Partida Rol por web

Gran Bilbao Sangriento

Retazos de un mundo sangriento

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22/03/2011, 18:41
Juancar

Esta escena la abro porque alguna vez de cuando en cuando apetece escribir algo que no sea estrictamente un turno de rol. En Bilbao hay muchas tramas y muchas líneas de acción que no aparecen en la partida propiamente dicha, porque vuestros personajes no están delante para verlo. De vez en cuando me dará por escribir un pequeño relato de alguno de esos instantes, que servirán para mostrar personajes o situaciones concretas. Esos momentos no se revelarán en tiempo real, algunas sucederán en la misma noche en que estéis jugando y otras serán momentos del pasado reciente o no tan reciente, y lo especificaré con una anotación al principio. A vosotros como jugadores puede que os sirva para dar profundidad a la partida, solo recordad que lo que sale en esta escena no lo saben vuestros personajes.

Así mismo, si alguien tiene ganas de escribir algo puede hacerlo. La escena no está cerrada para que solo escriba yo, tenéis libertad para hacer vuestros propios relatos relacionados con vuestros personajes. Momentos importantes de su historia, algo que les sucedió antes de llegar a Bilbao, su participación en la toma de Bilbao, cualquier cosa puede ser susceptible de redactar un pequeño relato.

La Escena queda abierta a ser leída también por gente de fuera. La he cambiado para que pueda acceder cualquier umbriano, aunque si postea aquí alguien ajeno a la partida borraré su post.

Espero que os guste ;)

Notas de juego

Sobra puntualizar que en esta escena solo se puede postear relatos. Para comentar sobre ellos está el offtopic ¬¬

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22/03/2011, 18:55
Juancar

Piso franco en la calle San Francisco, Bilbao
Noche 2

La vampiresa se recostaba sobre la amplia mesa de caoba, con una media sonrisa de satisfacción que competía con su brillante mirada de pesar. Su larga cabellera, otrora ondulada, caía lacia sobre la mesa, acariciando los diversos papeles que sus ojos rasgados y enmarcados en oscuro maquillaje no cesaban de analizar. Se había convertido en su ritual particular, desde lejanas noches en que la documentación había caído en su poder. Pero esta noche era especial, esta noche no se trataba de un simple ritual, no eran solo fantasmas del pasado ni temores infundados. Esta noche, el horror había cobrado forma real, otra vez.

Como una serpiente, la mano de la dama se mecía sobre las fotografías, como si temiese tocarlas, pero sin atreverse a alejarse de ellas. Bajo las imágenes, diversos papeles hablaban de la situación de esos vampiros. Uno de ellos había alcanzado ya la Muerte Definitiva. Ella no necesitaba leerlo en el informe para saberlo, en cualquier caso. Estaba allí, pudo sentir el miedo de verse asaltada por ese ser salvaje y feroz, contempló con horror cómo su cuerpo se partía en dos por la inconmensurable y brutal fuerza del Destructor, su oscuro rostro quedó impregnado con su sangre. Sintió alivio, al verse privada de tan fiero enemigo, pero también pesar al ver desaparecer de la faz de la tierra a quien había compartido su sangre. Su acompañante no tuvo tanta suerte. El Inquisidor le cogió con vida, y poco más dicen los informes sobre él. Está capturado en alguna pútrida celda bajo tierra, a estas alturas probablemente pidiendo a gritos que alguien tenga la piedad de acabar con su existencia. Con los mismos gritos que había pedido la sangre de la vampiresa. El resto estaban bien, o eso decían los informes que el Inquisidor le proporcionaba regularmente. La guerrera seguía en Distrito Federal, sirviendo aún al Obispo, quien atesoraba más poder a cada noche. El asesino, otrora líder, había regresado a su escuela de muerte junto a sus consanguíneos. Una fotografía le mostraba en pleno entrenamiento, mucho más fuerte, más impresionante y salvaje. La vampiresa se preguntó cómo habría logrado el Inquisidor una fotografía del mismo interior de Alamut. Finalmente, el último informe había quedado caduco. La elegante asesina debía estar en Madrid, acompañando a su protegido, ahora que se dedicaba al empleo de guardaespaldas. Una fotografía lejana la mostraba a ella detrás de un hombre trajeado. Una parte del informe estaba dedicado a hablar sobre él, pero la vampiresa no se había molestado en leerlo. La asesina no estaba en Madrid. Estaba en Bilbao, Esmeralda la había visto en pleno Baño de Sangre, y ahora no podía pensar en otra cosa.

