Partida Rol por web

El dolor es abrasador. Duele más ahora que cuando recibiste el disparo pero sabes que, tal y como tu padre ha dicho, si no duele ahora dolerá más tarde. Los berridos que liberas probablemente estén oyéndose en la casucha de al lado, y en la siguiente. A lo mejor se oyen hasta el final de la calle. Y aún así tú no los oyes con claridad porque el dolor no te deja.

Tu padre es alguien en quien confiar. Sabes que no intentaría sacar esa bala si no pudiera. Pero eso no lo hace más fácil. Con tu hermano al lado se coloca cerca de ti y murmura rápidamente algunas palabras. Sabes que es algún tipo de oración, pero no llegas a entenderlo. Y acto seguido te mira y sus ojos ya no son de padre, sino de médico. No tiene estudios, y probablemente no haya sacado muchas más piezas de metal en su vida, pero parece saber lo que hace.

—Vamos —dice de manera escueta. El sudor brilla en su frente, pero sus pupilas ya no están en las tuyas. Están en la herida, en el mismo lugar en el que introduce las tenazas acto seguido.

Lo de antes parecía la picadura de un mosquito en comparación a lo que sientes ahora. Tanto dolor como para pensar que va a doler para siempre, aún sabiendo que no. Tanto dolor que en ti nace el impulso de salir de tu propio cuerpo para que no siga doliendo.

La imagen de Rena se ha esfumado, pero sientes aún el hilo que os une. Está atado a tu pecho, y tirar de él para alejarte te hace estar más lejos también del dolor. Al final es inevitable.

Puedes notar cómo tus pulmones liberan el aire que contienen cuando dejas que ese hilo tire de ti como respuesta. Sucede en apenas un instante. Un momento estás allí y cuando respiras de nuevo, el dolor desaparece y da paso al humo y el polvo propios de una gran ciudad.