi. Habían ganado, y supongo que entrar en la fortaleza sería arriesgarse a perder la vida de algunos de sus soldados. Prendieron fuego a la casa y se marcharon, dieron por sentado que los supervivientes solo nos quedaríamos traumatizados y daríamos parte de la fiereza de su ira.
Yo no sé porque no se quedaron hasta matarnos a todos. Porque... ¿porque no se lo pregunta a ellos? ¿EH? son ellos los que me arrebataron todo y me dejaron sin nada maldita sea. - sin duda el chico estaba enfadándose, su voz sonaba desesperada.
Lo que os ha preguntado Isawa-san es importante ¿Podríais describirnos quién comandaba la caballería Iuchi? ¿Vísteis algún Shugenja con ellos?
- Eran unicornio... sus armaduras y cascos eran inconfundibles. No pude ver nada salvo humo y muerte. Sus soldados parecían divertirse con nuestra indefensión.
Pero Toujiro pudo ver algo más que yo.
Una cosa más Soshi Ichihito sobre el cortejo fúnebre de vuestro padre, ¿Echásteis en falta la ausencia de algún miembro relevante de vuestra familia o del Escorpión?
- La mayoría de soldados del Daimyo y altos mandos estaban en otras escaramzuzas o vigilando las fronteras. Vinieron sus hombres más fieles así como sus discípulos más amados. De no haber estado en guerra, el funeral hubiese tenido cuatro o cinco veces más personas... mi padre era un hombre muy respetado y amado.
Ichihito comenzó a responder a las preguntas que le hacían, y las incongruencias que Satoru creía haber visto parecieron volverse poco a poco más evidentes en sus respuestas ahora que estaban alejados de su yojimbo. Respuestas demasiado enérgicas. Demasiado… preparadas. La constante sensación de que estaban ante una representación no terminaba de abandonarlo.
-En el juicio, testificaremos con la verdad de lo que ha sucedido, Soshi-san. -Respondió con absoluta tranquilidad, contrastando con la exaltación del Escorpión. -Aquí, y en los demás lugares en disputa.
-¡Oh, Soshi-san, qué desafortunado! -Exclamó Satoru con frustración cuando el joven admitió que no le habían dicho nada directamente. En lugar de insistir en el hecho de que había mentido, se limitó a seguir insistiendo en el tema. Era evidente que aún quedaba algo por saber de aquello. -Esperaba que hubierais podido contarnos más de quien habló.
-Ah, pero tal vez podamos arreglarlo. -La tristeza de Satoru desapareció de golpe cuando fingió darse cuenta de algo. -Tal vez no lo sepáis, pero soy un Maestro de Aire, como vuestros propios shugenja. Es muy posible que los kami puedan decirme exactamente qué palabras se dijeron.
-Sé que es difícil, pero esforzaos, por favor. -La sonrisa del Isawa era tranquila y beatífica, como si se esforzarse por creer cada una de las palabras del joven. Pues habitualmente, una de las mejores formas de arrinconar a un mal mentiroso era darle suficiente cuerda como para que él mismo se ahorcara. -¿Dónde escuchasteis esas palabras? Así, podré comprobarlas con los kami y escucharlas yo mismo.
-Oh, y por cierto… mis condolencias por vuestra madre. -Aprovechó para decir, ahora que el joven finalmente la mencionaba. Realmente, Satoru no estaba seguro de si la mujer habría fallecido o no, pero era una forma de averiguarlo, y en caso de equivocarse, una oportunidad perfecta para pedir entrevistarse con ella. -Doy por hecho que ya no se encuentra entre nosotros, ¿no es así?
-Por supuesto que se lo preguntaremos a ellos. -Intervino con una repentina severidad cuando Ichihito se revolvió ante las apenas veladas insinuaciones de la magistrada. -De la misma forma en la que preguntamos a vuestro señor por el asesinato de la familia del daimio Iuchi. ¿Estáis al tanto de esa acusación?
