Un instante estáis los tres y al siguiente hay dos personas más junto a vosotros, dos a los que no habías visto hasta un rato atrás, cuando tu mente se evadió hasta llegar a una habitación de hotel.
Ruth es una chica de unos treinta años, su pelo es rubio y sus facciones agradables. Va vestida con una camiseta de tirantes y unos shorts vaqueros que no dejan mucho a la imaginación. A la luz de las farolas puedes percibir la firmeza de sus músculos, definidos de una forma que sólo el trabajo o el ejercicio intenso pueden conseguir.
Pero un instante después también está Wamai a tu lado. Debe tener también tu edad. Su piel es oscura, y eso hace que su sonrisa resalte más. Sus ojos miran a su alrededor como si aquella calle de tu ciudad fuese el lugar más increíble del mundo.
Los recuerdas a los dos, les sientes vibrando en tu pecho en la misma sintonía que a los demás. Ellos estuvieron antes contigo. Tú fuiste sus manos, ellos fueron tu aliento.
La soledad que te angustiaba se atenúa con cada una de las presencias que llegan a tu lado. Ellos te hacen sentir bien, en paz, más fuerte. Como si pudieras enfrentarte a cualquier cosa sólo por tenerlos junto a ti.
Un instante estáis los tres y al siguiente hay dos personas más junto a vosotros. Ruth es una chica de unos treinta años, su pelo es rubio y sus facciones agradables. Va vestida con una camiseta de tirantes y unos shorts vaqueros que no dejan mucho a la imaginación. A la luz de las farolas puedes percibir la firmeza de sus músculos, definidos de una forma que sólo el trabajo o el ejercicio intenso pueden conseguir.
Pero un instante después también está Wamai a tu lado. Los recuerdas a los dos, les sientes vibrando en tu pecho en la misma sintonía que a los demás. Ellos estuvieron antes contigo. Tú fuiste sus manos, ellos fueron tu aliento.
Pero ahora... parece que la soledad de Rena ha resonado en sus pechos al mismo tiempo que lo hacía en el tuyo.
Un instante estáis los tres y al siguiente hay dos personas más junto a vosotros. Ahí está Ruth, la chica que decía que estabas en Tamarama. Pero un instante después también está Wamai a tu lado. Debe tener tu edad. Su piel es oscura, y eso hace que su sonrisa resalte más. Sus ojos miran a su alrededor como si aquella calle de tu ciudad fuese el lugar más increíble del mundo.
Los recuerdas a los dos, les sientes vibrando en tu pecho en la misma sintonía que a los demás. Ellos estuvieron antes contigo. Tú fuiste sus manos, ellos fueron tu aliento.
Pero ahora... parece que la soledad de Rena ha resonado en sus pechos al mismo tiempo que lo hacía en el tuyo.
Estáis los cinco juntos :).
Sigo sin saber del todo la mecánica de ver al resto, pero deseo consolar a Rena de alguna forma al sentir su dolor. Sonrío levemente cuando veo que no he sido la única con esa idea. Ante mis ojos hay otra muchacha rubia que vi la noche anterior y el ¿chino? serio de casa de Dan. Las chicas están ojerosas, pareciendo que han pasado días mejores.
Seguro que está fuera de lugar hablar de lo de anoche…
No creo que sea el momento de felicitarles por el polvo.
Parecen preocupadas y cansadas.
Levanto una mano para saludar levemente a los presentes, sin perder mi sonrisa y me acerco a Rena. Al fin y al cabo venía por ella esta vez. –Em… ¿Estás bien? ¿Qué pasó?- podía sentir lo que ellos, pero por el momento no leía mentes que supiera. Apoyo mi mano en el hombro de Rena, frotando para darle consuelo.
Siento como si de verdad lo que quería era fundirme en un abrazo conjunto con todos. Aunque Hyun no parecía de ese tipo de gente, de la que abraza o toca siquiera.
Hebu Padre, la fuerza de su joven espíritu, viejo, es indiscutible para sus tareas, pero no dejo de apretar los dientes ni con el run-run de mi hermano al oído. Los dolores se elevan hasta limites, al final... ¡muy insoportables! Mukuru! Pero llega un momento de calma, y si Wamai vuelve a pensar en claro es porque las aguas menguan con magias.
Inquietarme por presencias me convierte en presencia, no hay duda. Las magias son difíciles, aunque ya no me pregunto si uno se habrá desmayado en su pulso con la vida, o elevado su conciencia para compartirla como buen futuro chaman, me alegro de hacerlo sin más. No hay dolor aquí, tal vez falta equilibrio, y me encuentro con la angustia de una hermana espiritual entre grandes edificios, pero también siento más hilos a los que unirme.