El sonido de la puerta abriéndose disipó sus pensamientos. El hombre, joven y apuesto, la llamó por su nombre con escasa decisión. "Esmeralda, mi amor...", dijo. Todos sus ghouls le llamaban así. Mi amor. La Serpiente de la Luz había amado antes, había amado con pasión, con descaro. Pero ese amor había encontrado traición, y ahora se preguntaba si sería capaz de amar nuevamente a otro inmortal. Mientras tanto, los simples mortales eran una buena distracción, seres que la amarían sin reservas, que la adorarían a pesar de todo, por encima de todo. No eran muchos aún, pero eran su primer ejército personal, su colección de amantes, que aceptaban su promiscuidad. La compartían entre sí, y la compartían con otros. No les quedaba más remedio, pues los mortales no tenían opción ante ella.

Por eso, cuando Esmeralda le ordenó salir, dejarle sola, él no hizo el menor amago de oponerse a sus deseos. Cerró la puerta de nuevo, dejando a su Domina sola con sus pensamientos. Esmeralda se deslizó en el asiento frente a la mesa y abrió un cajón, sacando papel, un pequeño tintero y una pluma. Cuando abrió el tintero, el aroma a sangre inunda sus sentidos. Cuando hundió la pluma en la vitae y comenzó a escribir, una sonrisa se dibujó en sus carnosos labios de serpiente.

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25/03/2011, 12:02
Juancar

Calle Tendería, Casco Viejo de Bilbao
Noche del
Jo Ta Ke

El Ventrue corría por la estrecha y oscura calle, un trayecto corto hasta el siguiente refugio, las sombras de un oscuro portal. Al frenar, creyéndose relativamente a salvo entre las sombras que le ocultaban, se dio cuenta de que respiraba de forma jadeante, un reflejo de la humanidad que no había abandonado. Decidió conscientemente dejar de hacerlo, eliminar ese atisbo de mortalidad, pero su sangre fluía como un torrente feroz en su interior. Dejó de respirar, pero el miedo no desapareció.

Hacía un rato que había perdido de vista a su acompañante, una dulce Toreador con habilidad para la intriga, con la que estaba entrando en tratos beneficiosos para ambos. Por desgracia, sus en otras circunstancias mortales prácticas de poco le servían en medio de una matanza como la que había asolado el Elíseo. Si bien habían logrado salir de ese infierno, no sin ayuda, ella no había alcanzado las calles del Casco Viejo. 

No se trataba de una revuelta de los Anarquistas. El conocía bien a los Anarcas de la ciudad, y algunos de ellos habían caído ante sus ojos bajo el fuego de las balas o las heridas de garras y armas de filo. Tampoco habían sido los lupinos pues, aunque había auténticas bestias entre los asaltantes, su grotesco aspecto distaba mucho de los rasgos animales de los hombres lobo. Solo había una posibilidad: Sabbat. La secta rival había encontrado la forma de llevar su guerra de fuego y sangre hasta la pacífica Bilbao, lo que no habían logrado en años. Y todo ello sin anunciarse, sin escaladas previas, sin evidentes comprobaciones del poder de la maquinaria Camarilla ni transgresiones evidentes de la Mascarada.

El Ventrue había escapado del principal foco de muerte en la masacre, pero era consciente de que no estaba libre de peligro. Había salido del teatro Arriaga, solo para meterse de lleno en una tela de araña mortal, un conjunto de calles antiguas y estrechas, oscuras y llenas de peligros. Los cadáveres sobre los que había corrido le advertían de la presencia enemiga en el lugar, del proceso de limpieza que se estaba llevando a cabo. Quizás si lograse alcanzar el puente de la Rivera, salir del casco viejo y alejarse de...

No estaba solo. Un ligero susurro se lo indicó, a su lado, en el portal contiguo. De las sombras surgió lentamente una figura conocida, lo que le relajó visiblemente. Por un instante, las sombras donde se encontraba oculto le habían parecido más peligrosas que la luz, al recordar el tenebroso poder que se les atribuye a los Lasombra. Pero la figura no era un Lasombra, él sabía bien que se llamaba Telmo, y que era un Brujah, un Anarquista belicoso y de difícil carácter.