-Fueron samuráis Soshi quienes asesinaron a esa familia. -Continuó hablando, dejando caer cada palabra con el peso de una losa. -Infiltrados de noche, matando a sangre fría a mujeres desarmadas. En comparación con eso, aquí al menos los Iuchi atacaron de día y a bushi, aunque desarmados.
-Sin embargo, la vergüenza de ese ataque ha sido lavado con el seppukku de Soshi Furuyari, cuyos hombres fueron quienes actuaros de ese modo. -Añadió, estudiando las reacciones del joven. Tenía cierto interés en cómo aceptaría las similitudes entre su propio desastre, y el que su familia había causado. -Tal vez haya un general Iuchi que también haya cometido seppukku antes de que nosotros lleguemos a sus tierras, igual que ha sucedido aquí. Por eso insisto tanto en que podáis identificar a alguien.
-Sé que corresponde a mi superior, Mirumoto-sama, hacer ese juicio, pero me gustaría contar con vuestra opinión, Soshi-san. -Añadió, mirando a los ojos del joven. -¿Os quedaríais satisfecho con el seppukku de un único oficial Unicornio en compensación por este ataque? Y… ¿Creéis que los Iuchi están ahora satisfechos con el seppukku del general Furuyari?
El joven samurai miró al Isawa con gesto extraño, como si se sintiese hastiado de semejante apabullamiento de preguntas.
- Yo no tengo mucha experiencia, ni he estado en muchas guerras maestro Isawa. Pero dais por hecho que cuando se desata el caos de una escaramuza, todo es muy confuso y difícil.
Los gritos de la gente, los alaridos de los asesinados, los hombres corriendo por doquier, los enemigos en sus caballos lanzando flechas.
Uno cree que está preparado para una situación así... yo también lo creía. Pero me equivocaba. Puedo recordar con precisión las palabras que me rompieron el alma, pero no es tan sencillo ubicarlas en una persona o momento exacto. Todo el dolor y el caos se mezclaron. Tampoco conozco a los soldados unicornio, al menos para decir quién lo dijo. Con sus armaduras y cascos todos me parecieron iguales.
De la misma forma en la que preguntamos a vuestro señor por el asesinato de la familia del daimio Iuchi. ¿Estáis al tanto de esa acusación?
El joven rechazó la pregunta negando con la cabeza.
- Era solo un niño hasta que mi padre fue asesinado. ¿Como voy a estar al tanto de las cosas que ocurren en la guerra lejos de mi hogar?
El chico se detuvo, visiblemente enfadado por la actitud del Isawa.
- No me importa lo que haya pasado en otros lugares. El alma de mi padre no estará en paz hasta que todos los Iuchi hayan pagado por su crímen.
La yojimbo escuchó la conversación igual que había hecho hasta el momento, dejando que Satoru y Megumi llevasen las riendas. Casi estuvo a punto de sentirse mal por aquel chiquillo, por la tragedia que le había tocado vivir y las duras responsabilidades que habían caído sobre sus jóvenes hombros. Después recordó aquella sensación, la certeza de que ocultaba algo y no sabía el qué, y sus compañeros tampoco parecían tener muy claro dónde se escondía la mentira.
Aquello que había dicho sobre la guerra resonó con ella, pero la memoria era algo peculiar. Había instantes en los que todo volaba y tan sólo dejaba la huella de las emociones vividas, y otras en las que uno era capaz de recordar con una precisión abrumadora cómo habían sucedido las cosas, siendo capaz de nombrar hasta detalles insignificantes. Su maestro le había hablado de aquello hacía muchos años, pero no había sido hasta que lo había vivido en sus propias carnes que realmente había entendido lo que era.
En cualquier caso, el niño no parecía dispuesto a hablar y hasta que no lo estuviese, no había mucho más que pudiese hacer. Mirai hincó una rodilla en el suelo, quedando a la altura del muchacho.