Llevaría mis manos hasta todos, uno por uno, pero estas personas ya son uno en sí. Primero observo al oriental, con buenas ropas y los ojos bien abiertos. Desconozco sus miedos, ahora míos — Wamai — pego mi mano abierta al pecho, entonces pasando la mirada por las hembras, Milka y Ruth — Wamai acude — tan distintas pero tan iguales, y termino buscando los ojos de Rena.
Me acerco también, no debe sentirte sola, ahora somos muchos nosotros.
Separo los ojos de Rena y del pianista con la vibración de otros dos hilos de los trenzados en mi alma y al encontrar los ojos azules de aquella chica que sé que huele a mar incluso antes de conocer el cosquilleo de su sonrisa, mi piel se eriza por el frío contagiado de su poca ropa y el recuerdo de un sueño que me devolvió a Adam en su prologo.
Sonrío de vuelta, con una fina línea que se debate entre la alegría y la preocupación. Somos cinco fragmentos de una misma alma, cinco vidas enlazadas a un mismo destino. Y me sé a gusto con ellos, me sé en casa y me invaden los recuerdos del mayor de los regalos ahora desvirtuado. Pero no puedo evitar sentir la culpa de faltar a mi obligación de ser el león guardián por una vez.
Cuando ella se dirige a Rena, me retiro medio paso para dejar espacio a todas nuestras manos. Y mi mirada me entorna a Wamai buscando el permiso de su alma para comprobar el estado de la herida que prometió sanar por la que paso mis pupilas con tan suavemente que ni un pestañeo podría dañarle.
Después vuelvo a mirar a Rena escuchándola con oídos, presente y ojos como mi madre me enseñó.
Es indescriptible, al menos para mí, cuantificar la sensación que ahora me embarga.
¿Cómo poner palabras como burdos marcos a algo tan efímero y a la vez tan profundo?. ¿Cómo sesgar con sonidos la música del alma, la conexión intrínseca que me ata a cada uno de ellos?. ¿Cómo, se puede agradecer a un desconocido al cual conoces mejor que nadie que haya venido hasta tu lado cuando le estas necesitando?.
No puedo hacerlo, al menos no ahora, y por ende solo atino a abrazarme a mi misma con fuerzas – mientras imagino estar abrazando a cada uno de ellos -.
Miro (les), a los ojos, en silencio pero abriéndoles las puertas de mi alma de par en par.
Allí, en lo profundo de Rena pocos han ingresado nunca más las estancias de mi alma son amplias para estas gentes que ahora me rodean (me reconfortan/cuidan).
Ingresar en mi misma es saber que me sucede – no hacen falta palabras entre nosotros -. Conocen de mi, en primera persona y esto es literal, el tempestuoso mar de dudas, miedos y la oscura tormenta de peligro que se cierne en el horizonte de mi hoy.
Mi amor, Ino, ha sido raptada por desconocidos.
He conseguido llegar hasta donde quizás este ahora valiéndome de mi talento para hackear la red.
Quiero ir a su lado, estoy a punto de hacerlo, pero pueden estar esperándome pues me buscan (a todos nosotros) y lo sé.
“otros” saben de nuestros talentos y nos temen por ello. Nos cazan – o la harán a partir de ahora -, y ninguno de nosotros está a salvo.
Ellos deben saber sobre esto, sobre las fuerzas que se mueven tras bastidores moviéndolo todo. Tienen que ser conscientes del peligro que acecha entre las calles de la ciudad y espía por los miles de ojos remotos. Ellos, tienen que ser testigos y recordarme si esta, la empresa que ahora debo cumplir, me lleva finalmente a caer en sus manos.
Las emociones de Rena se extienden hasta acariciar las vuestras, fundiéndose con ellas hasta convertirlas también en propias. Podéis sentir sus dudas y sus temores como si fueran los vuestros.
Sentís que su miedo no es sólo por ella, sino por alguien a quien ama, el temor por una ausencia, la sensación de peligro.
Sentís su cansancio, el de horas trabajando sin descanso con un objetivo en mente.
Sentís su determinación, su disposición a hacer algo, algo inminente pero necesario. Pero también sentís su miedo por vosotros. Y por los que faltan.
Sentís su necesidad de ser comprendida por vosotros, su angustia por un posible fracaso, su miedo a estar metiéndose de cabeza en la boca del lobo. Y la inevitabilidad que la obliga a hacerlo.
Se siente en peligro. Os siente en peligro. Y esto no deja de ser lo mismo en su corazón y en el vuestro.