Ambos habían tenido sus más y sus menos, de hecho Telmo había pasado varios años encerrado en una celda del psiquiátrico de Zamudio por orden del Príncipe, a raíz de una investigación que el Ventrue comenzara a causa de la ruptura de la Mascarada que representó la ingesta de vitae de un famoso jugador de fútbol local. La situación se solventó con una tapadera aceptable -un caso más de dopaje- y castigo ejemplar. Ahora, sin embargo, ambos compartían un enemigo común, una causa que dejaría atrás viejas trencillas...

Apenas vio acercarse aquello que le golpeó en la cara. Una, dos, tres, hasta cuatro veces recibió nuevos impactos de brutal fuerza, repartidos entre el rostro y el torso, golpes contundentes que le hicieron retroceder hacia la pared, tratar inútilmente de protegerse. Pero nada pudo hacer, mientras trataba de recomponerse los golpes seguían llegando, trató de pedir ayuda pero su gargante se negaba a obedecer, esperó que el Brujah pudiera hacer algo al respecto, pero... Solo cuando su cuerpo cayó al suelo, sin posible resistencia ya que oponer, se dio cuenta de que no era ningún Sabbat quien le había cazado. Era Telmo quien se cernía sobre él, con regueros de sangre salpicando su monstruoso rostro -sangre Ventrue- mientras mostraba sus colmillos ferozmente, ávido de venganza y poder, dispuesto a sacrificar sus posibilidades de salir con vida -no vida- de la trampa mortal donde se encontraba, con tal de saldar viejas deudas.

Mientras el Brujah succionaba la sangre y el alma de su enemigo, varios rostros surgían de la oscuridad de la calle Tendería, sonriendo ante su nueva presa. Solo una de ellas luchaba por controlar sus ansias, la que pertenecía a quien lideraba aquella manada, quien liberó a sus huestes con una sola indicación: Cogedle con vida, tiene alma de Sabbat.

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09/04/2011, 17:50
Juancar

Alcantarillas de Bilbao
Algunas noches despues de la noche del Jo Ta Ke

El hombre palido camina en la oscuridad, sin prestar atencion al suelo pegajoso que pisan sus pies descalzos. Su mano sostiene una linterna, pues sus ojos no se han aclimatado a la absoluta oscuridad. El silencio es escalofriante, pero el no siente temor alguno. Ha pasado por momentos peores, ha morado en lugares peores, ha sido la fuente de terror de otros. El mismo ha decidido adentrarse en la oscuridad y buscar lo que alli habita.

Llega a un cruce, y duda acerca de que camino tomar. No sabe donde se encuentra su destino, solo sabe que lo descubrira cuando lo encuentre.

Una rata sale corriendo. El hombre palido se detiene, porque sabe que no ha sido el quien la ha ahuyentado. Dos poderosos brazos le rodean, aprisionando los suyos. Como la presa de una serpiente constrictora, aprietan hasta vaciarle por dentro. Afortunadamente sus pulmones dejaron de ser necesarios hace tiempo. Pero la presion amenaza con partirle los huesos, tambien.

No has debido venir a nuestro reino subterraneo, gilipollas. Ahora seras nuestra cena de hoy

El vampiro palido no se inmuta, no se debate ni lucha por liberarse. Sin embargo, su cuerpo resuena como una maraca de huesos entrechocando, de articulaciones desmontandose. Y antes de darse cuenta de lo que sucede, el Nosferatu que sostiene al intruso tiene dos brazos devolviendole la presa, con sus articulaciones giradas en sentido contrario. El cuello del vampiro comienza a girar tambien, entre chasquidos y crujidos, y el rostro del Tzimisce planta cara al horrorizado Nosferatu con una amplia sonrisa.

No he venido hasta aqui para ofrrecer una cena a nadie, mi querrido amigo. Tengo cosas mejorres que ofrrecerte.

¿A... a mi? ¡¡No te conozco de nada!! -Responde el Nosferatu.

No, a ti no -Replica el demonio, girando su rostro hacia la oscuridad- A ti.

En esa porcion de oscuridad comienza a recortarse la silueta de otro Nosferatu, la rata mayor, el "maestro", Ductus de la Cofradia de los Ocultos.

El Tzimisce sonrie aun mas.

Ha encontrado su destino.