Partida Rol por web

Sientes cómo de tu pecho se tienden ahora siete hilos y, cuando tu consciencia se desliza alejándose de aquel lugar, no se tensan ni te llega esa sensación de soledad. Algo en ti ha cambiado al encontrarte con todos ellos, al compartirte y compartirlos, al sentir al unísono multiplicado por ocho. Te sientes acompañada de una forma que nunca habías experimentado. Te sientes arropada. Te sientes en casa. 

Un instante estás con todos ellos y al siguiente ya no puedes verlos. Sin embargo, su calidez, su aroma, su presencia... permanecen en ti. Ellos forman ahora parte de ti y sabes con certeza que ya nunca más estarás sola.

Sientes cómo de tu pecho se tienden ahora siete hilos y, cuando tu consciencia se desliza alejándose de aquel lugar, no se tensan ni te llega esa sensación de soledad. Algo en ti ha cambiado al encontrarte con todos ellos, al compartirte y compartirlos, al sentir al unísono multiplicado por ocho. Te sientes acompañada de una forma que nunca habías experimentado. Te sientes arropada. Te sientes en casa. 

Un instante estás con todos ellos y al siguiente ya no puedes verlos. Sin embargo, su calidez, su aroma, su presencia... permanecen en ti. Ellos forman ahora parte de ti y sabes con certeza que ya nunca más estarás sola.

Sientes cómo de tu pecho se tienden ahora siete hilos y, cuando tu consciencia se desliza alejándose de aquel lugar, no se tensan ni te llega esa sensación de soledad. Algo en ti ha cambiado al encontrarte con todos ellos, al compartirte y compartirlos, al sentir al unísono multiplicado por ocho. Te sientes acompañado de una forma que nunca habías experimentado. Te sientes arropado. Te sientes en casa. 

Un instante estás con todos ellos y al siguiente ya no puedes verlos. Sin embargo, su calidez, su aroma, su presencia... permanecen en ti. Ellos forman ahora parte de ti y sabes con certeza que ya nunca más estarás solo.

Sientes cómo de tu pecho se tienden ahora siete hilos y, cuando tu consciencia se desliza alejándose de aquel lugar, no se tensan ni te llega esa sensación de soledad. Algo en ti ha cambiado al encontrarte con todos ellos, al compartirte y compartirlos, al sentir al unísono multiplicado por ocho. Te sientes acompañado de una forma que nunca habías experimentado. Te sientes arropado. Te sientes en casa. 

Un instante estás con todos ellos y al siguiente ya no puedes verlos. Sin embargo, su calidez, su aroma, su presencia... permanecen en ti. Ellos forman ahora parte de ti y sabes con certeza que ya nunca más estarás solo.

Sientes cómo de tu pecho se tienden ahora siete hilos y, cuando esas consciencias que te acompañan se deslizan alejándose de ti, no se tensan ni te llega esa sensación de soledad. Algo en ti ha cambiado al encontrarte con todos ellos, al compartirte y compartirlos, al sentir al unísono multiplicado por ocho. Te sientes acompañada de una forma que nunca habías experimentado. Te sientes arropada. Te sientes en casa. 

Un instante estás con todos ellos y al siguiente ya no puedes verlos. Sin embargo, su calidez, su aroma, su presencia... permanecen en ti. Ellos forman ahora parte de ti y sabes con certeza que ya nunca más estarás sola.

Después de ese increíble e inigualable momento en que tú y ellos habéis sido uno, después de esa increíble sensación de estar en todas partes y en ninguna, de ese orgasmo compartido y conjunto, apenas puedes moverte. No es únicamente que estés agotada, sino que hasta el más mínimo roce de tu piel provoca espasmos por todo tu cuerpo. Sientes a Roger derramarse en tu interior de manera cálida, y eres plenamente consciente de que él ha alcanzado su clímax unos segundos después del tuyo.

Los ojos del hombre están oscurecidos por la pasión y el deseo y su expresión parece una mezcla de complicidad y satisfacción. Parece rebosante de algo parecido al orgullo. Sin duda no tiene ni idea de lo que acaba de pasarte y debe pensar que todo ha sido obra suya.

Para cuando todo termina y acabas sobre la cama él se queda un instante tendido a tu lado. Te observa sin disimulo, mirándote como si aquello no hubiera sido más que el primer asalto de muchos. Pero tu mente no parece capaz de resistir más emociones por el momento y puedes notar tus párpados cada vez más pesados, cerrándose ante tus ojos independientemente de lo que tengas que decir.

—Joder... —murmura el chico cerca de ti, aún excitado. Sus dedos empiezan a deslizarse por tu piel y los sientes con un agradable cosquilleo. Él parece a punto de decir algo más, pero sus pensamientos se resumen en una sola palabra, una ya pronunciada—. Joder.

Después de eso vuelves a oírle. Su voz grave y sedosa llega a tu cerebro sin que este llegue a descifrar las palabras que porta. Te sientes plena pero estás demasiado exhausta como para escucharle.