La empatía sensate sólo os permite percibir sus emociones, nada de imágenes ni pensamientos complejos :).
Mientras les miraba recordé que no había entre nosotros palabras. No las hubo antes pues la unión entre nosotros fue más propia de las sensaciones.
Quizás, fuese necesario hablar después de todo, no lo sabía en verdad, quizás hasta fuera redundante, pero habían venido por mí, yo les llame, y se merecían saber el motivo de ello.
Mi amor, Ino, ha sido raptada por desconocidos les dije mientras les miraba/me miraba.
He conseguido llegar hasta donde quizás este ahora valiéndome de mi talento para hackear la red.
Quiero ir a su lado, estoy a punto de hacerlo, pero pueden estar esperándome pues me buscan (a todos nosotros) y lo sé.
“Otros” saben de nuestros talentos y nos temen por ello. Nos cazan – o la harán a partir de ahora -, y ninguno de nosotros está a salvo.
Suspire de forma sentida y mire un momento hacia el suelo antes de seguir.
Les agradezco que estén aquí, me reconforta su presencia aunque no es necesario decirlo pues ya lo saben, solo…titubee mientras el perturbador conocimiento se hacía presente en mi mente…supongo, proseguí dubitativa, supongo que, quería despedirme y que a la vez supieran que fue de mi, entonces les mire con miedo y cansancio a partes iguales, por si “ellos” consiguen atraparme.
:___(
Conexiones. Todas ellas aparecen, todos esos rostros, conocidos y no tan conocidos, todos esos rostros que pueblan mis sueños, mis propias visiones empiezan a aparecer allí, junto a Rena. Junto a mí. Todos queremos ayudar, de alguna manera, queremos aportar, mientras entendemos el miedo, la pérdida, el terror. El miedo repta bajo mi piel, recordándome los instantes de horror que mi memoria había bloqueado con los años y de los que no hablaba con nadie. Nadie decide sufrir intencionalmente, nadie decide someter su alma a la horrible tortura que es vivir un trauma y no dejar de presenciar sus ramificaciones cada uno de los días de nuestras vidas.
Los "otros", dice ella, pero para mí, siempre han existido esos "otros". Inescrupulosos, violentos, sin idea de las vidas que rompen y alteran en su espiral de violencia. Quiero llorar, porque siento regresar las imágenes en mi cabeza y me contagio de nuevo del más primordial de los temores, recordando cuánto trato de huir de sus garras, y limitar su presencia en mi vida. La mujer en el hotel, la explosión en el subterráneo, la mezcla de sonidos estruendosos, de sangre, hace que mi pulso se acelere.
No estamos solos. Escucho sus palabras y veo la pérdida de la esperanza. No hay un final en protegerse, no hay vergüenza en la cobardía. Pero era alguien cercano, puedo sentirlo. ¿Que haría si eso le sucediera a Ji-Hoon? ¿A mis padres?. Pero sólo un pensamiento taladra mi cabeza, golpea con fuerza como un gong, a medida que mi corazón late con nervios, con fuerza, y mi mano tiembla al ritmo del vacío en mi estómago.
-No lo hagas- digo finalmente, las palabras tiemblan y las formo con bastante dificultad, mientras la miro fijamente. -Hu... huye. No tienes por qué tirar tu vida cuando puedes prolongarla, estar a salvo. Busca donde ponerte a salvo- digo. Me parece estar hablándome a mí mismo hace algunos años ya. -Si sigues adelante... te arrepentirás. Y si sobrevives... nada será lo mismo- trato de decir, pero no estoy seguro de que estoy tratando de decirle, de decirme. Pero en mi ente sé, en medio de los escalofríos, el sobrecogimiento y la confusión, que de haber podido advertirme sobre aquel día... lo habría hecho. -Corre... vete. Por lo que más quieras- suplico.
Sonrío a Wamai al verle, pues antes no había reparado en él. Tenía cosas que preguntarle y quería saber si se encontraba bien. Aunque ahora no es lo importante, debiera pero no. Es Rena quien ha hecho esa especie de llamada, queriéndolo o no. Como si su dolor tirara de nosotros para buscar un consuelo, o una ayuda de cualquier manera. Sentía que yo era muy inútil en muchas cosas, lo había sido una vez ya aunque había acudido a una de esas llamadas. La herida que había sentido en mi vientre y que uno de nosotros tenía lo confirmaba.
Quiero ayudar...
Escucho la explicación de Rena y abro los ojos sorprendida. Todo eso es lo que había dicho Carol-la-rara. -No, no puedes entrar- digo de inmediato y agarro su brazo, tratando de detenerla. -Hablé con alguien, una chica que es como nosotros. Me dijo... Me dijo que si otro nos mira a los ojos, puede encontrarnos a todos.