—Uno nunca está preparado para la guerra, no importa los años que haya pasado entrenando. Viene y se queda contigo, en el alma, y lo oscurece todo. Lamento mucho que os haya ocurrido tan joven. —La mujer se tomó unos instantes para mirar al muchacho a los ojos, tratando de ver en su mirada. Después añadió… —Sé que estas palabras no van a significar nada ahora. Quizás os enfurezcan más. Vuestro corazón arde en venganza y con razón, y también lo hace de igual modo el de vuestros adversarios y todos aquellos que han sufrido. Si todos siguiésemos ese camino, no quedaría nadie sobre la faz de la tierra. Por eso estamos aquí, para tratar de impartir una justicia que no deje otro campo más lleno de cadáveres. Nada más. —Mirai se levantó. —Sé que ocultáis algo. No sé qué es, si podría ser de ayuda o no, si es personal o meramente un detalle que preferís quedaros, pero sé que no estáis siendo del todo sincero. Esa es vuestra decisión y vuestra responsabilidad, y nosotros obraremos en consecuencia.
Dicho aquello, Mirai hizo una respetuosa reverencia dando varios pasos hacia atrás dando a entender que su intervención allí había terminado. Se quedaría cerca, pues había prometido cuidar al muchacho de cualquier mal ajeno.
Lo cierto era que al joven shugenja no le hubiera importado alargar el interrogatorio un poco más, arrinconando al heredero hasta forzarlo a revelar los secretos que escondía, pero de pronto fue Mirai quien intervino.
Fue una intervención particular, tan directa como casi tierna, y Satoru se preguntó si la duelista manejaría la espada con la misma particular fuerza con la que esgrimía las palabras. Sin embargo, después de un momento como aquel, no parecía tener sentido continuar acosando al joven Soshi, sino más bien cambiar completamente el registro de la conversación.
-Kakita-san tiene razón. -Añadió cuando Mirai se retiró a un segundo plano. El tono incisivo del Isawa había desaparecido, reemplazado por uno más tranquilo y conciliador, como si también él hubiera recapacitado tras escucharla. -Haríais bien en escuchar sus palabras, Ichihito-sama.
-Recordad… Puede que ahora os parezca que no contarnos todo es la mejor forma de honrar a vuestro padre, pero de hecho es la peor. -Añadió con pesar. -No somos vuestros enemigos en esto, Ichihito-sama. Queremos tanto como vos que se haga justicia. Una justicia real y duradera, que evite que más jóvenes tengan que pasar por lo que vos habéis pasado.
-Si recordáis algo más… o queréis contarnos otra cosa, estaremos encantados de escucharos. -Sentenció, dedicando al joven una ligera reverencia. -Hasta entonces, os dejaremos en paz con vuestro duelo. Sólo dedicaré unos momentos más a visitar el campo de batalla, pero no os robaré más tiempo
Motivo: Comunion
Dificultad: 10
Tirada (7): 3, 9, 18 (10, 8), 5, 6, 6, 1
Guardados (2): 18, 9
Total: 27, Éxito
Al.margen de eso, tiro un Comunión (Agua) para ver si veo el ataque.
El joven noble miró a la Kakita con cierto orgullo y comprensión, le habían gustado sus palabras iniciales y parecía que había logrado entender el horror al que sus inexpertos ojos se habían enfrentado. Sin embargo a medida que sus palabras se centraron en asegurar que escondía algo, sus ojos se convirtieron de nuevo en dos rendijas afiladas y suspicaces.
- Esa es mi declaración, Kakita-sama. Si supiese algo más de interés para los magistrados sin duda lo revelaría. - sentenció de forma amarga.
Luego se giró hacia el insistente shugenja - Creo haber dicho todo. Pero si acudiese a mi memoria cualquier otro detalle, os lo haré saber en la aldea de las hojas enterradas.
Satoru buscó un lugar donde encontrar kakis de agua. Después de tantas lluvias no fue difícil encontrar un gran charco de agua en las cercanías del bosque, por donde podían haber aparecido los atacantes unicornio.
El Shugenja se sentó para concentrarse e invocar las plegarias adecuadas.