¿De verdad está pasando esto?
¿De verdad nos están cazando?
Mierda...
Gimo con cierta desesperación al darme cuenta que es real, que van a por nosotros y que vamos a morir. -Si entras ahí... Si te cogen... No solo morirás tú- niego un poco buscando la mirada de Rena. Debía comprender lo que yo había tardado en entender. Carol-la-rara había dicho cosas, pero no era hasta ahora, que nos veía en una situación de peligro, que lo entendía todo. Si cogían a Rena, nos cogían a todos. Lo harían porque podían y así lo sentía.
El miedo no me es algo desconocido, lo siento morder a cada segundo. Siempre hay miedo cuando alguien cruza por mi mente arrastrando todo su equipaje con ella. Recuerdo el miedo por otros, recuerdo lo fuerte que se aferra a la ausencia y comprendo su alianza con el peligro. Entiendo lo que siente Rena hasta el punto de hacerlo también mío.
Y mientras me aferro al presente con uñas y dientes, veo desfallecer a mi madre; siento el peso de la responsabilidad de saber que si no la ayudo nadie lo hará, ni siquiera mi padre; conozco a Adam y amo a mis hijos; pierdo a mi madre y empapo a mi familia con ese temor que la sombra del peligro engendra en mi pecho; vivo el dolor de conocer la muerte con un teléfono en las manos y sé que daría mi vida para que algo, cualquier cosa en aquella noche fuera distinta.
Pero hay cosas que aun no han sido, hay miedos que pueden vencerse con una ojeada bajo la cama, temores que solo necesitan ser comprendidos, y peligros que deben ser recreados antes de vivirlos para que solo sean un latido más.
Rena no pude luchar contra su corazón. No debe. Pero un corazón no debe desescuchar la razón; y eso es algo que si Aharon pudiera entender el peligro que Rena apunta no tendría dos frentes abiertos.
Sé que yo iría hasta el fin del mundo por Dallas, y que si no fuera por mis hijos podría atender a la llamada de Dios también por la paz de Rena. Pero Dios me está encomendando a estas almas, aquí y ahora; y aquí y ahora debo estar.
Escucho al pianista, y sus pensamientos desgranados en su voz me traen recuerdos del arpa de mi madre. Recuerdo las melodías rápidas que parecían carreras de duendes y siempre me hacían estremecerme por mis dientes, que aun ahora temo que vengan a exigirme y me palpo las palas con la lengua en un descuido.
No creo que uno pueda arrepentirse de lo que ha hecho. O puede que sea yo quien no conoce bien ese concepto. Arrepentirme implicaría recordar mis acciones y pensar o sentir algo distinto. Me arrepiento de lo no hecho, a veces, me arrepiento cuando los obstáculos son ajenos, me arrepiento cuando sé que Dorian necesitaba algo distinto. Pero si Rena no intentara cambiar el destino que aun no ha sido leído de su amiga, amor y familia, entonces sí se arrepentiría. Aunque puede que no tenga que ser ahora, como no era el momento de Wamai.
Para cuando la sabana me deja volver veo a la rubia del mar agarrar a Rena como si Vivian y Ariel jugaran a ser mayores subida una encima de la otra y mi sonrisa se estira con cariño.
Alargo mi mano para posarla sin apenas peso sobre la mano de la mujer salada y a través de ella del brazo de Rena.
— Tranquila —le deseo a la rubia—. Vamos a estar a salvo —prometo y rezo a Dios para que me secunde antes de mirar a Rena—.
—Iré contigo —no me ofrezco, doy por hecho—. A mi ya me han cogido, pero Geller no va a tener mis ojos, tu sí.
Dedico una mirada al pianista primero, antes de buscar a Wamai y a la ojos azules, para volver al músico y finalmente a Rena — Iré y te diré si te esperan —aparto la mano de la de la surfera para poner una caricia en su mejilla—. Ten fe.
Comparto toda mi cercanía con la frágil gacela en peligro acogiendo su pequeña observación. Padre está despojando de males a uno. Acto seguido alzo la vista escuchando la voz de, la más blanquita aún, Rena, luego Hyun, y... Mukuru, acojo aquello que nos transmite de manera demasiado fuerte. Wamai entiende que ella también es frágil y está en peligro, así que se llena de escalofríos.
Cuando vuelvo a escuchar el tema de las miradas directas aprieto los labios y me rasco la cabeza pensando en Maundu Awiti, Awiti Maundu, y para entonces llevo mi confusa mirada hasta las diferentes luces de esta gran ciudad... ¿Sí entras ahí, en dónde? Niego confuso, primero, tal vez me estoy alucinando con la altura de los edificios, ahora mismo imponen. Tengo innumerables nudos, aunque Wawa está seguro de que es miedo ajeno — No, no... — ¿Pero qué...? niego, de algún modo, inconforme con estar conforme — Rena — sigo a la hembra con ojos de mar, así como a Milka — Wamai no entiende bien, pero Wamai ayuda. Rena "no" se entrega, se vale de nosotros — asiento varias veces — Pide el imposible — vamos, pequeña ave, “Imposible” ya suena a broma.
Milka ¿Wamai te sigue? - pregunto, siempre dispuesto, pero confuso.
Están locos.
¿Es que no me escuchan?
¿No entienden lo que me dijo Carol-la-rara?
Chasqueo la lengua y niego de nuevo a su decisión de entrar juntos. No bastaba con intentar convencer a una de ellas de no entrar que ahora querían todos. -No podéis...- insisto. -Algunos nos buscan y nos matan, eso dijo Carol-la-rara. Pero lo peor es que si tienen a uno de nosotros pueden tenernos a todos, eso también lo dijo. Si cogen a Rena, nos cogen a todos, que vayáis más solo hará que les sea más fácil. ¿No lo entendéis?
No, claro.
Al final va a ser verdad que tengo un problema de comunicación...
La zorra de Heather va a tener razón.
-No podéis ir ninguno- les repito, siendo más clara. O eso creo. Es complicado ser clara con gente a la que es tan fácil sentir pero tan difícil dialogar con ella. -Tampoco podéis ir a hospitales ni nada así, "ellos" están al tanto de las cosas ahí también. Así que no, no podemos. Lo siento, Rena, pero no puedes ir y el resto tampoco.
Sueno como mi madre.
¿Por qué tengo que ser yo la responsable aquí?
Miro a los otros cuatro a los ojos, porque siento la angustia de Rena y la hago mía, pero no quiero ponernos en peligro. -Puedo volver a hablar con Carol-la-rara. Ella sabe cosas y ella me dijo que Tetra puede ayudarnos, que nos protegerían. Tengo su tarjeta... En algún sitio- registro mis vaqueros, deseando que con lo movida que fue la noche anterior no se fuera a la mierda.
A ver cómo vuelvo al cuarto de Roger a pedirle mirar bajo su cama.
Se pensaría que es una excusa...
"¿Por qué la empujan?" fue mi primer pensamiento. No, sentía las garras del terror primordial desgarrándome a medida que cada uno intervenía. Cada revelación tan sólo aumentaba mi miedo, y con cada nueva gota, la seguridad de que no era el momento de ser valientes. La valentía nunca puede contra la violencia.
-No. No... no podemos hacer nada. Ninguno podemos hacer nada- digo. En mi cabeza la frase "porque ninguno de vosotros existe" desaparece de mi mente, aunque algún rincón racional de mí quisiera exponerlo, en medio de la duda y el sobrecogimiento. -No tienes que ir... puede que ya sea muy tarde para él, pero... pero no... no para ti. Hay vida si... si das un paso hacia atrás. Hacia allá... sabes que no habrá nada. Lo sientes, lo temes. Lo temo. Lo... lo tememos- trato de explicar, sin saber muy bien que sucede. En general no suelo ser amante del debate, pero, cuando es mi vida. Cuando es la vida que siento la que está en riesgo, no puedo permitirme que todo vuelva a suceder.
-¿Ellos?- digo girándome hacia Ruth. Ruth. En Tamarama, que existía a pesar de que nunca hubiese escuchado hablar de él. Ruth, que había intentado mostrarme en dónde vivía. Reconozco su rostro, y no sé si eso me llena de tranquilidad o refuerzo mis ficciones. -¿Quienes son ellos? ¿Los... La BPO? ¿Qué... qué significa BPO?- pregunto, disparando desde mi mente, buscando coherencia en aquellas dispares revelaciones que parecen tener una narrativa común.
-Biologic Preservation Organization- sale como respuesta sin pensar de mis labios, mirando a Hyun. -Nos buscan y nos erradican. Yo no quiero una puñetera lobotomía- digo frunciendo el ceño y negando a él y al resto. -En Tetra nos ayudarán, o eso dijo Carol-la-rara-
Debí tomar en serio a Carol-la-rara.
¿Por qué no la tomé en serio?
Ah, sí, porque pensaba que era bollera...
Seguro que lo es.
¿Quién se resiste a los encantos de Dan?