El agua parpadeó, y comenzaron a moverse ondas en el agua. El rostro de un kami de agua se materializó a las ordenes del Isawa. Sus ordenes eran claras y no podía negarse a contestar, aunque el espíritu parecía molesto por la sangre y barro vertidos en las cercanías.
Mostró una imagen lejana de aquel atardecer. Como un reflejo en ele charco, se aprecian decenas de soldados a caballo saliendo del bosque y atacando con fiereza. Es entonces cuando Satoru lo vio.
Un breve instante vio a un hombre a pie. Un shugenja con pergaminos. Llevaba ropas unicornio, gastadas y sucias por batallas anteriores. El hombre parecía comandar la legión y llevaba unos ofudas en las manos que brillaban con el fulgor de la magia, silenciando a sus hombres para hacer el ataque más efectivo.
Fue una visión breve, pero pudo ver dos detalles del shugenja. En principio tenía la cabeza completamente afeitada, y segundo llevaba en su cinto una pieza de ropa como si fuese una piel de tigre, algo que contrastaba fuertemente con sus ropajes morados y azules.
Tras la conversación con el joven señor del lugar, Satoru se alejó caminando por la linde del bosque por el que, según los testimonios, habían aparecido los atacantes Unicornios. El joven Isawa deambuló sin rumbo, buscando algo que sólo él parecía poder ver, hasta que finalmente se detuvo junto a un charco de agua de lluvia, sobre el que pronunció las plegarias de un sencillo conjuro antes de escrutar sus turbias aguas durante unos largos minutos.
Una contemplación que terminó de forma abrupta cuando el ceño del shugenja se frunció, y regresó junto a sus compañeros con gesto de preocupación.
-Sea lo que sea lo que buscamos... es lo mismo que vimos en el templo. -Dijo con voz ensombrecida por la preocupación, antes de girarse para lanzar un último vistazo al arruinado palacio. -Creo que hemos visto suficiente aquí. Deberíamos encontrar un lugar donde pasar la noche.
Isawa Satoru parecía haber descargado cuantas dudas tenía sobre la versión de Soshi Ichihito y presté atención tanto a las preguntas como a las reacciones de aquel muchacho, pues como sospechaba Kakita Mirar, sabía que aquel corazón guardaba una verdad que no revelaban sus labios.
Pero es que también era comprensible que el odio y el rencor dominasen aquella alma, pues no hacía mucho había perdido no sólo a su padre sino a raíz de su confesión acelerada y visceral, a su madre también. Demasiadas pérdidas para ser aceptadas y asumidas por alguien tan joven. Fruto de aquella vehemencia había sido el recibimiento y lejos de su Yojimbo había dejado salir aún más imprecisiones y amarguras.
Sea como fuere, su testimonio no acababa de resolver las grandes dudas que yacían tanto sobre el ataque como los atacantes pues, la versión oficial sobre culpabilizar a todos los Iuchi pesaba más que la razón objetiva del porqué del ataque.
Isawa-san se había retirado en busca de respuestas y acudiría a su elemento para tratar de esclarecer lo allí sucedido, mas cuando regresó sus palabras no parecían aclarar nada que no conociéramos previamente.
– Un lugar a salvo por estas tierras – miré a Soshi Ichihito, pues bien sabía que de primeras nos había negado la acogida, pero quizás conociera algún lugar cerca donde pasar la noche – ¿Hacia qué dirección nos hemos de encaminar, Ichihito-sama?
- Shiro Soshi es el lugar más seguro de los valles, y la familia del Daimyo no consentirá que os hagan daño alguno. Pero si os dirigís a castigar a los Iuchi... - dijo con cierta esperanza en su voz - volver al castillo os haría perder tiempo.
- Madre y Toujiro piensan que otros sitios donde pueden descansar con seguridad es la aldea de las hojas enterradas, pues es donde el ejercito Dragón guarda la contienda; o en su defecto en la aldea de las Flores. Es un lugar pacífico aunque los Iuchi creen que les pertenece.